martes, 14 de diciembre de 2021

Andrés... Andrés...

 ... no digas todo al revés. Tres años después.




Parece que fue hace una eternidad cuando la esperanza rebozaba el espíritu de México... aquel día en que la democracia vio una luz cumplida dentro de su horizonte presente. El triunfo de MORENA en 2018 significó un punto de culminación: un puerto de llegada.

Es difícil asimilar el recuento de los daños. Cada quien tiene una percepción única y valoración propia. A veces, con encono nos aproximamos unos a otros para encontrar algún consenso. Pero preferimos abrazarnos y hablar de las cosas que de verdad compartimos. El futuro de la política es incierto y todo puede pasar. Así que es mejor estar cerca y unidos para seguir construyendo el mañana.

Mucho ha pasado ya, ahora que estamos a mitad del sexenio, y estoy segura de que habrá cosas buenas que celebrar cuando llegue un nuevo presidente o presidenta. Mientras tanto es tiempo de desnudar, mentira a mentira, cada una de nuestras "mañaneras" para tomar conciencia de que nos tratan de tomar el pelo con eso de insistir en que interioricemos el "mensaje". Sin juicio propio.

He aprendido que todo lo que dice Andrés es siempre al revés. Cuando se refiere a sus adversarios: habla realmente de sí mismo. Cuando critica el neoliberalismo: se refiere a las injusticias de su propio "plan" de gobierno. Cuando dice "primero los pobres": se refiere a domar a los más desprotegidos. Cuando dice que representa la izquierda: afirma que ahora ocupa el lugar de la derecha conservadora. Cuando censura el conocimiento y la expresión: es un tanto envidia y otro tanto temor... de que se caiga su máscara y sepamos quién es en realidad y de cuánto daño es capaz sólo para satisfacer su ego.

Es triste... cómo lo que fue el resultado de la voz en alto de la conciencia de la sociedad se quiere convertir en sometimiento y lealtad ciega, en aras de un bien mayor y común que quizá podremos abrazar dentro de 30 años... todo por culpa de los 500 años previos. Es un poco delirante. Si algo hemos aprendido de la historia: es que apostar a un final feliz mientras sufrimos penurias nunca llega a buen puerto.

La decepción es infinita. Pero eso siempre es un buen augurio de que nuevos caminos podemos inventar. Son tiempos de construir de la mano. De repensarnos y construir alternativas vivas y latentes en el seno de nuestras necesidades y heridas más profundas. Sin desanimarnos. Con esperanza.

Son tiempos de soñar con un México feliz, capaz y fuerte para redireccionar el rumbo. Conservar el trabajo bien hecho, no aferrarnos a lo perdido y modelar algo distinto a lo que había hace tres años... algo mejor a lo que tenemos hoy. Sin rendirnos. Dejando a un lado nuestro particular modo de ser y abrirnos a los ojos del conjunto entero de la sociedad. Con justicia. Sin enojo. Sin revanchas. Con espíritu constructivo. Con diálogo. Con amor y amistad.


 Y tú... ¿sueñas un mañana posible?



Feliz martes y fuerte abrazo
lleno de magia de tortuga...





sábado, 27 de noviembre de 2021

unidos con el corazón...

...la esperanza del mañana.  #AhoraSí @FCN_mx @gpplural 

GRACIAS



Y sí... ha pasado tiempo. Inmersos en múltiples y complejos acontecimientos, vemos pasar el descaro político ante nuestros ojos. La incertidumbre de vivir en medio del miedo y la desazón de la decepción.

Me ocupan letras y pensamientos que también me distraen. A la par del reloj marcado por el acontecer mediático compartido, ante el cual: el análisis empieza a ser insuficiente. La mera opinión que podamos compartir para solidarizarnos los unos con los otros se agota en el instante en que nos preguntamos por el futuro, sea inmediato o de un poco más largo plazo.

Lo importante es abrir nuevos horizontes. Hay momentos de vida en los que lo que corresponde es ocupar un lugar y tomar un rumbo con convicción. Entregarnos a nuestras certezas con congruencia. Y dar de sí lo mejor de cada uno de nosotros.

En todo proceso de crecimiento, así como nuestras decisiones nos construyen, son los hechos consumados, la experiencia y el resultado de tales actos: lo que forja nuestra esencia vital. Es así que siempre estamos a tiempo de rectificar. De renovarnos. De cambiar el rumbo para mejor. Para seguir creciendo y forjarnos con mayor realización cada día.

De este modo... lo que ayer parecía bueno: hoy resultó un gran tropiezo. Ni cuarta ni transformación. Más de lo mismo. En algunas cosas peor y en otras es tan débil la bondad que no se logra opacar el mal del ayer. Creo que algo es claro: en el pasado no están las respuestas. Es sólo mirando hacia adelante que podemos reinventar y volver a imaginar el presente para tratar de acertar.

Acertar en combatir la pobreza desde sus cimientos estructurales. Acertar en erradicar la violencia desde su raíz psicoanalítica más profunda.  Acertar en aprender el verdadero significado de la justicia. Acertar en hacer de la convivencia humana un festejo de crecimiento compartido y fraterno. Acertar en asumir la parte que nos toca, sin dogmas, sin enajenación, sin ídolos ni villanos. 

Unidos. Reconciliados. Descifrando las coincidencias y respetando las diferencias. Enriqueciendo nuestros discursos con la suma de voces plurales capaces de escucharse a sí mismas para así... comprender el eco de las otras voces: sin resistencia y con confianza. Sin miedo. Sin rencores ni revanchas.

Desde el espejismo de mi ingenuidad infinita, estoy convencida de que, dado que sólo el presente existe, todo ocurre del modo correcto en tanto incluso de los más desabridos males se nutren las más grandes virtudes. Es de vista al mañana, viendo de frente,  que se descubre el nuevo amanecer.

Estamos atravesando una suerte de encrucijada: nos conformamos con ideologías caducas que ya no son capaces de resolver, en pugna, problema alguno. O superamos tales oposiciones y descubrimos que existe mucho más que una tercera vía para diseñar un plan de acción en consenso. Que las soluciones están ahí en donde no nos atrevemos a mirar. Ya sea por el extravío de nuestros prejuicios o por las ideas fijas que nos han dado sustento.

La única manera de vencer la corrupción es aprendiendo a ser sinceros con nosotros mismos... Mientras nuestras almas teman mirar dentro de sí con la honestidad debida... habrá siempre un resquicio para quebrarnos. Para rompernos en complicidad... para corrompernos. Mientras temamos a la verdad y temamos hablar con franca mesura: habrá dentro nuestro un buen pretexto para ocultarnos de la luz. 

Todo lo demás deviene anecdótico... preocupante sí, pero también banal si no somos capaces de construir una alternativa real y viable. El primer paso: un buen diagnóstico y balance de la situación en la que nos encontramos, con una buena dosis de crítica y autocrítica. E identificar los problemas desde diferentes perspectivas. Para dar paso... a lo que pueda ser.



Y tú... ¿quieres dialogar y aprender al escucharte?



Feliz sábado y
fuerte abrazo lleno
de magia de tortuga...




lunes, 20 de septiembre de 2021

paciencia...

... y amor.



Hay momentos que nos dejan sin aliento. Como si se detuviera el tiempo. Sin palabras. Sólo vibrando al unísono. Hay sincronías y empatías que rebasan la lógica y la razón. Que son en sí sentido pleno. Instantes que encarnan la verdad. El entusiasmo de la voz que late dentro de nuestros corazones.

En tiempos en que el ritmo de la mayoría de los acontecimientos se prolonga... la paciencia y la pausa sin aliento transmutan en un abrazo vida que nos brindamos a nosotros mismos.

El estrujo de la naturaleza no cesa. La vida social se conmociona. Y vamos recuperando a pedazos el ritmo de nuestras vidas: a la luz del recuento de los daños.

Con sorpresa nuestra vida cívica y sus festejos de Nación se ven irrumpidos por una agenda insólita. En el margen del terror y el horror. Lo inoportuno y el descaro. El abuso del poder y la certeza del mal rumbo que toma nuestro país a manos de una persona sin reparo alguno ante la ley. Nuestro presidente.

Cuánta ceguera puede alcanzarnos cuando nos negamos a enfrentar que por más fieles que queramos ser a nuestras convicciones e ideales, enajenar éstos en un mito personificado no es más que la cuna de la barbarie. Ya no cuenta cuál fue aquella motivación social que parecía darnos esperanza de que un México más justo era posible. Lo cierto hoy es que vivimos en un territorio dominado por la injusticia y sin esperanza de un mañana posible. Apostamos por la cuarta transformación y a cambio recibimos cada mañana un gobierno de cuarta.

Afortunadamente, vamos ya a mitad del camino... Es tiempo de reinventar nuestro escenario político y fincar las bases para las contiendes por delante hasta llegar al 2024. Sin perdón ni excusa ante la traición de una izquierda fascista y regresiva. Una fuerza política que nos mintió viéndonos a los ojos y que hoy se deleite con sonrisas cínicas ante sus engaños. La agenda oculta de un futuro impuesto por fuerza con la motivación de cambiar conciencias a través de las formas más viles de manipulación. De ahí que cualquiera que sea nuestra posición para el derroche plebiscitario de marzo del próximo año, quienes creemos que un México más feliz es posible podemos dejar constancia de nuestra voz y de nuestra inconformidad. A la par de preferir que se cumpla el mandato en tiempo y forma... en estricto apego a la Constitución. Por convicción demócrata y respeto a las instituciones que somos y nos conforman. Porque si se suman los votos de representación y triunfa la revocación: truene, llueve y relampaguee... tendrán que marcharse (ya saben dónde).


Y tú... ¿todavía sueñas con paciencia que el amor es posible?



Feliz luna de maíz...
mágicas y felices tortugas.
Abrazo inmenso...
lleno de vida.







miércoles, 21 de julio de 2021

paciencia...

 ... y silencio.



Las tragedias se suman cada día. Se desmorona nuestro frágil estado de derecho ante la violencia que no cesa. Aparejada la pandemia que va dejando devastación a su paso. Parece imperceptible todo el esfuerzo que hemos realizado. Y nos acostumbramos a una normalidad en la que todavía no podemos sumar más ocasiones para abrazarnos libremente. Sin embargo, la vida gana las batallas y lucha por vencerse incluso a sí misma en este esfuerzo por recuperar la posibilidad de vivir sin sentirnos al acecho de mal alguno.

La esperanza se renueva también. Casi inexplicablemente. Quizás debido a nuestra vocación de amar intensa y plenamente. Con verdad. La vacuna avanza lentamente y nos arroja a la posibilidad de volvernos a encontrar... de dejar de temer pisar las calles y volver a los lugares que solíamos frecuentar.

En medio de la conmoción de los tiempos que compartimos aparece ante nosotros la posibilidad de sumar causas y emprender nuevos viajes comunes para que el futuro se transfigura en una promesa feliz para toda la humanidad.

Estamos cansados e incluso agotados. Ahora el esfuerzo nos llama a no perder el ánimo. A que la única huella de esta dura prueba comunitaria sea la valentía para revalorar lo que de verdad importa en nuestras vidas y crecer en aras de convertirnos en quienes soñamos. De ser mejores en lo común y más felices desde el fondo de nuestros corazones.

En silencio observar el acontecer a nuestros alrededor y aguardar en las respuestas... cosechar interrogantes. Como una pausa a mitad de camino en la que llega el tiempo de emprender el nuevo rumbo. Sumar voces para remodelar nuestra realidad con certeza y consenso. Sin perder la indignación. Sin dejar de alzar la voz: pero con suavidad... asertivamente. En el seno de cada pregunta nace cada una de las soluciones que nos apremian. A partir de ahora nacemos a un nuevo ser común y los frutos serán bellos. Si con paciencia nos entregamos al verdadero amor. Y dialogamos.

Empieza un nuevo tiempo y nos llama a aprender. A sentir. A ser empáticos y justos. Con generosidad y compromiso. A volver realidad lo que ahora podemos imaginar. A corregir lo que ya no nos satisface para vivir en comunidad. Incluirnos todos dentro de nuestros imaginarios sociales y garantizar la posibilidad de vivir sin violencia. La tarea no es menor, pero paso a paso, podemos alcanzar buenos resultados. Con fe.


Y tú... ¿sabes que nada es imposible?


¡Feliz feliz feliz miércoles!
Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.






jueves, 15 de julio de 2021

el Estado...

 ... y su "fuerza".




Quisiéramos imaginar que existe un poder oculto (y presente) en donde contamos con refugio seguro para construir nuestra vida comunitaria.

Lo cierto es que el Estado como garante de tales certezas se trasluce débil y frágil. La política se ve disminuida en su capacidad de administrar el poder con estos fines. Y los aspectos técnicos de política pública no llegan a dar los resultados que necesitamos.

Parece ser un problema de carácter sistémico. Un resquebrajamiento. ¿Cómo darle cuerpo social al Estado? ¿Cómo dotar de herramientas eficientes al estado de derecho? ¿Cómo hacer de la política un instrumento certero para gobernar? ¿Cómo lograr que la ciudadanía sea parte efectiva de la vida social? En definitiva: ¿Cómo ser comunidad plena, estable, continua, en crecimiento, en desarrollo, en paz, a salvo, en reconciliación, productiva? ¿Cómo ser felices en tanto seres comunitarios? En armonía vital con el ambiente que nos conforma -tanto el orden natural como el orden del mundo, creado por nuestras propias manos. En sincronía con nosotros mismos, a la par que somos capaces de compartir. 

Un espacio en el cual todos existamos y podamos crecer. Sin que la disputa del poder se contienda en términos de fuerza (pública). Sin que exista una tensión irreconciliable (ni violenta) entre la libertad individual y el orden administrativo normativo.

Sin duda lo que está en juego es un proceso de cultura y educación en deuda con todos estos fines comunes. Carecemos de una forma de conceptualizarnos a nosotros mismos como sociedad. De tal manera que cada quien ocupe su parte. De tal manera que las acciones de Estado y las acciones sociales se correspondan mutuamente. Y se vuelvan efectivos los resultados que se buscan alcanzar, para tener la certeza de que todos vivimos en un espacio seguro. Al amparo de la voluntad libre de cada uno de los individuos que la componen. Con respeto e institucionalmente.

Es desgarrador que sea por la fuerza que se enfrentan los intereses en juego dentro de nuestra comunidad. Al margen de la ley. Con violencia. Sin alternativas claras. Que permanecer honesto se vuelva un esfuerzo contracorriente. De algún modo debemos conceder que la injusticia es parte de nuestra vida social, en silencio cómplice. Ante la impotencia por construir algo diferente.

El Estado se queda cada día más vacío de contenido y sentido. A la vez que confiamos en él y exigimos nos dé el sustento común y las condiciones de sobrevivencia digna que merecemos. Sin percatarnos que todos somos quienes le damos sentido alguno. Es un concepto abstracto en el cual se consuma la posibilidad de constituirnos como un órgano vital complejo cifrado por instituciones y leyes. Que sólo tiene sentido en tanto sí sea el signo vital de un conjunto total de experiencias vitales encaminadas hacia fines comunes.

Una vez planteado este negro panorama. Rescatemos también... que no sólo no todo está perdido. Además: sí tenemos en qué apoyarnos. No todo es malo. Y hay espacios de gobernabilidad que sí cumplen con su labor. Áreas operativas que le dan orden y cauce a la organización de nuestra vida común. Etc. Digamos que esto se da por sentado. Sin embargo, lo que preocupa y ocupa es la forma en que, incluso lo que sí "funciona", se va volviendo más precario conforme nuestro marco efectivo de legalidad, a la vez que se vuelve más robusto y ambicioso en las garantías que provee, pierde su legitimidad.

Es entonces cuando la participación ciudadana enriquece su valor y su capacidad de incidir en los procesos vitales que nos igualan. Como un refugio en el cual nos desatamos las manos ante una realidad que nos sujeta impotentes ante todo aquello que no encuentra solución: la pobreza y la inseguridad. La injusticia.

Existe un falso dilema que da motivo a tales contradicciones. La idea de que debemos sacrificar una parte del individuo en aras del Estado. Al mismo tiempo que el Estado debe sacrificar una parte de sí para dar cabida a la individualidad. En el primer caso, se justifican todas las barbaries. En el segundo, todas las corrupciones. Lo cierto es que individuos y Estado no estamos en pugna. A veces, nos quieren hacer pensar esto: voces tanto desde la política como desde la ciudadanía. Para llevarnos al terreno de la lucha incesante por las causas emblemáticas que dan origen a la enajenación de la vida en ideas que nos llenen de esperanza. Cuando, la mayoría de las veces, tales cauces se traslucen en favor de unos cuantos que necesitan de las mayorías para ejercer el peso de la balanza a su favor. Por la fuerza. Una fuerza velada por un diálogo irresoluble porque nos hemos vuelto adictos al conflicto como forma de darle sentido a nuestra existencia vital y cotidiana. Al sentirnos huérfanos de soluciones y de una sólida identidad comunitaria.

Discursos van y vienen. Y eso nos anima a ser parte de los debates públicos. Lo cual es valioso, sin duda. Pero no damos el siguiente paso: no alcanzamos el logro.

Quizás debemos cambiar un poco más cada uno de nosotros en nuestro interior. Así, cambiar sustantivamente la vida común. Volvernos hábiles en el hacer. No sólo en el comunicar. Recuperar nuestra capacidad de "hacedores". A partir de nuestro espíritu dialogante.

Poner cada uno de nuestra parte. Frente a dos grandes carencias. Modelos (económicos) de soluciones prácticas, sin juicio ni ideología. Modelos educativos (de contenidos y aprendizaje) que actualicen nuestra cultura presente, también sin juicio y sin ideología. 

El juicio es una prerrogativa personal que cada ser humano forma con su propio criterio, a través de la reflexión y el aprendizaje de los dilemas de la moral y de la ética; con base en su propia experiencia y los preceptos de acuerdo con los cuales ha sido educado. Así como, de la toma de conciencia de las contradicciones entre: la ley y las motivaciones de la conducta. 

La ideología es el resultado de tales juicios que se forman en el fuero interno y encuentran eco en otras voces, de tal manera que se tornan en un canon de ideas en común y lógicamente organizadas (y argumentadas) compartidas por un grupo específico de personas: en aras de darle contenido al orden de lo público. Al Estado y a la política. En donde todos somos agentes igualmente reconocidos. Y es ahí en donde se dirimen las distintas pugnas (entre soluciones prácticas) que nos ocupan para hacer efectivo el ámbito de la legalidad y hacer de la economía el órganon al servicio de la administración (y producción) de la riqueza en aras de la sobrevivencia comunitaria. En paz. 

Los asuntos prácticos de la economía y la educación no pueden ser un vehículo de dominación. Ni tampoco una forma de manipular con emociones nuestro sentir vital: a favor o en contra de una u otra alternativa. Son un territorio común en el cual todos debemos ser capaces de ocupar un lugar digno. Para ser Estado. Vivir en comunidad. Preservando nuestra intrínseca voluntad de ser individuos libres. Al margen de nuestro juicio íntimo pero sí en reconciliación. Con base en nuestra ideología pero sin arbitrariedades irreconciliables con los fines comunes. Sin miedo a dejar fluir ideas renovadas y nuevas formas de ser. 

Sin miedo a replantearnos el orden común y a dejarnos transformar por el sino de los tiempos. Sin perder de vista que tales estructuras y herramientas del pensamiento son sólo referentes temporales para darle sentido a nuestro actuar y permitirnos llevar a cabo tareas. Y son necesarios en tanto satisfacen tales fines. A medida que nos acrecentamos: tales referentes requieren replantearse para seguir siendo efectivos y vigentes. Tales cambios ocurren sin percatarnos y al margen de nuestra propia voluntad, si no despertamos ante ello: nuestro hacer se vacía de contenido y nos descubrimos inútiles ante la realidad. Y otros órdenes de vida comunitaria se imponen con fuerza al margen de la ley. Así como, las deficiencias residuales dan cabida a la marginación y precariedad de la vida. Lo único incuestionable, para mí, es nuestro ser humanos y las prerrogativas que nos componen.

¿Cómo verdad absoluta? No lo sé... el futuro siempre podrá sorprendernos en todo a lo que hoy pensamos como cierto. Por ahora: sí incuestionable. En cuanto seres humanos (biológicos) somos iguales, precisamente, porque somos capaces de ser diferentes (individualmente y con voluntad propia) y eso parece ser una certeza incluso científica. De ahí que la política sea tan parte de nosotros como humanos somos. El espacio en el cual dialogamos nuestro ser común con nuestro ser particular. En cuanto seres de conciencia necesitamos referencias, en constante progresión, para darle sentido a nuestro propio ser y hacer. De ahí que a través del diálogo necesitemos construir nuestros referentes comunes. En cuanto vivimos en comunidad y nos es más apetecible vivir en paz. Sabernos seguros. Tan nos es apetecible... que las más de las veces preferimos ceder de algún modo nuestro deseo: al orden de lo común (de lo cual da cuenta la historia). Y el amor... la certeza más profunda que nos iguala. El espacio en donde el deseo se cumple en tanto nuestra capacidad de darnos en aras de la felicidad de otros seres humanos.

Además, pocas cosas nos hacen más felices como sentirnos útiles cada noche al descansar: tras la labor cumplida. En armonía con la naturaleza. Y el Estado es el espacio común en donde todos tenemos una tarea que cumplir. De ahí que es vital que sea efectivo.

Lo que debilita tanto al Estado es que sus marcos de referencia no están sujetos ni a la educación vigente ni a la realidad vigente en materia legal y económica (en cuanto conducta, motivaciones y necesidades de subsistencia). La demagogia ya no alcanza. Y el espíritu totalitario de obligar a la ciudadanía a asumir valores (impuestos arbitrariamente, por la fuerza, con juicio e ideología vacíos de sustento íntimo, reflexivo y propio) como propios: lo único que hacen es sembrar ira y furia. Y actos desesperados de la autoridad para contenerse a sí misma.

Tal espíritu totalitario rebasa los ámbitos del gran soberano, se teje desde los hogares y pervierte todas las causas comunes de la sociedad civil. Sigue vigente el prurito de una conciencia ideológica. Dentro del cual, si tienes afinidad por una idea: tus pares tienen derecho a esclavizar tu libertad de pensamiento de forma alguna. De forma seudo religiosa. Con juicios enajenados.

En este contexto, sigue sin cumplirse la distinción clara entre creencia y opinión. Entre Estado e Iglesia. Y las creencias siguen dominando la discusión política, por sobre la capacidad del pensamiento de dialogar sobre asuntos comunes y dotarnos de herramientas prácticas. Con ideología enajenada. Como colores (e ídolos) que nos dan identidad y nos autorizan para pasar por encima de la libre expresión de quienes no piensan como nosotros. Agresivamente. 

La injustica habita en cada uno de nosotros (al someternos a nuestros juicios e ideología como la ley última que nos legitima para despreciar a otros seres humanos) y quizás por eso aceptamos ser cómplices, sin percatarnos, de todas las injusticias sociales que nos sujetan. Así como, la fragilidad del Estado nos corrompe a todos por igual. Porque sus exigencias están deslindadas de nuestras necesidades reales. De tal modo que el Estado sólo conserva la barbarie como forma de mantener el "orden". Y el anhelo del castigo (y el autocastigo): el refugio de todas nuestras injusticias.

 
Y tú... ¿te sientes parte del Estado?



¡Feliz jueves!
Mágicas y libres tortugas...










martes, 29 de junio de 2021

ciudadanía...

... y sociedad (civil).



El asombro no alcanza cuando escuchamos la nueva batalla desde palacio. Eliminar y recrear la (las) clase(s) media(s)... La cantidad de adjetivos acumulados cada mañana durante las semanas recientes. Por dónde empezar. Quizás por la argucia y la manipulación que buscan recrear falazmente una polarización indignante e inútil. Parece que no hay otra estrategia de gobierno que la de una comunicación basada en la narrativa del enemigo, el chantaje y la emoción visceral como formas de penetración en los complejos profundos. 

No perciben la derrota como una alerta para la reflexión sobre tales formas arbitrarias del engaño masivo. Por el contrario. Se insiste en difamar la integridad de cada una de las personas que habitamos nuestro país.

Si bien hubo un tiempo en donde se podía trazar líneas claras entre castas, bajo el dominio de monarquías aristocráticas; en donde la herencia de sangre determinaba el lugar en el mundo que cada ser humano ocupaba; estamos ya lejos de tales esquemas de concepción de la convivencia humana. Tales modelos nos heredaron desigualdades de todo orden. La conquista en América dotó de tales valores el nuevo esquema social instaurado con barbarie y sometió las culturas originarias (las cuales tampoco estaban exentas de una estructura social basada en castas). Conforme el feudalismo se instauró como una nueva forma de dominio se conservó la "nobleza", vinculada al rédito económico y la propiedad. Ya no se trataba de ser poseedor de la sangre, ahora era quien poseía la tierra quien determinaba el lugar que cada persona ocuparía en el mundo. Esclavitud mediante. El auge comercial dio luz al plusvalor y nacieron los comerciantes como los nuevos poseedores del dominio social. Se instaura la burguesía... llena de aspiraciones encaminadas al "progreso" y enraizada en la promesa de la modernidad (siempre con la reminiscencia de una aristocracia que nunca pudo acariciar por la sangre pero que ahora era suya bajo el signo del "lujo y la elegancia"). Y la acumulación del capital se convirtió en la nueva medida de valor para ocupar un lugar en el mundo. Aparejada de una clase obrera también pujante e incesante en la lucha por su derecho de existir al margen de su condición social. Una vez concebida la industria a gran escala. La educación se socializó a medida que se otorgó a cada individuo su definitiva humanidad. Y hoy vivimos una especial, y casi exquisita, combinación que llamamos trabajo, profesionalización, academia, asociaciones civiles, oficio, emprendimiento, pequeñas, medianas y grandes empresas, servicios públicos y privados, medios de comunicación, la informática y el mundo cibernético, espacios políticos, nichos financieros... etc. Lamentablemente, todo ello atravesado por el mal hábito de antaño de la concepción de castas. Y marcado severamente por el sello de la desigualdad desmedida. La injusticia y la suma de las discriminaciones, estigmas y estereotipos. Todavía una mujer no es plenamente libre de elegir su lugar en el mundo. Y la vida sexual y amorosa de las personas sigue siendo motivo de censura moral y dominio público. La esclavitud velada se reproduce en tanto el ingreso es insuficiente para construir una vida digna. La educación carece de impacto suficiente para sabernos una sociedad constituida por una ciudadanía en igualdad de condiciones. En mayor medida porque no vivimos en igualdad de condiciones. A mayor conocimiento, mayor frustración acerca de la imposibilidad de ocupar un lugar digno en la vida social. El estatus sigue siendo una medida de valor para ocupar un lugar más "honorable" en la sociedad. Las apariencias siguen marcando la pauta de nuestra vida social con el mismo rigor y recato que siglos atrás. Los pueblos originarios siguen sin ocupar un espacio digno dentro de un modelo hegemónico cultural... heredado. Pero tan nuestro como el mestizaje del cual todos somos hijos. El trabajo no se paga como se debe. Y la plusvalía se volvió insignificante ante el poder bursátil de la especulación monetaria. En este contexto, el Estado ha perdido toda su identidad. La inercia social es más fuerte que su esfuerzo por preservarse como el ejecutor de la vida comunitaria. Conserva en su seno todas estas formas de dominio y se resiste a asumirse como la suma de todos aquellos a quienes representa. La guerra sigue siendo el último resquicio para ensalzar su fuerza y su poder. 

Frente a todo esto: ¿qué es la clase media? ¿cuál es el motivo de ser de la sociedad civil? 

Insisto, es preciso aventurarnos a recrearnos como seres humanos y asumir otra forma de interpretar nuestra realidad para ser capaces de construir soluciones acertadas y asertivas. La sola idea de "clase media" está totalmente fuera de contexto. Prefiero hablar de vida digna. Beber del amplio marco que nos regala la narrativa de los derechos humanos. En donde se supera la herencia de castas que ha abatido a la humanidad a lo largo de toda su historia. Y libres elegir el modo en que cada quien quiere vivir con la certeza de que todos tenemos un lugar digno en el mundo. En términos económicos, en específico tomando como medida el ingreso vital, sí... hay un amplio estrato dentro del cual, sin ser poseedores de inmensas riquezas y sin vivir bajo el sometimiento de necesidades precarias: todos aspiramos a desarrollarnos con dignidad. Pero tal espacio social está delineado con disímiles márgenes y se constituye con múltiples medidas relativas de valor. En definitiva, es el constructo más basto. Porque da cabida a la posibilidad de todos existir y convivir en paz. De la dicha y del goce. De sentirnos plenos, felices y satisfechos con quienes somos y aquello que poseemos. Con aquello que conforma nuestra cotidianidad toda. Y es importante desmitificar este espacio de cualquier mínimo resabio de culpa. Con mayor ahínco, destronarlo de todos los complejos que se acumularon a lo largo de la historia y que siguen teniendo un impacto en nuestra convivencia entre pares. Dejar de santificar la carencia tanto como dejar de postular el estatus como triunfo. Darnos la libertad de vivirnos a nosotros mismos con aceptación y disfrute total. Con sentido del humor transitar las inmensas diferencias que nos conforman. Sin ofensa alguna. Abrazarnos. Respetar el credo particular de cada ser y comprender que nadie tiene derecho a decirnos cómo debemos vivir y menos aún juzgarnos moralmente a causa de nuestra invaluable identidad. Somos seres éticos y es en nuestro fuero interno en donde con autonomía nos escudriñamos a nosotros mismos. 

Por todo esto, no debemos caer en la provocación calculada y siniestra de convocar a las "clases medias" a emprender una batalla entre sí. A volver una cuestión vital: una cuestión moral. En llevar una situación personal, una condición de derechos humanos, hacia un tumulto de "castas", en donde no se reconoce nuestra dignidad como cualidad intrínseca de igualdad y diferencia legítima. 

La solidaridad es la motivación que se hereda de toda vida digna. No la caridad. No la culpa ni el desprecio que nace del complejo. Y la aspiración más grande en este país, como se demostró en el 2018, de quienes tienen la dicha de vivirse en plenitud: es que es tiempo de arrimar el hombro a todos quienes se han quedado atrás. Incluso quienes no apoyaron el proyecto vigente, votaron por la opción que consideraban más efectiva para este fin. Éste fue el gran logro. Ganamos todos. Porque estamos cansados de vivir en un mundo que no tiene un lugar justo para todos y cada uno de sus ciudadanos y ciudadanas. ¡Dijimos basta! No más pobreza, no más precariedad. Confiamos, como las personas eternamente enamoradas que siempre perdonan, en las instituciones y en el Estado como ejecutores de soluciones. Y fuimos defraudados por una "oligarquía socialista" trasnochada, una "izquierda" con "aspiraciones" de "nobleza", "caciques" fanfarrones, "autócratas" de cuarta, personajes políticos "chatarra" que saben bien mentir y confundir... Por un conjunto de personas que no han descubierto cuánto desprecian la vida humana, que duermen en las mieles terribles de la enajenación, somatizan el síndrome de Estocolmo más allá de todas sus variantes conocidas y que se entronan con el deseo de las urnas sin reparo alguno de la valía de la voluntad humana. Sin reparo alguno acerca de lo justo y verdadero. Quienes insisten en trastocar la realidad con una tortuosa estrategia de comunicación.... simplemente: porque decidieron que tienen el derecho de someter la voluntad ciudadana en aras de un bien común. El cual no podemos apreciar porque no comprendemos: ¡cuánta soberbia! Un bien.... que de común lo único que tiene es el dogma del cual participan. Y de bueno sólo tiene como medida su propio beneficio político para acumular y centralizar todos los recursos del Estado. Sin comprender el entramado social que nos conforma. Aferrados a un imaginario perdido.

Enfrentamos un problema estructural. No se trata de sumar buenas obras, que las hay y las habrá cuando llegue el balance del sexenio. Se trata de rescatar el valor de la vida como un acto libre. Se trata de aspirar a una vida digna sin importar otra condición que el hecho de ser personas. No nos confundamos con la colección de adjetivos con que se ha maltratado a la población por no haber recibido el beneplácito esperado en las urnas. No merecen la pena, son insultos y con la agresión no se puede razonar. Censura total a sus dichos carentes de sentido y sin fundamento alguno. Mas que el eco de reminiscencias históricas. Somos más que la suma de nuestros estratos sociales comunes. Somos libres. Cuando además ganaron y mucho. Pero saben que perdieron lo único que les importaba... nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos. Y eso los tiene dando maromas y estocadas a diestra y siniestra. Tratando de remontar su esquema beisbolero no hacen más que ridiculizarse con más ahínco cada día. Y sí... el pueblo, todos nosotros, no es tonto. Nada tontos somos, menos aun tontas... Lo interesante de su discurso es que sus virtudes se cumplen sin darse cuenta porque ni ellos mismos las creen. Y que cada vez que critican o explican algún mal que nos aqueja, algún fantasma que los acecha, y toda la suerte de paranoias que los caracteriza, no son más que su propio espejo, se describen a sí mismos mejor de lo que cualquiera de los demás podría hacerlo. Cada vez que describen a un "adversario", se describen a sí mismos. Son ellos quienes quieren instaurar una narrativa que, en colusión con organizaciones internacionales (tan de "izquierda, progresistas y socialistas" como se denominan) dé lugar a algún tiempo de arbitrariedad al margen de la ley y en aras de la "justicia"... esa su justicia tan diminuta y particular. Ésa que no alcanza ni siquiera para pacificar el país. Porque no quieren paz. Enconan el conflicto. Provocan como fieras enjauladas. Fustigan con crueldad a quienes más padecen los agravios de la violencia. Desdeñan el afán de quienes más se esfuerzan por acariciar por un instante una vida digna... con tal desenfado. Dejan morir a las personas con tanta indiferencia. Antes éramos un dígito en indicadores que no alcanzaban a diseñar una solución para volver rentable la vida misma, sin rostro. Una falla del mercado. Ahora somos el costo hundido del curso de la naturaleza para rentabilizar los recurso públicos en aras del dominio (por sí mismo). Sin alma. Una falla del Estado. No sólo no tienen vergüenza ante su ineptitud... además son bárbaros. Y corruptos. Tan insulsamente iguales y tan dramáticamente diferentes. 

No es en el recorrido de la historia donde encontraremos la medida para evaluar su desempeño. En 2018 abrimos un nuevo horizonte de significado. Estamos viviendo la historia. Viendo pasar ante nuestros ojos "la senda que nunca se ha de volver a pisar". Y por eso es que debemos abrir la mirada hacia la posibilidad de nuevas e insospechadas siluetas para comprender el mundo, a nosotros mismos y nuestro futuro. La evidencia empírica ha destronado las "izquierdas" y con ellas han perdido sentido todas las "derechas". El conservadurismo se convirtió en el "bastión" liberal. Por ende, los anhelos liberales y libertarios alzaron el vuelo desde el estandarte considerado conservador. Qué paradoja innombrable. Por eso, busquemos nuevas narrativas y categorías para posicionarnos políticamente en aras de construir un poder social capaz de darse a sí mismo una vida digna. Sin otra etiqueta que el bien común, en sentido estricto. Basado en el reconocimiento de todas nuestras diferencias. No cedamos en el ímpetu por pensar por nosotros mismos.

Y sí, la sociedad civil puede caracterizarse en el marco de los fanatismos (algunos atroces...) de la historia: como la cara vacía del Estado, representada en el precepto vacío de la ley escrita, la moral fuera de sí y enajenada en una comunidad que se afirmaba en el individuo desgajado de su composición histórico-social; cuando se aspiraba a que el Estado fuera el cuerpo vivo y lleno de contenido que le daba efectividad a la ley a través de la interiorización ética de la ley moral. Como la suma de las voluntades trascendidas y sublimadas, a través de lo sagrado, en un nosotros pleno y entero. Como el rostro del tiempo hecho historia. 

Sin embargo, en el presente y en México... la sociedad civil se ha ganado un lugar propio. Un espacio vital. De resistencia. De apertura paradigmática. Nacida de la necesidad de enfrentarse a un poder totalitario que se había desgajado por completo de la comunidad. Ha picado piedra. Paso a paso. Se ha cuestionado a sí misma a la par que ha cuestionado el status quo. Ha forjado diálogos e instituciones. Ha tendido un puente entre el abstracto y vacío concepto de Estado y la concreción llena de sentido de las necesidades mismas de la comunidad. Con rostro. Con causas específicas. Diseminada en múltiples espacios y motivaciones. Encarnando un lugar en el mundo para personas y colectivos, con profundo compromiso. Ha impulsado los estándares en materia de derechos humanos para que la dignidad se haga costumbre. Abrió nuevas ventanas al mundo en un país que vivía ensimismado en su propio terruño. Ha dado voz a quienes no tienen un lugar digno en el mundo. Con tropiezos y excesos... también. Pero sumando a los equilibrios de poder, al espíritu crítico... a la apertura de los medios de comunicación: a la esperanza. Y lo que más la ha debilitado ha sido entretejerse con el poder desdibujando su identidad y sucumbiendo ante las mieles del estatus social. No por ello es un territorio al cual deba renunciar como parte de su definición propia. Más bien es la ocasión ideal para redefinir y resignificar la posibilidad de consolidar un Estado efectivo. Ya no basta la denuncia. Necesitamos hechos consumados en todos y cada uno de nuestros corazones. Es decir, vivir sin violencia. Y creo que este camino recorrido por muchos y muchas de nosotros, cada quien desde su trinchera, está colmado de enseñanzas y aprendizajes para seguir avanzando. Desdeñarla es despreciar el hecho de que lo único que le da sentido al Estado es una ciudadanía viva y entera, comprometida y solidaria. Empática. Constructiva. Participativa.

Por otra parte, cuando hablamos de Estado no podemos negar que su talón de Aquiles es la llevada y traída corrupción. Esa expresión vívida de una sobrevivencia sometida a condiciones extremas, de toda índole. La corrupción se corrige de adentro hacia afuera, la legalidad (está probado) no alcanza porque seguimos presos de una ley escrita: vacía de contenido efectivo. Con consenso damos pasos significativos, pero todavía breves, en aras de corregir este hecho: para dotar de efectividad a la legalidad. Y no es cierto que es la corrupción lo que nos ha llevado a tales niveles de inseguridad. Es completamente a la inversa... es la falta de certezas vitales (es la certeza del riesgo de jugarnos la vida en las calles, en el límite), o la necesidad de certezas sublimadas ante la frustración, lo que hace que el orden común pierda su sentido como un espacio solidario al abrigo del Estado. En donde la legalidad se cumpla por sí misma. Perseguirnos y estigmatizarnos unos a otros sólo incentiva más corrupción. Más vergüenza y desatino ante nuestros propios actos, tanto morales como éticos. Todos impotentes ante una realidad inasequible ante nuestro deseo de transformarnos.

En conclusión, la pregunta es: ¿cómo hacemos efectivo el estado de derecho democrático? Porque sin importar quién gobierne, estamos huérfanos. Todos por igual. El poder se ha vuelto inútil ante la dimensión y complejidad del problema. Polarizarnos es criminal... en este contexto. Hay que cambiar radicalmente el cristal con el cual hemos dialogado este objetivo común: de vivir en paz. De construir una vida digna. Por de pronto, es evidente que concentrar y centralizar el poder del Estado (con mayor ahínco: todos sus recursos y potestades) es un acto fallido. Quizás nos excedimos en el afán por minimizar y descentralizar sus funciones para hacer más operativos y certeros sus resultados. Lo cierto es que hubo una desmembración que lo fracturó desde sus cimientos. Pero, de nuevo, tratar de consolidar condiciones previas ya inexistentes sólo nos llevaría a repetir el fracaso de los esquemas totalitarios que se derrumbaron por una inercia propia y no por la mano invisible del mal... "neoliberal". El consenso sobre la responsabilidad social del Estado de bienestar, en algún momento cuestionado teóricamente y sin contexto, ya se ha restaurado. Dejaré de lado el tema sobre convertir este deseo en un propósito económico sostenido y sustentable, rentable. Porque es un tema inmenso en sí mismo y merece un espacio propio. Lo único que sí dejo aquí apuntado es que también está probado que si no producimos no tenemos qué ni cómo repartir, cuando de administrar la superación de las condiciones de precariedad se trata. Lo que me interesa aquí es el hecho de que necesitamos encontrar la forma de gobernar con dominio territorial para garantizar la seguridad. Constituirnos en un Estado lo suficientemente fuerte para ejecutar: gracias a su capacidad de operar de forma descentralizada, en sintonía con las necesidades específicas de cada localidad. Cuando diseñamos políticas públicas, lo más delicado es determinar el problema que queremos resolver, que no es lo mismo que el objetivo que aspiramos alcanzar. Establecer un mapeo meticuloso de causas y efectos con base en correlaciones múltiples y complejas. Observar con detenimiento las motivaciones e intereses en cuestión. Diagnosticar el status quo: como principio de realidad y punto de partida. Sin juicios de valor. De tal manera que se pueda llevar a cabo un curso de acciones para tal resolución, con lo cual el resultado esperado se cumpla. Mágicas tortugas, las invito a empezar a enlistar hipótesis que nos permitan dilucidar cuál es la falla que da sentido a la violencia en la que nos encontramos. A mirar juntos... fuera de los márgenes. Gracias.

Todo lo demás: es vil y vulgar entretenimiento mañanero... Seamos valientes sin perder la calma. Sostengamos nuestros principios y posturas sin necesidad de caer en provocaciones. No dejemos de alzar la voz de la indignación ante lo que nos conmueve... con acierto y suspicacia. Con humor y empatía. Con justicia y con verdad. Con perdón y solidaridad. Abiertos al diálogo razonado. Y no olvidemos, ante todo, que somos afines y que la división polarizada sólo merma nuestra posibilidad crítica de sembrar juntos soluciones comunes. Somos la historia misma y el amanecer nos espera ansioso de futuro renovado. Despertemos sin miedo y sin violencia. Para que mañana: los elles y los nosotres de nuestra vida seamos un solo corazón. ... Así sea.



Y tú... ¿sabes que todas las personas somos igualmente seres humanos? 




Infinito abrazo...
lleno de magia de tortuga.
Feliz martes.









jueves, 17 de junio de 2021

democracia...

 ... divino tesoro.



Hace ya un par de semanas celebré mis 48 años. Con mucho entusiasmo de sentir que vamos transitando hacia tiempos renovados tras un año largo, y más, un año de haber cambiado de manera significativa y trascendente el ritmo de nuestras vidas. Los pequeños hitos en el curso de nuestras historias personales, como celebrar nuestro cumpleaños, son un motivo, o quizás un pretexto, para recapitular y renovarnos. Sin necesidad de trastocar mucho nuestro lugar vital pero sí con un impacto en nuestro momento existencial. El abrazo de nuestros cariños y amores lo cambian todo, también. Brindar, cantar y bailar. Dar gracias. Y con alegría caminar. 

Estoy convencida de que crecer a lo largo de los años que vamos acumulando tiene su mayor significado en cuanto logramos conquistar un pedacito de nuestra libertad, paso a paso. Irnos despojando de ideas que nos dieron pauta, claridad, motivos y rumbo... para acrecentar nuestro pensamiento y descubrir nuevas luces. Y abrazar nuevas posibilidades de ser. Soñar con el amor. Dejarnos sorprender. 

Me ha tomado tiempo estar aquí, en este espacio cómplice lleno de magia de tortuga. Dejé correr las aguas electorales, el ánimo de anticipación y el logro de la tarea ciudadana cumplida. Porque son tiempos de tomarnos con calma el asimilar la suma de sentimientos que se acumulan ante lo que vivimos cada día a la par del acontecer nacional. Se condensan "siglos" en el tintero en esta faena de expectante. Y ¿por qué digo siglos?... porque la complejidad de nuestro momento histórico no es posible de observar sin el contexto ancestral que nos comulga. 

Las múltiples teorías y prácticas se entrelazan y se confunden entre sí... sin lograr asirse a la praxis. Sin rozar el logro de llevar a cabo verdaderos cambios. Así que haré un gran esfuerzo por compartir las ideas que me han acompañado los dos últimos meses. Dejando clara mi postura de que, así como hubo un tiempo en que gasté mis esfuerzos de análisis en darle cabida, sentido, pies y cabeza a lo que algún día vislumbré con esperanza (la ya sin significado alguno: 4t), hoy estoy totalmente en contra del proyecto de dogmatización, militarización y control absoluto de la voluntad ciudadana que emprende con más cinismo y vigor cada día el actual presidente en turno. Lo que salga bien de este sexenio, en beneficio del país, es sólo el trabajo para el cual fueron contratados. E incluso en este rubro siguen quedando a deber por mucho. Qué tristeza tan grande me invade todavía. La decepción es inconmensurable. Jugaron con nuestras emociones más profundas y nos engañaron viéndonos a la cara. Su crueldad frente a las necesidades más precarias del país es imperdonable. Ahora nos insultan porque descubrieron que no somos tontos. Que nuestros cerebros no fueron hechos para internalizar ningún otro mensaje que la voz que surge libre desde nuestro propio interior: sumando diferencias, con respeto. Y quizás lo que más les duele, a los ahora moralmente derrotados (incluso cuando ganaron grandes territorios), es que se niegan a comprender que su verdad no sólo no es la única verdad sino que ha sido ya derrocada por la realidad misma. Que no hay palabra soez capaz de confundir el entendimiento de las mayorías. Sin importar su estrato social y cultural. Que México no se puede dividir en dos. Que son las infinitas y complejas partes que lo componen lo que le da su verdadero sentido de nación. Que en 2018 no recibieron un cheque en blanco y que la esperanza sigue siendo nuestra, de la ciudadanía que es pueblo y del pueblo que se llena de significado en cada uno de las y los ciudadanos (sin estigma). La esperanza anida en cada uno de nuestros corazones... sin etiqueta alguna.

La democracia es un proceso en sí mismo que se encarna en cada uno de nosotros. Sólo como modelo se puede concebir como algo acabado. Sólo como idea significa un cúmulo de virtuosos deseos cosechados a lo largo de la historia. Sólo como organización social se enmarca dentro del entramado de preceptos, instituciones y normas que la componen y le dan forma. En cuanto concepto está vacía sin la vivencia misma de la experiencia que la nombra. No hay tal cosa en abstracto como la democracia en sí: sólo existen personas democráticas. Sólo existen condiciones de posibilidad para vivir democráticamente. La democracia se logra con la suma de voluntades, por sí mismas irreconciliables entre sí y en conflicto por subsistir unas frente a otras, que se enlazan a través del encuentro, la palabra, la conciliación, el pensamiento reflexivo, la conciencia de sí, el conocimiento de uno mismo y el reconocimiento del otro: dando forma a lo común... en un ir más allá de sí. Cada quien reflejando, a través del rostro de los otros, su propio rostro... en aras de una identidad tanto propia como colectiva. Siempre mutable. De forma progresiva o regresiva. En dialéctica constante. Sin violencia: el único eslabón que la sostiene. Sumando el deseo (y el placer) de construir un mundo posible en el que todos podamos vivir en paz. Como una tarea que se cosecha cada día. En la cual cada quien es el todo y la parte. Y cada quien ocupa un lugar tanto para su propia felicidad como para construir el patrimonio cultural. Y ¿por qué es tan preciada o al menos lo mejor que hemos podido alcanzar como forma de hacer política? Porque parte de la necesidad de reconocer que todos los seres humanos somos iguales y somos igualmente libres. A la vez que sólo sumando voluntades libres podemos administrar el poder para ocupar un lugar digno dentro de la comunidad. Es una forma de vivir que se basa en la responsabilidad que asumimos sobre nuestra vida y sobre el efecto de nuestros actos en todos nuestros entornos de convivencia social. Sin sumisión alguna. Con comprensión y sin persecución. 

A lo que quiero llegar es que el secreto de la democracia está dentro de nosotros, somos nosotros quienes, gracias a una toma de conciencia acerca de la vida libre, somos capaces de darle contenido a toda expresión democrática. Y las fallas dentro de ella, son las fallas que habitan nuestro fuero interno; de diversas formas y en distintas proporciones. El verdadero reto de toda democracia efectiva se compone de dos partes: el miedo y la enajenación. El miedo a traspasar nuestros propios límites y convertirnos en alguien más de quien solíamos ser. La enajenación en valores, dogmas, personas y símbolos que atesoramos desde nuestras emociones, que nos brindan la ilusión de pertenencia colectiva para evadirnos de nuestro solitario existencial a la vez que nos someten. El miedo sostiene la enajenación y la enajenación cultiva el miedo. La apertura hacia la libertad es un acto que nace en el corazón que se atreve a amar con los ojos cerrados. Un corazón dispuesto a descifrarse y cifrarse cuantas veces sea preciso para hacer de su vida una experiencia plena y de efectiva realización. La educación tiene en su seno el objeto de enseñarnos a transitar por todas nuestras enajenaciones, sin miedo, hasta volvernos dueños de nuestra voluntad.

Por eso el proceso democrático es tan infinitamente complejo. Porque involucra múltiples identidades en continuo crecimiento. Distintos momentos en la toma de conciencia que cada quien atraviesa. Sin dejar de mencionar los disímiles temperamentos y personalidades en proceso de maduración incesante. De ahí que pretender que se trate de una partida de dos, entre "buenos" y "malos", no nos lleva muy lejos. Y es todo lo contrario al espíritu mismo de la democracia. Son los matices los que suman. Y en su esplendor: el reconocimiento del bien común como la toma de conciencia de las necesidades del otro como propias. Sin arbitrariedades. Cuyo fruto es la justicia hecha realidad. 

Vamos caminando, poco a poco, descubriendo nuevos horizontes a la vez que, a veces, olvidamos mirar en balance y retrospectiva la huella que nos antecede. El pasado hecho está y es sólo un referente en nuestra memoria. El presente es lo que está a nuestro alcance y desde donde tiene sentido la posibilidad de imaginar un futuro posible que rompa con nuestros propios esquemas para lograr construir una mejor forma de comprender la vida y vivirnos a nosotros mismos. Unidos somos más fuertes. Precisamente porque para unirnos debemos renunciar al pasado que nos somete y trascendernos como individuos para saber que, a pesar de ser diferentes (o precisamente por ello), somos más felices compartiendo aquello en lo cual estamos de acuerdo. Regalando un pedacito de nuestra identidad para sumar al todo de una identidad en la que quepamos todos. Una identidad que existe precisamente gracias a todas las partes que la componen. Sin menoscabo de nuestra humanidad y con base en nuestra dignidad humana.

¡Ojalá algún día cese la violencia que domina nuestro territorio nacional y encontremos la vía para dejar de temer por nuestras propias vidas! Ese día en que en medio de nuestras diferencias, de todo orden, nos abracemos al unísono en un mismo pedacito de sentido común. Aunque fuera sólo por un instante. Un momento en el cual nadie ejerza control sobre otra persona y todos asuman el control de sí mismos. Así como la pandemia, por un instante, nos hizo latir en un mismo tiempo. Recordándonos cuán iguales y valiosas somos todas las personas.


Y tú... ¿vives democráticamente?



Abrazo infinito
lleno de magia
democrática de tortuga.
Y que unidos todos...
el amor venza.








miércoles, 28 de abril de 2021

calor...

...para sonreír.



Se antoja una lluvia liberadora que se lleve consigo la sequía de estos días de intenso y brillante sol. Una brisa refrescante en esta primavera que parece un verano en medio del desierto. La luz deslumbra tras las ventanas. Y el calor consume nuestra energía a la vez que nos nutre de razones renovadas para estar en continua actividad. Si bien es por momentos sofocante, en realidad el furor de tales temperaturas es una caricia mientras se desenvuelven las labores del día, una a una con placer y sin cesar. Lo cotidiano también se llena de luminosidad... limpiar nuestro hogar, alimentarnos, hacernos de nuestros víveres, cuidar de sí y de quienes están a nuestro cargo, cocinar, escribir, leer, trabajar, hacer ejercicio, meditar, escuchar opiniones sobre nuestros temas de interés, compartir a la distancia o con quienes están cerca, seguir el ritmo latente de la infinita diversidad de narrativas a nuestro alcance, entre películas, series, libros, noticias que dan seguimiento al acontecer social, nacional, internacional, político y ahora, con tanto énfasis, sanitario. Todo conjugado bajo el ritmo preciso de un reloj totalmente armónico. A veces con interrupciones pero sin perder su secuencia en unidad. Son todas las metas que cumplimos cada noche y que nos prometemos cada día al despertar. Sentir, pensar y amar al unísono, cada quien desde nuestro silencio y nuestro corazón. En total reconciliación, tranquilidad y felicidad. Siempre a la par de la música que nos hace sentir acompañados por la vida misma. Y claro... no puede faltar una buena telenovela (brasileña, por supuesto) para invitar a nuestra vida un desdoblamiento mágico de emociones que seríamos incapaces de experimentar por nosotros mismos. Como una forma de relato sincrónico que le da pausa y pauta a nuestras vidas. Todo esto mientras vemos pasar el tiempo ante nosotros... 

...Un tiempo casi perdido pero recuperado de formas más gratificantes de lo que habríamos llegado a imaginar. Sí, hace ya más de un año que el curso de los acontecimientos, como lo conocíamos: se interrumpió. Pero la vida no se interrumpió y ahora van llegando los frutos de tal cosecha universal por cuidarnos unos a otros y sobrevivir. Todavía queda camino por andar... pero ya tenemos todo lo que necesitamos para las nuevas travesías por llegar. Es un tiempo para comenzar a terminar todo aquello que parecía haber quedado inconcluso. ¡Qué gran prueba de paciencia hemos atravesado queridas tortugas! ¡Cuánto dolor y pérdidas hemos sufrido o acompañado! ¡Cuánto precaución y precariedad tuvimos que enfrentar! Y sí, hay lugares en donde la pesadilla no concluye. La vacuna llega lentamente pero empieza a ser una realidad más consistente. Yo doy gracias a Dios y a la vida porque mis seres queridos han sobrevivido sin secuelas el haber enfermado y por quienes no nos hemos enfermado aún. Y me sumo cada día a la tristeza de quienes han tenido menos fortuna. Sin bajar la guardia, todavía. Se quedaron tantas cosas en el camino, planes, encuentros y viajes. ¡Se interrumpieron tantos abrazos! Tantas letras en el tintero que como pequeñas migajas recojo cada día. Con el afán de dar forma a un texto que relate el espíritu más profundo de lo que han sido los últimos años de mi vida. Y darle sentido a lo que a veces parece incomprensible. Llena de mí. Libre al fin. 

Es entre las sombras que nace la más bella luz. Y el sol, en estas épocas, nos recuerda cada día que el tiempo de la recompensa ha llegado. En medio del agotamiento. Pues no ha sido un viaje fácil el que hemos recorrido hasta aquí. Pero de esos cansancios satisfactorios... los que anuncian tareas cumplidas. Es tan grato no dejarnos vencer. Conservar la ecuanimidad. Abrazarnos a nosotros mismos a través de lo que somos capaces de brindarnos y brindar a otros. Con gratitud. Nunca tuvo tanto sentido hablar de optimismo. Más allá del exhorto banal a cierta disposición del ánimo positivo. Ser optimista en estas épocas es más que un desafío o una forma de alentarnos unos a otros... es una forma profunda y radical de fortalecer nuestra alma y acompañarnos desde nuestros corazones. La fe también se trastocó. Trascendió el refugio de lo incomprensible e inalcanzable para convertirse en verdadero bálsamo de certeza vital. A creyentes y no creyentes es, a final de cuentas, la fuerza de la fe lo que logra sostenernos cuando todo se vuelve impredecible. Porque creer en uno mismo y sostenerse a uno mismo en medio de la vulnerabilidad es siempre un acto de fe. Y falta tiempo todavía para dimensionar las secuelas de esta experiencia en cada una de nuestras vidas y como comunidad. Yo sólo espero y confío en que todo sea para bien. Que cada uno en este camino recorrido haya descubierto cuál es ese grano de arena, que rebosa en su mano, capaz de regalar bien y felicidad al mundo, desde nuestras humildes guaridas. Creo que tomó un gran valor para todos trascendernos de alguna forma. La empatía. La comprensión y el respeto. Vivimos en un mundo en el cual hay mucho fuera de nuestro alcancen, para quienes no estamos en posición de tomar decisiones que ayuden a encaminar las soluciones vitales que tanto apremian en nuestros imaginarios sociales, pero creo que hemos descubierto que teníamos a nuestro alcance mucho más de lo que sabíamos. Ahora que tuvimos que descifrar dentro nuestro la riqueza de nuestra alma y libertad, aun en el encierro. Voltear hacia dentro y mirarnos de otro modo nos ha hecho valorar tantas cosas que tal vez dábamos por sentadas. Apostar por la cooperación al imaginarnos igualmente indefensos o, precisamente, por asumirnos unos más indefensos que otros. Y admirar cómo el ser humano al salir del shock y trauma que despierta una situación en nuestras vidas, se vuelve cada día más fuerte. A mí me inspiran mis cariños, amigos, familias. Ver cómo no han cejado en su esfuerzo por construir su vida, tomar control sobre su entorno, salir adelante en sus tareas. Animarse en su situación, llenarse de valor, seguir avanzando, enteros y firmes en sí mismos. Cómo no han transigido en su optimismo. Optimismo que contagia esperanza. El tiempo se detuvo pero el mundo siguió girando. Y esto es algo de lo que todos deberíamos sentirnos orgullosos. Falta todavía un gran trecho. Pero, insisto, creo que los pasos más difíciles han sido concluidos. ¡Bravo por todas y todos nosotros!

Se avecinan otro tipo de batallas... y con esto me refiero al caso específico de México... a casi un mes de las elecciones, mucho está por verse. Grandes decisiones están ahora en nuestras manos para elegir el rumbo de nuestra vida política, por muy acotada que sea ésta en el marco de lo que logra realmente incidir en los problemas que nos aquejan, por más acotada incluso que sea nuestra voluntad a través de nuestro voto. Aun así, creo que no debemos inhibirnos ante tales acotamientos. Nuestro voto cuenta. Y más para quienes nos sentimos decepcionados e insatisfechos con la forma en que se han desenvuelto los acontecimientos tras el 2018. Pero sobre esto platicaremos mañana con más calma. Hoy sólo quise compartir mi buen ánimo porque aunque a veces las reflexiones de esta tortuga son menos "alegres" o más "críticas" del carácter humano... yo sigo siendo una enamorada de la posibilidad de despertar en cada uno de nosotros la luz que nos hace crecer, amar y sonreír.


Y tú... ¿cómo festejas y compartes tus logros de pandemia?



Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.
Gracias queridas tortugas...
por acompañar estas letras y
llenar con su ejemplo mi corazón.
Amén.





lunes, 26 de abril de 2021

respeto...

 ...cotidiano.



El día a día es un espacio tan pero tan propio que ninguna persona puede aspirar a dominar el curso de nuestros minutos. Convirtiéndose en espías indeseables de nuestra intimidad. Bajo ningún pretexto. Sin excusas. Pero lo que ocurre con la vocación que las almas débiles tienen hacia el control sobre los otros seres humanos es que devoran la confianza y fingen para atrapar a su presa. Con mieles y con dulces que se transforman en profundas amarguras. El instinto del dominio es de lo más salvaje que nos habita. No resistirse a humanizarlo y negarse a renunciar a él es una forma de barbarie. Quizás sutil. Pero barbarie al fin.

La persecución es una forma precaria y vil de relacionarnos entre seres humanos. La mentira de la mano del engaño que sojuzga, y nos manipula con fines ajenos a nuestra propia voluntad, es una gran falta de respeto a nuestra mínima inteligencia, es violencia y agresión. Agresión pasiva. Lo que ocurre es que hay personas que no han llegado a comprender que fuera de sí mismos existe un universo entero. Que el mundo existe más allá de las fronteras de su mente. Personas que viven con la ensoñación de que siempre tienen la razón y nunca se equivocan. Que necesitan la ilusión de la autoperfección para amarse a sí mismas. Personas incapaces de pedir perdón. De aceptar sus propios errores. Carentes de humildad y escucha. Personas incapaces de renunciar a sus propios caprichos y necesidades neuróticas para existir. Quienes siempre están mirando hacia fuera para no escudriñar dentro de sí aquello que señalan con superioridad desde su pedestal. Y a quienes no les importa cuánto daño dejan a su paso. Cuánto lastiman la verdad, la justicia y el modo correcto de respetar a otro ser humano.

Los seres humanos no nacemos para hacer felices con caprichos a otros seres humanos. Para ser apéndices ni costillas. Ni objetos de decoración colgados en la pared. Las personas tenemos voluntad. Libertad. Derechos y dignidad. Y parece obvio. Pero quizás éste es uno de los retos más grandes en toda relación humana. Del tipo que sea. Muy probablemente es en este reto inconcluso en el cual se finca la violencia. La frustración y la impotencia ante lo inevitable cuando alguien toma por la fuerza un pedazo de nosotros, sin nuestro consentimiento. Cuando alguien toma decisiones sobre nuestra vida sin informarnos ni consultarnos. Cuando alguien cree saber mejor que nosotros mismos quiénes somos, cómo estamos y qué necesitamos. De la mano de algún tipo de juicio aniquilante sobre nuestra personalidad para así... invalidarnos. Quienes usan nuestras propias palabras para debilitarnos, eligiendo interpretar y poner en relevancia sin contexto lo que les conviene para sentirse fuertes y poderosos.

Estos son espacios muy carentes para el diálogo sincero y profundo. Son monólogos infinitos los que interpretan tales personajes con el único fin de satisfacerse a sí mismos. Dejando tras de sí devastación y agotamiento. Son quienes mueven los hilos para decidir quién se amiga o enemista con quién, con base en su propio beneficio. Con base en su propia necesidad de tener el control sobre todo lo que posee. Creyendo que las personas también se poseen. Son tiranos e incluso velados torturadores emocionales. Son quienes renuncian a amar. Porque es más fácil poseer.

Todos tenemos un poco de cada una de estas semillas dentro nuestro. La diferencia es que sólo algunos elegimos renunciar a la capacidad que podemos tener de dañar a otro ser humano. Hay quienes preferimos el respeto. El silencio pacífico. La reconciliación. El perdón. El olvido. La regeneración diaria de nuestro carácter. La comprensión. La justicia. El dominio de sí y el reconocimiento del libre desenvolvimiento de los seres humanos que nos acompañan. Sin abusos. Sin condescendencias. De frente. Con talante. Con verdad y honestidad. Con mesura. Con respeto. Sin cinismo y sin burla alguna.


Y tú... ¿sabes que no tienes derecho de controlar a otro ser humano?




Feliz luna llena...
mágicas tortugas.
Fuerte abrazo!!