"¿De qué manera resarcir a mi alma todo lo que le he arrancado en aras de la verdad?"
...
Así se interrogaba una mañana la estrella filosófica de la galaxia azul.
De este modo, inció una disertación sobre las decisiones que los seres humanos toman a lo largo de sus vidas, y sobre lo que estamos dispuestos a dar por aquello que creemos es correcto.Y sólo una cosa pudo concluir: "Quizá la luna se deja de añorar cuando encuentras al alcance de tu mano la realización de tus sueños."
El pasado nos deja de lastimar cuando termina el esfuerzo de añorar y se nos concede, al fin, la plenitud en nuestro propio y seguro territorio del presente futuro.
Miramos al cielo cuando estamos solos y buscamos en el firmamento el complemento de nuestro corazón; cuando lo encontramos, miramos a la tierra para sembrar la vida que antes soñábamos mirando las estrellas. En el camino, el alma enfrenta grandes pruebas, algunas por elección y convicción, otras por azar o magia del destino. En cada batalla del alma, el cuerpo deja un pedazo de sí y cuando, al fin, cada corazón encuentra su abrazo, inevitablemente, empieza la sanación: el tiempo de descansar las largas jornadas y los adversos caminos, el tiempo de resarcir el propio esfuerzo y recibir el amor cultivado durante las travesías.
Y un gran cansancio nos invade de pronto. El cual es ya señal de que una parte del viaje ha llegado a su fin, para darle cabida a la aventura que llevará el sello de tu nombre y que nadie podrá rastrear más que tú.
Y tú ... ¿prefieres estar en la luna o en tierra firme dibujar su silueta?
Abrazo de luna, queridas y mágicas tortugas.
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Así se interrogaba una mañana la estrella filosófica de la galaxia azul.
De este modo, inció una disertación sobre las decisiones que los seres humanos toman a lo largo de sus vidas, y sobre lo que estamos dispuestos a dar por aquello que creemos es correcto.Y sólo una cosa pudo concluir: "Quizá la luna se deja de añorar cuando encuentras al alcance de tu mano la realización de tus sueños."
El pasado nos deja de lastimar cuando termina el esfuerzo de añorar y se nos concede, al fin, la plenitud en nuestro propio y seguro territorio del presente futuro.
Miramos al cielo cuando estamos solos y buscamos en el firmamento el complemento de nuestro corazón; cuando lo encontramos, miramos a la tierra para sembrar la vida que antes soñábamos mirando las estrellas. En el camino, el alma enfrenta grandes pruebas, algunas por elección y convicción, otras por azar o magia del destino. En cada batalla del alma, el cuerpo deja un pedazo de sí y cuando, al fin, cada corazón encuentra su abrazo, inevitablemente, empieza la sanación: el tiempo de descansar las largas jornadas y los adversos caminos, el tiempo de resarcir el propio esfuerzo y recibir el amor cultivado durante las travesías.
Y un gran cansancio nos invade de pronto. El cual es ya señal de que una parte del viaje ha llegado a su fin, para darle cabida a la aventura que llevará el sello de tu nombre y que nadie podrá rastrear más que tú.
Y tú ... ¿prefieres estar en la luna o en tierra firme dibujar su silueta?
Abrazo de luna, queridas y mágicas tortugas.
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