A
Silvia… combatiente e hija de una revolución que comulgó con la humanidad.
Con
valor renunció su hogar.
Quienes
la conocimos fuera de su vida de montaña, poco… muy poco sabemos de ella. La
acompaña el misterio del disimulo así como el entusiasmo por la vida. Sueña al
ritmo del danzón y es una caminante infatigable que gusta de recorrer calles y
barrios, deleitándose de la sorpresa de los nuevos sabores y alimentando sus
nostalgias con los antojos de siempre.
En
medio del paso de los años, el trajín familiar y los retos domésticos del
regreso a su tierra, junto con una nueva promesa de paz, se deja entrever la
convicción de su vida. Vida que se entrega en aras de librar una batalla aún no
ganada pero que sigue marcando la dirección de sus motivos. Abuela feliz y
madre orgullosa. Siempre entera, triunfante y cierta de la fortaleza de su ánimo.
No cesa en su lucha, cual perseverante sigue siendo la injusticia social.
Con
paciencia he aprendido a conocerla. Admiro su cruzada por reunir y reencontrar
lazos familiares, algunos recónditos, otros ya ausentes, sumando los retazos de
sus raíces familiares para heredar a sus hijos pertenencia e historia. Para
recordarse a sí misma el hogar en donde creció.
Al
igual que en Julio y en Laura, en ella el tiempo no envejece. Y siempre
encuentra una buena oportunidad para empezar una nueva tarea, nuevos estudios y
toda la versatilidad que le obliga el volver al mundo que había quedado atrás,
pero con la misión de transformarlo en el mundo aún por llegar.
De
sus tristezas, ausencias, pérdidas y duelos sólo podemos ver el brillo en su
mirada. En donde guarda a sus padres y hermanos, y en donde guarda también a
sus otros hermanos y hermanas.
En
nuestra memoria será siempre un ejemplo de voluntad.
Gracias.
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