El colibrí vestido de jade visita todas las mañanas el jardín de Eros. Sigue el color de las orquídeas con la esperanza de encontrar aquella que entone con el espíritu de su brillo... El olor de las rosas lo confunde y el vigor de los geranios distrae su camino. Agotado en su espera, acude a Eros.
- Cuéntame tú, que eres a quien todos llaman Dios del amor: ¿por qué no encuentro la orquídea de mis sueños? ¿acaso anidas en tu corazón un demonio que se satisface de nuestro sufrimiento en busca del amor verdadero?
- No digas eso hermoso colibrí...lo que pasa es que la divinidad del amor encierra un secreto que solo quien enfrenta sus propios demonios logra descifrar...¿acaso tú ya conoces cuáles son estos demonios y cuál es el modo de vencer sobre ellos?
El colibrí volvió esa noche a su nido y reflexionó durante horas sobre las palabras pronunciadas por Eros.
A la mañana siguiente, en medio de un sueño, casi al despertar... escuchó una voz que se acompañaba de un trino y ésta susurró: "la vanidad, la vanidad es tu demonio".
Y al mirarse en el espejo, deslumbrado por el resplandor de su verde belleza...comprendió que tal orquídea (color jade) no existía, porque él era ya la esencia del jade y que su verdadera compañera escondía un brillo propio, tan único como el suyo pero que resplandece bajo tonalidades distintas. Porque el amor no es amarse a sí mismo a través de otro, es amar a otro a través de uno mismo. Es dar de sí. No ganar para sí. Y juntos, en armonía, formar una nueva composición prismática, tan única como las almas que la componen.
Emprendió un vuelo nuevo antes de volver al jardín de Eros. Visitó con una nueva perspectiva el mar, los ríos, bosques y jardines. Descubrió tantas formas y colores, que era como si el mundo se le mostrara por primera vez tal cual es. Y esa noche durmió como si nunca antes hubiera descansado. Bajo el cobijo de un sueño de paz.
Llegó el día tan esperado por nuestro colibrí. Entró sereno al jardín de Eros. Ni las rosas ni los geranios lograron ser percibidos por él. Al dejarse llevar por el llamado de su corazón, ya no por la vista, solo un aroma le era posible sentir...y como si las hadas guiaran su camino, apareció ante sí, la orquídea de sus sueños... era el ser más perfecto que había visto. Lo supo al instante. El color de esta orquídea tiritó en su pupila y el no tuvo más que acercarse y anidar en ella.
Y tú... ¿demonio o divino visitas el jardín de Eros?
Feliz noche... amorosas tortugas.
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