... memorables.
En días como hoy llegan a nuestro corazón las caricias y los abrazos de nuestros seres ausentes. Nos dejamos estremecer por la carencia. Nos damos permiso de extrañar a nuestras presencias del alma. Quienes ya no están. El misterio de la muerte nos obliga a sólo sentir. Sabernos pequeños y limitados ante la inmensidad del universo. A sentirnos afortunados por estar. A valorar lo que queda por delante. En honor a nuestros muertos. Brindar.
La luna nos regala su luz y la calma del encierro prolongado nos comulga en el duelo común. Un poco de descanso. Y profundo silencio. Por un instante, la vorágine se detiene. Para reconciliarnos como seres humanos. El viento sopla con fuerza. Y el bosque se tiñe de sol.
No hay palabras que expresen lo que está significando para cada uno de nosotros los largos meses recientes y todo el camino que todavía queda por recorrer. Parece que nos acostumbramos... sin distinguir: en quiénes nos vamos convirtiendo con el paso del tiempo. El espacio fluye a través del ciberespacio. Las noticias nos consumen de incertidumbre. Cada quien busca el modo de vivir un día a la vez. Todos nos vamos habituando a no pensar en el mañana. A no hacer muchos planes. Nos habita la interrogante sobre nuestra salud y la de nuestros seres afines y queridos.
Nos levantamos cada mañana con buen ánimo y hallamos fuerza en donde no sabíamos que existía. Pretendemos, por instantes, que nada ocurre. Para mantener el ánimo. Nos distraemos de muchas formas. Trabajamos. Dolemos el desamparo de una época que necesita nuevas formas de redefinirse a sí misma. Y casi a ciegas: caminamos hacia adelante.
Añoramos lo que fue y lo que no llegó a ser. Y son las manos amigas las que nos sostienen. Con más fuerza que antes.
Hoy es un día para respirar profundamente y dejar todo lo demás volar.
Y tú... ¿a quiénes recuerdas?
Fuerte abrazo...
lleno de magia
de tortuga.
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