¿Qué hacer cuando descubrimos que las personas en quienes confiamos nos han traicionado?
Pero ¿qué es una traición? ... ¿Es justo que esperemos que las personas en que confiamos se comporten como esperamos que lo hagan? No lo sé. Sólo sé que duele saber cuando una amistad toma ventaja de tu confianza para separarte de alguien que quieres... ¿Por qué alguien haría algo así? ¿por soberbia, por inseguridad... envidia o por simple maldad? Duele aun más si la persona que quieres se conforma con simples pretextos y falsas versiones para separarse de ti, si no logra acallar con la voz de su corazón otras voces, chismes, rumores y nuevas pasiones, si no encuentra valor para acercarse a ti y confiar en tu corazón. Me intriga descubrir cómo el miedo es capaz de matar toda verdad al confundir nuestra alma y amordazarla de vanidad.
Con el desamor tarde o temprano llega el perdón, cuando hay amor verdadero siempre hay generosa amistad de vida. Pero con el desengaño de la amistad solo se salva el olvido del desprecio; no hay perdón para excusar a una persona que deliberadamente ha violentado los espacios sagrados de tu corazón, tomando ventaja de tus confidencias.
Quizá lo único bueno de las traiciones es que nos permiten ver el verdadero rostro de las personas y nos libran de nuestra falsa ingenuidad. Tanto como nos enseñan en qué nos hemos fallado a nosotros mismos al vernos presos de las astucias de mediocres voluntades.
En realidad, no vale la pena detenernos mucho en los aspectos cobardes de la vida, todos hemos sido cobardes en algún punto de nuestras vidas y todos hemos traicionado a algún ser querido de algún modo. Me detendré más bien en un incidente sumamente desagradable que viví este domingo.
Ahogada en mi soltería infinita... debo confesar que llevo más de cinco años soltera. Alguna de mis rutinas es salir al cine, de preferencia por la mañana o el medio día, más durante estos últimos meses que no tengo automóvil y los traslados se complican y encarecen conforme llega la noche. Tengo el mal hábito de conversar con los taxistas y hacerlos confidentes de todo lo que no tengo a quien más expresarle en mi andar cotidiano. Lo cual se presta a malos entendidos, más en una sociedad machista como la nuestra que inconscientemente asume que las mujeres están siempre a disposición de la voluntad y el deseo de los hombres.
Con los años las conversaciones se agotan y las personas "adultas" estamos sumergidas en nuestras vidas, cada minuto cuenta y casi nadie tiene tiempo para compartir un poco más allá de las formalidades obligadas. En todo caso, la gran herencia de esta seudo postmodernidad en que nos encontramos es el culto a la eficiencia de una soledad que sólo vive para sí misma. Incluso si se logra construir una vida de soledades compartidas en donde se añora el logro de algún proyecto en común, más allá de los formalismos de la pareja que se acompañan del culto social del llegar a ser.Y en el esfuerzo por sobrevivir a estos tiempos de locura en donde las rutinas de vida se desgajan en horarios imposibles de cumplir sin aprender a enfermarse de alguna manera.
Les decía, conversando con un taxista, desahogaba este hartazgo de la soltería, las malas experiencias con los caballeros y las enseñanzas de la psique masculina. Me quejaba de cómo los hombres censuran mi modo de hablar, mi voz en alto, la intensidad de mi emotividad, la franqueza de mi anhelo, mi convicción de fidelidad y mi apego al amor cuando brota honesto del corazón. Y cómo esta censura me llena de descontento y frustración. Que no entiendo porqué una mujer debe fingir no comprender las cosas hasta que su pareja las llega a comprender, como si siempre les tuviéramos que ocultar algo para poder convivir con ellos. Porqué debemos permanecer calladas hasta que ellos estén listos para escuchar lo que tenemos que decir. Porqué debemos siempre esperar. Porqué debemos festejar sólo lo que ellos ofrecen y nunca pensar en aquello que nosotras necesitamos. En fin, trataba de entender en voz alta porqué es tan difícil amar sin violentar. Cómo veía mis sueños esfumarse. Cómo descubro que no tendré un compañero, que no sé si seré madre y qué difícil es ser deseada y nunca amada. (Recapitulando un poco, editando y editorializando...)
El señor, entre reflexión y reflexión, planteó algunas interrogantes (quizá eso lo hizo sentirse en confianza). Dijo: "¿No será que es usted muy posesiva?" Y yo pensé [mmmmm la verdad no, es decir, hubo un tiempo en que sí... sentía muchas dificultades para separarme de la persona amada, para darnos nuestros espacios sin sentirme abandonada, para vivirlo en la distancia sin perder la certeza de su amor, así como, para recuperar su presencia sin el peso de la tristeza de las horas de ausencia una vez que volvíamos a encontrarnos... sí era un reto poder navegar este tiempo de incertidumbre en donde, sin importar cuánto ames ni cuánto te amen, tu vida sigue en paralelo y cada uno sigue siendo uno mismo en otras dimensiones de la subjetividad que no sólo se sujetan a la vida amorosa, sí era un reto, también, comunicar la amistad de esta distancia y convivir sin la presión del futuro para disfrutar el presente sin limitar el fluir de las sonrisas, sin enojos, sin reproches, sí fue una gran dificultad aprender a amar... lo confieso (y en definitiva es un aprendizaje que no cesa). En gran medida, mi historia de vida no me había permitido confiar en el amor, conservar la certeza del corazón, conocer a alguien que no tenga que marcharse y que al volver siempre se extravíe en el camino. Sin embargo, la vida me regaló el más bello amor, con el cual pude aprender todo esto e ir mucho más allá de mí misma. Ahora sé que él me ama.] y sólo le contesté: "Ese no es más mi problema... hoy la verdad es que quiero amar a un hombre feliz."
Siempre he pensado en todo lo que no quiero para mi vida amorosa, no por ello he logrado evadirlo, y he dejado como una página en blanco la lista de peticiones de lo que sí quiero que sea mi compañero de mi vida, esto, con el convencimiento de que uno no ama a una persona por sus cualidades ni por sus atributos, uno ama a una persona simplemente sin razón. Sin embargo, descubro que sí hay algo que había perdido de vista todos estos años. Y es que estas personas que llegamos a amar no siempre nos gustan en todos los sentidos. Y es aquí que podemos hacer una verdadera valoración de lo que buscamos en alguien que amamos, cosas como comprensión, solidaridad, cariño, empatía, seguridad, en fin... y señas de la personalidad que nos sean más atractivas, desde el modo de vestir, hasta su gusto por la comida, pasando por su ideología y valores éticos. Yo sigo suspendiendo el juicio ante estos preliminares, aún cuando definitivamente soy una mujer de gustos definidos y de una u otra manera me siento cómoda con personas a las que soy afín en alguna de estas dimensiones, pero en lo que no volvería a transigir es en esta condición de vida: el ser feliz. Definitivamente yo quiero, necesito y merezco un hombre feliz, en paz consigo mismo, capaz de disfrutar todos los regalos de la vida así como capaz de sonreír con ternura aún en medio de las más feroces tormentas. Y creo que lo acabo de descubrir.
El contestó "Y usted ¿es feliz?" A lo que repliqué sin dudarlo "Sí ... vaya, no siempre estoy feliz, pero sí soy feliz... realmente sí lo soy. Y a lo que me refiero es a hacer pareja con alguien que pueda disfrutar cualquier circunstancia de la vida, incluso las mayores adversidades, sin perder la alegría por la vida, aun estando triste" [entre mí pensaba: un hombre feliz no puede ser un hombre malo].
"Ah! entonces usted quiere alguien que sea feliz de estar con usted" ... a lo que insistí "No, alguien que sea feliz de estar consigo mismo y sí... que quiera compartir su alegría conmigo, que me invite a ser feliz juntos, pero con convicción; más bien me refiero a que sea una persona feliz".
El ya no tan amable caballero taxista, replicó "eso dicen todas las mujeres pero cuando las tratan bien tampoco están contentas" Y yo traté de explicarle que en realidad no se trata de cómo nos traten (y perdón por esta horrenda cacofonía). Es decir, si amamos a alguien, si alguien nos gusta, claro que queremos sentirnos complacidas y valoramos que se comporten con nosotras de una u otra manera, aún cuando no lo expresemos; sobretodo, disfrutamos cada uno de estos detalles como si se tratase de territorios de ensueño. Pero no bastan estos comportamientos para enamorarnos o para sentirnos atraídas hacia un hombre. Es decir, el amor no se inventa, si bien se debe construir poco a poco. Yo no puedo obligarme a amar a alguien sólo porque es una buena persona, pero si amo a alguien sí es preciso esforzarme para que este amor florezca. Y mencioné que hay un falso aprendizaje en esta idea de que las mujeres podemos ser compradas, debemos ser compradas, debemos saber vendernos. Nos enseñan a hombres y mujeres a pensar que esta relación de vida es una especie de trueque. Y yo no estoy de acuerdo con esto. (Insisto: recapitulando un poco, editando y editorializando...)
Toda esta idea de la conquista a través de dádivas y de criterios de selección a través de satisfactores nos aleja mucho de la posibilidad de comprender quiénes somos y a quién amamos. Nos priva de vivir amores que nos trasciendan, nos limita a un contrato en donde cada quien cumple ciertos requisitos para satisfacer necesidades y sueños que no necesariamente se comparten cómplices. Esta vida de adecuación en donde no exploramos nuestros verdaderos sentimientos ni desciframos nuestro ser interior, es una vida de objetos. Una vida de formas que no siempre contienen aquello que nombran aún cuando se pueda retratar perfecta hacia el exterior.
[Volviendo al relato] Aparentemente, al cabo de la conversación, encontramos algunas coincidencias en aquello de que es un valor per se amar a una persona por lo que es y no por lo que tiene.
Una vez concluido el trayecto, el ávido y atento interlocutor puso a cuestión una última pregunta "¿Quieres salir conmigo? es decir, disculpa que te lo proponga, pero quisiera invitarte a salir y que me dieras la oportunidad de conocernos mejor." Y sin pensarlo dos veces, en pausa y algo perturbada, respondí "No, muchas gracias, no estoy interesada." .... Y entonces... el ideal machista alzo la voz "Ya ves, no es cierto que quieres estar con alguien ¿por qué no aceptas?" Yo, dándole vueltas al hecho de tener que decirle 'porque no quiero, porque usted no me gusta en lo absoluto' insistí nuevamente "De verdad no, yo en este momento no tengo ningún interés en buscar pareja, estoy realmente enfocada a superar todas estas experiencias, muchas gracias, no estoy interesada" -para estas alturas ya estaba incómoda y muy molesta. Sin embargo (aún hay más) él insistió, un poco altisonante: "pues claro que necesitará mucho que superar y le tomará mucho tiempo". Fingí no escuchar, sonreí con labios apretados que es mi manera de decir "francamente, no puedo permanecer un minuto más en esta conversación y espero no tener que volverlo a ver en mi vida"... Salí veloz del automóvil y sólo me dije: una razón más para partir a nuevas tierras.
¿Qué me molestó? ¿que me invitara a salir? ... No... Me molestó que viera la oportunidad ante una conversación que, claramente no iba hacia ese rumbo, aunque sí visitó ámbitos íntimos de mi psique emocional. Y que sintiera que estaba entre frágil y urgida... o con alguna necesidad de ser rescatada... O que yo debía responder a su necesidad de sentirse atraído o interesado sin contexto alguno. No sé. Más bien, me tomó por sorpresa, me pareció de mal gusto, me puso en una situación incómoda porque no me atrevía a decirle tajantemente no; y sí me indigna esa confrontación de clase en donde hay un chantaje de por medio... "usted dice que no le importan las cosas materiales, salga conmigo" siempre hay cierta coacción en estos incómodos terrenos de las diferencias socioculturales y socioeconómicas.
Pero más allá de este vaivén de impresiones, pues fue sólo una invitación y más nada, está la confrontación, el reproche y el desdén ante mi negativa. Eso sí me hiere, es agotador que los hombres se nieguen a escuchar un no por respuesta. Y que te interpelen como si tuvieras la obligación de acceder a su invitación sin importar que no te sientes atraída ni interesada. Y que luego te sentencien por no haber correspondido su interés. Me indigna tener que defenderme. Valga la redundancia: tener que "indignarme". Tener que aprender a decir no casi disculpándome para no violentar al "cortejante". No es justo. Aprendamos a ser mujeres y hombres de otra manera, dialoguemos con nuestro deseo más realistamente.
Moraleja: el taxi no es una extensión del diván psicoanalítico ni una versión hablada de mi diario personal.
Me hago cargo de mi imprudencia y también de mi mal gusto al involucrar en este tipo de conversaciones a personas desconocidas. Lo cual es un mal hábito que cultiva la soledad, pero que debo canalizar de otra manera. Y creo que ésta es la doble moraleja del día de hoy: si no quieres que tus amistades te traicionen, no hables con ellas de cosas que no pueden comprender ni les brindes información de la cual no sabrán hacerse responsables, información y confidencias que sólo te corresponden y pertenecen a ti. Vivencias que son tu responsabilidad y que sólo corresponden a quien las comparte contigo.
En este caso yo debo aprender a hablar con la persona que quiero sin intermediarios y aprender a elegir las palabras precisas para conservar lo que me importa decir sin socavar nuestra confianza en vacua palabrería, tanto como saber escuchar. Esto no garantiza que esta persona tenga los mismos criterios que yo para comprender lo que le expreso, pero sí me garantiza que no fue la interferencia de nadie más lo que hizo que nos perdiéramos el respeto y dejáramos de escucharnos desde el corazón.
Finalmente, la vida es un proceso entre la realidad y los sueños, todos tenemos derecho a expresar nuestros sueños siempre y cuando estemos dispuestos a escuchar la realidad. Por eso, aprender a escuchar es también conocernos a nosotros mismos y ser capaces de reinventarnos cada día, conforme nos volvemos reales.
Y tú ... ¿eres una tortuga feliz?
... linda tarde amigas y amigos
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