jueves, 23 de marzo de 2017

inspiración...

latente y dispersa...


En fin... más allá del desencanto de esta primavera de sol, es un nuevo día y hay que amanecer listos para el presente -sin importar cuántos retos o cuán desalentador aparezca ante nosotros. Es curioso, pero, la complejidad de nuestros tiempos nos permite vivir disímiles dimensiones de percepción y estados de ánimo. Ojalá fuera una cuestión fácil delimitar el blanco del negro, dejar afuera lo malo y solo conservar lo bueno. Al mismo tiempo, recibimos el alivio de la esperanza y convivimos con el desamparo de las atrocidades que conforman nuestro mundo. ¿Cómo es esto posible? Es como cuando un ser querido muere, al mismo tiempo, sentimos el dolor infinito de su ausencia y podemos sonreír ante un pequeño gesto de la cotidianidad. 

Los seres humanos somos multidimensionales. Es muy probable que ésta sea la razón por la que, ante nuestros ojos, sean opacas las carencias que compartimos, somos y con las que convivimos de alguna manera (incluso a kilómetros de distancia). Dos personas no pueden mirar el mismo punto, desde la misma perspectiva, al mismo tiempo. Es físicamente imposible porque dos personas no pueden ocupar el mismo espacio a la vez. ¿Qué quiere decir esto? Que nunca logramos una sincronía completa e inmediata con otro ser humano. Y éste es el punto de partida para cualquier encuentro y diálogo posible. Así como, ésta es la razón por la que no existen dos seres humanos iguales. Sin importar cuánto parecido exista entre dos almas, éstas se distinguen, en forma y expresión, porque no pueden ocupar el mismo espacio en un mismo tiempo. Y mientras más se logran acercar estos tiempos y estos espacios, más cerca se sienten dos corazones capaces de latir, casi, al unísono. De ahí la magia del amor y de la riqueza de todos los afectos y relaciones que nos componen. De ahí también la distancia, a veces irreconciliable, entre dos personas que algún día estuvieron cerca, se vivieron juntas, compartieron experiencias comunes y se amaron de algún modo. 

Cuando hacemos nuestro camino, son estos encuentros y sincronías las que ponemos en juego. Tanto para emprender una ruta, como para renunciar a una alternativa posible. Son, éstos, los amores que vamos dejando atrás. Son tales empatías las que no podemos forzar ni buscar. Son tales... la sorpresa misma de nuestra existencia. Al final del día, el tiempo, y el espacio conformado por éste, en que coincidimos con un ser afín, es el tiempo más preciado de nuestras vidas. Son los pequeños milagros que nos habitan.

El egoísmo es cierto desencuentro, a veces imperceptible, de tales tiempos que nos conforman cuando compartimos alguna experiencia, es decir, cuando coincidimos en eventos desde nuestras distintas perspectivas... y lo olvidamos. La generosidad es nuestra capacidad de recordar que, si bien ya estamos lejos de lo que un día fuimos y de tales coincidencias, sin tales huellas que nuestros amores dejaron en nuestro camino, no seríamos quienes somos. Dar gracias y ser capaces de hacer pequeños viajes en el tiempo para volver y abrazar a quienes conservan tales experiencias en sus corazones, es lo que nos distingue del egoísmo. Porque no temer perdernos en el pasado es lo que nos hace generosos y valientes. El presente es lo único que cuenta y nos pertenece. Sin embargo, aprender a viajar en el tiempo nos fortalece, nos brinda segundas oportunidades, incrementa nuestra posibilidad de descifrar y configurar el futuro. Nos da reconciliación y paz. Nos libera de verdad y con verdad. De otro modo, se endurecen nuestros corazones y hacemos de nuestro presente la sola tautología de nosotros mismos. 



Y tú... ¿por qué no te atreves a viajar en el tiempo?


Lindo día de sol mis queridas tortugas y
que su caparazón se colme de magia
a través del tiempo...
Amén.

miércoles, 22 de marzo de 2017

primavera 2017...

llena de sol y vacía de amor...


No siempre es el tiempo de descubrir, en el corazón, la huella de nuestra llama gemela. El alma no sólo se llena de los sentimientos que compartimos con nuestra pareja. El amor nos colma de múltiples formas y colores. En cada uno de nuestros actos, es posible encontrar una manera de ser del amor. Eros siempre se manifiesta regalándonos la sorpresa de la vida. Incluso imperceptible. Vivir una primavera sin amor es una de las experiencias más surrealistas que podamos imaginar. Es como si mutiláramos nuestra fe y nuestra esperanza. ¿Cómo es que un día amanecemos a la ausencia de ilusiones?... 

...Es la suma de todos los desencantos acumulados a lo largo de nuestra vida. Es el vacío de confianza en el mañana. Es la certeza del silencio y la distancia de nuestros amigos. Es el abandono de nuestras familias. Es la experiencia de la traición y de la persecución por parte de las personas en que confiamos. Es la desconfianza con que, quienes no nos conocen, nos vigilan y juzgan. Las puertas que se cierran. El futuro que no ocurre. La promesa no cumplida. Las heridas que recibimos. La injusticia a la fuimos sometidos. El cansancio de ceder y siempre estar con las manos vacías. El hartazgo de rogar por un mínimo gesto de cariño. La indiferencia de un mundo que ya no tiene tiempo para estar con el otro. La soberbia de quienes nos menosprecian. La arrogancia de quienes nos pierden el respeto. El egoísmo de quienes nos niegan su abrazo. La mezquindad de quienes no nos perdonan. El chantaje de quienes nos reprochan ser como queremos ser. La falta de espacios para nuevos encuentros. La imposibilidad de la sincronía con otra alma. La incomprensión. El olvido. La envidia. La voracidad. La mala fortuna. Las malas decisiones. Las falsas compañías. Los engaños y las mentiras: el abuso. La soledad. Nuestros errores y nuestros aciertos. Nuestros defectos y nuestras virtudes. La decepción. El agotamiento.

No podemos resignarnos a ser "útiles" para la vida de otras personas. Debemos preservar el encanto de ser amados por lo que somos -y por quien queremos ser-, así, amar sin condiciones, solo amar. La entrega amorosa no puede ser un convenio de partes que sacan algún provecho la una de la otra. Debería ser la posibilidad de desnudar nuestra alma y sentirnos seguros. Ser honestos y francos. Darnos con generosidad. Sin pretextos. Liberarnos de nuestros miedos y olvidarnos de los falsos cánones que constriñen la posibilidad de confiar unos en otros. 

A veces parece que el mundo se derrumba de tal forma que ninguno de sus pedazos podremos conservar. Mientras esto ocurre, estamos tan ocupados, evadiendo la vida misma, que da la impresión de que a nadie le importa. Es el tiempo de estar ocupados. Vacíos de sentido y llenos de cosas que hacer. A la deriva. Luchando unos contra otros. Sobreviviendo como fieras rapaces. Sin humanidad. Solos, incluso estando acompañados. Colmados de incomprensión y olvidando el arte de la escucha. Dialogando las 24 horas del día con nosotros mismos para justificar cada uno de nuestros minutos. No tarda en llegar el día en que hasta respirar sea un acto de nuestra vida sobre el que tengamos que rendir cuentas. Dormir ya ha devenido en un exceso de nuestras libertades. Y en el fondo, a nadie le importa más: quién es el otro con quien nos relacionamos. Autómatas y autistas digitales, somos. Cargados de prejuicios y complejos, estamos. Todos entronados de las únicas verdades, despreciando la diferencia y humillando a nuestros semejantes, sin más. 

¿Cuándo fue el día en que compartir se volvió una pérdida de tiempo? ¿Una pérdida de dinero? ¿Un vicio sin valor productivo alguno? ¿Una carga? Compartir nos distrae, los problemas ajenos son energías negativas que nos contaminan, el placer interrumpe y distrae los trabajos verdaderamente importantes. Y el único trabajo que ahora existe es no perder el sustento. Si tienes sustento puedes olvidar todo compromiso con la plenitud y el crecimiento de la vida. Puedes perderle el respeto a los demás. Puedes existir con éxito. 

Festejar es también, para muchos, solo una pérdida de dinero, tiempo, descanso, salud... Una distracción. La felicidad es un "lujo" y sonreír se ha convertido en la mayor de las agresiones. Ni siquiera la primavera puede hacernos olvidar que nuestros corazones están muriendo, precisamente, porque hoy somos nosotros mismos los mayores opresores de nuestra alma. Con total libertad aceptamos ser sometidos por nosotros mismos a valores morales carentes de amor, placer, generosidad y sin apertura a la sorpresa de descubrir nuevos rostros. Porque estamos orgullosos de ser cada día más eficientes, más independientes y, sobretodo, más egoístas... Finalmente, nos basta la autocomplacencia de sabernos "perfectos", en ese diálogo interno que solo tenemos con nosotros mismos, el cual ninguna persona puede interrumpir... porque estamos muy ocupados.



Y tú... ¿eres feliz?



 Queridas tortugas
que esta primavera
las sorprenda la verdadera
magia de la vida... quizá
todavía podamos recuperar
un mundo para nuestra
humanidad... No lo sé...



jueves, 9 de marzo de 2017

mujeres...

... y felices somos.


Y ambas circunstancias son motivo de algún tipo de indignación (o resistencia) para quienes, todavía, no han aprendido a reconocer el rostro humano en nosotras. El valor de nuestra esencia: por ser personas iguales en condición. El sentido de nuestra diferencia. El brillo que nos distingue. La pasión que nos motiva. El fuerte carácter de nuestras determinaciones. El aliento de nuestra voz. Las necesidades de nuestra voluntad. El respeto a nuestra identidad. La expresión de nuestra libertad. El goce de nuestro deseo. La satisfacción de nuestro placer. La autonomía de nuestras decisiones. El orgullo de nuestros logros. La vocación de nuestra alma. Nuestro derecho a ser y amar.

¿Por qué es tan difícil, en el seno de nuestros códigos sociales, ser reconocidas: en plenitud? En cierta medida, necesitamos pensar nuestras normas de comportamiento de un modo de vista distinto. Bajo la mirada compartida. Hasta ahora, el entramado de sentidos, que componen nuestras culturas, han sido escritos y trazados bajo una sola mirada: el ojo masculino. Necesitamos abrir la vista hacia una perspectiva más generosa. Sin temor a descubrir que podemos inventar nuevas formas de vivir y de organizarnos en sociedad. Ser una comunidad renacida capaz de darse a sí misma un mejor orden.


Y tú... ¿qué sientes cuando descubres fuerza y felicidad en una mujer?

Tortugas hermanas...
reciban un inmenso abrazo
lleno de magia de tortuga.