Érase una vez una palmera alta alta alta...esbelta y siempre mirando al mar por arriba de los demás. Inalcanzable, bella y a veces tierna... si te hablaba sin osquedad (claro! era una palmera salvaje...)
Esta niña palmera no soltaba sus cocos, desde abajo gritaban: ¡palmera!!! dános un coco!!! dános un coco!!! pero ella se rehúsaba y con ilusión gustaba de acumularlos. Hasta que ya no cabían, pero aún así, no los soltaba.
Ella pensaba... "nadie sabe cómo cuidarlos; si se los confío no sabrán qué hacer con ellos; los echarán a perder; yo no podré llevar la cuenta de cuántos son; cómo estaré segura de que los conservarán como yo lo hago; son míos, son míos, sólo míos..." y les contestaba: NOOOOOOO!!!! NOOOOOO!!
Finalmente, eran tantos cocos los que tenía entre sus ramas, que el peso la venció y tumbó, perdió sus raíces y de sus cocos ni se enteró...
¿Será que ella no sabía que eran para comerse?
Y tú ¿acumulas lo que tienes?
Hasta mañana!!!
2 comentarios:
cuando eramos chiquitos, mi papá nos contaba las historias de "la hermana liebre y el hermano zorro" y siempre la moraleja era "el que mucho abarca poco aprieta".
Cada día había una historia, eran simples y divertidas. Hace no muchos años le pedí que les contara a mis hijas y no se acordaba sino sólo la moraleja. Ahí confesó que todas habían sido inventadas al momento.
Nunca las acumuló, se fue al otro extremo, de otro modo ahora tendríamos una palmera pesada y llena de historias...
un beso,
Y sí... una cosa es acumular sin avanzar (o sin saber para qué guardamos lo que tenemos) y otra es no conservar aquello que sí sabemos para qué lo que queremos... aquello que valoramos y nos remite a los lugares más bellos de nuestra vida y su historia.
Abrazo!!!
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