Había un pequeño orangután, llamado Capo, quien solía saltar y pelear al ritmo de un tambor. Llegó este personaje a una jungla en donde todos peleaban entre sí y no sabía qué hacer. Creía en la naturaleza y en la paz. Buscaba una compañera de vida, buscaba un lugar en donde no imperara la ley del más fuerte, quería ser rey entre reyes para castigar a quienes peleaban. Confiaba ciegamente en quienes los trataban con afecto, aunque guardaba para sí todas las ventajas de sus relaciones. Un buen día, tras batallas y largas noches de soledad, apareció una güera avestruz. Parecía inalcanzable, pero sólo ella logró mirarlo de cerca y le preguntó, dime Capo ¿por qué te escondes en esa cueva como quien no quiere salir de un clóset? El orangután, intrigado, sólo frunció el ceño y tartamudeó. Se llenó de coraje con esta avestruz. Ella insistía... dime Capo, dime.
Pasaron los meses... el avestruz y el orangután volvieron a encontrarse. Capo, entonces, pudo responder. Mira güera avestruz, lo que pasa es que llevo años, siglos, esperando un buen amigo y no lo he podido descubrir en ninguno de quienes sólo quieren pelear. Y como yo sólo quiero mandar, he terminado siendo enemigo de todos en esta jungla. Además, quienes fueron afectuosos y amigos conmigo se cansaron de que siempre sacara provecho para mí y de que no confiara en nadie. Por eso, un buen día, elegí esta cueva para, solo, morar. Hasta que llegaste tú y no supe qué contestarte, porque eres el primer ser que descubre la maldad que hay en mí, he sabido pasar desapercibo incluso ante mí mismo. Será bella avestruz, que tú quieres ser mi amiga??
Esta avestruz, desconcertada, sintió un poco de enojo, pues será que el oranguntán piensa que soy un ave de cuevas y maldades... se preguntaba. Disimuladamente, se acercó al orangután y le dijo al oído....
"Mi querido orangután: no sé si tengo respuesta a su pregunta, yo hace siglos que perdí la amistad y el amor... al conocerlo creí que sí, podríamos ser amigos, pero ahora que usted me confiesa el mal que habita en su cueva... no quisiera interrumpirle, pues el odio es una tarea ardua y enfermiza, y yo... me he curado hace tiempo. Pero gracias por su ofrecimiento. Quizá lo que usted necesite es sólo una güera que habite su clóset. Sin ave ni vuelo."
El orangután furioso golpeaba árboles y con sus gritos asustó tanto a quienes peleaban que, por un día, reinó la paz en esa jungla.
El avestruz siguió su camino con deseos de enterrarse nuevamente bajo tierra. Una vez más, descubrió que, cuando te escondes en la oscuridad, sueñas con todo aquello que te pierdes por no habitar a la luz del día y que, cuando naces a la luz, extrañas esos bellos sueños, pues la realidad, llena de grises y claroscuros, nunca muestra la luz que soñamos. A veces, sí nos brinda el reflejo de un sueño de paz, pero la mayoría de las veces sólo nos descubre el lado oscuro de orangutanes y patos.
Capo siguió su camino de rabia y resentimiento. Y su güera volvió a sumergirse en la arena, vacía de sueños y amor.
Ésta fue la triste historia de quienes sin magia ni tortuga pierden las batallas de la jungla al rendirse ante la tentación de pelear con violencia y recordar con rencor.
Y tú ¿quieres dejar la cueva atrás?
Hasta mañana queridas tortugas!!!
Pasaron los meses... el avestruz y el orangután volvieron a encontrarse. Capo, entonces, pudo responder. Mira güera avestruz, lo que pasa es que llevo años, siglos, esperando un buen amigo y no lo he podido descubrir en ninguno de quienes sólo quieren pelear. Y como yo sólo quiero mandar, he terminado siendo enemigo de todos en esta jungla. Además, quienes fueron afectuosos y amigos conmigo se cansaron de que siempre sacara provecho para mí y de que no confiara en nadie. Por eso, un buen día, elegí esta cueva para, solo, morar. Hasta que llegaste tú y no supe qué contestarte, porque eres el primer ser que descubre la maldad que hay en mí, he sabido pasar desapercibo incluso ante mí mismo. Será bella avestruz, que tú quieres ser mi amiga??
Esta avestruz, desconcertada, sintió un poco de enojo, pues será que el oranguntán piensa que soy un ave de cuevas y maldades... se preguntaba. Disimuladamente, se acercó al orangután y le dijo al oído....
"Mi querido orangután: no sé si tengo respuesta a su pregunta, yo hace siglos que perdí la amistad y el amor... al conocerlo creí que sí, podríamos ser amigos, pero ahora que usted me confiesa el mal que habita en su cueva... no quisiera interrumpirle, pues el odio es una tarea ardua y enfermiza, y yo... me he curado hace tiempo. Pero gracias por su ofrecimiento. Quizá lo que usted necesite es sólo una güera que habite su clóset. Sin ave ni vuelo."
El orangután furioso golpeaba árboles y con sus gritos asustó tanto a quienes peleaban que, por un día, reinó la paz en esa jungla.
El avestruz siguió su camino con deseos de enterrarse nuevamente bajo tierra. Una vez más, descubrió que, cuando te escondes en la oscuridad, sueñas con todo aquello que te pierdes por no habitar a la luz del día y que, cuando naces a la luz, extrañas esos bellos sueños, pues la realidad, llena de grises y claroscuros, nunca muestra la luz que soñamos. A veces, sí nos brinda el reflejo de un sueño de paz, pero la mayoría de las veces sólo nos descubre el lado oscuro de orangutanes y patos.
Capo siguió su camino de rabia y resentimiento. Y su güera volvió a sumergirse en la arena, vacía de sueños y amor.
Ésta fue la triste historia de quienes sin magia ni tortuga pierden las batallas de la jungla al rendirse ante la tentación de pelear con violencia y recordar con rencor.
Y tú ¿quieres dejar la cueva atrás?
Hasta mañana queridas tortugas!!!
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