...iluminado.
Y al abrir los ojos: una certeza nace a vuelo de sutil mariposa de abril luminoso y con la iluminación azul del búho mágico. Así... el amor se bautiza por primera vez. Porque vivir es amar y la libertad del corazón es el destino de nuestro despertar.
Mercurio retrógrado, en anticipación a la cita cumplida con la alineación entre Júpiter y Urano, dispersa de algún modo la conjunción de los símbolos de expresión. Cual bóveda estelar cuya cautela de apertura: brota colmada de iluminación. Son días de pautar todo aquello que se volverá esencia de vida renovada. Sin alcanzar a mirar la luz al brillar en su forma original.
Es así que surge, en un rincón, aquel entusiasmo azulado, guardado en un cajón, al borde de la mañana, con el signo de la letra en un papel, y de la mano de la sabiduría común: cual grillo de la esperanza, mágicamente transfigurado, nunca perdido... pero tampoco aún realizado. Alado cual ángel providencial: el caballero y su corsario... abren los ojos a los latidos de su corazón. Cual alegre mar que brota a la espuma de la verdad. Y pisa tierra firme ante el altar del amor verdadero. Con prisa de albergar la calma suave y tersa de un Sol hecho mujer. Bajo el sello de la flecha de cupido y con el ímpetu de la libertad. Cual polvo de estrella hecha Hombre.
La fogosidad... que se adhiere fervorosamente y con admiración cuando somos cautivados por la conmoción de nuestro espíritu vital. Ante quien, sin saber cómo, cuándo ni dónde, despierta el sonido melódico de la armonía anímica. Es la llama de un fuego que, si bien no eterno, se funde con los latidos del infinito rendido a los pies de la dama celeste. Con la certeza de que no pueden ser dos: quienes sin verse están unidos en consonancia con el universo. Forjando el tiempo.
En el Renacimiento se creía que cuando se recordaba un alma prometida se desencadenaban eventos de familiaridad entre dos personas. Los ojos titilaban con el brillo de un océano arcaico al coincidir en un momento vital y en el contorno de la voz se sentía un extraño despertar. Como si se conocieran desde siempre. Sin haberse visto antes.
Como si un espejo las uniese, las almas que se descubren propias: comulgan en amor profundo, confianza y respeto. Se reconocen entre sí y a través de sí. Cuyo molde exacto, al reunirse, no posee error, defecto o imperfección. Y entre tales seres media sólo la cortesía de forma natural. Y el entusiasmo ante el encuentro, sin más. Son simplemente amables en su interactuar.
Para Platón, hay un resquicio ético en esta posibilidad de reencuentro entre dos que son uno y tan sólo por amor se quieren mirar. La guarida de un daimon. Un ser mítico que sin ser un dios participa de lo divino y siendo humano posee una faz capaz de alcanzar mirar más allá de la apariencia. Una persona susceptible de ser buena, bella y verdadera por vocación dionisiaca (cuyas cualidades son el ímpetu, la fuerza vital y el arrebato; Dionisio: dios griego). Y es el ethos lo que hace de tal vocación: carácter. Lo cual es posible al reconocer el alma que le devuelve su esencia única. Con la templanza y a cargo del carruaje: el auriga capaz de controlar todo aquello que lo disminuye para privilegiar sólo la pureza de su espíritu. En consonancia con la dignidad humana descrita por Pico de la Mirándola. Unir los opuestos que dan lugar a la apariencia del mal. Cuya mediación revela ante sí que no existe la contradicción. Elevar su alma al unir la falsa tensión entre la miseria y grandeza. Cuya síntesis hace real la identidad que no se puede duplicar. Haciendo de sí el elegido para narrar a través de su vida plena y realizada, con el ejemplo, el milagro de la encarnación en cuerpo y alma. Dando un paso al frente: mostrando su amor. Cual augurio de vuelos eternos y paz.
Y tú... ¿a quién reconoces con entusiasmo en el brillo de tu espejo?
Feliz jueves...
sorpresas y magia de tortuga
sin más.
Video... verlo sin falta queridas tortugas mágicas. Gracias.
pendant la étérnité
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