Esta es la historia
de quienes logran comprender con el paso del tiempo la importancia de conservar
ciertos principios que te permitan distinguir la realidad de la ilusión en lo
que refiere a los afectos, las amistades y las relaciones humanas que sumamos lo largo de nuestra vida.
Es cierto que con los años nos volvemos menos cuerdos y más excéntricos así como
desarrollamos habilidades más sensatas para tomar decisiones y construir
nuestras vidas. En el primer caso, se debe a cierta desinhibición ante la
confianza que adquirimos con la experiencia y los temores que se evaporan conforme
nos arriesgamos a vivir. En el segundo caso, contamos con más elementos para
valorar en retrospectiva decisiones del pasado y aprender de los caminos que
una vez ya hemos recorrido con la ventaja de la anticipación de la memoria.
Lo mismo ocurre con nuestros
afectos, aprendemos a desprendernos de quienes necesitan de nosotros para
reafirmar sus ideas y no nos valoran por lo que de verdad somos. Decidimos
tomar distancia de quienes sólo nos valoran como un medio para sus propios
fines o como una excusa para ejercer su voluntad, personas que sin darse cuenta
nos depositan roles que no hemos elegido, o que nos juzgan sin preguntarse cómo
estamos o quiénes somos en realidad. Renunciamos de quienes nos excluyen porque
no gozan de la necesaria generosidad para aceptarnos como somos y de quienes no han superado el egoísmo que les obliga a competir por contar con toda la atención sólo para
sí mismos.
Sumadas estas razones
y otras que ustedes puedan narrar o descubrir… nos despertamos un día y
descubrimos que, a medida que menos personas nos acompañan, nuestra soledad
desaparece. Nos pertenecemos de tal manera que, al fin, podemos compartir y empieza el verdadero disfrute de las personas que nos acompañan
simplemente porque gustan de nuestro modo de ser y respetan el ser humano que
hemos sido capaces de construir, del mismo modo que nosotros los respetamos y aceptamos. Elegimos sonreír con quienes reconocen nuestra humanidad como un fin en sí mismo, no buscan en nosotros ningún tipo de validación y no tienen necesidad de ser condescendientes con nuestra voluntad pues ésta no los amenaza... Del mismo modo que no nos sentimos amenazados por ellos ni queremos que justifiquen ningún ámbito de nuestra existencia. Una vez que dejamos de estar solos... sólo queremos compartir.
Y tú ... ¿ya sabes compartir?
[Breve paréntesis de tesis... como parte del avance de su desarrollo... Ya iré compartiendo su contenido con ustedes para que no crean que estoy de descanso... o gozando de las "mieles" de la reflexión como si por disfrutar filosofar fuera pecado ser feliz, o fuera algo que se quita al trabajo de alguien más. A quienes les gusta pensar saben que el tiempo de la mente y todo lo que la compone se esfuerza igual que un músculo aunque no veamos cómo se mueve. La reflexión no es un lujo ni producto del ocio como pensaron los antiguos... La disciplina del pensar es la más estricta, el arte de la filosofía es una renuncia de vida en donde sólo las almas valientes logran entregar el corazón. Y sólo los corazones valientes poseen la generosidad para valorar este esfuerzo en quienes nos comprometemos con el saber como forma de vida.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario