lunes, 4 de julio de 2011

la deuda del futuro

Existen deudas de vida, de dinero, de cariño, de alegría, de amistad, de trabajo, de salud, de verdad, de amor, de consumo, de abandono, de necesidad, de justicia, de hermandad, de escucha, de familia, de principios, de sueño, de hambre, de desamparo, de estupidez, de arrebato, de emergencia, de incongruencia, de libertad.

La deuda es el tributo que se entrega en gratitud o en recompensa por algo que hemos recibido. El sistema económico tiene un pilar fundamental en un sentido más precario de la deuda. En donde el cobro que reclamamos por existir se esfuma en el trueque mercantil; y el valor del consumo coloca el valor de la existencia en situación de menosvalía, en correlación con el plusvalor de la acumulación metafísica del capital.

Sin embargo: ¿es la deuda una manera ética de vivir? Considero que no, la deuda es sólo un resabio trágico de caducos ideales de la vida. Una vida que castigaba el placer y condenaba la libertad. Una vida construida de formalidades que sólo se alimentaban de mentiras. Una vida forjada en estereotipos y en el ejercicio violento del poder. Una vida basada en el dominio de unos sobre otros. Sin embargo, una vida digna, una vida libre... no debe nada, se entrega y se compromete y ella misma es el tributo de toda existencia.

A propósito de las deudas, esta tarde de frío y melancolía, recordé a Pablo Neruda. En sus letras, recupero un poco de mí y de todo aquello que es ser el amor que mi corazón sueña...

"Para tu corazón basta mi pecho... para tu libertad bastan mis alas...desde mi boca llegará hasta el cielo... lo que estaba dormido sobre tu alma"

Estos versos me regalan la certeza de que el amor no se nutre de promesas ni de deudas. La entrega es ése instante en que sin contrato de por medio, sin temores ni agresiones, dices sí, sí a la vida, sí te quiero, sí eres importante para mí, sí somos compañeros, sí te abrazo, sí te entiendo, sí me gustas, sí te amo. El sí de lo ilimitado que encuentra su mayor realización en el acotado instante de un otro ser humano. Sin amenazas, sin restricciones, sin secretos, sin enojos, sin celos. El sí de un corazón que encuentra un pecho para existir ... el sí de una libertad que encuentra unas alas para volar... el sí de un alma que abraza el cielo en el beso de su ser amado.

Pocas cosas son más escasas en nuestro mundo de la deuda y del capital que el amor. Ese raro sentir en donde la voluntad de tu ego se funde en el deseo por el otro para realizar cada uno de tus sueños. Ese silente y cómplice compañero que ríe contigo sólo porque sí. Esa voz que no te quebranta y ese abrazo que nunca te falta. El amor verdadero es aquel que renace en la piel con cada caricia, como regalo infinito de placer. Junto al cual yaces dormido con paz. Y te arropa de ternura. Es comprensión, compromiso, es amistad, es respeto y sensualidad. Es sexo puro. Es lo más cerca de la verdad que un ser humano puede estar.

Lamentablemente, el ideal trágico de nuestra cultura nos ha fragmentado como seres de uso y desuso. Nos ha hecho amar sin pasión, desear sin amor, mentir sin vergüenza, sentir sin consecuencia, decir con violencia. Renunciando toda verdad al engaño de una cultura que ignora la razón de la vida. Bienaventurados quienes sepan renunciar a sí mismos para aprender a amar.

Confieso que he amado.


Y tú... ¿te aferras a tus ideales trágicos?


Hasta mañana amadas y amigas tortugas. Que el sol de su caparazón las acompañe esta tarde nublada y llene de luz sus sueños.