El error de nuestra era se puede trazar a través de nuestras deudas. A través de un constructo social que se vive como castigo o como recompensa. Como derechos y obligaciones sin autonomía ni garantía de la debida dignidad.
El intercambio que media toda relación humana, en aras de lo que se confunde con lo justo, inhibe la profunda relación que podemos brindarnos cuando renunciamos a medir los beneficios y preferimos sentir el fluir de la vida, sin deudas y sin precio alguno.
Decidir comprendernos más allá de nuestras fronteras convenidas, que nos garantizan aquello que hemos decidido que nos merecemos... es una aventura a la cual no deberíamos negarnos a cambio de tan poco, a cambio de las pobres recompensas, con temor a los castigos, con terror a las pérdidas.
El tiempo nos corrompe convenciéndonos de que, eventualmente, tendremos todos que llegar a un punto muerto de la existencia en el que lo único importante sea conservarnos, a costa de nuestros propios ideales. Pero esto es una falacia. La única manera de conservarnos es gracias a tales ideales y libres del lenguaje de la deuda. Dignos y sinceros. Libres y felices. Generosos.
Y tú... ¿qué prefieres... honestidad o recompensa?
Alegre domingo: lleno de magia de tortuga.
Hasta mañana...
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