viernes, 26 de febrero de 2010

la herida del sol de Itario

La tortuga mágica lleva meses sin visitar el sol de Itario, casi ha olvidado su rostro y su calor. Sin embargo, vuelve a descubrir que es todo su habitar, parecía que viajaba alrededor de otras galaxias y que en el mar descubría la felicidad, cuando algo dentro de su caparazón la arrojó de vuelta a aquella galaxia perdida que ha sido su hogar casi desde que nació.

Nuestra amiga se pregunta si todo ha sido un espejismo en medio del desértico territorio de su razón. Diría Berkeley: ¿acaso importa? finalmente, para él lo único real son las ideas. Pero la tortuga mágica vive de la tierra, de lo real y necesita más que ilusiones para abandonar su sol de Itario, para que su furia no la haga siempre regresar.

De pronto, una voz la interroga... una estrella de plata le habla, le susurra: ten paciencia. Pero ¿cómo?, responde ella, si empiezo a arder en Itario sin entender porqué. No escucho mis palabras ni entiendo su sentido, busco mis letras pero, como si vacías, solas se abandonan en la incomprensión, en la intolerancia, en la indignación. ¿Cómo querida estrella de plata... se aprende a ser paciente?

La bella estrella se apagó por un instante y toda la galaxia sollozó. En ese momento, la tortuga comprendió que la espera siempre es ciega y que lo único que la ilumina es la verdad. Sólo con honestidad y sin miedo a descubrir el sonido de lo verdadero, se puede estar con paciencia y sin falsas ilusiones albergar.


Y tú ... ¿escuchas honestamente?

Buena tarde queridas tortugas.



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