jueves, 28 de marzo de 2019

buenas...

... y malas noticias.



México avanza con firmeza... ciertamente: hacia adelante. Sin escatimar en buscar afianzarse en todas sus raíces, sea lo que cada quien entiende por éstas. El ejercicio pedagógico de nuestro presidente, a veces excesivo, procura con acierto (de acuerdo con las encuestas) motivar debates y diálogos, tan vigentes como arcaicos, entre la compleja composición de nuestros ideales sociales. Con el sólo propósito de atraer sobre sí la tensión adecuada que le permita atravesar los caminos por él mismo trazados. Establecer el ritmo propio de la melodía que entre todos se compone cada día. Y muy probablemente: éste es el destino de todo liderazgo. 

Lo que no procura con tanto acierto es facilitar la posibilidad de que seamos agentes autónomos y libres, en estricto sentido. Quizá ésa sea la misión de un futuro no tan próximo. Y muy probablemente no es el Lic. López Obrador quien tenga que cumplir dicho propósito. México necesita aprender a dar un paso a la vez. Vivir uno a uno los momentos presentes que se suscitan en su acontecer y como se dice coloquialmente "no comer ansias". 

La pausa de estos seis años será el legado de un giro de timón sin descanso. Detener el curso de los acontecimientos, para dar lugar a los hechos. Y así, y sólo así, cambiar el rumbo de los acontecimientos. En especial, cuando tal rumbo tiende a nuestra autodestrucción. Por muy fatal que suene, estamos, como humanidad, en un hito histórico en el cual es tiempo de decidir si estamos dispuestos a encontrar un nuevo modo de narrarnos a nosotros mismos: nuevas e inéditas soluciones a los problemas que nos aquejan; o si dejaremos fluir el caos, bajo la forma confortante de una simulación vacía, hasta terminar destruyéndonos entre nosotros: a falta de opciones para subsistir y coexistir. A falta de opciones para conciliar nuestra complejidad en formas más sublimes de las que hemos sido capaces de alcanzar y comprender. A lo largo de la historia.

La más visible debilidad de la cuarta transformación será, probablemente, su más alta virtud. Este mirar atrás para no perder el rumbo del futuro. Este atar los pasos a caminos ya trazados. Este recuperar con tanta nostalgia un mundo ya perdido e irrecuperable. Este reivindicar los ideales caducos que padecieron antes de poder volverse realidad. Este visibilizar todo lo que necesitó permanecer oculto para dar legitimidad a un orden del mundo que se volvió inviable. Este volver a dar fuerza y vigencia a las estructuras mermadas en aras de los sueños no cumplidos de una tercera vía que no pudo sobrevivir a sus falencias. Este incansable esfuerzo por devolverle a la humanidad su dignidad perdida. Y así: desatar los nudos que mantienen en completa fragilidad nuestro estado de derecho.

Y mucho se teme sobre el futuro o la falta de un futuro posible, ante tanto volver atrás. Ante tanto mirar a contrapelo el lomo de la historia. Como anticipaba Benjamin. Paradójicamente, y a contracorriente con lo que los triunfadores sienten acerca de cuál será su legado, el futuro no es la meta de la cuarta transformación. Su razón de ser es el presente. Es recuperar el presente de la enajenación de la idea de sí. Enderezar la lente con la que nos enseñamos a mirar durante las décadas recientes. Con el único propósito de volver a las cosas mismas (no en un sentido husserliano, pero sí en un contexto fenomenológico: más de corte kantiano-hegeliano). En el marco de las condiciones de posibilidad. En el sentido de la superación de las contradicciones para que tales contradicciones se concreticen mucho más allá de la palabra supuesta. Y que la realidad efectiva sea a la vez el resultado de tales contradicciones como la resolución de las mismas. Imbricadas entre sí en una relación de estricta necesidad. Así como la rosa se implica tanto en el capullo como en su raíz, sin ser ella misma más que el instante en que logra florecer (HEGEL).

De este modo, se decantan ya con mucha precisión los ritmos y mareas que darán forma a la magia de un sexenio atrapado en el pasado y, así, abrirá los caminos de un verdadero futuro. Así que a no temer más. No podremos resistirnos a este proceso. Lo que sí podremos es empezar a inventar el futuro con una autonomía que todavía no podemos imaginar. Empezando porque para ser autónomos debemos aprender a renunciar a la angustia del presente y dejar de suponer en abstracto la certeza de un futuro posible que siempre nos consuela ante la espontaneidad de la vida. Espontaneidad que nunca podremos atrapar. Y éste es nuestro mayor temor. Vivir el aquí y el ahora. No como una condena de ser, al estilo de Heidegger. Pero sí como una posibilidad de amar. A saber, de entregarnos a los acontecimientos por el solo hecho de vivirlos a plenitud.

Las respuestas no están en el pasado. Pero sólo el cimiento de tales nostalgias nos recuerda quiénes somos. Y es desde la posibilidad de conocernos a nosotros mismos que nos volvemos libres... fuertes... capaces de transformanos y capaces de construir con certeza todo aquello que somos capaces de imaginar, con verdad. Dueños de nosotros mismos y de nuestro destino. Autónomos.

A medida que MORENA renuncie a su autonomía para legitimarse como fuente de poder, se convertirá en un movimiento que se detiene a sí mismo. Y esto ocurrirá de manera natural. Por lo que, al tratar de aferrarse a la narrativa de ser los únicos prodigios de la historia, se empiezan a asfixiar a sí mismos. En este punto, deberían trata de soltar las amarras lo más pronto posible, disfrutar sin escatimar cada uno de estos días maravillosos, que viven y nos regalan con sus aciertos, y coincidir en que están de paso: si es verdad que están dispuestos a liberar las alas del pueblo de México para emprender los vuelos del futuro con justicia y libertad. 

De otro modo, habrá sido en vano ser los depositarios de nuestros sueños... y terminarán conformándose con el uso de la fuerza y la coacción política como única herramienta para perpetuarse en el poder. Lo cual tampoco les ofrecerá los frutos deseados porque el proceso que ya se ha desencadenado en México ni siquiera la cuarta transformación podrá frenarlo. Y flaco favor nos hacen los retractores de lo que está por nacer, en su necesidad por preservar el poder mal avenido del que han gozado, al insistir en prácticas autoritarias y discursos vacíos de contenido, reactivos y reaccionarios, sin también ellos soltar sus amarras y dejar de temer a aprender a ser autónomos  y democráticos. A vivir el momento a plenitud y disfrutar de las obras buenas. Por primera vez. Así como: seguir abonando (desde la sociedad civil) a la prevención de las malas prácticas que nos aquejan. Ya no en el dicho... ahora: en la práctica. Ya no en la ley: ahora en la realidad...

Ardua labor tenemos todos en este camino que nos comulga quizá como nunca antes nos ha logrado unir el trazo de nuestra historia común. Y esto debe ser motivo de orgullo para todos nosotros, no porque ya se hayan resuelto nuestros problemas. Más bien, porque estamos aprendiendo juntos a mirarlos de la mano y a solidarizarnos ante las dificultades que nos impone encontrar las verdaderas soluciones que necesitamos. Y el verdadero contrapeso... es el futuro en sí. No es hoy que harán falta las resistencias a las que tanto nos hemos acostumbrado para sobrevivir. Hoy es un tiempo para fluir y aprender. Para escucharnos entre sí. Para reconocernos unos a otros. Hoy es el tiempo de sumar. Será el mañana el que muestre el equilibrio que brote de este proceso extraordinario. Será una autonomía vigente y efectiva la que transmute en el peso necesario para que todos seamos igualmente libres de elegir el modo en que queremos vivir. Será el tiempo de dejar de luchar, y pelear entre sí, por el ritmo y la partitura... será la era de simplemente bailar. 

Así que paciencia queridas tortugas... que lo mejor está por venir. Porque con la supuesta "muerte" del neoliberalismo... se anuncia también el fin de todo lo que lo hizo posible. Ya que los procesos que hemos vivido están encauzados unos por otros, de ahí que la responsabilidad de nuestro presente es compartida. En esta historia no hay buenos ni malos. Hay circunstancias que han hecho posible la situación en la que nos encontramos y todos somos igualmente parte de estos procesos. Así como, la rosa no puede desprenderse de su capullo. Por muy vacío de ella que éste esté. De ahí que las confrontaciones se vuelven cada vez más inútiles... 

Por atroces que sean los acontecimientos que nos dieron vida, sin éstos... nada de lo que existe hoy sería posible. Y éste es el verdadero sentido de la reconciliación. No el perdón vacío de hechos que estuvieron fuera del alcance de nuestra decisión. Ser autónomos es también ser capaces de encontrar nuestra razón de ser en todo lo que sí está en nuestras manos: renunciar el delegar nuestra identidad a la aleatoriedad de las decisiones de otros.

Si no estamos dispuestos a vivir a plenitud nuestro presente, mirar al pasado es sólo una forma de renunciar nuestro futuro. La única forma de hacernos dueños de nuestro futuro es entregarnos a la espontaneidad de la vida. Sin juicios ni prejuicios. Sólo con el goce de la experiencia cotidiana que revivifica nuestro ser... cada mañana al despertar.


Y tú... ¿cómo dialogas con tu pasado? 



Hasta mañana...
presentes y plenas
mágicas tortugas.









la rueda de la fortuna...

... o el imperativo de la vida.



Hay días en que es muy oportuna la ocasión para recordar que, las más de las veces, vale más arrepentirse de lo que se ha hecho que de lo que se dejó de hacer (a veces: por temor). Porque, al menos, conservaremos los recuerdos de las emociones que hicieron vibrar nuestro ser. Al menos... el aprendizaje de la derrota. Y con mucho... el renovado aliento de toda derrota. La certeza de la libertad: la tragedia hecha destino. Ese momento en que nos volvemos dueños de nuestra fortuna. Pocas cosas son tan gratificantes como el hacer frente al dolor de perder todo lo que sea necesario...  y se vuelve innecesario: cuando se trata de cumplir el imperativo de la vida.  

Este camino nos lleva mucho más allá de lo que pudimos predecir. Y siempre nos roba mucho más de lo que estuvimos dispuestos a sacrificar. Más... cuando no creemos en los sacrificios. Cuando estamos convencidos de que entregar nuestra vida a aquello que creemos no debe significar ninguna forma de mutilación. Lo cierto es que no siempre estamos en lo correcto -afortunadamente. Y sí... hay veces que la fortuna nos impone sacrificios que sentimos imposibles de lograr. Cuando nuestro destino aparece antes incluso de comprender todo aquello que debemos renunciar. Una verdad que aparece como la anunciación de todo lo que necesitaremos comprender para volver al mismo lugar de cual partimos. Porque no podemos huir de nuestros propios designios.

El destino es una dádiva que se nos otorga desde el cielo. Y con todo don que recibimos viene una pérdida. Toda decisión de vida es la renuncia de otra vida posible. ¿A mayor gracia... mayores pérdidas?... No lo sé. Sólo puedo decirles que de pronto llega un día en el que es tiempo de aceptar que hay sueños que no podemos conservar si estamos dispuestos a comprometernos como es debido con aquello que hemos sido llamados a ser y hacer. Y no hay tristeza en ello, sí el abismo de un dolor inconmensurable que nos permite abrir los ojos y dejar de temer a nuestra propia realidad. Pero es uno de esos dolores que cuando pasan... nos regalan la dicha de haber dado vida.


Y tú... ¿conoces tu destino? 



Feliz jueves... queridas y mágicas tortugas.

Y que el destino
nos descubra
todo aquello que vale la pena renunciar
para nuestra dicha verdadera abrazar.







lunes, 25 de marzo de 2019

equilibrio...

... y armonía. O si se quiere el contrapeso democrático de poderes políticos ... ¿el resquicio de la violencia o la clave de la gobernabilidad? 

100 días... y todos los que siguen transcurriendo. Vivimos no con pocos sobresaltos. De la mano del gran vacío que se abre ante la falta de una oposición capaz de estar a la altura de las circunstancias. Empezando porque ensalzan el valor de los contrapesos en sí mismos, como si fuesen virtuosos per se. Lo cual es sumamente interesante. Porque parece más una creencia dogmática sobre cómo debe modelarse y operar toda democracia. Sin percatarse de la importancia de tomar en cuenta los hechos y las circunstancias. Es algo así como una argumentación axiológica en donde los adversarios suponen ciertas afirmaciones de las cuales derivan ciertas conclusiones, en ambos casos: falazmente.  No son los contrapesos los que cuentan. En realidad, se trata de los equilibrios. De la armonía social y política en la que todos estén justamente representados, sin abusos. De un estado efectivo de derecho que sea igualmente garante para todos los seres humanos, sin discriminación alguna. Sin necesidad de exabrupto alguno. Sin necesidad de esa lucha constante que algunos colectivos claman como la única alternativa para sustentar sus necesidades vitales y emocionales personales e individuales. Haciendo del espacio público el nicho de sus gratificaciones íntimas. El sentido de su existencia a la deriva, a la espera de una gran causa que justifique todos sus excesos y, con mayor ahínco, todas sus carencias de carácter. En donde el odio es más fuerte que el amor. En donde la reconciliación no tiene cabida porque todo se trata de estos grandes ideales que deben encumbrarse a costa del orden social. En aras de una "elevada" justicia, casi siempre: consensuada en manos de unos pocos. 

Ésta, una herencia retorcida de la revolución francesa... la cual sucumbió ante la contradicción entre la fraternidad y la "justicia" de la guillotina. Contradicción que nuestros sistemas democráticos no han logrado subsanar. Sólo cabe la palabra contrapeso cuando se comprueba que el equilibrio entre la suma de las voluntades ha sido violentado por un exceso, exceso que puede provenir tanto de la autoridad como de la ciudadanía, entonces sí: se necesita una medida de apoyo para restaurar el equilibrio perdido. Medida que no justifica la violencia en modo alguno. Pero mientras las personas que conviven bajo algún régimen democrático no sean ellas mismos capaces del equilibrio, la armonía y la justicia, toda dialéctica de la confrontación no jugará otro papel que el del bullicio voluntarioso. Sin importar de qué lado de la balanza coloquemos el encono de la arbitrariedad. 

Cuando el discurso del contrapeso es en sí mismo la arbitrariedad misma: el argumento falaz y disonante que pretende poner en equilibrio lo que ya está en armonía, todo afán de oposición se convierte en una medida de fuerza que impide la sana convivencia entre las personas. A veces, los equilibrios alcanzados no siempre nos colocan en la balanza ideal de nuestras creencias y prejuicios personales, es por eso que en democracia es más importante saber perder y respetar al vencedor, que ganar. Y ganar se vuelve, en sentido estricto, ir más allá de lo ganado: convertirse en una voluntad en unidad capaz de reconocer la diferencia, respetar a los vencidos y construir paz en comunidad. Hasta la siguiente contienda... democrática.

Por muy estridentes e innecesarias que sean las descalificaciones que, con inútil ligereza, expresa cada mañana el presidente de la República, no es posible que desde quienes pretenden alguna suerte de "contrapeso" democrático: sólo encuentren eco en tales expresiones, como si realmente fueran cuestiones sustantivas. El mal gusto para expresarse no merma en nada su capacidad para gobernar con la expectativa, todavía por cumplirse, de que sí veremos buenos frutos de las decisiones tomadas. Ha sido un tiempo de decidir y proclamar. Todavía faltan casi seis años para conocer, con certeza, los resultados de todas estas decisiones. El verdadero destino del rumbo que ahora, a pasos agigantados y acelerados, toma nuestro país... aún está por trazarse. No confundamos el mapa de ruta con el destino al que arribaremos. Y sí, todo gobernante justo debe poder evitar toda forma de escarmiento. Incluidos los desaciertos verbales que en nada abonan a nuestro futuro.

Probablemente, tras casi cuatro meses de esta nueva gestión, las coordenadas fundamentales han sido trazadas.  Así como, la repartición de los nuevos nichos de poder se extenderá a lo largo de todo este año. Vamos viendo cómo se empiezan a dibujar los nuevos rostros del poder y cuál será la hoguera de las nuevas vanidades en ciernes. Quiénes serán parte de la historia y quiénes simplemente seguirán luchando por sobrevivir en medio de todas las barbaries que nos componen. Quiénes serán llamados a ser parte de la cuarta transformación, quiénes sus retractores, quiénes sus beneficiarios y quiénes los sacrificados en esta gran labor de gestión que se nos promete cada mañana al despertar. Ojalá algún día seamos capaces de transitar entre gestión y gestión, de transformación a consolidación, sin necesidad de sacrificar una sola vida humana en el camino; sin importar de qué lado de la balanza se encuentre cada quien.

Ojalá fuera tan sencillo, como MORENA proclama, la transformación total del país -si acaso todo debiese ser transformado con tal ahínco. Por otra parte, los perdedores de los comicios del año pasado oscilan entre la negación y el enojo de un duelo que, quizá, jamás sabrán superar. Entre ambos extremos, no se alcanza a percibir cuál será el punto medio que logre la armonía y la unidad que tanto necesita el destino de nuestro país. Cuál esa mesura que hará de la justicia y la paz en México: una realidad. Para todos los interlocutores parece ser más loable la afrenta y el desenfado de una oposición simplista... o de un "oficialismo" rampante. Cuál el punto de inflección que le permitirá a Andrés Manuel abrazar la totalidad sin necesidad de la dialéctica de la confrontación como forma de subsistencia política. Ya que, al igual que en el caso de la revolución francesa, se vuelve una contradicción hablar de unidad e insistir en dividir la sociedad mexicana en dos bandos, llámeseles como se les llame. México es mucho más que eso. La humanidad es mucho más que cualquier simple catalogación de preferencias ideológicas o creencias culturales. El Estado no es el espacio para tales distinciones. Es el espacio para construir institucionalidad igualmente eficaz para toda la ciudadanía.  Sin distingo alguno. Cuál será la luz que hará despertar a quienes quieran construir un sano diálogo que pueda expresar su opinión y diferencia sin necesidad de violentar el curso de los acontecimientos sociales. 

El temor de alguna suerte de monstruo al que todos debemos temer u odiar, parece ser la característica común de todos los actores políticos, la opinión pública y la participación de la sociedad civil organizada. Parece que si no vivimos sobresaltados no estamos vivos. Qué precario sentido de la vida. Francamente. Como precario es también el sentimiento de victimización constante que también todos comparten por igual. Ojalá este periodo de comparte y reparte el poder, incluido el equilibrio de los nuevos privilegiados de los flujos económicos, termine pronto para poder empezar a caminar y dejar de perder tanto tiempo en planear, pensar y repensar el Plan Nacional de Desarrollo... Se supone que ya había un proyecto bien delimitado. Y de pronto volvimos en una máquina del tiempo a la época de las infinitas y muy gratificantes (pero tan poco efectivas) mesas de trabajo: el gran entretenimiento de la negligencia de los gobiernos anteriores. 

Hemos tenido un exceso de palabras robustas (eco todavía de las campañas electorales) tanto por parte de los vencidos como de los vencedores. Imbuidos todos (y todas) en una dialéctica que se debate entre el triunfalismo y el ardor revanchista. Más desagradables aún son los ya prontamente "desencantados" de su voto, más patéticos los ya "triunfantes" orgullosos de su voto de la mano de un "te lo dije". Es realmente asombroso el poder de visión premonitoria de todos quienes ya hacen tales juicios cuando todavía faltan tantos años de gobierno. Pero bueno, parece que rasgarse las vestiduras es un don, irrenunciable, de la tan empoderada participación ciudadana mexicana. Así como, parece que debiese importarnos más el futuro renovado y libre de México que la vieja y añeja historia de la conquista española.



Y tú... ¿qué esperas de la cuarta transformación?



Feliz primavera...
tarde llega la inspiración 
de la luna llena
como tarde se tejen las letras
cuando éstas se agotan de insistir.

Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.