miércoles, 30 de enero de 2008

el faraón galante

Esta noche les voy a platicar sobre mi muy querido amigo el faraón galante. Quien, con magia de tortuga, tocó mi vida, cumpliendo el desginio de conservar su caricia con el paso de los años y madurar juntos nuestra amistad.

Recuerdo bien que no fuimos afines desde el comienzo, incluso, experimentamos cierta rivalidad o desdén. Hubo días que aparecía incomprensible ante mis ojos, o increíble de comprender. En cualquier caso, destacaba su originalidad y la consistencia en su andar. Finalmente, hablamos por primera vez. Bastó un día para saber cuán símiles y confines seríamos. Se reveló en la sorpresa el agrado y el gusto por estar cercanos. Mágicamente, incursionamos los territorios del amor y, sin explicación, nuestra presencia se evaporó. Tras cierta desesperación y desamparo, un par de eventos desafortunados, comprendimos que cada quien debía seguir su camino. Y fue lo mejor. Hemos ido trazando nuestra senda en paralelo, cómplices y confidentes. Solidarios e idealistas. Nos hemos trastocado el uno al otro y es apenas que realmente nos conocemos.

¿Quién es este faraón galante? un hombre virtuoso, apasionado a las manías, dedicado sin descanso a su proyecto de vida. Gusta de la música... comparte un buen baile. Lo deleita cierto sarcasmo refinado y la ironía se le da de manera natural. Es un buen amigo. Aunque no siempre acude, siempre está y, cuando acude, llena el espacio de sí. Su compromiso con la vida coquetea con la renuncia y su deleite de placer, a veces, se confunde con la folía.

¿Por qué recordarlo ahora? Quizá por el aprendizaje que descubrimos juntos: sin posesión, con sinceridad y en libertad... es como se logra el amor cultivar.

Hay ausencias que nos recuerdan antiguas despedidas. Como señales que anticipan el sinsentido de confiar en quien no confía en nosotros, como designio que nos invita a no voltear la vista a quien nos empieza a lastimar. Y cariños de vida que nos alientan a no desesperar y sólo en nuestro corazón confiar, como misiva de fortuna y esperanza. Lo difícil será, siempre, cómo distinguirlos.


Y tú ¿quieres amor cultivar?


Gracias
querido faraón
por galante mi vida
acompañar.

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