La vida humana se construye desde la reflexión consciente. Cada persona traza su historia con la voluntad de la pasión y la inspiración del amor. Crecer vuelve preciso elegir con la certeza del corazón. Vivir hace indispensable amar, arriesgar y preguntar. La primera pregunta es a uno mismo. Y tú ... ¿qué quieres saber?
jueves, 24 de diciembre de 2020
noche de amor...
sábado, 19 de diciembre de 2020
40 años...
martes, 15 de diciembre de 2020
el último esfuerzo...
... del año.
jueves, 26 de noviembre de 2020
la doncella... el populismo
... y el síndrome de Estocolmo.
Tenemos un presidente que bien pide respeto y exige disculpas (que le den "su lugar"), cual doncella medieval... y bien somete con despotismo a sus seguidores y colaboradores, quienes cegados por el síndrome de Estocolmo se sienten obligados a justificar todos y cada uno de sus actos y palabras, aun si éstos son atroces o deshumanizados, incluso si miente. Mienten juntos bajo el criterio de que el bien mayor justifica los males en sus actuares. Bajo el encantamiento de la obsesión patriarcal por hacer girar el sentido del mundo a la voluntad de un solo hombre.
Morena es un partido que se muestra cada día más lleno de rabia. No fue suficiente ganar como lo hicieron en 2018 para reconciliar su existencia con la realidad. Alimentado por años por la furia de una ideología rezagada. Rancia por su falta de eficacia para garantizar una vida más digna para el ser humano: un orden común verdaderamente justo. Entre otras razones, porque se basa en el dominio, la conquista, la sumisión y la falta de libertades ciudadanas. Es una ideología que grita contra un imperialismo imaginario para imponer un "nuevo" imperialismo nada imaginario.
La izquierda, en especial las causas radicales "revolucionarias" con aspiraciones socialistas y comunistas (lo que sea que hoy representen estos conceptos) ha sido rebasada por el desarrollo propio de la condición humana y parece que quienes se aferran a ideas (de suyo bellas), sin cuestionarlas, son los únicos que no se han enterado. Así como el libre mercado se basó con equívoco en una racionalidad ya caduca... de ahí algunas de las fallas que con un poco de criterio e imaginación se pueden corregir, para hacer funcionar mejor lo que por ahora es vigente. Es tiempo de mirar hacia adelante... no hacia atrás. El pasado sólo engendra dolor sin reconciliar. Es el presente el espacio en el cual podemos hacer de nuestras tragedias destino: ser libres. Y darnos permiso para construir un futuro feliz.
La aberración que vivimos en México no se puede comprender ni histórica ni conceptualmente. Porque la forma en que están torciendo la realidad... la verdad. La forma en que están malinterpretando la comprensión de lo que son las cosas en su desarrollo real. Redunda en una visión sin otro parámetro que el rencor. La revancha. Cada día estoy más convencida que después del horror mental al que nos está sometiendo el actual gobierno, o nos volvemos todos locos o nos volvemos todos sabios. Están jugando con lo más sagrado del ser humano: su capacidad autónoma de pensar por sí mismo. A la vez que compran voluntades con dinero, mientras afirman que se necesitan otros valores que el dinero por sí mismo. Compran la miseria, sin aspirar a solucionarla. Viven de la compasión por un prójimo y un pobre, en abstracto... sin lo cual no podrían consolidar discurso alguno. Por eso, todo lo que sepa a alma libre les hace sentirse incómodos, atacados. Como si todo girara en torno a ellos. Siempre con la espada desenvainada, como si viviéramos en los albores de la civilización. Son incapaces de entender lo que vivimos (o necesitamos) frente a un momento histórico que ha mutado en todas las variables bajo las cuales podíamos analizar la realidad del siglo pasado, de hace dos o tres siglos atrás. Vivimos un presente que, si bien se traza a lo largo de la historia, se finca dadas las condiciones de realidad actuales.
Pero no, estos personajes que ahora acaparan la esfera pública son incapaces de verse a sí mismos a través de la historia con base en lo que hoy podemos decir de nosotros mismos: como humanidad. Es así que necesitan reinventar todos los relatos para que la realidad se adapte a sus voluntades. Entonces la sumisión y la agresión se manifiestan como una forma de populismo... mejor dicho: como la forma de todos los populismos. Pero éste es un concepto que no me gusta. Está demasiado desgajado por filias y fobias. Y de poco nos sirve para avanzar como un conjunto de voluntades orientado a un fin común: la mejor sobrevivencia y convivencia humana.
La sobrevivencia hoy es mucho más que algo básico o elemental. Como tal vez lo fue en la época de las cavernas. Tenemos hoy evidencia de la complejidad de la vida humana así como de las limitaciones de nuestra relación con la naturaleza, con el ambiente. Y tenemos muchos recursos a nuestro alcance, tanto teóricos como prácticos. Es un tiempo de renovación. Esta pandemia nos está llamando a abrir nuevos caminos. A ampliar nuestro horizonte: aprender a pensar más allá de las fronteras que limitaban nuestros paradigmas.
Romper las ataduras y liberarnos de cualquier sumisión conceptual que implique justificar los abusos que nos subyugan. Comprender que no. No hace falta subsumirse a otra voluntad para llevar a cabo propósito alguno. Que la vida vale más que eso. Y que ser libres es poder ser capaces de aceptarnos como somos y sabernos capaces. El mundo de las ideas ha llenado de falsas verdades nuestros imaginarios sociales y conceptuales. Es tiempo de comprender que es la realidad la que debe dar forma al mundo de las ideas.
Hoy es un día para dar gracias. Gracias a Dios. Gracias a la vida. Gracias al amor. Gracias por las bendiciones que nos colman. Gracias por las dificultades que nos hacen crecer. Gracias por estar. Por ser. Que nada apague nuestro corazón y ninguna quimera confunda la luz de nuestra razón. Porque todos merecemos ser igualmente felices. Todos merecemos igual solidaridad en momentos duros. Todos merecemos ser capaces de ser generosos sin otro propósito que dar. Y la solución está más cerca de lo que parece. Pero primero debemos enfrentar los sometimientos que nos encarcelan a tal grado que defendemos con apego la barbarie ante la cual nos asumimos como si fuera un destino trágico. La tragedia es un engaño. Es el engaño que nos contamos para no enfrentar el miedo de vivir y afrontar el dolor de crecer con base en la realidad. La política no puede ser más la sublimación de la frustración psicoanalítica ante el miedo a la libertad. La política debe convertirse en el espacio en el cual se conjugan las voluntades libres para construir un destino común. Sin simulacros. Sin sumisiones. Sin engaños.
Y tú... ¿ya te libraste de ti?
domingo, 1 de noviembre de 2020
recuerdos...
viernes, 16 de octubre de 2020
disonancias...
...graves.
Basta escuchar las aspiraciones seudo "teóricas" filosóficas de nuestro técnico y "científico" en el campo de la salud a cargo de la atención de la pandemia, para comprender el modelo de ideologización al que nos quiere someter el gobierno federal. Es indignante que explique con tanta vehemencia lo que ellos piensan del pensamiento totalitario y de la necesidad de que todos nos sujetemos y nos sometamos a una misma verdad "cognoscitiva". Es un verdadero insulto. No sólo no sabe hacer su trabajo sino, además, cree que es responsable de dogmatizarnos (e ideologizarnos) como si no fuéramos capaces de razonar por nosotros mismos (como si no tuviésemos derecho a tener nuestros propios principios ideológicos). A este sexenio le ofende la libertad de un modo indignante para quienes votamos y les dimos nuestra confianza para que realmente construyeran algo mejor de lo que teníamos. A partir de lo que ya somos. Con respeto.
Cada día es más sorprendente el instinto colonizador y conquistador de lo que fuera el deseo de una cuarta transformación pero que ha devenido en una gestión administrativa de cuarta. Esto tiene que parar. No podemos vivir con miedo de pensar diferente. Perseguidos, cada mañana, por ser críticos. Qué no tienen suficiente trabajo con los problemas reales que afrontamos. Qué no tienen otra aspiración que llenar urnas a cualquier precio... a cualquier costo.
Llegaron con la bandera de la esperanza y ahora son el terror del Estado. Llegaron con las armas afiladas para destruir todo lo que existe y entronarse como los únicos poseedores de la verdad, del bien y de la "justicia". Al estilo de la conquista española. Sepultan instituciones para levantar en su lugar quimeras y símbolos de todo lo que quieren obligarnos a ser y pensar. Quieren decidir sobre nuestro modo de vida y se sienten impunes para insultarnos y denigrarnos por el sólo hecho de existir. De ser libres. No dialogan. Viven a la defensiva. Operan bajo los criterios de una lógica de guerra. Y todos somos sus enemigos. Sólo el auto-sometimiento, la enajenación a ultranza, la lealtad ciega y nuevas formas de esclavismo servil... se consideran prácticas ciudadanas válidas. Dividen a la sociedad. Para empoderarse ante el odio. Vivimos uno de los momentos más vergonzosos de nuestra democracia.
Construimos un momento histórico como país hace dos años y hoy nos arrebatan todas las certezas que nos trajeron hasta aquí. Bajo el lema: nosotros somos los buenos... porque sabemos mejor que todos lo que está bien para todos. Y quienes no se agachen son malos, son adversarios, deben ser exterminados. ¡Es patético! Porque, en la realidad, el compromiso que hicieron no lo han podido cumplir. En especial en cuanto a la justicia social. No tienen una estrategia de desarrollo sostenible para que en México se erradique la pobreza y la desigualdad extrema, de una vez y para siempre. Por el contrario, parece que quieren invertir en que seamos todos más pobres y quedemos más desamparados ante nuestra capacidad de elegir políticamente a nuestros representantes. No somos más que objetos al servicio de sus ambiciones electorales y de dominio por los recursos, el poder y el monopolio de la fuerza. Para ejecutar sus caprichos en contra de la población. Sin mencionar lo poco que han avanzado en materia de seguridad. Sin mencionar el desastre de la política de salud. ¡Qué tristeza! Pero no nos van a vencer. Somos más quienes seguimos creyendo en la pluralidad, el diálogo, la democracia, la equidad, la libertad y la verdadera justicia social. En sumar y construir. Porque el gobierno actual tiene como único correlato "cognitivo" el pasado rancio y muerto, de todo lo que no puede llegar a repetirse: ni lo bueno ni lo malo. No tienen una sola visión de futuro posible. Viven atados al rencor y la venganza. Y que no los confundan: no hay causa lo suficientemente "buena" que justifique el horror. Y la militarización del país es tal horror: la cuna de los crímenes de lesa humanidad y el fracaso del estado de derecho.
Pero bueno. Ya no vale la pena desgastarse en tanta decepción. Quien quiera razonar: adelante... vamos a ganar el 2021 (democráticamente). Quien quiera rezar de 7 a 9 de la mañana y de 5 a 8 de la noche: que alabe el sermón y disfrute el circo. En lo personal estoy en contra del lavado de cerebro. Soy filósofa. Lo que me hace feliz es pensar. Y me niego a vivir distraída de lo fundamental ante el abismo de caricaturas que nos exhiben cada día.
Dejemos el pesimismo a un lado. Por un momento. Y mejor hablemos de amor. Ese lugar en el cual no hay fronteras y todo es posible. El encanto y la sorpresa de ser . El espacio en el que faltan palabras para expresar lo que nos conmueve. En el que sólo el adorno de la poesía cabe para deleitarnos ante las virtudes del objeto de nuestro deseo. Enamorarnos. Apasionarnos. Disfrutar la belleza y la presencia ante todo lo que nos parece hermoso. Cuando nos sentimos ante la perfección. No porque tal existe... simplemente porque a través de sus ojos todo parece correcto. Como dos caras de una misma moneda. Sin dudas. Sin titubeos. Con alegre felicidad llena de esperanza y futuro. Y es así... como todos merecemos amar y ser amados. Y es que en tiempos de pandemia, no debemos postergar lo urgente. Porque si algo hemos aprendido en estos meses es que el mañana es un regalo mucho más grande de lo que habíamos imaginado. Ante la incertidumbre no podemos postergar la verdad... al menos para sentir dentro nuestro un poco de paz. Con valentía. Con honestidad. En tiempos como estos aprendemos a valorar lo que de verdad importa y a aventurarnos a comprender que cuando se trata de trazar el camino de nuestras vidas... todo es posible. Basta el corazón y la buena voluntad. La generosidad y la claridad. El anhelo del encuentro. La entrega y el compromiso. Y la magia de dejarnos tomar por sorpresa por la vida misma.
Y tú... ¿abrazas la concordancia?
jueves, 17 de septiembre de 2020
el cambio...
martes, 18 de agosto de 2020
ánimos...
...para recomenzar.
Ya casi llegamos al final de agosto. Han sido meses largos, intensos, pausados, llenos y vacíos a la vez. Cada quien tiene una experiencia propia de este aprendizaje. Y el impulso de la vida da cuenta de cómo el ser humano se ocupa de sí. Ocupa su tiempo. Colma sus espacios de actividades diversas. Mirando hacia el futuro. Previendo los tiempos por venir. Añorando la recuperación de sus territorios comunes. Abrazando el presente con fuerza. Sin perder el sentido de futuro. Me admira la capacidad de nuestro ser propio por seguir adelante. Por vivir.
En medio de la adversidad nos hacemos fuertes. Y descubrimos virtudes que no sabíamos que poseíamos. A la vez, nos conmovemos con más sentimiento ante las tragedias globales que nos aquejan. Con gran impotencia e incertidumbre. Con la esperanza de que quienes están en posibilidad de tomar decisiones y hacer la diferencia para el futuro de nuestras sociedades hagan lo mejor por la vida comunitaria del planeta. Este es el mejor regalo que podríamos recibir. Ojalá así sea. Ojalá estos meses, y lo que todavía resta por venir en espera de poder retomar nuestro ritmo de actividades económicas y sociales, sean un ejemplo de lo grande que puede ser la humanidad cuando recordamos cuáles son las prioridades de la vida... de la vida ética.
Parece que nuestra comprensión de la vida está cambiando de manera radical e irreversible. En fracturas de esta naturaleza, a veces, nos cuestionamos aspectos de nosotros mismos a los cuales no habíamos prestado la misma atención. O cambia el modo en que nos observamos. Los recuerdos cambian de tesitura. La nostalgia se convierte en un aliento reconciliado de vida lograda. Y el futuro se regala como una forma de volver a empezar. Cerca de lo que nos es propio. Una vez que todo lo que no nos corresponde esencialmente se evapora de nuestro lado.
La amistad se vuelve más cierta y profunda o, simplemente, la distancia hace evidente la ausencia de lazos vigentes. Y estos aprendizajes también nos interrogan. Nos alientan a valorar a quienes amamos. A nutrir nuestras relaciones verdaderas. Como si pudiésemos estar más unidos. Escucharnos de otra manera. Con afecto y atención. Con respeto y solidaridad. Con humildad. Revalorando, así, nuestro lugar en el mundo y el sentido de nuestra propia razón de ser.
Son épocas un poco existenciales. Al menos para algunos de nosotros. Para quienes no poseemos muchas certezas. Y necesitamos confiar más en nosotros mismos. Por ejemplo, ser soltera, sin un empleo, sin hijos, vivir sola y lejos de mi familia cercana y presente, y no tan joven que se pueda decir... sin mucho más en el horizonte que la posibilidad de reinventarme en un momento en que no hay muchas opciones más que esperar, resguardarse, cuidarse, observar, escuchar, seguir los acontecimientos, compartir la dicha y los temores de quienes forman parte de nuestra vida y se resguardan también en su propio espacio. Al llegar los tiempos que vivimos, se nos ofrecen también algunos regalos. La decisión de trazar un nuevo futuro. De elegir. Pero elegir es también dejar atrás. Dejar atrás una parte nuestra. Estar dispuestos a convertirnos en una nueva persona. Siendo quien somos. No es una tarea sencilla. Nace una nueva soledad. Llena de gratitud. Porque me considero un ser humano afortunado y una persona muy bendecida. La pregunta es: qué fincar con todo lo que hemos construido hasta ahora. Ahora que todo está cambiando. Y que los vientos siguen siendo poco favorables.
El último año y medio ha sido un espacio de grandes retos en mi vida. Retos del alma... del ánimo... de salud. Y el problema con estos hitos de nuestra vida es que hay muchas experiencias incomunicables. Una parte de nosotros es tomada por el juicio que las demás personas tienen sobre quiénes somos. Y a veces tales impresiones no nos favorecen para desprendernos de todo lo que ha dejado de ser. Cuando se vive en soledad carecemos de un testigo de vida, más que nuestra propia vivencia, que refleje la bondad de nuestro ser y la capacidad de nuestros actos. Como si en el cotidiano todo se diluyera. Como si nada estuviese ocurriendo en la quietud de nuestros días. Lo cierto es que vivimos tan intensamente como todas las demás personas. Y a veces a nosotros también se nos olvida percibirlo. Pero es la fe lo que nos sostiene. El anhelo. Los sueños. Las metas y propósitos. La creatividad. La fuerza interior. La sonrisa. La capacidad de asombro. La paciencia generosa. El goce y el disfrute.
Porque no podemos renunciar a nosotros mismos. En el camino siempre perdemos mucho. Perdemos cariños. Perdemos la confianza de personas en quienes confiamos. Perdemos parte de nuestro carácter. Perdemos amores. Perdemos oportunidades para haber tenido más suerte o haber hecho mejor las cosas. Pero cada pérdida trae consigo también un regalo: una enseñanza. Una lección de vida. Un duelo para reencontranos a nosotros mismos. Nuevas amistades y nuevos amores. La oportunidad de hacer lo inimaginado e imposible. El logro. La sorpresa. Y con el paso del tiempo, poco a poco, todo toma su valor, todo ocupa un lugar y tiene sentido. Como si fuéramos parte de un plan mágico de vida en el cual cada una de sus piezas son perfectas. En unidad. Con reconciliación. Con alegría. Por eso, cuando se trata de nuestra propia vida: el único juicio que vale es el nuestro. Sólo cada uno de nosotros conoce su propia valía. Y sólo quienes nos aman de verdad son capaces de mirar a través de ella sin detenerse en las sombras... De mirar a través de nuestra luz. Esas son las personas que debemos conservar en un abrazo de vida. Las que existen. Las que están presentes. Quienes nos invitan a ser parte de sus vidas sin escatimar en nada. Quienes se suman a nuestro corazón sin violencia alguna. Quienes nos valoran y a quienes valoramos. Con mutua admiración. Con respeto.
No porque haya buenas o malas personas. Ni por mezquino rencor o resentimiento pueril. No. Simplemente porque todos vivimos distintos procesos de vida, nos encontramos en distintas etapas de nuestro crecimiento y no siempre logramos coincidir. Hay afinidades más profundas que nos unen con quienes han sido llamados a ser parte de nuestro camino de vida. Y viceversa. Los encuentros a veces duran toda la vida. Otra veces no. Perseverar en nuestro bien... es perseverar en acompañar a quienes tienen algo que podamos compartir, con generosidad mutua. Y comprometernos con quienes gustan de nosotros. Quienes creen en nuestro corazón. Guardan con respeto nuestras confidencias. Sin juicio. Sin traición.
Son tiempos de solidaridad. Muchas personas, más allá de su circunstancia existencial, están sin empleo o cerca de perderlo. Hace falta poder brindarnos mucho apoyo. Escucharnos y tener en quien confiar. Estar dispuestos a acompañarnos. Sin juicio. Porque para quienes mantienen su empleo se vuelve, a veces, imperceptible el proceso psicosocial que se atraviesa ante la incertidumbre y la carencia para solventar el gasto de vida. Es importante escucharnos con el corazón y comprender que son circunstancias extraordinarias. Apoyar es también dar ánimo y esperanza. Recordarnos unos a otros que somos igualmente útiles y valiosos para la vida social, sin importar nuestra circunstancia económica. Comprender que la carencia de empleo no es un defecto. Es una realidad que rebasa la voluntad de la persona. Vivimos en un mundo con ciertas reglas y no hay suficientes alternativas para todos. Lo cual en estos tiempos se está recrudeciendo. En algunos casos es una situación temporal de excepción. Y de todos modos no tenemos garantías de cuándo terminará tal situación o si será algo definitivo, en otros casos. Y es triste ver que nuestras instituciones se quedan pequeñas para atender esta problemática urgente. Ojalá quienes poseen la riqueza económica del mundo despertaran ante la necesidad de comprender que es tiempo de comprometernos con la posibilidad de un mundo en el que haya empleo bien remunerado para todos y que, incluso, en momentos de excepción (como estos que vivimos) se pueda financiar la vida en aras de la salud de todos. Ojalá.
Y tú... ¿en quién confías?
Fuerte abrazo...lleno de magiade tortuga.
miércoles, 22 de julio de 2020
el sueño...
Existe un espacio entre lo inacabado y el punto justo. El equilibrio entre lo acabado y la desmesura. El arte se define en ese momento en el cual una obra se da por terminada. La resolución de los proceso vitales que se expresan en el seno de la creatividad y la inspiración. El esfuerzo por lograr la forma de una idea. Y el interior de una corazonada que percibe que no hace falta una pincelada más. El abismo entre lo que se quiere hacer y lo que se puede llevar a cabo. La fantasía que transita entre la falacia y la verdad. El hervor que se conserva o el calor que se consume. El sabor que nos complace o la textura que nos desagrada. La voz que nos anima o el grito que nos ahuyenta. El abrazo que nos arropa o la caricia que nos violenta. El arte de la vida misma. La tensión entre comunicarnos sin agredirnos o violentarnos sin comprendernos. La distancia entre palabra y palabra. La espera de una nueva señal para saber qué decir. El escucharnos a nosotros mismos, con honestidad.
Antes se decía mucho que del odio al amor había un paso, como una forma de tomar conciencia de que todo aquello que nos obsesiona... nos posee. Y sí, basta un mínimo gesto para amigarnos con aquello que nos era ajeno pero que, tal vez, nos conmovía de modos que no alcanzábamos a comprender (de ahí los temores, las fobias y los odios)... Para sembrar nuevos cariños, amistades y amores. Para reconvertir ese espacio del prejuicio en un pretexto para sentirnos maravillarnos, incluso. Es decir, la distancia entre el rechazo y la aceptación, en la mayoría de los casos, es mucho más corta de lo que imaginamos. Porque lo que distingue tal distancia es ausencia de significado. Y si bien, tal ausencia es un vacío que se puede llenar de las más grandes aberraciones, por lo mismo, es más fácil de lo que imaginamos combatir su ausencia de racionalidad.
Por el contrario, del amor al odio: existe un abismo. Se necesita más que un mínimo gesto para desapegarnos de todo lo que nos hace feliz. Pues amar es ser feliz. Sin importar cuánto tropezamos, nos damos una y otra oportunidad para amar. Preferimos el perdón. Nos resistimos a odiar. Buscamos reconciliarnos. Y conciliar. Porque amar es un espacio lleno de significado con contenido. En donde no queda un lugar vacío para la obsesión, el temor, la fobia... y mucho menos: el odio. Pensar es amar. Y en donde hay violencia... no nace el amor ni es posible encontrar razones.
Sin embargo, en qué estamos fallando que parece que las violencias, vacías de significado y trazadas por aberraciones, van ganando el terreno de nuestro mundo común. Porque no somos capaces de sentir dentro nuestro ése punto justo. Esa distancia de equilibrio que si no vibra dentro nuestro... es la misma en donde traspasamos nuestro derecho a ser... al tocar inadecuadamente a otro ser humano. Porque una cosa es no coincidir en ideas, en momentos de crecimiento, en procesos de vida, en formas de vivir y apreciar el mundo. Pero otra cosa es sentir un impulso profundo por destruir aquello que atenta contra nuestra propia forma de pensar. Porque, por alguna razón, hay un lugar en el cual todos nos sentimos autorizados para desautorizar la voz de los otros. Y este impedimento para la convivencia pacífica debería ser objeto prioritario de nuestra atención.
Hace ya un mes que no logro encontrar tales palabras que nos permitan reflexionar más a fondo sobre las dificultades que surgen de la comunicación y del afán en que aprendamos a comprendernos, con respeto. Fuera de lo trágico. Al margen de una coyuntura específica. Sin otro señalamiento que la necesidad de aprender a escuchar. Y siento que tal vez la solución que busco se encuentra en un territorio más lúdico.
Afortunadamente, las personas pensamos de maneras tan diferentes como individuos existen. Porque la diferencia es motivo de goce. La posibilidad de que cada quien tenga su propio opinión y el derecho, igual al de cada uno, a expresarse. Y la apuesta por la promesa de un proceso educativo libertario, acariciada a lo largo de la historia. Dotar de carácter reflexivo a la información que adquirimos. Apropiarnos de significados y contenidos... para renombrarlos a la luz de nuestro peculiar modo de mirar... y ser. Compartir es entonces el arte de equilibrar las opiniones con el único objetivo de obrar con justicia. Y este ejercicio cotidiano de vida debe ser una invitación al placer. Sin dominio. Por eso es grave cuando una persona o un grupo de personas tratan de secuestrar tales opiniones bajo un sólo abrigo y forzar el conjunto de la suma de sentires con el propósito de mandar. Ejercer los liderazgos debe ser la vocación de ampliar una mirada particular gracias a la suma de luces vitales capaces de llegar a un consenso sobre los asuntos de la comunidad. Sin necesidad de destruir ninguna otra opinión. La razón de tales consensos, pesos y contrapesos en el ejercicio del poder, es establecer vínculos de comunicación y diálogo para construir. No batallas ni guerras. Sin odio.
Quizás... si aprendiésemos a reír más de nosotros mismos y de tales debates comunicativos, disfrutar de la cortesía y el humor. Sin importar ganar. Sin disputar tener la razón. Por el sólo deleite de vivir en equilibrio. Por el sólo arte de lograr trazar, en su punto justo, la riqueza de todo intercambio de ideas. Sin renunciar a nuestro punto de vista, con generosidad. Alcanzaríamos a abrazar el hecho de juntos, como seres humanos, transformar nuestra realidad en aras de alcanzar mayor felicidad para cada quien. Pensar que debemos derrocar fantasmas, guardar rencor por el pasado, intimidar, inventar enemigos, señalar culpables... para defender causa alguna (por legítima que sea): es renunciar a nuestra humanidad, la cual debiese ser nuestra única causa legítima.
Porque, al final del día, qué aburrido sería no tener de qué charlar...
Sin embargo, logrado esto. Si es que tuviese algo de razón en mi sentir. Me sigue inquietando la pregunta sobre la verdad. Es decir, cuál es el límite de la pluralidad de opiniones y cuál es la relación de estas opiniones con la verdad. No me apego, con plena convicción, a la renuncia a tal parámetro externo. Un eje rector que supera tal diversidad de sentimientos y pensamientos. Sí concedo que hay constructos relativos que son correlatos de la verdad, y que podemos asumir como "verdades". Acepto la relatividad de tales constructos: históricos y sociales. Pero me siento obligada a comprometerme con el hecho de que hay modos más correctos que otros de apegarnos a la verdad. Con independencia de las opiniones particulares. Y que si dejamos vacío este espacio de realidad, que no le pertenece a nuestro parecer, engendramos horrores y perversidad. Y es ahí donde nace el odio social. Cuando el significado de nuestras ideas está vacío de contenido. En donde la coherencia y la congruencia se debaten entre la fantasía y la imaginación. Cuando el deseo de creer y sentir nos enceguece. No podemos renunciar a la búsqueda de la verdad. Al compromiso con que hay un modo correcto de actuar. El cual no depende del constructo que lo exprese. Que guarda la esencia de algo más puro en su brillo, que no puede ser negado. Asumir con humildad nuestro lugar en el mundo. Y este acto de humildad es el que hace posible reír ante nuestras diferencias. Comprender que somos nosotros, en nuestros procesos de vida, quienes nos relacionamos desde distintos puntos de vista, muy acotados, con una misma realidad, que nos rebasa. Sólo en el diálogo podemos descifrar la verdad que está más allá de cada uno de nosotros. Y felices amar. Escuchar y perdonar.
Sé que parece irónico y paradójico. Probablemente, porque la vida humana está inmersa en una complejidad, deliciosa y maravillosa, que todavía se escapa a nuestra comprensión. Así como, el inmenso amor nos desnuda de motivos y nos eleva a espacios de la existencia que nos hacen descubrir la belleza insospechada y mágica de soñar. El abrazo sin distancia. Y la palabra sin pausa. La mirada sin violencia que nos recuerda quiénes somos en realidad. La voz que nos penetra y estremece. El sentir al unísono. El encuentro que no conoce la espera. La esperanza. La felicidad.
Y tú... ¿sueñas con el brillo del sol?
lunes, 22 de junio de 2020
la fatalidad...
lunes, 8 de junio de 2020
el rey...
Lo cierto es que nadie supo si estos dos amigos volvieron a encontrarse. El faro siguió vivo para cuando la tortuga quisiera conversar. El rey se entregó a nuevos amaneceres, con la esperanza de sanar. El susurro durmió en sus oídos. Y no pocas veces lograron coincidir con la sola sincronía de su pensamiento.
No todos los destinos se cumplen ni todos los caminos llegan a buen fin. La mayoría de las veces es sólo lo tangible, la tierra, lo que logra perseverar. Cuando una vida está hecha de sueños es probable que, en medio de una pesadilla, sucumbamos sin llegar a despertar. Y sólo estando despiertos es que logramos amar.