jueves, 23 de junio de 2022

democracia...

... y libertad.



Las más de las veces los buenos deseos se hacen realidad... al acontecer en su plena libertad. Un deseo libre es aquel que nace del corazón sin otro prejuicio que el propio latir de nuestra voluntad. Los tiempos se cumplen en sí mismos. 

Tratamos de imponer nuestro propio ritmo pero existe una suma de momentos y acontecimientos que cobran vida propia con la pauta de un presente renacido en el cual la sorpresa brota dando lugar a un espacio inesperado. Y ese lugar inesperado es, de la mano de la esperanza y la fe, la toma de conciencia de un futuro posible. Un  futuro digno, feliz y en paz. Un mañana próspero colmado de justicia y realización.

La gratitud es la forma en que quizá nos es dado construir entre todos, respetando lo que somos: en tanto diferencia y en tanto iguales somos en derechos, libertades y responsabilidades. Y esto es la democracia.

La violencia no tiene lugar cuando es tiempo de amar y perdonar. Y sí... una vez que lo inesperado brota sólo cabe el amor y el perdón. El dejar el ayer desvanecerse, asumir el presente como toda realidad y abrir los ojos para tomar en nuestras manos el nuevo amanecer. Es la ocasión única de darnos la oportunidad de ser la mejor versión de nosotros mismos. 

Y sí... la democracia está llamada a ser un acto libre de amor. De reconciliación. Comprender que todos tenemos el mismo derecho de pensar por nosotros mismos y elegir en consecuencia lo que consideremos más valioso. Sin lastimar a nadie, sin lastimarnos a nosotros mismos. Elegir el curso de la historia que queremos construir de la mano de todos y todas quienes nos acompañan en este camino que se llama ser mundo. Ser humanos. 

La democracia es mucho más que un proceso electoral. El momento de las elecciones es sólo un pequeño síntoma de sus virtudes. En el margen, en la frontera hermenéutica de todo lo que se nombra cuando usamos la palabra democracia, elegir con nuestro voto en una urna es solamente la confirmación de todo lo que hace posible ese simple hecho. 

Vivir en democracia es vivir en libertad. Y ser libres es tener carácter, ética (no moral), saber quiénes somos, ser capaces de amar y ser capaces de reconocernos en el espejo con orgullo. Ser capaces de tener convicciones y principios. Ser congruentes y generosos. Ser justos sin necesidad de castigo alguno. Saber hacer lo que es correcto sin temor. Entregarnos a la vida y descubrir que podemos dedicar nuestra vida a hacer felices a otras personas. 

Ser libremente democráticos es vivir de un modo común posible cada día. En paz. En este contexto, nada justifica que siga siendo el poder de la muerte lo que domine nuestros imaginarios sociales. Es tiempo de hacer un alto. Dar un paso atrás y reflexionar sobre la importancia del estado democrático de derecho. 

Vivir libres se también vivir libres de morir a manos de la violencia estructural que controla nuestro país. No existen razones suficientes para tomar la vida humana en nuestras manos. La ley es verdad y existe en cuanto tal. Es el marco consensuado dentro del cual los seres humanos establecemos los términos de nuestras relaciones sociales. Si bien hay mucho con respecto a la ley, y en especial sus castigos, que debemos, y podemos, revisar para renovar y recrear... lo que cuenta es que por muy escasa que sea ésta para resolver y dirimir las circunstancias vitales y comunes en relación con los otros: nada excusa la muerte. Nada excusa violencia alguna.

Así, dar un paso al frente. Para cambiar desde lo más profundo nuestro fuero interno y cuestionar todos y cada uno de nuestros actos de violencia. Evaluar cada uno de nuestros pasos de vida dentro del marco de la ilegalidad para comprender el valor real de cumplir la ley. Valorar porqué es correcto vivir cumpliendo con la norma común. Y sí, encontrar los vacíos en donde la ley hace posible el horror. Pero nunca renunciar a vivir dentro de la legalidad: el único cauce para convivir en paz.

Son tiempos de decir ¡ya basta! La vida humana vale sin precio alguno. Y sólo entendiendo la radicalidad de nuestro valor, en tanto vivos somos y felices podemos crear nuestro propio mundo, es que seremos capaces de renunciar a matar. Desprendernos de todas las violencias y aprender a vivir con respeto a todos y todas nuestros conciudadanos. Sin violencia, sin abuso, sin barbarie.


Y tú... ¿comprendes que la vida es sagrada?



Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.
¡Feliz noche de San Juan!






miércoles, 15 de junio de 2022

reconciliación...

 ... y perdón.



La vida se colma tanto de dichas como de dolores. El trauma de un pasado desconocido desgaja las almas con la esperanza de encontrar paz y vivir sin violencia. La entrega restaura un significado nunca antes comprendido. Se habla con ligereza de sacrificios... sin embargo: es la entrega tan solo por amor lo que hace posible todos los milagros de los cuales estamos llamados a participar.

Ser parte de algo mucho más grande que nos trasciende haciéndonos ver cuán diminutos, y fundamentales a la vez, somos cada uno de nosotros. Es de este modo que la verdad nos comulga, nos permite reconciliarnos y perdonarnos...sin más.

No hay esfuerzo cuando nos entregamos con el corazón y no existe cicatriz capaz de rompernos cuando entre todos nos abrazamos sin temor alguno. Sin otro temor que la precaución de aprender a no dañarnos entre sí. Sin más compromiso que aprender a comprendernos con generosidad.

Alzar la vista y ver el mañana posible gracias a que el presente se ha vuelto real.

De esta manera ser uno en nuestras almas es amar sin condición alguna. Sólo amar.


Y tú... ¿descubres la gracia de reconciliarte en el perdón?



Felicidad y alegría por siempre...
amadas mágicas tortugas.
¡Feliz miércoles!