Con un poco de magia de Reyes, tamales de Candelaria, alegrías de los enamorados y amistados [14 de febrero]... los días pasan como el asteroide acompañado de un meteoro letal. Llegó la serpiente llena de sabiduría con el afán de fluir como agua a través de todos los rincones de nuestras imperfecciones. Los festejos se evaporan... y yo guardo para mí las letras escritas para ustedes, mis queridas tortugas. Aunque ya deben estar acostumbradas a este ritmo de ola de mar que por momentos se sumerge en lo más profundo de su ser para respirar y tomar aliento antes de regresar a la playa y cubrirlo todo de sal.
Feliz año de la serpiente... el año chino llega acompañado de una luna nueva que añora llegar a convertirse en la luz inmensa de la luna llena. Eventos galácticos, temblores, heladas y el calor que se avecina, al menos en el Distrito Federal, intenso y soleado... nos regala hermosos augurios de vida y paz. La ceniza y la cuaresma. La orfandad papal y la incertidumbre religiosa. Un enero de sol y un febrero de flores. Sin dejar de notar que la luna cada noche está más hermosa, nos brinda todo su brillo una vez cumplido el ciclo del mes como si nos quisiera recordar que el amor todavía existe.
Sin embargo, la violencia crece, fuera y dentro de casa. Nos asomamos de reojo a las noticias del mundo, de nuestro mundo, de nuestra cercanía... y nos enteramos de descalabros, desequilibrios, guerras, estafas, injusticias y pleitos. El torbellino social en pugna por comprender e interactuar con todo lo que no podemos controlar. Las voces que claman justicia. La política que se muestra en claroscuro. La gran incógnita: ¿existe alguna solución para nuestros problemas comunitarios? ¿existe algún resquicio para la cordura y la justicia? ¿habrá salvación para los necesitados? ¿tenemos esperanza? Y sin detenernos mucho en estos detalles, aceleradamente, los sucesos se apresuran y nuestros destinos se surcan.
El amor sigue siendo el reto de nuestra humanidad. El regalo de un año nuevo, que promete mejores días por venir, nos recuerda a quiénes amamos... junto con el abrazo de quienes nos aman. Y nos recuerda porqué es importante estar cerca de nuestros amores, porqué el abandono no perdona las ausencias de una piel que nos pertenece, porqué para amar se debe estar dispuesto a tener fe sin esperar nada a cambio, sin aspirar a trueques ni otra certeza que la de entregarse mutuamente. Solo amar y dar. Ser honestos con nuestros corazones y abrir nuestra mente a las verdades de nuestra intuición, sin necesidad de poder explicarlo desde nuestra racionalidad. Pero esto es todavía lejano para nuestras mentes... hoy en día solo vale nuestro precio, es decir, aquel plusvalor que los demás depositan en uno a partir de sus valores, de su visión del mundo, de sus propias necesidades, hoy solo vale el satisfacer concursos y requisitos que validen nuestra existencia, como objetos del supermercado, como regateo de mercado, como subasta, siempre en venta al mejor postor, siempre haciendo méritos para que otros decidan que existes. No sé si hay otras formas de comprendernos a nosotros mismos o si todos recaemos en esto mismo. No sé de qué manera te convences de que tiene sentido el sinsentido y olvidamos qué es la vida: ¿o quizá nunca lo supimos?
Sin embargo... no todo es tan así, o tan difícil, o tan insalvable. Parte de ser humanos es saber adaptarnos a una situación al menor daño, al menor dolor posible. Todo nuestro mecanismo de sobrevivencia tiene a la base una única misión: minimizar los dolores, en tanto el dolor es la señal de que algo está mal en nosotros mismos o a nuestro alrededor. Lo que ocurre en nuestra fallida modernidad es que se alteró este mecanismo y los dolores se convirtieron en temores disfrazados, así como las dichas se convirtieron en dolores, ante la frustración de que sistemáticamente debemos renunciar a nuestras alegrías en aras de un ideal trágico que sublimó la felicidad en la renuncia y el sacrificio, equivocando el rumbo de nuestros corazones.
Feliz año de la serpiente... el año chino llega acompañado de una luna nueva que añora llegar a convertirse en la luz inmensa de la luna llena. Eventos galácticos, temblores, heladas y el calor que se avecina, al menos en el Distrito Federal, intenso y soleado... nos regala hermosos augurios de vida y paz. La ceniza y la cuaresma. La orfandad papal y la incertidumbre religiosa. Un enero de sol y un febrero de flores. Sin dejar de notar que la luna cada noche está más hermosa, nos brinda todo su brillo una vez cumplido el ciclo del mes como si nos quisiera recordar que el amor todavía existe.
Sin embargo, la violencia crece, fuera y dentro de casa. Nos asomamos de reojo a las noticias del mundo, de nuestro mundo, de nuestra cercanía... y nos enteramos de descalabros, desequilibrios, guerras, estafas, injusticias y pleitos. El torbellino social en pugna por comprender e interactuar con todo lo que no podemos controlar. Las voces que claman justicia. La política que se muestra en claroscuro. La gran incógnita: ¿existe alguna solución para nuestros problemas comunitarios? ¿existe algún resquicio para la cordura y la justicia? ¿habrá salvación para los necesitados? ¿tenemos esperanza? Y sin detenernos mucho en estos detalles, aceleradamente, los sucesos se apresuran y nuestros destinos se surcan.
El amor sigue siendo el reto de nuestra humanidad. El regalo de un año nuevo, que promete mejores días por venir, nos recuerda a quiénes amamos... junto con el abrazo de quienes nos aman. Y nos recuerda porqué es importante estar cerca de nuestros amores, porqué el abandono no perdona las ausencias de una piel que nos pertenece, porqué para amar se debe estar dispuesto a tener fe sin esperar nada a cambio, sin aspirar a trueques ni otra certeza que la de entregarse mutuamente. Solo amar y dar. Ser honestos con nuestros corazones y abrir nuestra mente a las verdades de nuestra intuición, sin necesidad de poder explicarlo desde nuestra racionalidad. Pero esto es todavía lejano para nuestras mentes... hoy en día solo vale nuestro precio, es decir, aquel plusvalor que los demás depositan en uno a partir de sus valores, de su visión del mundo, de sus propias necesidades, hoy solo vale el satisfacer concursos y requisitos que validen nuestra existencia, como objetos del supermercado, como regateo de mercado, como subasta, siempre en venta al mejor postor, siempre haciendo méritos para que otros decidan que existes. No sé si hay otras formas de comprendernos a nosotros mismos o si todos recaemos en esto mismo. No sé de qué manera te convences de que tiene sentido el sinsentido y olvidamos qué es la vida: ¿o quizá nunca lo supimos?
Sin embargo... no todo es tan así, o tan difícil, o tan insalvable. Parte de ser humanos es saber adaptarnos a una situación al menor daño, al menor dolor posible. Todo nuestro mecanismo de sobrevivencia tiene a la base una única misión: minimizar los dolores, en tanto el dolor es la señal de que algo está mal en nosotros mismos o a nuestro alrededor. Lo que ocurre en nuestra fallida modernidad es que se alteró este mecanismo y los dolores se convirtieron en temores disfrazados, así como las dichas se convirtieron en dolores, ante la frustración de que sistemáticamente debemos renunciar a nuestras alegrías en aras de un ideal trágico que sublimó la felicidad en la renuncia y el sacrificio, equivocando el rumbo de nuestros corazones.
El amor es bello porque en él no cabe reclamo, no caben los maltratos, las palabras hirientes, el gesto indiferente, no cabe la violencia del sexo sin besos ni abrazo. En él no cabe la renuncia y el sacrificio nunca lo ensalza. El amor es ese territorio en el que desnudamos nuestra alma para reír y sonreír con complicidad ante la belleza de la vida. El amor es el rincón que nos recuerda que la vida es simple, que las metas sencillas son las que dan sentido a nuestra cotidianidad y que el logro está en nuestro bienestar presente, no en la promesa de un futuro que nunca alcanzaremos a experimentar.
En estos dos primeros meses del 2013, naciente la serpiente y llegado marzo, todo se transforma silenciosamente. Esto ocurre: imperceptible. Algo nace con fortuna. Sin llegar a ver aún este nuevo rostro que somos... han sido días de decir adiós a todo el pasado como si al descifrarse el ayer se trastocara por siempre el mañana.
Estos días he pensado mucho en la orquídea que habita la galaxia azul, mi abuela cuenta de ella...
"Lejana rara solitaria
esplendorosa
orquídea,
te corona el asombro.
Más que florecer
surgir pareces de un encantamiento.
No te sustenta la tierra,
ajena hija del árbol y del aire.
Por el valor incomparable
de tu belleza
preservada habitas
detrás de los cristales
como fulgurante gema.
Mas no es de piedra
tu hermosura extraña
y con sorpresa vemos
que también perece."
La orquídea habita los lugares más extraños de la vida, idéntica en sí misma, caprichosa y bella, delicada y frágil. La abraza un gran misterio. Al mínimo cambio se altera con riesgo de perecer. Solo florece ante los suaves cuidados y muestra sus encantos a quien descubre cómo hablarle... a quienes la comprenden y la quieren: así... única... indescifrable... solitaria... y deseosa de amar.
En esta galaxia que habita solo hay árboles ancestrales... bosques vivos y luminosos... luz de sol entre las ramas y las hojas al ritmo de las tres lunas que siempre están llenas... El día nunca muere porque la noche hecha de plata nos muestra los caminos de la verdad justo cuando el cielo duerme. Ahí duerme la orquídea, arrojada del mar, esperando cautiva el encuentro con su estrella fugaz, desencadenada, arrullándose con el misterio de la paloma y conservando las virtudes de la oruga para que la mariposa no muera y al fin pueda volar como predijeron los sueños de la princesa. Así ... ama.
Y tú... ¿dónde guardas a tu orquídea feliz?
En estos dos primeros meses del 2013, naciente la serpiente y llegado marzo, todo se transforma silenciosamente. Esto ocurre: imperceptible. Algo nace con fortuna. Sin llegar a ver aún este nuevo rostro que somos... han sido días de decir adiós a todo el pasado como si al descifrarse el ayer se trastocara por siempre el mañana.
Estos días he pensado mucho en la orquídea que habita la galaxia azul, mi abuela cuenta de ella...
"Lejana rara solitaria
esplendorosa
orquídea,
te corona el asombro.
Más que florecer
surgir pareces de un encantamiento.
No te sustenta la tierra,
ajena hija del árbol y del aire.
Por el valor incomparable
de tu belleza
preservada habitas
detrás de los cristales
como fulgurante gema.
Mas no es de piedra
tu hermosura extraña
y con sorpresa vemos
que también perece."
La orquídea habita los lugares más extraños de la vida, idéntica en sí misma, caprichosa y bella, delicada y frágil. La abraza un gran misterio. Al mínimo cambio se altera con riesgo de perecer. Solo florece ante los suaves cuidados y muestra sus encantos a quien descubre cómo hablarle... a quienes la comprenden y la quieren: así... única... indescifrable... solitaria... y deseosa de amar.
En esta galaxia que habita solo hay árboles ancestrales... bosques vivos y luminosos... luz de sol entre las ramas y las hojas al ritmo de las tres lunas que siempre están llenas... El día nunca muere porque la noche hecha de plata nos muestra los caminos de la verdad justo cuando el cielo duerme. Ahí duerme la orquídea, arrojada del mar, esperando cautiva el encuentro con su estrella fugaz, desencadenada, arrullándose con el misterio de la paloma y conservando las virtudes de la oruga para que la mariposa no muera y al fin pueda volar como predijeron los sueños de la princesa. Así ... ama.
Y tú... ¿dónde guardas a tu orquídea feliz?
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