Estaba al lado del río un monje de cristal y sólo escuchaba el agua correr. No atinaba cuál era ese ruido ni si alguien le hablaba al pasar. Quieto... se volvió estatua con el tiempo y en el fondo de sí sólo podía escuchar su voz. Se alimentaba de sus propios pensamientos y nadie hallaba el modo de tocar su corazón. Pasaban días en que sentía que poco a poco moriría. Cuando por alguna mágica razón lograba oír algún susurro a lo lejos, alimentaba esperanzas profundas... Tras el silencio que sólo se confundía con el río... se resignaba y en el eco de su voz se estremecía al saber que muy pronto descubriría el modo de hablar. Pero... ¿quién sabría escucharlo?
Y tú ¿quieres escuchar tus silencios?
Hasta ayer...
Y tú ¿quieres escuchar tus silencios?
Hasta ayer...
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