Érase una vez... una estrella a media luz en donde sólo habitaba la mitad de un alma y un sol que sólo alumbraba rocas desérticas.
El sol, una y otra vez, opacó su reflejo y tropezó con la oscuridad. La estrella, a su vez, buscó su medio reflejo en más de una galaxia, pero preservó su brillo incompleto atravesando años luz.
Llegó el día en que coincidieron en una ventana de tiempo mágica, bastó que él la mirara para que ella escuchara los latidos de su corazón al ritmo de sus palabras.
Sin embargo, habitan en una ventana que sólo se abre por momentos, en paralelo a otros mundo posibles, casi asfixiada.
Mientras dura, sol y estrella son uno, sonríen y bailan escuchando el canto del mar de los planetas que ambos dejaron atrás. Cuando la ventana se cierra, el Sol olvida su estrella y anida bellas lagunas... La estrella se detiene, renuncia su brillo sin guardar la luz sólo para sí y anida esperas.
El sol no sabe que juntos se enceguecen por el brillo de su mutuo esplendor y recela convertir la ventana que los acerca en una nueva galaxia infinita, por temor de no controlar toda la energía que de ella emanará. En cambio, la estrella se descubre maravillada ante tal plenitud y teme desaparecer si la ventana de tiempo no vuelve a unirlos. Ambos, cada vez que la magia les regala un día más, se abrazan con fe.
La estrella susurra para sí ¿acaso el Rey sol no me reconoce en su destino?
El sol piensa para sí ¿acaso la Princesa estrella no sabe que partiré?
Cuando Rey y Princesa sonríen juntos, el sol alumbra todas las galaxias y la estrella brilla a través del infinito de todos los tiempos. Cuando ellos se separan, lluvias, tormentas, terremotos y fatalidades invanden los territorios de sombras.
Y tú... ¿qué temes cuando el brillo del amor te enceguece?
Buen viaje a través de mágicas ventanas de tiempo y bendiciones de tortuga maestra.
El sol, una y otra vez, opacó su reflejo y tropezó con la oscuridad. La estrella, a su vez, buscó su medio reflejo en más de una galaxia, pero preservó su brillo incompleto atravesando años luz.
Llegó el día en que coincidieron en una ventana de tiempo mágica, bastó que él la mirara para que ella escuchara los latidos de su corazón al ritmo de sus palabras.
Sin embargo, habitan en una ventana que sólo se abre por momentos, en paralelo a otros mundo posibles, casi asfixiada.
Mientras dura, sol y estrella son uno, sonríen y bailan escuchando el canto del mar de los planetas que ambos dejaron atrás. Cuando la ventana se cierra, el Sol olvida su estrella y anida bellas lagunas... La estrella se detiene, renuncia su brillo sin guardar la luz sólo para sí y anida esperas.
El sol no sabe que juntos se enceguecen por el brillo de su mutuo esplendor y recela convertir la ventana que los acerca en una nueva galaxia infinita, por temor de no controlar toda la energía que de ella emanará. En cambio, la estrella se descubre maravillada ante tal plenitud y teme desaparecer si la ventana de tiempo no vuelve a unirlos. Ambos, cada vez que la magia les regala un día más, se abrazan con fe.
La estrella susurra para sí ¿acaso el Rey sol no me reconoce en su destino?
El sol piensa para sí ¿acaso la Princesa estrella no sabe que partiré?
Cuando Rey y Princesa sonríen juntos, el sol alumbra todas las galaxias y la estrella brilla a través del infinito de todos los tiempos. Cuando ellos se separan, lluvias, tormentas, terremotos y fatalidades invanden los territorios de sombras.
Y tú... ¿qué temes cuando el brillo del amor te enceguece?
Buen viaje a través de mágicas ventanas de tiempo y bendiciones de tortuga maestra.
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