La orquídea de los siete mares púrpura desafallece de tristeza. Languidece perdiendo su sonrisa. En el manantial toda la luz se apaga y ella olvida mirar el cielo.
La luna, que sólo se alimenta del sol de Itario, está triste porque la orquídea la ha dejado de mirar, así que esta noche brilla más que nunca para recordarle a la orquídea que, aún sola, la puede mirar.
La orquídea se resiste, cierra los ojos, palidece y seca de lágrimas le confiesa a la luna que teme mirarla sin la magia de su estrella de mar... pues qué tal si se confunde al volver y piensa que está feliz sin ella.
Y quién tiene tu estrella de mar, querida orquídea -preguntó la luna.
... es un secreto, hermosa luna, sólo te puedo decir que con ella se fue mi corazón -respondió la orquídea.
Pero no tienes porqué estar abandonada esta noche mágica orquídea, aunque hayas entregado el corazón y prometido tu estrella de mar, debes recordarme y sonreír... con mi luz mantendrás viva tu alma y, así, podrás albergar de vuelta tu corazón entero; no olvides que siempre hemos sido amigas, deja que el reflejo del sol de Itario en mí sea consuelo para todas las noches de soledad que hoy te hieren... no pierdas la fe ni abandones tu sonrisa... así, quien guarda tu estrella te reconocerá al volver -concluyó la luna.
La orquídea se estremeció, un frío aterrador la recorrió entera y se decidió a mirar el cielo con su último aliento de espera, entonces, el firmamento estrellado ante sí le susurró: no estás sola.
Y tú ... ¿te abandonas o te entregas?
Hasta mañana y feliz luna llena de magia de tortuga!
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