...culinarias.
El arte de la cocina une a las familias. El buen gusto por la sazón de las tradiciones y la mística de su preparación esconden los bellos secretos de la cultura. Las personas conviven alrededor de los alimentos como un festejo. Se hacen plegarias y se conmemora la vida. Las viandas son dádivas. De generación en generación se heredan recetas y el cuidado que se presta a los ingredientes instauran hábitos.
En la cocina como en la vida las personas aprenden a convivir y comunicarse. A reír y sonreír. A escucharse y aconsejarse. A aprender y enseñar. A dialogar. Y como en las costumbres de higiene: la limpieza y el orden ocupan un lugar fundamental en la distribución de tareas. La contingencia se hace presente y todo concluye sentados a la mesa para empezar otra vez. Es una tarea inconclusa que ocupa gran parte de las horas de nuestro día; de una u otra manera. Vivimos para alimentarnos y nos alimentamos para vivir. Sin otra mediación que la ley propia de la naturaleza.
Es por eso que el alimento no debiese negársele a persona alguna, ni debiese ser tan duro el trabajo para lograr mínimos presupuestos domésticos en torno a la alimentación. Tampoco debiese ser tan acotada la variedad al alcance de la mayoría de la población mundial. El mundo adolece incluso de desnutrición. Vivimos contra natura. Sin percatarnos todavía de cuáles son las verdaderas prioridades de la subsistencia humana. Como si desdeñar nuestros cuerpos nos hiciese transmutar en inteligencia artificial. Evadiendo la realidad de tantas maneras. Incluso mal alimentándonos en desmedida con sobrepeso. Sin equilibrio ni paz ni armonía. Como si vivir fuese una carga. Y alimentarse un resguardo de seguridad. Como todo esfuerzo que la vida implica: alimentarnos puede también considerarse un trabajo. Así como privarnos de la nutrición y el cuidado, con la extremada delgadez, cuando nos alimentamos: es también un olvidarnos de la importancia que las dotes culinarias tienen en el cultivo de un mundo de paz.
Entre los dones culinarios se incluye la paciencia, la constancia, la atención a los detalles, la estética, el cuidado y la precisión, la humildad y la entrega. El conocimiento y la experiencia. La vitalidad y el entusiasmo. El respeto. La higiene. La salud social. La auto-realización. La motivación. El deleite. El crecimiento. La convivencia.
Y tú... ¿nutres tu carácter al alimentarte?
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