...amistad, solidaridad y luna nueva...
Con el brillo del sol naciente: despierta la primera luna. Llena de la fuerza del búfalo de metal y de la mano... la promesa de un año con menos cargas. En el cual veremos el cielo brillar desde el fondo de cada uno de nuestros corazones. Empieza el tiempo en que todo regresa. La abundancia. La cosecha. Los frutos de la calma y de la espera. Poco a poco se abrirán las puertas y sin darnos cuenta llegaremos a tierra firme. Llenos de enseñanzas. Colmados de paz.
Festejar el amor, la amistad, el cariño, la empatía, la solidaridad... es decir, festejar todo aquello común en nuestras almas: es una de las más felices celebraciones. Sin importar la situación en que cada quien se encuentre, todos compartimos nuestro corazón con quienes forman parte de nuestra vida. Y eso siempre es un gran motivo para brindar. El amor mismo es la mejor razón para amar.
Vivir es amar por sobre todas las cosas. Quererse a uno mismo. Entregarnos en pareja. Cultivar amistades profundas. Compartir cariño. Estar ahí cuando más nos necesitan. El abrazo íntegro. La sonrisa entera. El entusiasmo de saber que no estamos solos. La dicha de sumar recuerdos. La posibilidad de coincidir con otro ser humano y sentirnos comprendidos. El reconocernos unos a otros. Construir lazos.
Cada una de nuestras historias de vida se traza de la mano de la historia de vida de otras personas. El correlato que nace de tales encuentros y desencuentros es la narrativa de nuestra memoria durante cada una de nuestras etapas de crecimiento. Cada cariño, cada amistad y cada amor constituyen un referente único para conocernos mejor a nosotros mismos y para aventurarnos a ir más allá de nosotros mismos.
Cada vez que somos capaces de traspasar nuestros propios límites para acercarnos a otro ser humano se expande nuestra capacidad de sentir la vida y de amar. El fluir de esta gran fuerza de la naturaleza es de fuente inagotable. Asusta como el mar. Y nos reta a colocarnos fuera de todo lo común para descubrir un completamente distinto modo de ser. Nos arrebata y nos arriesga de maneras que a veces no comprendemos. Lo único que nos impide amar, en cualquiera de sus manifestaciones, es el miedo. El miedo a ser uno mismo. El miedo a convertirnos en alguien más. El miedo a crecer. El amor sólo nace ahí en donde decidimos ser valientes.
Los poderes del amor tienen el don de la canalización. Una vez que cupido nos despierta nacen dentro de nosotros motivaciones, vocaciones, ideas, arte, ciencia, nuevos paisajes del mundo. No sólo amamos personas. Somos capaces de apasionarnos por todo lo que nos rodea. Y brindar calor en nuestro entorno también de formas casi imperceptibles. El amor también es presente vivo. Es inmune al paso del tiempo.
Y el más misterioso de todos los amores es el que funde dos almas que, tal vez, algún día fueron una misma. El más lleno de magia y sorpresa. Esa mirada que no se repite. Ese latido que te pertenece sólo de la mano de quien lo completa. El brillo de dos sonrisas que se saben cómplices desde tiempos ancestrales. Ese aliento que nos despierta del sueño más profundo. La epifanía sublime. El impulso mismo de la creación. El milagro de volar y las estrellas poder acariciar. El que nos consume como el fuego y renace una y otra vez desde las cenizas. El que nos devuelve las alas. Nos convierte en viento y nos libera hechos gotas de lluvia transparente. El que nos conecta con las raíces de la tierra y nos vuelve árboles milenarios. El que brilla en cada hoja a contraluz. El que se esconde en el canto de los pájaros y nos regala flores cada amanecer. El amor que se vuelve travesía. El amor de la inspiración. Que se renueva como las olas incesantes a la orilla del mar. Que nos abraza como se abrazan el sol y la luna. El amor que nos entrega nuestro destino y nos hace libres.
Y tú... ¿sabes volar?
¡Feliz año lunar!
Abrazos y bendiciones
de amor colmado de...
magia de tortuga.
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