... y aguacero.
Llegan nuevas lluvias con vientos iluminados... y neblina. Tonos grises y escuetos rayos de sol que nos recuerdan que toda tormenta tiene su ciclo para abrir paso a los días de claridad. El otoño todavía no se pinta de colores y el cielo se regala sin cesar.
En medio de una tarde fría me nace una reflexión sobre la importancia de nuestras ocupaciones. Ahora me ocupo más de reflexiones cotidianas. Del acontecer no hay mucho que decir: sin importar cuánto reflexionemos sobre el mundo...poco mejoran las perspectivas. Así que me ocupo de lo que se reduce a nuestra vida íntima. A nuestros caparazones llenos de magia de tortuga. Lugar en donde podemos encontrar buen ánimo y paz: tanto como ocupación. Lo cual es tan fundamental para la vida.
Identificar aquello que al ocuparnos nos brinda el tesoro de un oficio vital. La suave rutina que permite mantener nuestra casa en orden y nuestra vida con rumbo y dirección. Los momentos emotivos de nuestra espiritualidad que no carecen de ocupación. Los instantes de calma. El trabajo. El empleo. Actividades recurrentes o hábitos de ocasión. Cuidados. Sana comunicación. Vivificante convivencia. Espacios de soledad. Y espacios para compartir actividades conjuntas. Momentos para pensar y reflexionar. Días para sentir y experimentar. Todo lo que conmueva nuestra vida en aras de dotar de sentido nuestro hacer.
El otoño de la mano de una tarde de aguacero llenan de nostalgia el presente para reflexionar en el futuro sin melancolía. Son días de guardar. Y dejarse arropar por la vida misma.
Y tú... ¿encuentra luz bajo la lluvia?
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