jueves, 28 de marzo de 2019

la rueda de la fortuna...

... o el imperativo de la vida.



Hay días en que es muy oportuna la ocasión para recordar que, las más de las veces, vale más arrepentirse de lo que se ha hecho que de lo que se dejó de hacer (a veces: por temor). Porque, al menos, conservaremos los recuerdos de las emociones que hicieron vibrar nuestro ser. Al menos... el aprendizaje de la derrota. Y con mucho... el renovado aliento de toda derrota. La certeza de la libertad: la tragedia hecha destino. Ese momento en que nos volvemos dueños de nuestra fortuna. Pocas cosas son tan gratificantes como el hacer frente al dolor de perder todo lo que sea necesario...  y se vuelve innecesario: cuando se trata de cumplir el imperativo de la vida.  

Este camino nos lleva mucho más allá de lo que pudimos predecir. Y siempre nos roba mucho más de lo que estuvimos dispuestos a sacrificar. Más... cuando no creemos en los sacrificios. Cuando estamos convencidos de que entregar nuestra vida a aquello que creemos no debe significar ninguna forma de mutilación. Lo cierto es que no siempre estamos en lo correcto -afortunadamente. Y sí... hay veces que la fortuna nos impone sacrificios que sentimos imposibles de lograr. Cuando nuestro destino aparece antes incluso de comprender todo aquello que debemos renunciar. Una verdad que aparece como la anunciación de todo lo que necesitaremos comprender para volver al mismo lugar de cual partimos. Porque no podemos huir de nuestros propios designios.

El destino es una dádiva que se nos otorga desde el cielo. Y con todo don que recibimos viene una pérdida. Toda decisión de vida es la renuncia de otra vida posible. ¿A mayor gracia... mayores pérdidas?... No lo sé. Sólo puedo decirles que de pronto llega un día en el que es tiempo de aceptar que hay sueños que no podemos conservar si estamos dispuestos a comprometernos como es debido con aquello que hemos sido llamados a ser y hacer. Y no hay tristeza en ello, sí el abismo de un dolor inconmensurable que nos permite abrir los ojos y dejar de temer a nuestra propia realidad. Pero es uno de esos dolores que cuando pasan... nos regalan la dicha de haber dado vida.


Y tú... ¿conoces tu destino? 



Feliz jueves... queridas y mágicas tortugas.

Y que el destino
nos descubra
todo aquello que vale la pena renunciar
para nuestra dicha verdadera abrazar.







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