La violencia... incluso el enojo... se aprenden... lo mismo ocurre con la suavidad: ésa tierna dulzura de ser.
De manera natural, el ambiente te enseña códigos de paz o códigos de guerra... casi imperceptibles, no formales o explícitos... que con el tiempo devienen propios por hábitos de socialización.
A veces, sin percatarnos, resguardamos la suavidad, olvidamos la ternura o perdemos la dulzura ante espacios más hostiles... o comunidades más duras. Y es sólo al sentir una auténtica caricia que tomamos conciencia de nuestra fuerza y del valor de suavizarla. Precisamente, ante la certeza de ser.
Y tú ¿quieres ser con suave y tierna dulzura?
Hasta mañana mágicas tortugas... que el sol aún brilla y la tarde me espera.
De manera natural, el ambiente te enseña códigos de paz o códigos de guerra... casi imperceptibles, no formales o explícitos... que con el tiempo devienen propios por hábitos de socialización.
A veces, sin percatarnos, resguardamos la suavidad, olvidamos la ternura o perdemos la dulzura ante espacios más hostiles... o comunidades más duras. Y es sólo al sentir una auténtica caricia que tomamos conciencia de nuestra fuerza y del valor de suavizarla. Precisamente, ante la certeza de ser.
Y tú ¿quieres ser con suave y tierna dulzura?
Hasta mañana mágicas tortugas... que el sol aún brilla y la tarde me espera.
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