jueves, 11 de octubre de 2012

la labor de la guerra

La muerte llega, a veces serena, no por ello sin dolor. Nos enseña el límite de nuestras libertades, nos recuerda la fuerza de nuestra voluntad. Anunciada nos sorprende y nos arrebata. El cuerpo queda estrujado: sus células mueren por un segundo. El llanto explota y nace una nueva incertidumbre. La paz te abraza como si un nuevo manto de luz llegara hasta ti para decirte que un alma te acompaña queda. Descubrimos mágicas sincronías y todos los tiempos se ajustan a un nuevo reloj casi de forma predestinada.

Cuando un alma se marcha deja, tras de sí, todo lo que fue, lo que quiso ser, lo que soñó o anheló. El eco de su voz se torna más claro y, si prestas un poco de atención, escuchas sus últimos latidos como enseñanzas de vida que debes conservar. Incluso escuchas la música que en despedida te regala para recordarte que tú también fuiste parte de su vida.

La vida es un misterio, su única certeza es la muerte y, sin embargo, nos ocupa en su preservación llena de retos y dificultades. El día a día nos atrapa incesante y en cada uno de sus instantes tenemos un motivo para sonreír y para conmovernos hasta el llanto, para expresar la furia de nuestras frustraciones, para entregar la pasión de nuestro amor, para sentir la calma de la espera, para descubrir la serenidad de la dicha. 

Vivir debe ocupar más parte de nuestra vida... 

En medio de esta transición de muerte, me sigue intrigando cómo se concilian los ajustes a la ley del trabajo con la necesidad de un empleo competitivo que incentive preservar oficios que no involucren prácticas al margen de la ley. Sabemos que el negocio del "narcotráfico", la proliferación de los sicarios y el monstruo (ya no tan silencioso) de la trata se alimentan de la ausencia de un proyecto productivo viable con estricto apego a la legalidad. 

Cómo se concilia una lógica del empleo que no se ocupa de vivir, sino de con vanos esfuerzos alcanzar a "seudosobrevivir", con la vocación de paz que necesita un país en agonía, en donde, la ley legitima la incertidumbre laboral, la paga discrecional y el capricho financiero de quienes no están dispuestos a dar nada a cambio de la riqueza que reciben del trabajo de los otros.


Y tú... ¿te ocupas de vivir o trabajas para morir?


un abrazo fuerte tortugas... desde la serenidad de los andes


1 comentario:

Phoenix dijo...

La vida nos ausenta en ocasiones de lugares que son tan gratos de visitar como es el tuyo,sin embargo, nos premia con momentos libres para llenarme de energía cada vez que te visito.
Qué grata me siento siempre, al entrar en tu rincón que es esperanza, meditación,debate de conciencia y una gran cuota de afectos y poesías.Muy de acuerdo con tus palabras.