... en riesgo.
Es preocupante la violencia que nos circunda. Seres humanos que renuncian a su humanidad para someter, de alguna manera, a otro ser humano. La guerra no puede sernos indiferente. En más de una región del planeta se cometen crímenes atroces y la barbarie se vuelve escenario cotidiano en los noticieros. Cuál es la razón de tal degradación. Vemos a mandatarios persiguiendo inocentes. Y vemos a fuerzas del orden mirando para otro lado. Vemos niños que sufren hambruna y vemos soldados combatiendo. Vemos conflictos armados y se sabe lo fructífero que es tal negocio, como algo normal. A la par que vamos galopando en aras de la inteligencia artificial como la panacea de la vida moderna. Vemos la degradación de las instituciones mundiales impotentes ante la devastación de las violencias. El sufrimiento está en la agenda pública como una numeraria. Incluso con beneficio político para alguna de las partes. Hablando con generalidades. Y sin entrar en detalles. Es lo que sabemos por lo que las noticias mundiales proliferan. También vemos el festejo de un día de la paz que nos puede anticipar buenas obras, así sea.
Lo que me interesa analizar aquí es cuál es la gran carencia autónoma de quienes prefieren actuar con maldad o fuera del marco de la ley. ¿Por qué no da todos los frutos esperados el combate contra la inseguridad en la América Latina? ¿Quiénes son las personas que se ocultan para perpetrar situaciones de terror al interior de las poblaciones? Son preguntas fuera de nuestro alcance. ¿Qué está a nuestro alcance?... dar gracias por estar a salvo, cuidar de nosotros mismos, vivir en paz, etc. Tener la fe puesta en que no se expandirán los riesgos a más lugares y que el flagelo se erradicará lo más rápido posible. Procurar ver menos las noticias para no entrar en pánico las 24 horas del día. Tener fe en un futuro posible. Confiar en las autoridades y en las fuerzas del orden. Confiar en las instituciones. Son tantas contradicciones las que nos habitan. Quizás algún día renazca el sentido kantiano de la humanidad. El deber ser. El imperativo moral como eje rector de nuestras vidas. El medir las consecuencias de nuestros actos tomando en cuenta un bien común y la realización universal. Pensar en el otro como en nosotros mismos. Y asumir nuestra vida como un fin en sí mismo. Lo cual exige cumplir la ley para vivir sin violencia. Cumplir la Declaración Universal de Derechos Humanos: todos y cada uno de los días de nuestra vida. Sabernos obligados a ser seres de paz y a fincar una cultura de paz. Ya no hay cabida para decir cultura sin decir paz. El pasado es el falso refugio de los maniqueísmos voraces. Hoy todos somos iguales ante la ley y tenemos las mismas obligaciones unos con otros. Como seres autónomos e iguales en dignidad. ¿Qué salió mal: entonces?
Y tú... ¿amas la paz?
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