jueves, 24 de diciembre de 2020

noche de amor...

 ... y paz.



Y ya se escuchan las campanas a lo lejos. Amanecen los preparativos. Llegará la cena. Y al llegar la media noche... la navidad.

Este es un día para ocuparnos los unos de los otros. Y uno de esos símbolos es la cocina. A través del trabajo del alimento para el festejo compartido. Y no se trata más que del amor que depositemos en cada uno de los ingredientes. Tradiciones y sabores que nos recuerdan nuestra pertenencia. El anhelo de regalarnos el uno al otro deliciosos manjares. Así, alzar nuestras copas y brindar por el nacimiento de lo divino en cada uno de nuestros corazones. Remembrando el nacimiento del niño en quien Dios se hizo hombre. Para regalarnos su mensaje de amor, perdón, paz y reconciliación. Amén.

Recordar que el sino de nuestra humanidad es amar. Crecer conociéndonos a nosotros mismos con honestidad. Ser creativos. La inspiración y la ensoñación. Entregarnos con el corazón los unos a los otros. Hablar con verdad y vivir sin cobardías. Con humildad y con dignidad. Ser capaces de comprometernos con nuestro hacer en el mundo. Saber que somos capaces de los actos más sublimes y generosos. Que siempre somos más fuertes de lo que imaginamos y que Dios nunca suelta nuestra mano para llevarnos a través de la luz de su sendero feliz.

La llegada de nuestro Salvador es la forma en que se despierta en nuestras almas el sentido profundo de la vida y de la verdad. Así como nace el sol.


Y tú... ¿cómo celebras las bondades del nacer?


¡FELIZ NATIVIDAD!











sábado, 19 de diciembre de 2020

40 años...

 ...



ALAÍDE

Mi abuela fuiste.
Hoy... amiga.
Sustento de empatía
en la distancia.
Compañera eterna
en la ausencia.
Viento de añoranza.

Sin llegar a madurar
nos arrebataron las horas:
esos instantes de la confidencia
el placer de pensar
la entrañable palabra
el gozo de ser.

Me interrogo
sobre ti
sobre nosotras 
y en mi corazón 
lates tú.
Con fuerza.

Nuestros rostros
comulgan nuestras almas
ahí en donde nuestra
sangre es una misma huella.
El legado de tu nombre
ilumina el sendero
de mi sentir el mundo.

Gracias.


Y tú... ¿cómo habitas lo perdido?


Abrazo inmenso.

martes, 15 de diciembre de 2020

el último esfuerzo...

 ... del año.




Y se siente algo extraño llegar a la época navideña en medio de todo lo que ha sido este año. Con la esperanza de brindar por un 2021 lleno de todo lo que guardamos en nuestro confinamiento 2020. Es un tiempo para poner todo en su lugar. Y disfrutar nuestro entorno más íntimo, a la vez que tejemos nuevos sueños de vida.

La intimidad, compartida o no, en familia, en abrazo con cariños entrañables... se nutre ahora de todo un nuevo significado. Por no mencionar el carácter virtual que ella ahora conjuga. Mirar hacia adentro fue el designio que nos impuso una época no imaginada.

Entramos a una fase de cuidados extremos. Será un mes intenso en exigencias para no caer en el gozo de liberarnos de restricciones sanitarias y de ser congruentes con lo que nos ha obligado a limitar nuestros espacios en el nido de nuestros hogares. Ahora totalmente renovados. 

Compartir adquirió un nuevo significado y el mejor regalo para estas navidades: el estar sanos. El dar gracias por las bendiciones que son parte de nuestra cotidianidad. Brindarnos de un modo más amoroso. Estar presentes: con el corazón. Sumar también esfuerzos para ayudar a quienes más lo necesitan. Hacer votos para que todos tengamos un motivo para celebrar la vida. La llegada de la natividad y la apertura de un nuevo ciclo vital al unísono con el ciclo solar.

Faltan todavía etapas en este proceso de cura colectiva. La vacunación parece será la encomienda traída por los Reyes Magos. Y cuando menos nos percatemos ya será febrero... mes del florecimiento del amor por excelencia.

Así que tengamos paciencia. Conservemos la calma. Tomemos precauciones y conjuguemos todos nuestros anhelos y deseos en un abrazo humanitario.

Se antoja este tiempo para diseñar nuevos planes... dibujar el futuro bajo un claro haz de luz. Un tiempo de paz.


Y tú... ¿cómo recibes esta navidad?


Feliz martes...
mágicas tortugas.




jueves, 26 de noviembre de 2020

la doncella... el populismo

 ... y el síndrome de Estocolmo.



Tenemos un presidente que bien pide respeto y exige disculpas (que le den "su lugar"), cual doncella medieval... y bien somete con despotismo a sus seguidores y colaboradores, quienes cegados por el síndrome de Estocolmo se sienten obligados a justificar todos y cada uno de sus actos y palabras, aun si éstos son atroces o deshumanizados, incluso si miente. Mienten juntos bajo el criterio de que el bien mayor justifica los males en sus actuares. Bajo el encantamiento de la obsesión patriarcal por hacer girar el sentido del mundo a la voluntad de un solo hombre. 

Morena es un partido que se muestra cada día más lleno de rabia. No fue suficiente ganar como lo hicieron en 2018 para reconciliar su existencia con la realidad. Alimentado por años por la furia de una ideología rezagada. Rancia por su falta de eficacia para garantizar una vida más digna para el ser humano: un orden común verdaderamente justo. Entre otras razones, porque se basa en el dominio, la conquista, la sumisión y la falta de libertades ciudadanas. Es una ideología que grita contra un imperialismo imaginario para imponer un "nuevo" imperialismo nada imaginario. 

La izquierda, en especial las causas radicales "revolucionarias" con aspiraciones socialistas y comunistas (lo que sea que hoy representen estos conceptos) ha sido rebasada por el desarrollo propio de la condición humana y parece que quienes se aferran a ideas (de suyo bellas), sin cuestionarlas, son los únicos que no se han enterado. Así como el libre mercado se basó con equívoco en una racionalidad ya caduca... de ahí algunas de las fallas que con un poco de criterio e imaginación se pueden corregir, para hacer funcionar mejor lo que por ahora es vigente. Es tiempo de mirar hacia adelante... no hacia atrás. El pasado sólo engendra dolor sin reconciliar. Es el presente el espacio en el cual podemos hacer de nuestras tragedias destino: ser libres. Y darnos permiso para construir un futuro feliz.

La aberración que vivimos en México no se puede comprender ni histórica ni conceptualmente. Porque la forma en que están torciendo la realidad... la verdad. La forma en que están malinterpretando la comprensión de lo que son las cosas en su desarrollo real. Redunda en una visión sin otro parámetro que el rencor. La revancha. Cada día estoy más convencida que después del horror mental al que nos está sometiendo el actual gobierno, o nos volvemos todos locos o nos volvemos todos sabios. Están jugando con lo más sagrado del ser humano: su capacidad autónoma de pensar por sí mismo. A la vez que compran voluntades con dinero, mientras afirman que se necesitan otros valores que el dinero por sí mismo. Compran la miseria, sin aspirar a solucionarla. Viven de la compasión por un prójimo y un pobre, en abstracto... sin lo cual no podrían consolidar discurso alguno. Por eso, todo lo que sepa a alma libre les hace sentirse incómodos, atacados. Como si todo girara en torno a ellos. Siempre con la espada desenvainada, como si viviéramos en los albores de la civilización. Son incapaces de entender lo que vivimos (o necesitamos) frente a un momento histórico que ha mutado en todas las variables bajo las cuales podíamos analizar la realidad del siglo pasado, de hace dos o tres siglos atrás. Vivimos un presente que, si bien se traza a lo largo de la historia, se finca dadas las condiciones de realidad actuales.

Pero no, estos personajes que ahora acaparan la esfera pública son incapaces de verse a sí mismos a través de la historia con base en lo que hoy podemos decir de nosotros mismos: como humanidad. Es así que necesitan reinventar todos los relatos para que la realidad se adapte a sus voluntades. Entonces la sumisión y la agresión se manifiestan como una forma de populismo... mejor dicho: como la forma de todos los populismos. Pero éste es un concepto que no me gusta. Está demasiado desgajado por filias y fobias. Y de poco nos sirve para avanzar como un conjunto de voluntades orientado a un fin común: la mejor sobrevivencia y convivencia humana. 

La sobrevivencia hoy es mucho más que algo básico o elemental. Como tal vez lo fue en la época de las cavernas. Tenemos hoy evidencia de la complejidad de la vida humana así como de las limitaciones de nuestra relación con la naturaleza, con el ambiente. Y tenemos muchos recursos a nuestro alcance, tanto teóricos como prácticos. Es un tiempo de renovación. Esta pandemia nos está llamando a abrir nuevos caminos. A ampliar nuestro horizonte: aprender a pensar más allá de las fronteras que limitaban nuestros paradigmas.

Romper las ataduras y liberarnos de cualquier sumisión conceptual que implique justificar los abusos que nos subyugan. Comprender que no. No hace falta subsumirse a otra voluntad para llevar a cabo propósito alguno. Que la vida vale más que eso. Y que ser libres es poder ser capaces de aceptarnos como somos y sabernos capaces. El mundo de las ideas ha llenado de falsas verdades nuestros imaginarios sociales y conceptuales. Es tiempo de comprender que es la realidad la que debe dar forma al mundo de las ideas.

Hoy es un día para dar gracias. Gracias a Dios. Gracias a la vida. Gracias al amor. Gracias por las bendiciones que nos colman. Gracias por las dificultades que nos hacen crecer. Gracias por estar. Por ser. Que nada apague nuestro corazón y ninguna quimera confunda la luz de nuestra razón. Porque todos merecemos ser igualmente felices. Todos merecemos igual solidaridad en momentos duros. Todos merecemos ser capaces de ser generosos sin otro propósito que dar. Y la solución está más cerca de lo que parece. Pero primero debemos enfrentar los sometimientos que nos encarcelan a tal grado que defendemos con apego la barbarie ante la cual nos asumimos como si fuera un destino trágico. La tragedia es un engaño. Es el engaño que nos contamos para no enfrentar el miedo de vivir y afrontar el dolor de crecer con base en la realidad. La política no puede ser más la sublimación de la frustración psicoanalítica ante el miedo a la libertad. La política debe convertirse en el espacio en el cual se conjugan las voluntades libres para construir un destino común. Sin simulacros. Sin sumisiones. Sin engaños.


Y tú... ¿ya te libraste de ti?


Gracias!
Feliz día de acción de gracias...
lleno de magia de tortuga.





domingo, 1 de noviembre de 2020

recuerdos...

 ... memorables.



En días como hoy llegan a nuestro corazón las caricias y los abrazos de nuestros seres ausentes. Nos dejamos estremecer por la carencia. Nos damos permiso de extrañar a nuestras presencias del alma. Quienes ya no están. El misterio de la muerte nos obliga a sólo sentir. Sabernos pequeños y limitados ante la inmensidad del universo. A sentirnos afortunados por estar. A valorar lo que queda por delante. En honor a nuestros muertos. Brindar.

La luna nos regala su luz y la calma del encierro prolongado nos comulga en el duelo común. Un poco de descanso. Y profundo silencio. Por un instante, la vorágine se detiene. Para reconciliarnos como seres humanos. El viento sopla con fuerza. Y el bosque se tiñe de sol.

No hay palabras que expresen lo que está significando para cada uno de nosotros los largos meses recientes y todo el camino que todavía queda por recorrer. Parece que nos acostumbramos... sin distinguir: en quiénes nos vamos convirtiendo con el paso del tiempo. El espacio fluye a través del ciberespacio. Las noticias nos consumen de incertidumbre. Cada quien busca el modo de vivir un día a la vez. Todos nos vamos habituando a no pensar en el mañana. A no hacer muchos planes. Nos habita la interrogante sobre nuestra salud y la de nuestros seres afines y queridos.

Nos levantamos cada mañana con buen ánimo y hallamos fuerza en donde no sabíamos que existía. Pretendemos, por instantes, que nada ocurre. Para mantener el ánimo. Nos distraemos de muchas formas. Trabajamos. Dolemos el desamparo de una época que necesita nuevas formas de redefinirse a sí misma. Y casi a ciegas: caminamos hacia adelante.

Añoramos lo que fue y lo que no llegó a ser. Y son las manos amigas las que nos sostienen. Con más fuerza que antes. 

Hoy es un día para respirar profundamente y dejar todo lo demás volar.


Y tú... ¿a quiénes recuerdas?


Fuerte abrazo...
lleno de magia
de tortuga.






viernes, 16 de octubre de 2020

disonancias...

...graves.



Basta escuchar las aspiraciones seudo "teóricas" filosóficas de nuestro técnico y "científico" en el campo de la salud a cargo de la atención de la pandemia, para comprender el modelo de ideologización al que nos quiere someter el gobierno federal. Es indignante que explique con tanta vehemencia lo que ellos piensan del pensamiento totalitario y de la necesidad de que todos nos sujetemos y nos sometamos a una misma verdad "cognoscitiva". Es un verdadero insulto. No sólo no sabe hacer su trabajo sino, además, cree que es responsable de dogmatizarnos (e ideologizarnos) como si no fuéramos capaces de razonar por nosotros mismos (como si no tuviésemos derecho a tener nuestros propios principios ideológicos). A este sexenio le ofende la libertad de un modo indignante para quienes votamos y les dimos nuestra confianza para que realmente construyeran algo mejor de lo que teníamos. A partir de lo que ya somos. Con respeto.

Cada día es más sorprendente el instinto colonizador y conquistador de lo que fuera el deseo de una cuarta transformación pero que ha devenido en una gestión administrativa de cuarta. Esto tiene que parar. No podemos vivir con miedo de pensar diferente. Perseguidos, cada mañana, por ser críticos. Qué no tienen suficiente trabajo con los problemas reales que afrontamos. Qué no tienen otra aspiración que llenar urnas a cualquier precio... a cualquier costo.

Llegaron con la bandera de la esperanza y ahora son el terror del Estado. Llegaron con las armas afiladas para destruir todo lo que existe y entronarse como los únicos poseedores de la verdad, del bien y de la "justicia". Al estilo de la conquista española. Sepultan instituciones para levantar en su lugar quimeras y símbolos de todo lo que quieren obligarnos a ser y pensar. Quieren decidir sobre nuestro modo de vida y se sienten impunes para insultarnos y denigrarnos por el sólo hecho de existir. De ser libres. No dialogan. Viven a la defensiva. Operan bajo los criterios de una lógica de guerra. Y todos somos sus enemigos. Sólo el auto-sometimiento, la enajenación a ultranza, la lealtad ciega y nuevas formas de esclavismo servil... se consideran prácticas ciudadanas válidas. Dividen a la sociedad. Para empoderarse ante el odio. Vivimos uno de los momentos más vergonzosos de nuestra democracia.

Construimos un momento histórico como país hace dos años y  hoy nos arrebatan todas las certezas que nos trajeron hasta aquí. Bajo el lema: nosotros somos los buenos... porque sabemos mejor que todos lo que está bien para todos. Y quienes no se agachen son malos, son adversarios, deben ser exterminados. ¡Es patético! Porque, en la realidad, el compromiso que hicieron no lo han podido cumplir. En especial en cuanto a la justicia social. No tienen una estrategia de desarrollo sostenible para que en México se erradique la pobreza y la desigualdad extrema, de una vez y para siempre.  Por el contrario, parece que quieren invertir en que seamos todos más pobres y quedemos más desamparados ante nuestra capacidad de elegir políticamente a nuestros representantes. No somos más que objetos al servicio de sus ambiciones electorales y de dominio por los recursos, el poder y el monopolio de la fuerza. Para ejecutar sus caprichos en contra de la población. Sin mencionar lo poco que han avanzado en materia de seguridad. Sin mencionar el desastre de la política de salud. ¡Qué tristeza! Pero no nos van a vencer. Somos más quienes seguimos creyendo en la pluralidad, el diálogo, la democracia, la equidad, la libertad y la verdadera justicia social. En sumar y construir. Porque el gobierno actual tiene como único correlato "cognitivo" el pasado rancio y muerto, de todo lo que no puede llegar a repetirse: ni lo bueno ni lo malo. No tienen una sola visión de futuro posible. Viven atados al rencor y la venganza. Y que no los confundan: no hay causa lo suficientemente "buena" que justifique el horror. Y la militarización del país es tal horror: la cuna de los crímenes de lesa humanidad y el fracaso del estado de derecho. 

Pero bueno. Ya no vale la pena desgastarse en tanta decepción. Quien quiera razonar: adelante... vamos a ganar el 2021 (democráticamente). Quien quiera rezar de 7 a 9 de la mañana y de 5 a 8 de la noche: que alabe el sermón y disfrute el circo. En lo personal estoy en contra del lavado de cerebro. Soy filósofa. Lo que me hace feliz es pensar. Y me niego a vivir distraída de lo fundamental ante el abismo de caricaturas que nos exhiben cada día. 

Dejemos el pesimismo a un lado. Por un momento. Y mejor hablemos de amor. Ese lugar en el cual no hay fronteras y todo es posible. El encanto y la sorpresa de ser . El espacio en el que faltan palabras para expresar lo que nos conmueve. En el que sólo el adorno de la poesía cabe para deleitarnos ante las virtudes del objeto de nuestro deseo. Enamorarnos. Apasionarnos. Disfrutar la belleza y la presencia ante todo lo que nos parece hermoso. Cuando nos sentimos ante la perfección. No porque tal existe... simplemente porque a través de sus ojos todo parece correcto. Como dos caras de una misma moneda. Sin dudas. Sin titubeos. Con alegre felicidad llena de esperanza y futuro. Y es así... como todos merecemos amar y ser amados. Y es que en tiempos de pandemia, no debemos postergar lo urgente. Porque si algo hemos aprendido en estos meses es que el mañana es un regalo mucho más grande de lo que habíamos imaginado. Ante la incertidumbre no podemos postergar la verdad... al menos para sentir dentro nuestro un poco de paz. Con valentía. Con honestidad. En tiempos como estos aprendemos a valorar lo que de verdad importa y a aventurarnos a comprender que cuando se trata de trazar el camino de nuestras vidas... todo es posible. Basta el corazón y la buena voluntad. La generosidad y la claridad. El anhelo del encuentro. La entrega y el compromiso. Y la magia de dejarnos tomar por sorpresa por la vida misma.


Y tú... ¿abrazas la concordancia?


Feliz viernes!
Inmenso abrazo...
lleno de magia de tortuga.











 

 

jueves, 17 de septiembre de 2020

el cambio...

... de lo imperceptible. 



No encuentro la ocasión para compartir todo lo que me habita en estos días que vivimos sin poder reunirnos. Es un estar en un tiempo detenido que regresa a sí, una y otra vez. A la vez que no cesa su ritmo vertiginoso. El amor renace en los rincones de la distancia como un camino hacia el reencuentro con nosotros mismos. La espiritualidad toca a nuestra puerta de formas inimaginadas. Se diluyen las diferencias en torno a causas más comunes. Las resistencias a entregarnos a este nuevo proceso de vida también remueven dolores escondidos. Pero para crecer. Limitarnos. Y expandirnos al mismo tiempo. Decir no, ahí en donde hay violencia. Abrazar el sí, ahí en donde hay respeto. Hay historias que no cambian. Pero hay otras que se abren hacia horizontes y desafíos insospechados. Y así... la realidad cambia casi sin notarlo.

Cada quien descubre nuevas interrogantes. Y esa es la magia de la humanidad. Ser cada quien un alma colmada de sí. Compartir estas dudas y certezas que nos conmueven es lo que nos une con fuerza. 

El acontecer no está ajeno del horror, lamentablemente. Vemos cómo la política se desmorona ante un gobierno que, ensimismado, nos desdeña. Girar de rumbo y tomar postura se vuelve imprescindible. No podemos guardar silencio ni ser omisos. No debemos renunciar a nuestra libertad de ser. 

Son tiempos de esperanza renovada. También de profundo agotamiento. Y juntos, sumando fuerzas y buen ánimo, nos acompañamos. Haciendo la carga más ligera. Y el descanso más feliz. Juntos... podemos y queremos desdibujar un futuro en donde la alegría nos colme de sonrisas. Y risas.

En días como los que se acercan, de nuevas definiciones electorales, México merece más. Unamos voces y visiones. Paremos el atraco de nuestras instituciones. Tracemos alternativas de política pública con enfoque de derechos humanos que abran las puertas a la posibilidad de hacer de nuestro país un espacio más justo en todos los sentidos. Defendamos nuestra democracia que tan lejos nos ha traído. Y tanto nos ha costado. No permitamos que nadie se crea dueño de nuestra voluntad. El 2018 no fue un cheque en blanco. Y nos quedan a deber cada mañana. Por eso, hagamos un alto, respiremos profundo y construyamos una estrategia común entre quienes estamos convencidos de que el camino que tomó este gobierno y sus mayorías no fue el de construir. Construyamos lazos al margen de nuestras vanidades. Seamos la solución. Sin odios, resistencias, prejuicios ni revanchismos. 

Somos libres de elegir nuestro destino político, de repensar y reconsiderar nuestras opciones. De participar del modo que nos parezca oportuno y nos represente algún valor en nuestra trinchera propia. Libres de informarnos con base en distintas y diversas fuentes de comunicación. Capaces de cada uno discernir por cuenta propia la opinión que una u otra circunstancia o tema nos suscita. Sin necesidad de violentarnos ni discriminarnos entre pares, entre iguales, entre humanos...

En México somos muchos y todes merecemos ser parte del equilibrio del poder.


Y tú... ¿te sumas para equilibrar la balanza democrática? 


Feliz jueves...
colmado de ser.
Fuerte abrazo...
con esperanza y alegría.


Y un poco de inspiración para festejar a Benedetti:

Compañero...

No sé si son sus ojos
cuando distraídos
sin percatarse
me hablan desde su corazón.

No sé si son sus manos
cuando al hablar
sin cobardía
se estrechan con su voz.

No sé si son sus labios
cuando sonríe
sin gesto alguno
...

Sólo sé
que todo entero
ilumina el porvenir
al acariciar mi alma.
Gracias.






martes, 18 de agosto de 2020

ánimos...

 ...para recomenzar.



Ya casi llegamos al final de agosto. Han sido meses largos, intensos, pausados, llenos y vacíos a la vez. Cada quien tiene una experiencia propia de este aprendizaje. Y el impulso de la vida da cuenta de cómo el ser humano se ocupa de sí. Ocupa su tiempo. Colma sus espacios de actividades diversas. Mirando hacia el futuro. Previendo los tiempos por venir. Añorando la recuperación de sus territorios comunes. Abrazando el presente con fuerza. Sin perder el sentido de futuro. Me admira la capacidad de nuestro ser propio por seguir adelante. Por vivir. 


En medio de la adversidad nos hacemos fuertes. Y descubrimos virtudes que no sabíamos que poseíamos. A la vez, nos conmovemos con más sentimiento ante las tragedias globales que nos aquejan. Con gran impotencia e incertidumbre. Con la esperanza de que quienes están en posibilidad de tomar decisiones y hacer la diferencia para el futuro de nuestras sociedades hagan lo mejor por la vida comunitaria del planeta. Este es el mejor regalo que podríamos recibir. Ojalá así sea. Ojalá estos meses, y lo que todavía resta por venir en espera de poder retomar nuestro ritmo de actividades económicas y sociales, sean un ejemplo de lo grande que puede ser la humanidad cuando recordamos cuáles son las prioridades de la vida... de la vida ética.


Parece que nuestra comprensión de la vida está cambiando  de manera radical e irreversible. En fracturas de esta naturaleza, a veces, nos cuestionamos aspectos de nosotros mismos a los cuales no habíamos prestado la misma atención. O cambia el modo en que nos observamos. Los recuerdos cambian de tesitura. La nostalgia se convierte en un aliento reconciliado de vida lograda. Y el futuro se regala como una forma de volver a empezar. Cerca de lo que nos es propio. Una vez que todo lo que no nos corresponde esencialmente se evapora de nuestro lado. 


La amistad se vuelve más cierta y profunda o, simplemente, la distancia hace evidente la ausencia de lazos vigentes. Y estos aprendizajes también nos interrogan. Nos alientan a valorar a quienes amamos. A nutrir nuestras relaciones verdaderas. Como si pudiésemos estar más unidos. Escucharnos de otra manera. Con afecto y atención. Con respeto y solidaridad. Con humildad. Revalorando, así, nuestro lugar en el mundo y el sentido de nuestra propia razón de ser.


Son épocas un poco existenciales. Al menos para algunos de nosotros. Para quienes no poseemos muchas certezas. Y necesitamos confiar más en nosotros mismos. Por ejemplo, ser soltera, sin un empleo, sin hijos, vivir sola y lejos de mi familia cercana y presente, y no tan joven que se pueda decir... sin mucho más en el horizonte que la posibilidad de reinventarme en un momento en que no hay muchas opciones más que esperar, resguardarse, cuidarse, observar, escuchar, seguir los acontecimientos, compartir la dicha y los temores de quienes  forman parte de nuestra vida y se resguardan también en su propio espacio. Al llegar los tiempos que vivimos, se nos ofrecen también algunos regalos. La decisión de trazar un nuevo futuro. De elegir. Pero elegir es también dejar atrás. Dejar atrás una parte nuestra. Estar dispuestos a convertirnos en una nueva persona. Siendo quien somos. No es una tarea sencilla. Nace una nueva soledad. Llena de gratitud. Porque me considero un ser humano afortunado y una persona muy bendecida. La pregunta es: qué fincar con todo lo que hemos construido hasta ahora. Ahora que todo está cambiando. Y que los vientos siguen siendo poco favorables. 


El último año y medio ha sido un espacio de grandes retos en mi vida. Retos del alma... del ánimo... de salud. Y el problema con estos hitos de nuestra vida es que hay muchas experiencias incomunicables. Una parte de nosotros es tomada por el juicio que las demás personas tienen sobre quiénes somos. Y a veces tales impresiones no nos favorecen para desprendernos de todo lo que ha dejado de ser. Cuando se vive en soledad carecemos de un testigo de vida, más que nuestra propia vivencia, que refleje la bondad de nuestro ser y la capacidad de nuestros actos. Como si en el cotidiano todo se diluyera. Como si nada estuviese ocurriendo en la quietud de nuestros días. Lo cierto es que vivimos tan intensamente como todas las demás personas. Y a veces a nosotros también se nos olvida percibirlo. Pero es la fe lo que nos sostiene. El anhelo. Los sueños. Las metas y propósitos. La creatividad. La fuerza interior. La sonrisa. La capacidad de asombro. La paciencia generosa. El goce y el disfrute. 


Porque no podemos renunciar a nosotros mismos. En el camino siempre perdemos mucho. Perdemos cariños. Perdemos la confianza de personas en quienes confiamos. Perdemos parte de nuestro carácter. Perdemos amores. Perdemos oportunidades para haber tenido más suerte o haber hecho mejor las cosas. Pero cada pérdida trae consigo también un regalo: una enseñanza. Una lección de vida. Un duelo para reencontranos a nosotros mismos. Nuevas amistades y nuevos amores. La oportunidad de hacer lo inimaginado e imposible. El logro. La sorpresa. Y con el paso del tiempo, poco a poco, todo toma su valor, todo ocupa un lugar y tiene sentido. Como si fuéramos parte de un plan mágico de vida en el cual cada una de sus piezas son perfectas. En unidad. Con reconciliación. Con alegría. Por eso, cuando se trata de nuestra propia vida: el único juicio que vale es el nuestro. Sólo cada uno de nosotros conoce su propia valía. Y sólo quienes nos aman de verdad son capaces de mirar a través de ella sin detenerse en las sombras... De mirar a través de nuestra luz. Esas son las personas que debemos conservar en un abrazo de vida. Las que existen. Las que están presentes. Quienes nos invitan a ser parte de sus vidas sin escatimar en nada. Quienes se suman a nuestro corazón sin violencia alguna. Quienes nos valoran y a quienes valoramos. Con mutua admiración. Con respeto.


No porque haya buenas o malas personas. Ni por mezquino rencor o resentimiento pueril. No. Simplemente porque todos vivimos distintos procesos de vida, nos encontramos en distintas etapas de nuestro crecimiento y no siempre logramos coincidir. Hay afinidades más profundas que nos unen con quienes han sido llamados a ser parte de nuestro camino de vida. Y viceversa. Los encuentros a veces duran toda la vida. Otra veces no. Perseverar en nuestro bien... es perseverar en acompañar a quienes tienen algo que podamos compartir, con generosidad mutua. Y comprometernos con quienes gustan de nosotros. Quienes creen en nuestro corazón. Guardan con respeto nuestras confidencias. Sin juicio. Sin traición.


Son tiempos de solidaridad. Muchas personas, más allá de su circunstancia existencial, están sin empleo o cerca de perderlo. Hace falta poder brindarnos mucho apoyo. Escucharnos y tener en quien confiar. Estar dispuestos a acompañarnos. Sin juicio. Porque para quienes mantienen su empleo se vuelve, a veces, imperceptible el proceso psicosocial que se atraviesa ante la incertidumbre y la carencia para solventar el gasto de vida. Es importante escucharnos con el corazón y comprender que son circunstancias extraordinarias. Apoyar es también dar ánimo y esperanza. Recordarnos unos a otros que somos igualmente útiles y valiosos para la vida social, sin importar nuestra circunstancia económica. Comprender que la carencia de empleo no es un defecto. Es una realidad que rebasa la voluntad de la persona. Vivimos en un mundo con ciertas reglas y no hay suficientes alternativas para todos. Lo cual en estos tiempos se está recrudeciendo. En algunos casos es una situación temporal de excepción. Y de todos modos no tenemos garantías de cuándo terminará tal situación o si será algo definitivo, en otros casos. Y es triste ver que nuestras instituciones se quedan pequeñas para atender esta problemática urgente. Ojalá quienes poseen la riqueza económica del mundo despertaran ante la necesidad de comprender que es tiempo de comprometernos con la posibilidad de un mundo en el que haya empleo bien remunerado para todos y que, incluso, en momentos de excepción (como estos que vivimos) se pueda financiar la vida en aras de la salud de todos. Ojalá.



Y tú... ¿en quién confías?  


Fuerte abrazo...
lleno de magia
de tortuga.

Música para relajarnos. 




miércoles, 22 de julio de 2020

el sueño...

... de sentir.




Es tiempo de empezar a pensar en otras cosas. Seguir adelante, en medio de la quietud. Conservarnos. Recuperar un poco de aquello que somos, al margen de las fronteras que ahora nos separan.

Existe un espacio entre lo inacabado y el punto justo. El equilibrio entre lo acabado y la desmesura. El arte se define en ese momento en el cual una obra se da por terminada. La resolución de los proceso vitales que se expresan en el seno de la creatividad y la inspiración. El esfuerzo por lograr la forma de una idea. Y el interior de una corazonada que percibe que no hace falta una pincelada más. El abismo entre lo que se quiere hacer y lo que se puede llevar a cabo. La fantasía que transita entre la falacia y la verdad. El hervor que se conserva o el calor que se consume. El sabor que nos complace o la textura que nos desagrada. La voz que nos anima o el grito que nos ahuyenta. El abrazo que nos arropa o la caricia que nos violenta. El arte de la vida misma. La tensión entre comunicarnos sin agredirnos o violentarnos sin comprendernos. La distancia entre palabra y palabra. La espera de una nueva señal para saber qué decir. El escucharnos a nosotros mismos, con honestidad. 

Antes se decía mucho que del odio al amor había un paso, como una forma de tomar conciencia de que todo aquello que nos obsesiona... nos posee. Y sí, basta un mínimo gesto para amigarnos con aquello que nos era ajeno pero que, tal vez, nos conmovía de modos que no alcanzábamos a comprender (de ahí los temores, las fobias y los odios)... Para sembrar nuevos cariños, amistades y amores. Para reconvertir ese espacio del prejuicio en un pretexto para sentirnos maravillarnos, incluso. Es decir, la distancia entre el rechazo y la aceptación, en la mayoría de los casos, es mucho más corta de lo que imaginamos. Porque lo que distingue tal distancia es ausencia de significado. Y si bien, tal ausencia es un vacío que se puede llenar de las más grandes aberraciones, por lo mismo, es más fácil de lo que imaginamos combatir su ausencia de racionalidad. 

Por el contrario, del amor al odio: existe un abismo. Se necesita más que un mínimo gesto para desapegarnos de todo lo que nos hace feliz. Pues amar es ser feliz. Sin importar cuánto tropezamos, nos damos una y otra oportunidad para amar. Preferimos el perdón. Nos resistimos a odiar. Buscamos reconciliarnos. Y conciliar. Porque amar es un espacio lleno de significado con contenido. En donde no queda un lugar vacío para la obsesión, el temor, la fobia... y mucho menos: el odio. Pensar es amar. Y en donde hay violencia... no nace el amor ni es posible encontrar razones. 

Sin embargo, en qué estamos fallando que parece que las violencias, vacías de significado y trazadas por aberraciones, van ganando el terreno de nuestro mundo común. Porque no somos capaces de sentir dentro nuestro ése punto justo. Esa distancia de equilibrio que si no vibra dentro nuestro... es la misma en donde traspasamos nuestro derecho a ser... al tocar inadecuadamente a otro ser humano. Porque una cosa es no coincidir en ideas, en momentos de crecimiento, en procesos de vida, en formas de vivir y apreciar el mundo. Pero otra cosa es sentir un impulso profundo por destruir aquello que atenta contra nuestra propia forma de pensar. Porque, por alguna razón, hay un lugar en el cual todos nos sentimos autorizados para desautorizar la voz de los otros. Y este impedimento para la convivencia pacífica debería ser objeto prioritario de nuestra atención. 

Hace ya un mes que no logro encontrar tales palabras que nos permitan reflexionar más a fondo sobre las dificultades que surgen de la comunicación y del afán en que aprendamos a comprendernos, con respeto. Fuera de lo trágico. Al margen de una coyuntura específica. Sin otro señalamiento que la necesidad de aprender a escuchar. Y siento que tal vez la solución que busco se encuentra en un territorio más lúdico.

Afortunadamente, las personas pensamos de maneras tan diferentes como individuos existen.  Porque la diferencia es motivo de goce. La posibilidad de que cada quien tenga su propio opinión y el derecho, igual al de cada uno, a expresarse. Y la apuesta por la promesa de un proceso educativo libertario, acariciada a lo largo de la historia. Dotar de carácter reflexivo a la información que adquirimos. Apropiarnos de significados y contenidos... para renombrarlos a la luz de nuestro peculiar modo de mirar... y ser. Compartir es entonces el arte de equilibrar las opiniones con el único objetivo de obrar con justicia. Y este ejercicio cotidiano de vida debe ser una invitación al placer. Sin dominio. Por eso es grave cuando una persona o un grupo de personas tratan de secuestrar tales opiniones bajo un sólo abrigo y forzar el conjunto de la suma de sentires con el propósito de mandar. Ejercer los liderazgos debe ser la vocación de ampliar una mirada particular gracias a la suma de luces vitales capaces de llegar a un consenso sobre los asuntos de la comunidad. Sin necesidad de destruir ninguna otra opinión. La razón de tales consensos, pesos y contrapesos en el ejercicio del poder, es establecer vínculos de comunicación y diálogo para construir. No batallas ni guerras. Sin odio. 

Quizás... si aprendiésemos a reír más de nosotros mismos y de tales debates comunicativos, disfrutar de la cortesía y el humor. Sin importar ganar. Sin disputar tener la razón. Por el sólo deleite de vivir en equilibrio. Por el sólo arte de lograr  trazar, en su punto justo, la riqueza de todo intercambio de ideas. Sin renunciar a nuestro punto de vista, con generosidad. Alcanzaríamos a abrazar el hecho de juntos, como seres humanos, transformar nuestra realidad en aras de alcanzar mayor felicidad para cada quien. Pensar que debemos derrocar fantasmas, guardar rencor por el pasado, intimidar, inventar enemigos, señalar culpables... para defender causa alguna (por legítima que sea): es renunciar a nuestra humanidad, la cual debiese ser nuestra única causa legítima.

La solución no es pensar igual. El reto es divertirnos juntos... pensando diferente. Dejándonos llevar por el sentir de nuestro corazón. Alumbrar nuestros sueños. Construir un conjunto de orden social en el cual razonar y dialogar no contravengan el orden de la vida. Y sin darnos cuenta, descubriremos todo lo que nos hace afines y lo fácil que es ponernos de acuerdo cuando lo que privilegiamos es el arte de vivir. Sin trampas. Sin engaño.

Porque, al final del día, qué aburrido sería no tener de qué charlar...

Sin embargo, logrado esto. Si es que tuviese algo de razón en mi sentir. Me sigue inquietando la pregunta sobre la verdad. Es decir, cuál es el límite de la pluralidad de opiniones y cuál es la relación de estas opiniones con la verdad. No me apego, con plena convicción, a la renuncia a tal parámetro externo. Un eje rector que supera tal diversidad de sentimientos y pensamientos. Sí concedo que hay constructos relativos que son correlatos de la verdad, y que podemos asumir como "verdades". Acepto la relatividad de tales constructos: históricos y sociales. Pero me siento obligada a comprometerme con el hecho de que hay modos más correctos que otros de apegarnos a la verdad. Con independencia de las opiniones particulares. Y que si dejamos vacío este espacio de realidad, que no le pertenece a nuestro parecer, engendramos horrores y perversidad. Y es ahí donde nace el odio social. Cuando el significado de nuestras ideas está vacío de contenido. En donde la coherencia y la congruencia se debaten entre la fantasía y la imaginación. Cuando el deseo de creer y sentir nos enceguece. No podemos renunciar a la búsqueda de la verdad. Al compromiso con que hay un modo correcto de actuar. El cual no depende del constructo que lo exprese. Que guarda la esencia de algo más puro en su brillo, que no puede ser negado. Asumir con humildad nuestro lugar en el mundo. Y este acto de humildad es el que hace posible reír ante nuestras diferencias. Comprender que somos nosotros, en nuestros procesos de vida, quienes nos relacionamos desde distintos puntos de vista, muy acotados, con una misma realidad, que nos rebasa. Sólo en el diálogo podemos descifrar la verdad que está más allá de cada uno de nosotros. Y felices amar. Escuchar y perdonar.

Sé que parece irónico y paradójico. Probablemente, porque la vida humana está inmersa en una complejidad, deliciosa y maravillosa, que todavía se escapa a nuestra comprensión. Así como, el inmenso amor nos desnuda de motivos y nos eleva a espacios de la existencia que nos hacen descubrir la belleza insospechada y mágica de soñar. El abrazo sin distancia. Y la palabra sin pausa. La mirada sin violencia que nos recuerda quiénes somos en realidad. La voz que nos penetra y estremece. El sentir al unísono. El encuentro que no conoce la espera. La esperanza. La felicidad.


Y tú... ¿sueñas con el brillo del sol?



Gracias.
Fuerte abrazo...
lleno de magia
de tortuga.





lunes, 22 de junio de 2020

la fatalidad...

... del engaño.




La transformación en México resultó ser una de las más grandes farsas de la historia de nuestro país. Ni por dónde empezar a nombrar sus equívocos. Ni hacia dónde hacerse para conservar nuestras instituciones. Realmente estamos ante una situación del todo trágica. No sólo nos quedan a deber a quienes votamos y apoyamos el proyecto durante la campaña. Incluso con fervor. Incluso a costa de nuestra propia cordura. Es al Estado, con mayúsculas, al cual insultan cada mañana. Sin ofrecer nada bueno: sólo odio... nada nuevo: sólo venganza. Volviéndose la imagen de todo lo fallido, de todo lo roto, de los mismos vicios y vacíos de siempre. Ignorancia, incompetencia, negligencia, nepotismo, cuotas, favores, conflicto de interés y sí, les cueste lo que les cueste escucharlo a quienes todavía tienen los ojos vendados: corrupción. Y la cereza oscura de este amargo pastel: el idealismo trasnochado que pretende que el mundo regrese a una fingida guerra fría y se alcen de nuevo, con crueldad, los muros ya derribados.

Nos mienten todos los días y a todas horas. La mentira es la única práctica congruente en este sexenio. La censura... el mayor de los horrores presentes en todo acto de este gobierno.  

Y sí, lo sé, no debemos ser tan pesimistas. Menos en tiempos en los que ya tenemos suficientes incertidumbres para alimentar múltiples angustias. Tratar de ver el vaso medio lleno... como se dice coloquialmente. En este sentido, no cabe duda que no todo será saldo negativo. Finalmente, la democracia triunfó y ningún viso autoritario nos arrebatará lo que juntos todos los mexicanos logramos alcanzar. Porque en el 2018 triunfamos todos... y eso es algo que, con un alto costo, Morena no logró comprender. El próximo año tendrán que devolver lo que les entregamos y asumirse como una fuerza más de todo el entramado político de nuestro país. ¿Y de lo bueno? Haremos el balance en el 2024 y, sólo entonces, podremos alabar virtudes construidas en este sexenio. Porque, por mucho que sólo se intente destruir, siempre existen obras y buenas voluntades cuyo trabajo deja algo para conservar. México es más que un sexenio. Mientras tanto, lo que nos compete es la crítica consciente y nuestro derecho a opinar. A construir alternativas.

Lamentablemente, quienes hoy ostentan los poderes han sido ciegos y sordos a la comunidad, se encerraron en un discurso monolítico en donde sólo ellos existen como país y como ciudadanía. Desechando con violencia a toda la población. Esto no significa que los diálogos no siguen vigentes. Habemos voces de todos colores. Todos tenemos el mismo derecho de participar y de seguir siendo parte de nuestra vida política. Para decidir rumbos y caminos. Para seguir abonando esperanza y que México logre resolver los problemas que urgen de soluciones. Escuchando juntos. Sumando.  

Este engaño fatal, la peor de todas las estafas maestras, no nos define. Somos más grandes y fuertes que un cúmulo de equívocos que sólo procuran la acumulación del poder, en todas sus manifestaciones: poder político, económico, mediático, social. Tuvieron la oportunidad histórica de ser lo que fueron llamados a ser. Sin ocuparse de campañas ni de tiranías ni de preservarse incluso por la fuerza, por encima de la ley, porque decidieron que son los únicos que saben lo que debe ser México. Olvidaron incluso sus propios orígenes. Y en muy poco tiempo destruyeron todo por lo que tantos años trabajaron. En muy poco tiempo hicieron de la esperanza: desengaño.

Su mayor error: pensar que habían logrado todo solos. Olvidarse de quienes los acompañamos durante años, en las buenas y en las malas. De todas las voces que se sumaron para hacer de la campaña electoral un espacio justo. De quienes creímos en su palabra. De quienes confiamos nuestro voto para hacer la diferencia. La diferencia en materia de calidad de vida para toda la población (no votamos por caridad alguna). La diferencia en materia de seguridad y paz (no votamos por la militarización). La diferencia en materia de no simulación y no corrupción (no votamos por encumbrar una nueva clase política de élite). En materia de regularización del consumo de drogas y una política integral de amnistía para revertir la escalada de violencia (no votamos por un nuevo pacto de partido con el crimen organizado). Y ciertamente, no votamos para que se desmantelaran instituciones. Tal agenda no estuvo sobre la mesa en campaña alguna. Como tampoco contábamos con el machismo y el clasismo que nos sermonea cada amanecer.

No votamos para que nos enseñaran cómo vivir nuestra vida privada (ética y moral), menos aún regularan nuestros hábitos de vida (consumo, alimentación, aspiraciones, valores, creencias...). Ni para que nuestras libertades fueran coartadas en aras de legitimar un discurso de sometimiento en el cual el ideal es el espíritu de la familia de los años 40. Tampoco elegimos, democráticamente, un gobierno que quiera callar todas las voces con trampas y estratagemas sólo porque no tienen un verdadero proyecto que ofrecer. 

Francamente, enloquecieron por completo. Perdieron el rumbo. Y perdieron la oportunidad de que creamos que podemos volver a confiar en ustedes. Sus ambiciones regresivas en todas las materias... son un atentado contra la humanidad. Como lo fue condenar a las empresas pequeñas y medianas a la quiebra. Sin empatía alguna por el empleo de las y los mexicanas. Castigando el ingreso de la ciudadanía para aniquilar adversarios, empobrecer al país y beneficiarse electoralmente de la desgracia mundial. No hay punto de retorno. La frase "primero los pobres" es una más de las mentiras que nos cuentan. El desprecio que sienten por la población es incompatible con cualquier proyecto que tuviese por vocación erradicar la pobreza. 


Y tú... ¿aprendes de tus decisiones?



Feliz verano...
mágicas tortugas.
Abrazo!



lunes, 8 de junio de 2020

el rey...

... de los océanos.




En una isla desierta descansa un rey con un corazón partido en distintos pedazos de sí, cada parte sumaba siete almas. Todas juntas eran un haz de luz renovada que, cada día al amanecer, se abrazaban. Pero qué quería este ser lleno de desiertos: fundirse en el mar... Volverse uno consigo mismo y amar.

Alguna vez fue niño. En aquellos años veía el mar a lo lejos, como si algo le llamase. Pero, al mismo tiempo, como si algo le impidiese acercarse más. Durante su juventud se convirtió en príncipe. Para ello, se le pidió mostrar sus artes de guerrero, las cuales lo llevaron, al fin: al océano franco. Libró batallas que siempre lo remitían a la isla aquella que lo habitó. Tuvo que ser pirata. Tuvo que ser ángel. En el camino, conquistó cada uno de los mares. A su paso descubrió caracolas y siempre su música siguió. Sin embargo, había una voz más profunda que cantaba cerca de su piel, a la cual no podía encontrar. Hasta que llegó el momento de retornar a sus dominios y, lleno de trofeos, fue coronado como el rey de los océanos.

Recorría las aguas, lleno de nostalgia. Y llegó un día afortunado en el cual encontró a una reina... hecha a su medida, de arena y barro, fuerte como las olas del mar y bella como la luna en todo su esplendor. Así, en familia habitó sus lamentos sin dolerse por ello. Durante siglos fue el más feliz de todos los hombres. Su imperio creció. Y las criaturas a su alrededor no sentían otra cosa que respeto y admiración. Por su sentido de la justicia. Por su fe en la humanidad. Por la forma en que se hermanaba con todo aquello que tuviese vida. Por su solidaridad y generosidad. Y así... bailaban las olas del mar dichosas al poder siempre retornar a su seno. Tras quebrarse a la orilla y regalarse al sol.

Colmado de sal... su desierto logró llenar de alegrías. Pero su piel lo llamaba al susurro de ese canto que no sabía descifrar. Entretejido de todas las pieles. Sumando almas. No lograba juntar esos pedacitos de su corazón que insistían en buscar en el fondo del mar la voz que lo hacía despertar. Esperando el nuevo amanecer, se descubrió una mañana frente a una tortuga de mar. Un ser inexplorado y con cierta magia de cielo en sus ojos. Durante largo tiempo, entablaron largas conversaciones. Juntos lograban encontrar sentido ahí en donde había sólo interrogantes inconclusas. Se daban consejo mutuo y cuidaban de sí. Al llegar el atardecer, la tortuga volvía a su caparazón en el fondo del mar. Y él se preguntaba, qué la lleva lejos, porqué no se queda a la orilla. Quién la rapta. A quién va a visitar. Qué es eso que la tortuga no me cuenta. Hacia dónde se dirige su nado. De dónde renace cada mañana. 


Era tal su curiosidad que trataba de atraparla, de saber todo de ella para alumbrar sus caminos y siempre dejaba un faro prendido por las noches... en caso de que ella perdiese el rumbo de regreso. Ella no entendía la sombra que siempre la acompañaba... no lograba ver el faro... pero sí sabía que aquel destello era su propio sendero hacia el sol. Siguieron pasando los años. Sus encuentros se fueron volviendo menos frecuentes. Y la tortuga, siempre acurrucada en su caparazón, recordaba a este rey... tratando de mandarle mensajes con cada oleaje que recibía y la guiaba. Hubo un día en que sus caminos se cruzaron bajo la luna. Lejos de la costa. Y en el silencio de la noche, el rey reconoció aquel canto que siempre lo despertó. Y ella vio en él: el asombro.

¿Cuál es tu secreto tortuga?... "guardo el sueño de una sirena que espera su amor desde el inicio de los tiempos y que no puede despertar hasta que no escuche la voz que le corresponde a su melodía"... Cada noche la visito para saber que se encuentre bien. Sólo la acompañamos un caracol y yo. La música la arrulla y juntas nos acurrucamos al ritmo del mar. Existe un hechizo entre las dos. Cuando ella despierte yo podré volar camino al sol... y ambas: seremos felices. Ni ella ni yo sabemos quién es este ser que podrá devolverle sus aretes de perla y convertirla en princesa. Está prometida a un rey para llevar a cabo las más bellas obras en el planeta azul. Hemos abatido fantasmas y monstruos que han querido robarla de su destino. Ella ha tenido que visitar desiertos e islas. Pero no ha sido hallada y ella no encuentra la forma de despertar de sueños y pesadillas que le impiden volverse mujer. Y yo temo hacerme tan vieja que termine hecha arena de coral y mis alas de ángel -hechas de polvo estelar- no pueda recuperar... para encontrarme con la otra mitad de mi corazón: del otro lado de las estrellas. Pero hablar contigo me llena de juventud y me recuerda que mi destino encontraré. Temía contarte de la sirena... porque pudieses pedirle que busque un refugio nuevo y, entonces, ella no tendría lugar para con dulzura dormir. Lo que pasa es que ella es de otro planeta. Pero lo cierto es que han sido tus océanos lo que la han mantenido viva... de la mano de su estrella de mar y bailando con delfines que gustan de visitarla... cantando con caballitos de mar hechos de miel y pan. Mientras duerme profundamente. Y es ella quien habla a través de mí. Ese es mi secreto. Yo sólo soy una estrella fugaz que fue raptada para proteger a la sirena y ayudarla a reconocer la voz de su propio corazón.

Y ¿cuál es tu secreto rey de los océanos?... Pero él calló. Descubrió al fin el origen de esa voz, la melodía y el canto... Desconfiado... silenció la música. Su curiosidad cesó. Y a la sirena jamás conoció. Temía que si la visitase no pudiese ocultarse más de sí mismo. A su llamado no acudió. Prefirió conservar sus pedacitos... sumar almas y vidas... por los siglos por venir. Él ya era feliz. "No temas por la sirena, amiga tortuga. Los océanos la llevarán a su destino." La abrazó y se despidió. Sabiendo que la princesa no volvería a despertar. Y que la tortuga no podría marcharse. Así, podrían seguir compartiendo sus días de preguntas y respuestas comunes para regalar felicidad al mundo. Renunció a fundirse con el mar. Él ya no quería amar. Todo lo que soñó había sido cumplido y el amor siempre lo acompañó. Amó tanto que no podía imaginar que hubiese algo más grande en su corazón. Y aunque ya nadie acompañaba sus caminos. Tampoco lo quiso averiguar. Finalmente... era el rey de los océanos. Y ella era, con sencillez, una sirena que dormía en el fondo del mar. "Yo no tengo secretos... mágica tortuga" -le respondió.

Hay quienes dicen que... el planeta azul se desvaneció. Hay quienes dicen... que la sirena murió. Quizás... la tortuga, sola, la música conservó. No lo sé. Es difícil de comprender la magia del secreto que las une. En donde la esencia transmuta y el aliento de la melodía vive más allá del infinito. Y así... nuevas historias trazar con la esperanza de despertar. 

Lo cierto es que nadie supo si estos dos amigos volvieron a encontrarse. El faro siguió vivo para cuando la tortuga quisiera conversar. El rey se entregó a nuevos amaneceres, con la esperanza de sanar. El susurro durmió en sus oídos. Y no pocas veces lograron coincidir con la sola sincronía de su pensamiento. 

No todos los destinos se cumplen ni todos los caminos llegan a buen fin. La mayoría de las veces es sólo lo tangible, la tierra, lo que logra perseverar. Cuando una vida está hecha de sueños es probable que, en medio de una pesadilla, sucumbamos sin llegar a despertar. Y sólo estando despiertos es que logramos amar. 

Y a lo lejos... la paloma llena de oro el mar. Ahí es donde van los amores que no se cumplen... convertidos en polvo mágico de estrellas y sal.


Y tú... ¿confías en el susurro de tu piel?



Dulce lunes
colmado de mar.
Fuerte abrazo...
mágicas tortugas.