... y paz.
Y ya se escuchan las campanas a lo lejos. Amanecen los preparativos. Llegará la cena. Y al llegar la media noche... la navidad.
Este es un día para ocuparnos los unos de los otros. Y uno de esos símbolos es la cocina. A través del trabajo del alimento para el festejo compartido. Y no se trata más que del amor que depositemos en cada uno de los ingredientes. Tradiciones y sabores que nos recuerdan nuestra pertenencia. El anhelo de regalarnos el uno al otro deliciosos manjares. Así, alzar nuestras copas y brindar por el nacimiento de lo divino en cada uno de nuestros corazones. Remembrando el nacimiento del niño en quien Dios se hizo hombre. Para regalarnos su mensaje de amor, perdón, paz y reconciliación. Amén.
Recordar que el sino de nuestra humanidad es amar. Crecer conociéndonos a nosotros mismos con honestidad. Ser creativos. La inspiración y la ensoñación. Entregarnos con el corazón los unos a los otros. Hablar con verdad y vivir sin cobardías. Con humildad y con dignidad. Ser capaces de comprometernos con nuestro hacer en el mundo. Saber que somos capaces de los actos más sublimes y generosos. Que siempre somos más fuertes de lo que imaginamos y que Dios nunca suelta nuestra mano para llevarnos a través de la luz de su sendero feliz.
La llegada de nuestro Salvador es la forma en que se despierta en nuestras almas el sentido profundo de la vida y de la verdad. Así como nace el sol.
Y tú... ¿cómo celebras las bondades del nacer?
¡FELIZ NATIVIDAD!
1 comentario:
Estimada Mariana,
Que gratificante resulta leer las reflexiones que publicas.
Un abrazo y Feliz Navidad.
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