jueves, 24 de febrero de 2011

hábitos

Definitivamente, la vida es un hábito.

Nos despertamos cada mañana y el reloj marca la pauta para empezar a recapitular todo lo que vamos a hacer. En cuanto abrimos los ojos, sabemos que al levantarnos tendremos que ocuparnos de nuestro aseo, el atuendo, el desayuno, las prisas de la calle y la llegada a nuestro lugar de trabajo. Para mí este trayecto, en el que mi mente despierta de sus sueños y mi cuerpo llega a la oficina, me representa un transcurrir infinito. La cama me abraza, empiezo a meditar con la lucidez de los primeros momentos de la vigilia, cuando todavía estás entre dormido y depierto, cuando se abre la mente e incluso resuelves dilemas que parecían aporéticos. Ese momento entre las sábanas en que vienen a ti las emociones atrapadas en tu psique, de las que tratas de escapar con tu rutina cada día. Las preocupaciones que te paralizan, los propósitos no cumplidos que sigues postergando. La espera de un llamado inconcluso... la ilusión de un encuentro con magia de tortuga. Y el enojo de tener que sujetarte para, sin más, apresurarte: en el instante que sabes que llegarás tarde otra vez.

De lo contrario, cuando le ganas el tiempo al día, despiertas y basta con sólo levantarte para cumplir con el ciclo trazado de tus tareas... pero te arropas y acurrucas de nuevo...
¿quién te frena?
¿qué te detiene cuando vuelves a cerrar los ojos y quieres tratar de conciliar ridículos minutos de tu sueño, como si pudieras evadir la vida al dormir?
¿por qué te retrasas?


Recuerdo, durante mi infancia, esas esperas eternas para que mis padres se levantaran de la cama... ¿tendrá algo que ver?

Cuando alguien está en casa, es diferente, el sólo hecho de saberme acompañada me llena de energía para comenzar mi actividad sin interrupción, cuando siento que alguien me apoya y al tener con quien conversar al despertar, cambia totalmente esta dinámica. A menos que el cansancio sea extremo y, en ese caso, es mi propio cuerpo quien me detiene...

No lo sé, creo que en realidad son sólo hábitos... aprendidos, elegidos, malhabidos... simplemente hábitos.

Por ejemplo, nos gusta depositar en otros la llave de nuestra estabilidad como si, al reconocernos incompetentes para darnos nuestras propias coordenadas, la responsabilidad de nuestro bienestar (y por ende de nuestro malestar) dependiera de quienes nos acompañan.

Creo que cuando esto ocurre, lo hacemos para no tener que afrontar lo que de verdad nos molesta de nosotros, con el pretexto de que estamos bien gracias a otra persona que, paradójicamente, nosotros sostenemos al sujetarnos a ella como a un pilar. Así, asumo que también es gracias a esa persona que no puedo cambiar o replantearme las cosas que de verdad me hacen feliz. Con el pretexto, nuevamente, de que si me faltara ese soporte que yo mismo sostengo (quizá sin darme cuenta) no estaría en condiciones de hacer nada bien, pues esa persona se llevaría toda mi capacidad asertiva de vivir. ¿Es acaso eso posible? ¿Otro ser humano puede dejarme sin certezas de vida? ¿Es cierto que alguien puede absolvernos, por arte de magia, del ineludible trabajo de vivir?

No lo creo, pero la sola imagen de que sí es posible funciona, y funciona muy bien, es la forma más débil de los compromisos humanos y se traduce en chantaje... deuda emocional...  o perversa resarsición de quienes fungen como los buenos de la pareja y se "subsumen" ante los que fungen como los malos de la relación, y viceversa. Los primeros pasivamente "sostienen",los segundos activamente "sujetan". De esta manera, se benefician ambos por igual; o quizá, con alevosía y ventaja, se benefician mucho más los pilares estables. Quienes, en realidad, sí dependen completamente de la supuesta "debilidad" del otro en la pareja para conservar el reflejo de su virtud. Cuando lo cierto es que ocurre totalmente lo contrario. Es de quienes se sujetan de donde sacan toda su fuerza las personas que "sostienen" como pilares de estabilidad a los demás, bajo el engaño de ser quienes están ayudando a los otros. Y así, se replica una y otra vez el círculo desvirtuado de quienes han renunciado a comprometerse consigo mismos porque temen ser quien quieren ser.

Insisto... en realidad son sólo hábitos ante los cuales nuestra libertad siempre podrá revelarse y, como ser humanos, darnos a nosotros mismos nuestro propio eje de estabilidad y ser nuestro propio hábito.


Y tú ... ¿qué hábito quieres cambiar?

Hasta mañana tortugas...




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