En cajones del ayer... se remueven recuerdos de infancia, de una época en que una familia arrebató de sí certezas confortables para delegarse en la lucha de una causa cuyo motivo, entre otros, me dio la vida. Como en todas las batallas, a veces se pierde, a veces se gana... pero con más justicia... en ellas siempre se pierde y se gana algo. Yo perdí un hogar, o he de decir uno de mis hogares... Una abuela, por desaparación forzada y muerta en tortura, dos tíos en combate (ninguno de los tres cuerpos recuperado) y a mi padre. Porque, aun siendo disidente, una parte de sí no supo volver entero de aquella selva, en la que fundó la guerrilla gualtemalteca de la mano de un amigo, que habría de perder estando en misión, y de la mano de un traidor, quien habría logrado hacerlo perder su misión. Primero murió Juan Pablo, después el abuelo (mi primer duelo profundo), después me despedí de la abuela en un aeropuerto sin saber que sería la última vez que sentiría su olor, finalmente, Mario. Y lo más incómodo siguen siendo todos los relatos inconclusos que se desprenden de estas ausencias.
Yo tenía apenas 7 años, edad suficiente para guardar mi propia experiencia, sin embargo, era demasiado pequeña para que alguien se detuviera a compartirla conmigo, en medio de aquella ecatombe. Pues todo esto ocurrió en un no tan corto año. Mi madre, mi protagonista favorita de esta historia, tenía sólo 32 años. Y es un misterio cómo hoy entera ríe y sonríe... eso sí... vive en soledad. Siendo éste, su retiro, quizá uno de mis mayores enigmas. Sus dos hermanos aún vivos también habitan en retiro de "nosotros" (mi madre y hermanos), hasta cierto punto. Y hace años que ni intentamos reunirnos. Hubo una época ingenua en que todavía las navidades guardaban cierto sacrilegio en honor a Alaíde, pero esos días se han ido esfumando en la última década. Entre primos y hermanos de la segunda generación... cada quien finca su vida desde horizontes paralelos y equidistantes que, conforme avanzan, nos separan más unos de los otros, convirtiéndonos en raros y extraños. Para los más pequeños (ya casi serían una tercera generación), quizá el anecdotario de mi niñez sea sólo un "mito" cuya memoria histórica se riñe aún entre los tres representantes de la primera generación; a veces incluso con más furia entre algunas personas a quienes ni siquiera les perteneció este sino ni esta sangre derramada, paradójicamente.
Así, entre el fetiche, el tabú y el desapego... somos todos sobrevivientes. Cosa que no había entendido tan bien hasta la semana pasada que, por algún mágico azar de tortuga, casi me forzaron a asistir a un seminario: "ATENCIÓN INTEGRAL A LA AFECTACIÓN PSICOSOCIAL DE VÍCTIMAS DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS" como parte de mis funciones laborales en la CDHDF. Cual ABC, oí todas y cada una de las características que nos aquejan como familia, más allá de las personas que hemos decidido ser y las afinidades que compartamos o no. Curiosamente, muchos de los ejemplos eran precisamente de mi tierra negada, una Guatemala que no alcanzó a pertenecerme porque apenas pude conocerla y, sin embargo, es ella el lugar de mi origen, cuyo relato sigue siendo el fantasma de mis raíces. Fue algo realmente extraordinario.
Al finalizar las sesiones de trabajo, cada quien expresó aquello que se llevaba al cierre de la jornada y yo escribí esto que quiero compartir, guiada por los ángeles que confabularon para hacerme estar en el lugar preciso y en el momento preciso ... "maybe for the first time" ... pues en mí siempre ronda esta sensación de desface con el tiempo como si estuviera fuera de lugar... y es que mi corazón lo habitan tres países... sin llegar a ser en realidad de ninguno de ellos... así como tuve tres familias... sin llegar a pertenecer a ninguna de ellas...
"Yo me llevo gratitud, mucha mucha gratitud. Soy sobreviviente de la guerrilla guatemalteca y si hace 28 años hubiera existido el acompañamiento psicosocial, quizá hoy mi familia podría sentarse con paz en una misma mesa y quererse sin miedo, sin culpa, sin dolor. Es cierto, la pérdida es irreparable, el dolor no cesa, pero la vida es extraordinaria y, aun con todos nuestros dolores, podemos ser inmensamente felices. Creo que es esa posibilidad infinita de la vida, que hace de las utopías realidades, lo que debe sostener la fe en sus procesos de acompañamiento y atención psicosocial en casos de violaciones de derechos humanos." Muchas gracias!
Y tú ¿cómo habitas tus raíces?
Dichosa semana llena de magia de tortuga!!!
Yo tenía apenas 7 años, edad suficiente para guardar mi propia experiencia, sin embargo, era demasiado pequeña para que alguien se detuviera a compartirla conmigo, en medio de aquella ecatombe. Pues todo esto ocurrió en un no tan corto año. Mi madre, mi protagonista favorita de esta historia, tenía sólo 32 años. Y es un misterio cómo hoy entera ríe y sonríe... eso sí... vive en soledad. Siendo éste, su retiro, quizá uno de mis mayores enigmas. Sus dos hermanos aún vivos también habitan en retiro de "nosotros" (mi madre y hermanos), hasta cierto punto. Y hace años que ni intentamos reunirnos. Hubo una época ingenua en que todavía las navidades guardaban cierto sacrilegio en honor a Alaíde, pero esos días se han ido esfumando en la última década. Entre primos y hermanos de la segunda generación... cada quien finca su vida desde horizontes paralelos y equidistantes que, conforme avanzan, nos separan más unos de los otros, convirtiéndonos en raros y extraños. Para los más pequeños (ya casi serían una tercera generación), quizá el anecdotario de mi niñez sea sólo un "mito" cuya memoria histórica se riñe aún entre los tres representantes de la primera generación; a veces incluso con más furia entre algunas personas a quienes ni siquiera les perteneció este sino ni esta sangre derramada, paradójicamente.
Así, entre el fetiche, el tabú y el desapego... somos todos sobrevivientes. Cosa que no había entendido tan bien hasta la semana pasada que, por algún mágico azar de tortuga, casi me forzaron a asistir a un seminario: "ATENCIÓN INTEGRAL A LA AFECTACIÓN PSICOSOCIAL DE VÍCTIMAS DE VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS" como parte de mis funciones laborales en la CDHDF. Cual ABC, oí todas y cada una de las características que nos aquejan como familia, más allá de las personas que hemos decidido ser y las afinidades que compartamos o no. Curiosamente, muchos de los ejemplos eran precisamente de mi tierra negada, una Guatemala que no alcanzó a pertenecerme porque apenas pude conocerla y, sin embargo, es ella el lugar de mi origen, cuyo relato sigue siendo el fantasma de mis raíces. Fue algo realmente extraordinario.
Al finalizar las sesiones de trabajo, cada quien expresó aquello que se llevaba al cierre de la jornada y yo escribí esto que quiero compartir, guiada por los ángeles que confabularon para hacerme estar en el lugar preciso y en el momento preciso ... "maybe for the first time" ... pues en mí siempre ronda esta sensación de desface con el tiempo como si estuviera fuera de lugar... y es que mi corazón lo habitan tres países... sin llegar a ser en realidad de ninguno de ellos... así como tuve tres familias... sin llegar a pertenecer a ninguna de ellas...
"Yo me llevo gratitud, mucha mucha gratitud. Soy sobreviviente de la guerrilla guatemalteca y si hace 28 años hubiera existido el acompañamiento psicosocial, quizá hoy mi familia podría sentarse con paz en una misma mesa y quererse sin miedo, sin culpa, sin dolor. Es cierto, la pérdida es irreparable, el dolor no cesa, pero la vida es extraordinaria y, aun con todos nuestros dolores, podemos ser inmensamente felices. Creo que es esa posibilidad infinita de la vida, que hace de las utopías realidades, lo que debe sostener la fe en sus procesos de acompañamiento y atención psicosocial en casos de violaciones de derechos humanos." Muchas gracias!
Y tú ¿cómo habitas tus raíces?
Dichosa semana llena de magia de tortuga!!!
Hasta mañana.
1 comentario:
Querida Tortuga, todas las noches vienen a verme muchos fantasmas. Al principio son susurros, pero luego el estruendo es tan grande que siento como una radio en mi cabeza en la que confluyen cientos de emisoras a la vez, sin ponerse de acuerdo. Estos fantasmas tan maleducados son mis raíces. Soy de la Isla de Cuba y hace tres años me arranqué de allí con un baúl a cuestas y un oso de peluche porque no toleraba los e(ho)rrores de aquella dictadura. Nadie de los vivos vino conmigo, todos quedaron allí. Sólo vienen a visitarme los fantasmas que no me dejan dormir.
Veré de nuevo a mis abuelo, mi hermana, mi madre, mis primos, mis árboles, mi almohada? Podré visitar las tumbas antiguas de los que amé?
Me pregunto cada vez. Y a veces hasta temo haber sido egoísta, injusto.....cobarde.
Sin embargo cuando pienso en la vida, en la magia, en la posibilidad de amar a mi amante en la misma cama sin tener que huir, correr, esconderse... la posibilidad de leer cualquier cosa, de invocar a los Dioses y de respirar sin tener que dar explicaciones.. de hacer más leve la vida a nivel económico de los que dejé, entonces dejo que los fantasmas chillen con sus voces de radio viejo hasta que se cansan y se van y yo duermo, abrazado a mi oso de peluche, mientras mi amante me abraza y las luces de las farolas callejeras, mecen mis sueños.
Así habito mis raíces tortuga, como una Rosa de jericó que rueda por el desierto y se abre ante las pequeñas gotas de agua.
Besos tus heridas de Tortuga Galápago que ha vivido mucho y aprovecho para susurrarte mil gracias porque estos pensamientos tuyos reconfortan......
bendiciones!
(....Por las noches, cuando todos dormimos, podemos viajar muy lejos y encontrarnos con las otras almas y decirles todo aquello que queremos decirles, y hasta beber té rojo que es bueno para el corazón. Yo lo hago cuando extraño demasiado a los míos y no puedo decírselos por carta. )
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