...profética.
Érase una vez: cuatro sellos de arena que quien los cumpliese... pudiese conocer la verdad de la princesa de los mares encantados.
El primer sello: debía vencer el orgullo y la oscuridad de su propia alma. Estaba acuerpado en un ser maligno que sólo si hacía lo debido sin esperar otra cosa a cambio y con fe ciega en todo lo que no comprendiese de la verdad: pudiese, entonces, salvar su destino feliz. Y encontrar a la gitana de sus sueños. Una vez hubiese salvado la vida de la princesa, cual hombre valiente y honorable, para ser coronada Diosa Eterna: La madre de todos los océanos; y así ella volaría junto a su único y verdadero amor. Y así él pudiese, al fin, disolverse junto a su amada en el desierto de las arenas blancas.
El segundo sello: debía vencer el pecado original y renunciar a la falsa imagen de un mundo al revés. Estaba acuerpado en un ser profano que sólo si cumplía con la escritura sin cambiar ni una letra: con obediencia, respeto, exactitud y prudencia; podía entonces, entregarse a su vida mundana elegida y ser feliz, una vez saldada la deuda heredada de su destino añejo. Su gran misión era encontrar a la sirena dorada y entregarla con festejo a su reino ancestral: de la mano de todos sus hijos del mar. Y así ella volaría junto a su único y verdadero amor.
El tercer sello: debía proteger con su vida el ojo del sol para devolverlo a Venus. Estaba acuerpado en el hijo de Satán quien hubiese robado el halo lunar y dejado vaciar la miel que ilumina la Luz del Mar. Y así salvar a la Reina Celestial para que ella pudiera volar junto a su único y verdadero amor. Y él penar por los siglos de los siglos en la oscuridad. Hasta que los ríos volviesen a nacer sin nunca más llegar a perecer.
El cuarto sello: debía resguardar al príncipe ancestral para que se encontrase con su amada y se cumpliese el beso de amor que despertaría el tiempo universal. Estaba acuerpado en el caballero destinado a escoltar hasta su último destino a la niña de los cristales mágicos. Y así ella volar junto a su único y verdadero amor. Y él escribir la historia indeleble de la verdad inmutable que dio vida a toda la humanidad.
Lo cierto fue que estos cuerpos inertes devinieron en los reyes del mambo. Cuando descubrieron que era una y la misma mujer a la que debiesen encontrar, salvar, proteger y acompañar. De tal suerte que perdieron su sitio en el muro de la historia.
Ella, sin embargo, era el quinto sello hecho no de arena sino de estrellas: y cumplió todas las profecías de su destino escrito en piedra. Aj*al.
Y así ella vuela alto de la mano de su amor celestial: único y verdadero. Amén.
Y tú... ¿haces a honor a tu destino?
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