Ayer por la tarde, casi al anochecer, tras una larga e intensa lluvia, de pronto, se oyó un fuerte viento, los árboles se sacudían y la neblina cubrió el bosque. Estar en medio de esta puesta en escena de la naturaleza, me hizo agradecer estar viva y maravillarme con magia de tortuga. Fue algo bello.
La tortuga mágica lleva días habitando y disfrutando los rincones de su caparazón. Haciendo cosas que le agradan y llena de energía. Escribe, lee, teje, cocina, ve películas y, así, descansa feliz.
Entre los hallazgos de estas horas de calma y meditación, recupera sus lecturas sobre la conciencia y el tiempo. Corrobora, una vez más, su tema de investigación y se abraza al paréntesis de estas vacaciones con la certeza de saber cuál es su lugar.
Entre los retos de estar de vuelta en casa, sin interrupciones, sin llevar ni traer maletas para organizar mis tiempos durante la semana, etcétera... ha sido una gran novedad cambiar algunos hábitos de las bellas gatitas. Nut, Isis y Ághape se han ido apoderando, con muy poca resistencia de mi parte -he de confesar- de toda la casa. No había, hasta hoy, un lugar del cual fueran restringidas. Lo cual implicaba que dormían en mi cama. Isis y Ághape a los pies, Nut, en cambio, conforme avanzaba la noche, se íba acercando hasta la almohada y, si yo lo permitía, me empezaba a rascar el cabello para que me despertara cuando ya tenía hambre. Era una rutina que implantó desde su llegada, cuando sólo tenía tres meses de edad y a mí me enterneció tanto que no pude ser firme ni estricta en mi voluntad para educarla. En especial, porque ella tiene un modo particular de ronronear, es como si cantara y te arrullara, como si quisiera decirte cuánto te quiere con su propia voz, y como pueden ver: es una gran consentida esta querida gatita.
La verdad es que las gatitas llegaron a mi vida para trastocarlo todo, supongo que algo similar, guardando la proporción, es cuando tienes un hijo; y, todavía hoy, las miro y me sorprendo de su ser ellas del modo que son. Son animales llenos de mística y habilidades suigeneris, cada una con su propio carácter y sus gustos particulares, las tres bellas almas -ciertamente. Creo que han enriquecido mi vida y me obligan a salir de mí, de mi gusto por el orden y mi habitar sin dejar espacio. Ellas toman todo para ellas, rascan los sillones, dejan sus pelos por doquier, invaden mi baño con su tina de arena, marcan el ritmo del día con su alimento, me sacan de la cama para que les abra la puerta y puedan disfrutar del bosque, explorar, jugar, tirarse al sol con tal plenitud que, basta sintonizarse un momento con ellas, para sentirte relajada y fuera de todo lo que parecía importante e irresoluble. Ellas te obligan a vivir conforme los tiempos sabios de la naturaleza. Y son seres llenos de amor para dar, cariñosas y muy comunicativas, sobre todo, si se trata de expresar su voluntad.
Finalmente, me decidí a tener un espacio para mí: mi recámara; libre de pelos de gato, poder estirar los pies por la noche, no ser despertada por Nut de manera intermitente, resguardar un poco para mí, asumir un poco de autoridad y poner límites en mi propia casa. Llevo tanto tiempo viviendo sola, es decir, solo con las gatitas, que no recuerdo cuándo fue la última vez que delimité mi espacio. Y se siente bien. Es importante siempre conservar un pequeño territorio para compartir tu intimidad sólo con quieras invitar. Y quizá esto también pasa cuando tienes hijos, es decir, llega un momento en que ellos deben aprender a respetar que, por mucho que los ames, no todos tus espacios les pertenecen. Tanto la pareja, como cada uno en su individualidad, requieren restringir lugares para sí en los que puedan volver a sus reflexiones y vivirse, sin tener que diluirse en un trajín cotidiano que hace de ti un invitado en tu propia casa y un extraño cerca de quien amas.
El pretexto perfecto para trascender hacia la madurez, tanto de las gatitas como mía, fue un nuevo edredón, color hueso y con delicados bordados que grita ¡prohibido gatitas! y me encanta, pues han de saber que yo soy asidua a la ropa de cama y a hacer de mi habitación: un hogar. El darle a este objeto un valor que, de verdad, no tiene, pero que, simbólicamente, representa mi ethos sagrado, me permite separarme de mis bellas compañeras aún cuando por las noches todavía Nut llama a mi puerta, llora por entrar y pide acurrucarse en la que hasta hace unos días era su cama.
Confieso que a mí me duele tanto como a ella, yo también la extraño. Temo que no vuelva a cantar. Las extraño a las tres, sin embargo, Isis y Ághape son más independientes, también recienten la falta de su espacio pero rápidamente se resignan y se acurrucan en cualquiera de sus otros lugares predilectos. En realidad, empieza un nuevo tiempo para las cuatro.
Y tú ... ¿pones límites?
Hasta mañana tortugas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario