... y tranquilidad.
Bastan pequeñas caricias de alegría para que el alma despierte. Un simple gesto. Una sencilla palabra. Alguna noticia. Decir ¿cómo estás? Mandar un saludo. Sólo hace falta una sonrisa para mirar con claridad el amanecer. Y descansar en reposo.
Es curioso cómo nos alentamos cada día con sólo mirar el cielo y alzar la vista al sol. Porque son las pequeñas cosas las que construyen el conjunto total de nuestra existencia. Lo que nos da un sentido para alimentar nuestras ilusiones.
Y hablando de ilusiones... ese lugar en el cual la realidad y la imaginación se entrelazan construyendo sueños. Siempre viene a mi mente esa facultad maravillosa que es el pensar. El espacio íntimo en el cual estamos seguros y en contacto con nosotros mismos. Es una cualidad mágica de la cual emana todas nuestras grandes obras, nuestras palabras certeras. El pensamiento es el latir de nuestro sentir que puede comprenderse a sí mismo y expresarse. Todo aquello que brilla en nuestro pensamiento nace de nuestro corazón. Y es así como somos capaces de vernos a nosotros mismos y ser libres de imaginar quiénes queremos ser y elegir cómo comportarnos en cada momento de nuestra vida.
Somos afortunados de contar con un ámbito de libertades en constante expansión. En el cual todo es posible. Así nos abrazamos a nosotros mismos. Abrazamos a otros. Desarrollamos empatía y comprensión con y para el otro. A medida que nos reconocemos a nosotros mismos, reconocemos con más plenitud a quienes nos acompañan. Amamos.
Es así como construimos el camino de nuestra vida. Alimentamos nuestros afectos. Crecemos en alma y espíritu. Encontramos la paz. Brindamos certezas. Y logramos comunicarnos con cariño y con respeto. Con admiración mutua entre iguales. Sin temor. Sin resentimiento ni culpa. Con reconciliación y entrega. Al ritmo de nuestra melodía favorita.
Soñar nos hace humanos. El sueño es el lugar en el cual el dolor transmuta en esperanza. El entusiasmo que despierta en cada pequeño detalle de nuestra existencia. Con fe. Encontrar con quien compartir sueños parece la forma más sublime de amar. Compartir un horizonte de significado y transmutar el tiempo en realidades mutuas. Sin opresión. Respetar a quien amamos es respetar, ante todo, sus sueños.
Y tú... ¿abrazas tus sueños?
Feliz sábado...
mis soñadoras
tortugas.
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