viernes, 30 de septiembre de 2022

NUEVA...

 ... eRa.



Empieza un nuevo tiempo. El día en que la verdad se vuelve presente en nuestros corazones. En cada uno de nuestros caparazones habitan ocultos dichos sin ser pronunciados en donde lo real se vuelve acontecer y emana la certeza de un porvenir en ciernes. Este es el cuento de la tortuga mágica en quien habitan el príncipe y la princesa: quienes al besarse por primera vez logran hacer florecer el reino de la belleza. Trastocando los cimientos de todo aquello que estaba inconcluso...

Al principio fueron extraños el uno del otro. El azar construye el destino de tal forma que cuando se vieron a la cara... tuvieron que confrontarse para salvarse el uno del otro: sin miedo. La amenaza y la calumnia los comulgaron en una nueva amistad colmada de respeto y de propiedad. Al descubrir con sorpresa que no sólo no eran ajenos... que sus caminos fueron trazados en un mismo sendero desde antes de nacer. Y de pronto brotó la certeza de una época de pasión. Con valentía atravesaron el cruce de las grandes aguas. Salvando así el amor verdadero. Lo insólito los despertó. Cuántas horas acompañaron el transcurrir de sus días sin percatarse que era entre ellos entre quienes se tejía la más sublime historia amorosa. La grandeza los desbordó de tantas formas. Que sólo acudir el uno al otro quisieron. Sin imaginarlo conocieron al fin el rostro que le dio sentido a cada una de sus melodías y a todos sus desencantos vitales. La melancolía rozó el eco de una piel que siempre desconocida les perteneció. Así... el caparazón se desprendió por completo y su faz pudieron mirar. Siempre juntos sin saberse propios. Siempre distantes sin ser ausentes. El misterio los entrelazaba sin percatarse siquiera de cuál era el secreto de su sincronía vital. Ahora todo es perfecto. Y el terror aparece: todos sabemos que la perfección es sólo un anhelo lleno de nostalgia. ¿Cómo renunciar a la lejanía nostálgica que nos hace sentir llenos estando vacíos? A esa melancolía que con mal colma todo nuestro paradigma romántico. ¿Cómo decir sí ante lo real que hace de la verdad el único camino trazado? Sin sentir que un pedazo de nuestra libertad nos es arrancado para siempre. Pero... qué es siempre cuando la eternidad se viste de azul ante nuestros ojos. No lo alcanzaban a comprender. Lo que sí sabían es que hay momentos en que estamos privados de renunciar. De acariciar y abrazar. Y sin mentir hablar. Palabra dicha que no puede ser removida... una vez que su realidad abrió el horizonte perdido hacia una era de paz. Fue entonces cuando corrieron al encuentro y en un beso el sol despertó. El rey y la reina sonrieron de la mano de la magia de tortuga que los conservó intactos dentro de sí. De colores se vistió el orden del mundo. Los corazones pudieron... entonces: al unísono cantar. Conservando el plumaje de su propio canto sin menoscabar en el golpeteo común que lograba la ruta de los gigantes trazar cual serpenteo feliz que al fin colmó en leyenda hecha razón. Y fue así como este cuento se cumplió: sin más. Él con su señorío y ella con su libertad.

El encanto de todo cuento es que podemos darnos toda suerte de licencias para recrear la fantasía en consonancia con el sentimiento... Y hoy me invade un gran espíritu de esperanza. De sonrisa cumplida. Será tal vez sólo una breve intuición de optimismo creer en que al fin, los seres humanos, sabremos hablar sin mentir para juntos todas las metas lograr. Lo cierto es que el mundo se trastoca. La guerra nos amenaza pero tememos más a la paz. A ese lugar en donde se dirimen las diferencias con mutua inteligencia. Cuando las soluciones se vuelven palpables y en conjunto podemos ver todas las ventajas de cada paso en nuestro andar. Y como ventajas significo: virtudes. La virtud no es otra cosa que caminar con la certeza de saber quiénes somos, la fuerza impecable del destino que se cumple cada mañana, al margen de cualquier otra contingencia. El abrazo feliz ante el pasado inevitable. La mirada abierta hacia el futuro renacido. Una vez que el presente nos regala el tiempo para concretar con firmeza todo lo que sí es real. Con suma autenticidad. Ese instante en el que se rompen todas las ilusiones para consumarse todas las imágenes en sentida comunión... 

Entre las personas existe una distancia impenetrable: entre cada una de nuestras mentes. A la vez: nuestros corazones se complementan en su latir. Si bien nada idénticos nuestros latidos entre sí... al unísono son una misma canción. Es así como en el corazón debemos encontrar todas las respuestas que buscamos. De tal modo: será imposible errar y sólo será posible la paz alcanzar.

Con fortuna descubriremos que no estamos solos y que quienes nos acompañan en nuestro andar son la bendición más grande que transfigura de sentido nuestro respirar. Si se detienen un segundo, hermanas mágicas tortugas, siempre hallarán el hallazgo de la felicidad. La dicha de cantar al son de un universo que nos arropa. La sonrisa que hace de la vida un espectáculo lleno de magia. El reír que nos recuerda lo relativo de toda gravedad y lo absurdo de toda liviandad. El compás de nuestras almas prevalece ante toda adversidad. Crecemos y aprendemos a amar cada día al despertar.

Y nunca se sabe... a la vuelta de la esquina nos espera una gran sorpresa que jamás hemos logrado imaginar. Esto, precisamente, es la certeza de la verdad. El no temer a lo inesperado. El disfrutar lo ya dado como real sin escatimar en un futuro posible imaginar. El mérito de nuestras almas libres es la capacidad de no temer, menos aún sentir terror (incluso ante el horror), gozar con el corazón abierto mirando el sol. Mirar el sol... no es más que confiar en que el rumbo de los días se cumple con bien y perfección. Así como mirar la luna es siempre la nostalgia de que los ciclos vitales son tan inevitables como hermosos... sin importar qué: nos disminuimos y nos acrecentamos en plenitud en cada uno de nuestros ciclos vitales.

Los astros nos nutren de certezas para comprender que el tiempo es real y que a través de nuestras frecuencias conscientes se puede el cielo tocar.

Y un poco de acontecer nacional: hackear es incorrecto. Todo lo demás es puro oportunismo y bajeza. La privacidad es sagrada.



Y tú... ¿amas el hábito de tu intimidad?


Feliz septiembre
de paz... en los 
albores de 
un octubre colmado
de luz para amar.

¡Abrazo mágico!





miércoles, 28 de septiembre de 2022

sanar...

 ... heridas. 


En el dolor de cada una de nuestras heridas se guarda un secreto que es preciso hablar. La voz del llanto es la que cura. Y a través de nuestra mirada se enjugan las lágrimas capaces de hacernos renacer. Vemos y cultivamos ahí justo en donde nadie antes miró... entonces: la vida se vuelve realidad. Verdad y realidad abrazadas a tono con el sonido del mar. Amén.

El cuerpo sana con el corazón porque la sangre que nos comulga resuena al ritmo del alma cuyo suspiro suyo es el arrullo de la vida. No olviden... una herida no es más que una disonancia en nuestro contratiempo, tan dispar como uno con el Universo, por eso: la música es, siempre, la única medicina... y el elíxir de todo gran amor. La canción de la galaxia habitada de tonadas de Sol.


Y esta es mi verdad... hecha realidad: La felicidad.


Y tú... ¿sanas a la orilla del mar?



Alegre y buen miércoles de sol...
hermosas tortugas.
Que la belleza
llene de magia
sus vidas.
 Gran abrazo
lleno de mí.
Y soy...
la filósofa de la
Nueva Conciencia.

Nuevos caminos
se abren...
un libro por comenzar
y largas tardes
de magia de tortuga.
Hasta mañana.
Felices bendiciones...






lunes, 5 de septiembre de 2022

educación...

 ... divino tesoro.



Gran dilema tenemos cuando perdemos la certeza de una comunidad tejida a través de un paradigma compartido de conocimiento común. En este sentido: educarnos significa pertenecer a un mundo dado y recreado por todos. Con este propósito: una educación de calidad, como punto de partida, es aquella capaz de recrear identidad intersubjetiva entre los seres humanos. En el contexto dado de una colectividad local y global. Saberse parte de sí, de un entorno inmediato, de una nación, de un planeta y un universo del cual todos participamos.  Dado un relato histórico, un lenguaje y un conocimiento de todo lo que estos ámbitos de ser identidad componen. 

Ahora bien, una vez que somos mundo qué otros propósitos tiene la educación. La vida misma. Vivir. Y qué es indispensable para vivir: el hacer y el ocuparse. Un hacer que involucra el actuar íntimo y personal, tanto como la posibilidad de que aquello que aprendemos a hacer tiene un sentido conforme a nuestra identidad individual y colectiva. Todo esto trazado a través de un sin fin de coyunturas afectivas y emocionales. Si bien carecer de educación adecuada para saber hacer limita nuestro desarrollo vital, igual de frustrante es saber hacer y no poder poner en práctica tales dotes. Desarrollarnos y ver el futuro ante sí como una posibilidad de crecer y nuestros sueños cumplir es fundamental. Educar es también tener la certeza de que como Estado todos cabemos en tanto seres educados. De esta manera confiar en la ley y volvernos garante de la misma por antonomasia: sin esfuerzo alguno.

Por otra parte, un factor primordial a considerar es cómo estamos constituidos orgánicamente los seres humanos. Es decir, de qué manera se forma, desarrolla, madura y conoce nuestro cerebro. Nuestro cuerpo y nuestra mente. Nuestras vivencias y sentimientos. Nuestra memoria y nuestra capacidad de aprender. Nuestro talento de hacer y crear. En tanto seres compuestos en unidad. En su conjunto: nuestra inteligencia. Nuestra capacidad de inteligir el mundo y a nosotros mismos como parte integral de tal orden. Con libertad actuante y con la toma de conciencia de que somos responsables de nuestra voluntad en tanto seres éticos y sociales. Con la libertad de gozar nuestros gustos propios y gozarnos en plenitud como seres vivos.

En conclusión, la educación es un ejercicio: de convivencia contextual. Mucho habrá que seguir dialogando al respecto. Lo cierto es que en nuestras autoridades educativas, a través de todos los sexenios, hay cierto hábito por la inviabilidad. No se logra sincronizar: la ley, el método, el plan de estudios, la capacitación docente, la voluntad política y las prioridades sindicales... de tal forma que por una vez se logre hacer de los y las educandas la única prioridad en el contexto de un México posible. Como tampoco se ha logrado alcanzar el engranaje adecuado para que a partir de nuestros conocimientos todos ocupemos un lugar digno en la comunidad. Sin rezago. Sin exclusión. Sin discriminación. Y sin otro rango que el vasto hecho de ser humanos. 

En esta coyuntura me asombra la frase final del discurso del presidente en su cuarto informe: "...la revolución de las conciencias ha reducido al mínimo el analfabetismo político." Hay tanto que desentrañar en ella. Sumado a expresiones como me siento con "más aplomo y serenidad"; "más respeto y amor al pueblo"; "con racionalidad, mística y optimismo". Ojalá bastase su optimismo.

Tal parece ser que el fin último de la reforma educativa en ciernes es erradicar el "analfabetismo político", en consecuencia: educar para la política. De lo cual se deriva: ideologizar para la vida como sinónimo de educación. Si tomamos en cuenta que la "mística" (quizás por misteriosa, incongruente e incomprensible) de la cuarta transformación es un elemento de tal "alfabetismo político". De qué racionalidad estamos hablando cuando el caos impera en nuestra vida pública, en cada una de nuestras calles, en nuestros hogares... Quizás son expertos en las artes de la "teoría de la complejidad". Al menos para llevarla a cabo deliberadamente sin otro razonamiento lógico que el aleteo de la ausencia de sentido cargado de cánones radicales para interpretar el mundo y su proceso histórico (político, social y económico). Sin ocuparse de medir uno solo de sus fallos y efectos perversos.

De ahí entonces, el gran optimismo. Casi épico escuchamos el tono de aplomo y serenidad, novedoso y sospechoso, como quien mira ante sí el paso de la historia que él crea y recrea y ante el cual ahora siente más respeto. Un pueblo que ahora le pertenece. Cuyo destino ha logrado ungir de bondad. Y todo este derroche de soberbia, vestido de humilde austeridad y de la fuerza de la lucha de clases sublimada en el mural de los lamentos, emociona. Claro que emociona. Viva México. Viva México. Viva México. Nos dice como quien da el último abrazo a todo aquello que pretende conservar. 

El adorno podría ser lo de menos. Incluso cuando en política (semi analfabeta podríamos decir...) la forma es fondo. En este caso el fondo es el ocaso de la libertad. Porque no existe tal cosa como el analfabetismo político. Ni tal cosa como la revolución de las conciencias en términos de la internalización del discurso. Ni ideología alguna que pueda sostenerse, en vías de la democracia, si se asume como un proceso de masificación del sentido de lo bueno, bello y verdadero. La ideología es un matiz en el cual las diferencias políticas se aglutinan para debatir el mejor curso de los acontecimientos comunes. Son diversas y entre ellas es obligado el diálogo y la negociación: la capacidad de llegar a acuerdos ponderando no sólo afinidades ideáticas, apelando al consenso con base en un sentido del bien que subyace y trasciende el comulgar bajo un particular anhelo de mundo. En términos sociopolíticos, además, es primordial considerar a quienes se afilian a tal o cual ideología. A la luz de nuestros días: excluir el fanatismo se vuelve indispensable. Porque la radicalidad de creer que sólo una idea es valiosa es una forma de negar todos nuestros ámbitos de libertad. La base de la vida humana está fincada en el hecho de que somos seres libres. Debiésemos superar los tiempos medievales de la fuerza desgarrada tanto como las aspiraciones románticas de lo trágico y lo dramático para conciliar el diálogo entre nuestros distintas formas de mirar y pensar un mundo posible. Asumir nuestra responsabilidad tanto para defender nuestras ideas como para abrir nuestro raciocinio e inteligir otras formas de pensar, incluso como propias. 

Cuando hablamos de conciencia, hablamos del ser humano en cuanto su capacidad de pensar, de darse cuenta de aquello que piensa, de las contradicciones que lo habitan, de las certezas que lo conforman y de la capacidad de cuestionar incluso su propio ser. Su propio pensar. "Las conciencias" no es más que una elaboración del constructo del lenguaje. No así: la suma de voluntades. Cada una de estas voluntades es un acto subjetivo de conciencia. Lo que las suma es la posibilidad de llevar a cabo obras comunes, de todo tipo. Empezando por la posibilidad misma del lenguaje. Y lo que hace posible tales convenios es precisamente: la objetividad. La aspiración, por mínima que sea, de tal acuerdo subjetivo en el cual podemos identificarnos unos con otros y reconocer nuestra mutua capacidad de ser y pensar. Tan iguales como diferentes. No hay forma de ser escrito-lectores si no traspasamos tal subjetividad consciente y nos apegamos a una normativa. Y la raíz de toda normativa es dar cabida a todo aquello que nos hace comunes sin merma de todo aquello que nos hace únicos e individuales. El mismo propósito de toda educación. Cuyo fin último es la paz, garantías de vida y sobrevivencia mediante. Con dignidad.

De ahí que sí: la ley es un devenir dialéctico sin límite (en eco discordante con "no me digan que la ley es la ley"). La ley se fija por momentos en tanto contribuya para los fines para los cuales fue pensada y se rehace a sí misma conforme emanan de ellas sus mejores, o peores, frutos. Conforme cambiamos a través del acontecer de la historia. Lo cual no significa que tales leyes puedan someterse al arbitrio de una sola voluntad. Al parecer de una sola conciencia. El constructo de la ley es un ejercicio que necesita al menos dos fuerzas que la sostengan. Es un andamiaje cada vez más próspero dentro del cual también hay normas que deben prevalecer. Y si no es suficiente, debe ser analizado con seriedad.  Y dialogado. De ahí también la importancia de los llamados "contrapesos" que dan equilibrio a los distintos intereses que hacen posible el entramado del mundo, en armonía y con justicia.

Recientemente escuché una entrevista, por demás encomiable, con Elisa Alanís a la senadora Olga Sánchez Cordero. Gran ejemplo y gran labor. Ambas. Llamó mi atención el fervor con que la legisladora, ex ministra de la Suprema Corte, comparte su gran descubrimiento, revelado por el presidente en tiempos de su ser secretaria de Gobernación, del carácter político de nuestra Carta Magna. Exclama: "¡Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos!". No basta observar e interpretar la ley, hay que entender su carácter político y de eso sí sabe y entiende muy bien el presidente (palabras más, palabras menos). A mis adentros, me dije... ¿y qué culpa tiene México de que usted apenas hoy comprenda tal dimensión política y a través de su embelesamiento edificante decida justificar los actos de ilegalidad e inconstitucionalidad que definen este sexenio? Es un poco vergonzoso que una jurista con tal trayectoria no haya ya podido, en algún punto de sus años de licenciatura, hacer ciertas conjeturas sobre las contradicciones de la legalidad; las dos más obvias: ley vs justicia, justicia vs política. México merece más. Alguien que ocupó una silla en la Suprema Corte de Justicia de la Nación no puede darse el lujo, bajo ninguna circunstancia, de decir que la ley es indistinta. E inferir que el cause de la política es la ley real y verdadera. 

Es grave que en el coro de comparsa de quienes de manera enajenante justifican todos y cada uno de los actos del gobierno en curso existan tales fervores ciegos que limitan el buen curso de la vida pública de nuestro país. Porque fomentan la polarización. Llevan la emoción al diálogo de formas no saludables para la construcción de marcos legales adecuados y legítimos. Pervierten el ámbito de la opinión pública dotándolo de propaganda radical. Vuelcan el espacio legislativo en una oficialía de partes del poder ejecutivo, trastornan el poder judicial en una agencia de despacho presidencial y transmutan las fuerzas de seguridad pública en un motor autoritario para someter al "analfabetismo político". Condescendientes con quienes viven, con violencia, al margen de la ley. Lapidarios con quienes, en el marco de la ley, defienden su forma de ver el mundo.

Como última acotación, acerca de si estamos o no frente a un autoritarismo ramplón y rampante... Sólo menciono la intervención de una senadora del grupo parlamentario de Morena en el Senado de la República. En medio de la ardua elección de la nueva mesa directiva. Ella encomió a quien la presidía, por su gran labor en cuanto al ejercicio de sus funciones, apelando a que no se repitiese la votación fallida e interpelándola por que cediese a las otras voces parlamentarias. Y entre las cualidades que enlistó, más o menos dijo: lo ha hecho muy bien... de modo "autoritario". Tal parece ser que para la cuarta transformación el autoritarismo es una virtud y cada vez que alzamos la voz atentos a defender nuestra democracia, muy probablemente, no hacemos más que reforzar sus convicciones. Tal y como quienes en otros tiempos defendieron la militarización de nuestra América Latina: totalmente convencidos de apoyar con honor la preservación del orden. Me pregunto en cuántos otros temas, las críticas encajan de este mismo modo y lo que les irrita no es el contenido de nuestras palabras: es el sólo hecho de que pretendamos refutarlos. Por apego emocional a una ideología que se desdibuja en el fervor y la sorpresa edificante del pensar que otras formas de ver el mundo son posibles y el aliento de luchar por el cambio. Un cambio sin propósito y un discurso sin contenidos. Seguir confrontando con rudeza todo aquello a lo que nos oponemos, en cuanto a la vigente mayoría, nos coloca en el mismo sitio: sin propósito ni contenidos.

Y en esta defensa ciega (e ideológica) por todo lo que no comprendemos pero nos emociona, colmada de símbolos, perdemos la capacidad de razonar por nosotros mismos. Quizás éste sea el mayor reto para la educación en nuestro país. Para que no nos pase, por ejemplo, que defendemos a Rusia convencidos de que todavía existe la Unión Soviética. Quizás por esto Putin no puso un pie en el funeral de Gorbachov... Son tiempos de despertar y aprender a pensar. Dejar de temer a la libertad.

¿Es acaso el desdén de la ley en aras de la política aquello que el presidente ha bautizado como "alfabetización política"? En un país en donde le ilegalidad priva de maneras atroces debemos detenernos un poco a reflexionar sobre las contradicciones de la ley inherentes a cualquier estado de derecho, fincado en una república democrática, con más responsabilidad y honestidad. Y no usar las líneas grises, el espacio hermenéutico que da solución a tales contradicciones, como el vacío de sentido en donde todo autoritarismo es viable. Justo en donde el sentido (lo político) y el significado (la norma) se entrelazan sin conciliación efectiva en el correlato de lo real (el propósito) es cuando se abre la brecha paradigmática capaz de hacer girar el curso de los acontecimientos a partir del diálogo, la negociación y la puesta en vigencia de un nuevo orden: a la luz de los liderazgos. Momento de crucial responsabilidad ética. De altura y grandes miras. Sin corrupción. Con franqueza, lealtad, compromiso y honor. Con estricto sentido de lo justo como cualidad ética y no sólo al amparo de su reducto jurídico político. Precisamente para evitar una solución de oportunidad sectaria o el arrojo a merced de una sola voluntad.

Tratar de legitimar por vía de la política la efectividad de la ley contraviene el orden mismo de ambos propósitos: el de la administración del poder (en aras de lo común) y el del campo normativo (en aras de la paz común). Es dentro del ámbito normativo en el cual el poder de lo público, en disputa, debe dirimirse y legitimarse. No a la inversa. El juego político sí es el ingrediente que termina dando forma a la normativa, dadas ciertas reglas que no pueden violentarse en el proceso, y con base en argumentos que; si bien emanan de la ideología que los define, con apego a los ciudadanos y ciudadanas que en ella se identifican: razón por la cual entregan su representación; deben sostenerse en los elementos sólidos de la realidad y en la legalidad misma. Sólo así podemos aspirar a una legalidad efectiva. En lo que compete al trabajo político y legislativo. Otra parte compete a todos y cada uno de los individuos que habitan tales ámbitos de normatividad. Antes de aprender a obedecer la ley es importante aprender el sentido y la finalidad de toda norma. Con la toma de conciencia de que toda norma está sujeta a ser razonada, reformada o derogada. 

Breve acotación: cierta tendencia en ciernes de la "abogacía organizada" debiese también detenerse con un poco de respeto ante el trabajo legislativo y comprender que los abogados son sólo un aspecto de un entramado mucho más complejo de lo que, a veces, llegan a imaginar o comprender (por definición propia). "Justicia y compromiso social" son expresiones vagas, que cualquiera puede ensalzar y sitios en donde todos podemos aparentemente coincidir, y poco aportan para fincar cultura en términos efectivos. No necesitamos más sectarismos. Son tiempos de encontrar los cauces comunes y cada quien colaborar desde el lugar que ocupa.

Esta semana tenemos dos grandes acontecimientos: prisión preventiva oficiosa bajo la lupa de la Suprema Corte y debate sobre el estatus jurídico de la Guardia Nacional en el Senado de la República. Ojalá prive la ley y se ponga en alto el estándar de la Constitución. En ambos casos. Y que la política sea el conducto por el cual se diriman las diferencias ideológicas que impiden instaurar la legitimidad con base en la legalidad. Con respeto a los derechos humanos. Por de pronto tenemos dos nuevas mesas directivas en el Congreso de la Unión. Santiago Creel llega, con espíritu de disciplina escolar, a poner orden y evidenciar sus capacidades de "mando"... aunque no mostró muchas virtudes para establecer condiciones justas de diálogo: tiempos reducidos, voces acalladas y suave complacencia ante la demora política del mandato constitucional. El senador Armenta llega sin unanimidad y con el signo de una seria fractura en el consenso, tanto dentro de su fracción parlamentaria como en el pleno, con altanería y cierto exceso de autoconfianza que sólo refleja opresión. 

Sería un gran logro que con el paso de los años quienes nos representan sean cada día más y mejor cultivados en todas las artes. Sensibles al disenso y abiertos al consenso, sin necesidad de debatir con angustia altisonante ante la limitación de no poderse comunicar. Y la política renunciase a la enajenación de una supuesta "alfabetización" ideológica. Abrazase, entonces, el reino de la ética.

Divino tesoro es el arte de educar, ser educados, aprender a ser y hacer, sumar conocimientos, nutrirnos de información, reflexionar, interrogar, comprender, refutar, debatir, discernir y dialogar. Hablar y comunicar. Sentir y amar. En aras de la certeza de un mundo que existe, de una vida que somos: un ser en sí mismo consciente de sí en relación con otros igualmente conscientes de sí. Libres y conscientes de nuestra capacidad creativa. 


Y tú... ¿quieres aprender a educarte para la libertad?



Buena semana
...llena de magia de tortuga
queridos caparazones libres.
abrazo...