Amar... la posibilidad de ser uno siendo dos. El espacio que no admite engaños ni cobardías. La guarida de la verdad. La llave del entendimiento. El cerrojo del perdón. El aliento de la pasión. Es también el lugar en el que se cifran los errores de nuestra cultura.
Solo cuando logremos trazar la historia de nuestros amores en concordancia con las verdades que queremos construir, será posible conocer una nueva humanidad. Mientras tanto, el discurso es más bien un pretexto para someter la libertad. Subyugarnos a nosotros mismos, en aras de pretendidos ideales morales, sociales, políticos, ideológicos, económicos, epistémicos y religiosos, que se esconden bajo el ciego furor por los "movimientos". Y subyugar a los otros, con la anuencia que nos otorga el poder, tan superficialmente en boga, de la autoestima, la mente positiva, el culto al "empoderamiento" de la autodeterminación, el egoísmo de vanguardia, el yoga, el rezo, la energía universal, el éxito y la trivial autosatisfacción. Ambas renuncias enlazadas por la frenética adicción a todo aquello que logre evadirnos de la realidad, el goce inmediato de la automutilación, la falsa dicha de la alucinación, el adormecimiento de los sentidos, el letargo del pensar, la sobreestimulación de las emociones, el delirio del consumo y la edificación de la mentira.
La falta de respeto que aún prevalece entre dos personas que se aman y dicen vivir juntas es lo que nos impide desvincular nuestras prácticas de los imperios de toda forma de dominación. Y es a la base de esta falta de honestidad que nos permitimos recaer en todo tipo de abusos cuando establecemos relaciones humanas y nos adueñamos de la naturaleza.
Es ahí, en el fondo de nuestros corazones, en donde no nos atrevemos a mirar con el mismo escrutinio que recriminamos las injusticias del mundo y reprochamos la imperfección de nuestros afectos. Es de nuestras verdades de lo que más nos evadimos, las que miramos de lado para conformarnos con el chantaje, la arrogancia, la culpa y el castigo.
De todos modos, tal falta de respeto, de la cual no sabemos con conciencia y no nos han enseñado a desdeñar, no opaca el amor que alienta la valiente decisión de dos personas que se construyen bajo un mismo latido y comparten la dicha y la virtud de estar juntas. Por eso, no debería sernos lícito rehuir ir más allá de esta emoción y profundizar en el arte de descubrir un nuevo lenguaje para expresarnos nuestro respeto mutuo, sin escatimar en nuestra voluntad de transformar en nosotros mismos toda forma de injusticia que estemos acostumbrados a perpetuar en el seno de nuestros códigos morales y culturales.
Y tú... ¿amas con respeto o dejas de lado las verdades de tu corazón?
Solo cuando logremos trazar la historia de nuestros amores en concordancia con las verdades que queremos construir, será posible conocer una nueva humanidad. Mientras tanto, el discurso es más bien un pretexto para someter la libertad. Subyugarnos a nosotros mismos, en aras de pretendidos ideales morales, sociales, políticos, ideológicos, económicos, epistémicos y religiosos, que se esconden bajo el ciego furor por los "movimientos". Y subyugar a los otros, con la anuencia que nos otorga el poder, tan superficialmente en boga, de la autoestima, la mente positiva, el culto al "empoderamiento" de la autodeterminación, el egoísmo de vanguardia, el yoga, el rezo, la energía universal, el éxito y la trivial autosatisfacción. Ambas renuncias enlazadas por la frenética adicción a todo aquello que logre evadirnos de la realidad, el goce inmediato de la automutilación, la falsa dicha de la alucinación, el adormecimiento de los sentidos, el letargo del pensar, la sobreestimulación de las emociones, el delirio del consumo y la edificación de la mentira.
La falta de respeto que aún prevalece entre dos personas que se aman y dicen vivir juntas es lo que nos impide desvincular nuestras prácticas de los imperios de toda forma de dominación. Y es a la base de esta falta de honestidad que nos permitimos recaer en todo tipo de abusos cuando establecemos relaciones humanas y nos adueñamos de la naturaleza.
Es ahí, en el fondo de nuestros corazones, en donde no nos atrevemos a mirar con el mismo escrutinio que recriminamos las injusticias del mundo y reprochamos la imperfección de nuestros afectos. Es de nuestras verdades de lo que más nos evadimos, las que miramos de lado para conformarnos con el chantaje, la arrogancia, la culpa y el castigo.
De todos modos, tal falta de respeto, de la cual no sabemos con conciencia y no nos han enseñado a desdeñar, no opaca el amor que alienta la valiente decisión de dos personas que se construyen bajo un mismo latido y comparten la dicha y la virtud de estar juntas. Por eso, no debería sernos lícito rehuir ir más allá de esta emoción y profundizar en el arte de descubrir un nuevo lenguaje para expresarnos nuestro respeto mutuo, sin escatimar en nuestra voluntad de transformar en nosotros mismos toda forma de injusticia que estemos acostumbrados a perpetuar en el seno de nuestros códigos morales y culturales.
Y tú... ¿amas con respeto o dejas de lado las verdades de tu corazón?
Felices días de amor...
mágicas tortugas!!!
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