Escribir es el don de habitar otros tiempos y viajar a través de dimensiones paralelas, sin perderse en el vacío de los territorios de la imaginación, de ahí su esfuerzo. Es un tiempo expansivo, que puede llevar y traer pensamientos como si todo concurriese en un mismo presente, al mismo tiempo que detiene el sendero de nuestro futuro bajo un cifrado horizonte de interpretación. Las letras dan cuenta de nuestro peculiar modo ser humanos: sentir, pensar, hablar y escribir. Ser una voz que puede ser nombrada como propia. Una palabra que puede permanecer a través de un universo en el que nada permanece quieto ni por un instante.
"Las nubes
señalan
con sus mutaciones leves
el tiempo,
o lo detienen
ante nuestro asombro."
Alaíde Foppa (fragmento)
Las frecuencias que conforman el medio ambiente dan lugar a distintas e independientes realidades. Estos son los tiempos compartidos por todos (más allá de la "hermeneútica"), a partir de los cuales, cada experiencia que tenemos se cifra, ahora sí, bajo nuestra interpretación propia. En la unidad de tiempo que se expande gracias a nuestro actuar. Un pensamiento, una palabra, un solo gesto, conforman un acto de nuestra voluntad, e implican un tiempo cifrado desde coordenadas sincrónicas
Si pudiéramos medir tales sincronías de nuestro pensamiento, cuál sería la unidad de medida que tendríamos que ocupar. ¿Sería algo parecido al aire, al vapor, al calor, al agua? ¿sería un rayo, un trueno o un temblor? ¿Seríamos tormenta o la brisa de un cálido día de sol? ¿Cuál es la nube a través de la cual logramos observar las mutaciones leves con que nuestras experiencias van dotando de relatos nuestra historia de vida? O quizá lo que estamos buscando es una proporción temporal de medida que pueda ser observada en una escala de líquidos a sólidos. Un etéreo habitar. ¿Cuál es ese resquicio de la materia que marca la frontera entre sus componentes? Frontera similar a la fractura que denota el sitio de toda hermeneútica posible. Ese lugar en el cual habita nuestro pensamiento y se guarda el misterio de nuestro cerebro.
Y tú... ¿piensas a colores o en blanco y negro?
Si pudiéramos medir tales sincronías de nuestro pensamiento, cuál sería la unidad de medida que tendríamos que ocupar. ¿Sería algo parecido al aire, al vapor, al calor, al agua? ¿sería un rayo, un trueno o un temblor? ¿Seríamos tormenta o la brisa de un cálido día de sol? ¿Cuál es la nube a través de la cual logramos observar las mutaciones leves con que nuestras experiencias van dotando de relatos nuestra historia de vida? O quizá lo que estamos buscando es una proporción temporal de medida que pueda ser observada en una escala de líquidos a sólidos. Un etéreo habitar. ¿Cuál es ese resquicio de la materia que marca la frontera entre sus componentes? Frontera similar a la fractura que denota el sitio de toda hermeneútica posible. Ese lugar en el cual habita nuestro pensamiento y se guarda el misterio de nuestro cerebro.
Y tú... ¿piensas a colores o en blanco y negro?
Un abrazo de nube queridas tortugas...