Haré una breve interrupción en mi devenir argumentativo en aras de una conciencia con voluntad o, si se quiere, una voluntad con conciencia... en ambos casos se trata de la posibilidad que tenemos los seres humanos de elegir nuestro modo de ser.
Hace unos días, como parte de las actividades laborales, nos encomendaron hacer un ejercicio para identificar nuestras fortalezas, nuestras debilidades, nuestras oportunidades y nuestras amenazas (mejor conocido como FODA) y una parte del ejercicio consistía en analizar los aspectos personales y otra lo que tiene que ver con los aspectos profesionales, a nivel de equipo o área de trabajo. Me enfocaré aquí a lo que correspondía al análisis personal, porque fue revelador aplicar un poco de lógica y consistencia (en dicho autoexamen) y asumir el ejercicio como una forma de "conocimiento de sí".
El conocimiento de sí es, quizá, la única manera que tenemos de crecer hacia el ejercicio de nuestra voluntad... o dicho de otro modo: para expandir nuestros ámbitos de libertad.
El conocimiento de sí es, quizá, la única manera que tenemos de crecer hacia el ejercicio de nuestra voluntad... o dicho de otro modo: para expandir nuestros ámbitos de libertad.
Quise arriesgarme un poco... hice una secuencia entre fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas del modo que sigue:
fortalezas debilidades oportunidades amenazas
inteligencia terquedad sensibilidad: empatía arbitrariedad
comprensión de la complejidad emotividad negociación: conciliación temperamento
autoestima inseguridad liderazgo arrogancia
=
dialéctica miedo asertividad ecuánime autocomplacencia
Y bueno, más allá de la certeza de estos atributos, la pregunta obligada (al menos que guardé para mí) fue: qué es la autoestima...
Para mí, la autoestima es la toma de conciencia de nosotros mismos, la aceptación de la persona que somos, la libertad de elegir quién queremos ser, la posibilidad de conocernos a nosotros mismos... o dicho de otro modo: es conocimiento de sí.
Decir de alguien que tiene autoestima... es decir que es una persona que se conoce a sí misma. Lo cual no se equipara a la soberbia, al ego o egoísmo, a la arrogancia, a la falsa sobre estima... Ni a las recetas de amor propio que nos bombardean junto al discurso de una individualidad renovada que sólo piensa en sí misma.
Esta individualidad renovada de nuestros tiempos, es un culto a la personalidad que se enajena en una falsa adoración sobre sí y sobre cada una de sus emociones subjetivas... como si el latir del mundo se detuviera ante la existencia de dicha individualidad... como si en su afirmación de pertenencia tuviera razones para pretender ser la única persona que de verdad existe; en tanto para ella misma todo gira sobre sí, sin eje ni centro, en inercia centrífuga que se evapora. O dicho en una palabra: el narcisismo de una modernidad que añora la posmodernidad.
Durante años me ha intrigado una cosa, precisamente la tan de moda "autoestima recetada" que genera la falsa creencia de una seguridad de sí (mismo) que no se basa en el autoconocimiento sino en el "decreto" y en la convicción de "yo valgo porque valgo y debo amarme"... son dos experiencias totalmente distintas.
La primera implica una experiencia de sí mismo, correr el riesgo de examinar nuestras virtudes y nuestros defectos, confrontar dolores profundos, reconocer nuestras debilidades, tanto como descubrir nuestras fortalezas y reconocernos a nosotros mismos a través de lo que comprendemos de nuestra vida y de nuestro modo de ser. Es el resultado de un verdadero escrutinio sobre nosotros mismos y sobre lo que queremos de verdad, si prestamos atención a la profundidad de nuestra alma, como el primer referente de honesta verdad. Creo que es una diferencia fundamental. La segunda experiencia es casi un credo que linda con una individualidad delirante que, además de que venera el egoísmo y se siente orgullosa de serlo (en tanto "pone límites a los defectos de los demás"), es arbitraria y competitivamente prepotente.
En palabras podemos decir de ambas experiencias lo mismo: son enormemente liberadoras, de ahí que ha tenido tanto éxito la era de la (falsa) autoestima. Pero en la práctica redunda en todo lo contrario... ya que una cosa es el carácter edificante de la autocomplacencia y otra muy distinta, y mucho más valiosa, es el carácter edificado del autoconocimiento.
La primera implica una experiencia de sí mismo, correr el riesgo de examinar nuestras virtudes y nuestros defectos, confrontar dolores profundos, reconocer nuestras debilidades, tanto como descubrir nuestras fortalezas y reconocernos a nosotros mismos a través de lo que comprendemos de nuestra vida y de nuestro modo de ser. Es el resultado de un verdadero escrutinio sobre nosotros mismos y sobre lo que queremos de verdad, si prestamos atención a la profundidad de nuestra alma, como el primer referente de honesta verdad. Creo que es una diferencia fundamental. La segunda experiencia es casi un credo que linda con una individualidad delirante que, además de que venera el egoísmo y se siente orgullosa de serlo (en tanto "pone límites a los defectos de los demás"), es arbitraria y competitivamente prepotente.
En palabras podemos decir de ambas experiencias lo mismo: son enormemente liberadoras, de ahí que ha tenido tanto éxito la era de la (falsa) autoestima. Pero en la práctica redunda en todo lo contrario... ya que una cosa es el carácter edificante de la autocomplacencia y otra muy distinta, y mucho más valiosa, es el carácter edificado del autoconocimiento.
Y es que... en tanto seres humanos todos "valemos" ... lo que ocurre es que no todos nos conocemos a nosotros mismos del mismo modo... (por lo que no todos nos vivimos igualmente libres) pero esto no nos resta nuestra igual dignidad, la cual se basa en que cada uno de nosotros es único e irrepetible... De ahí la aventura ética que nos obliga a conocernos para elegir aquello que es correcto y ser capaces de asumir responsabilidades sobre nosotros mismos, sobre nuestros actos y sobre el bienestar que podamos compartir.
De ahí que no se trate de autoestima... sino de conocimiento de sí. En donde descubrimos la capacidad de amor que duerme en cada uno de nosotros, la generosidad comprensiva que somos, la empatía natural que nos identifica, el respeto mutuo que nos sublima, la estima de todo aquello que nos hace libre y de todos quienes nos enseñan con verdad.
De ahí que no se trate de autoestima... sino de conocimiento de sí. En donde descubrimos la capacidad de amor que duerme en cada uno de nosotros, la generosidad comprensiva que somos, la empatía natural que nos identifica, el respeto mutuo que nos sublima, la estima de todo aquello que nos hace libre y de todos quienes nos enseñan con verdad.
Inevitablemente vuelvo al devenir de mis últimas reflexiones sobre la conciencia... y qué es el amor... qué es ser una voluntad para amar: es ser una voluntad que se conoce a sí misma.
De ahí que la felicidad sea la dicha compartida, aún cuando podamos ser felices en soledad. Ciertamente... una cosa es ser feliz y otra, mucho más extraordinaria: la felicidad.
Y tú... ¿qué amas de ti?
linda semana y felices sueños con magia de tortuga
Y del romanticismo... no fue poco lo que he dicho aquí: sólo quien renuncia a su punto de vista, a su vanidad, a su sí mismo (en tanto todos somos un narciso) ... puede dejarse llevar por las delicias de un erotismo de piel... palabra... sueños... futuro... presente... sentimientos... pasión... diálogo... comprensión... empatía... complicidad... placer... entusiasmo... entrega. De otro modo... el control, que se acompaña del temor a sentir la vida fluir en su inmediatez, nos inhibe y nos extravía de nuestro conocimiento de sí. Del conocernos entre sí.
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