jueves, 26 de septiembre de 2019

aceptación...

... y relajación.



Cuando llega la calma, recordamos el valor de aprender a relajarnos. La tensión acumulada es como un peso que se resiste a avanzar, a crecer... a cambiar. Cuando nos relajamos, el pensamiento se vuelve un aliado para acompañar nuestro tiempo de ideas que nos alegran y nos hacen sentir bien con nosotros mismos. Sin miedo a aceptarnos tal y como somos.

Quizá esto es lo que algunas personas llaman el amor a sí mismo. Una clase de filiación cómplice con uno mismo, en donde todo es perdonado y olvidado. En donde se descubren nuevas formas de generosidad. Nuevas formas de vida. Sin prisa, sin presiones. Sin nada que limite la fuerza del alma. Con suavidad. Días para relajarse y abrazar el trabajo cumplido. Para llevar a cabo las tareas con placer. 

La aceptación es la llave para superar las resistencias. Sin egoísmo y sin vanidad... u orgullo. Con valentía. La verdadera independencia del juicio y del prejuicio. El lugar en donde sanan los dolores y se pone cada cosa en su lugar. La forma en que podemos renovar el curso de los acontecimientos futuros: con verdad y justicia. Sabiendo lo que nos merecemos: con humildad.

Y sí, suena sencillo... o parecerían sólo palabras. Lo difícil es hacerlo real en nuestro proceso vital. Las cargas, los malos recuerdos, los errores, las carencias, las preocupaciones, las inseguridades, las frustraciones, los arrepentimientos, las falsas expectativas, los bloqueos e incluso la mala suerte... nos juegan malas pasadas a lo largo de nuestra vida. Nos estresan. Y nos resistimos a sentir. A mirar dentro nuestro.  Para protegernos y seguir avanzando sin percatarnos del rumbo que llevamos. Pero sólo dentro de nuestro caparazón está la llave mágica que hace de un instante cualquiera una razón para respirar con satisfacción. Con gozo. Con paz.

Sin olvidar que somos nuestro mejor aliado en esta vida. Que necesitamos darnos apoyo a nosotros mismos. Darnos consuelo. Aligerar el paso. Y reír con nosotros mismos. Sonreír sin mayor pretexto. Sin miedo a reconocer quiénes somos en realidad. Sin escatimar en recibirnos con los brazos abiertos: con compasión. Saber que somos una unidad, con luces y oscuridades en nuestra alma, y que somos los dueños de la luz capaz de iluminar incluso ahí en donde habitan las sombras... para liberarlas por completo. 



Y tú... ¿eres tu cómplice?


¡Feliz jueves!
Abrazo con magia...
de aceptación y mucha relajación.
Con magia...
de tortuga.


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