martes, 19 de febrero de 2019

Reconciliación...

... y esperas pendientes.



Ojalá fuera sencillo desentrañar los caminos de la reconciliación en nuestros corazones. Ese lugar en el cual todo toma el lugar que le corresponde, con generosa justicia, y descansa la paz. Muchas veces mal entendemos justicia con castigo. Compensar el daño con un daño equiparable. Lo cual es algo mucho más cercano al amedrentamiento. 

La justicia es el poder mirar y aceptar las cosas como en realidad son. Es una verdad que se asemeja lo más posible a aquello que nombra. De ahí que sea ésta la herramienta más poderosa de todo estadío de paz: la intensión verdadera de la realidad y, al mismo tiempo, el sustrato más real de la verdad. 

El perdón y el olvido de todo aquello que ha logrado quebrantar nuestro carácter, rompernos el alma, herirnos el corazón, fracturar nuestra ilusión, arrebatar nuestra fe, disociar nuestra psique, violentar nuestra temperamento, enfurecer nuestra paz, hacernos dudar de todo... incluso de nosotros mismos. Es una tarea que acompaña la vida misma, en mayor o menor medida... es un proceso que se alimenta cada día. Algunas horas con más acierto, otras noches con menos generosidad. De ahí que la reconciliación sea, por excelencia, un espacio de complicidad con nosotros mismos. La continua negociación con nuestro dolor que nos obliga a recordar que si algún valor le podemos atribuir a la vida: es la posibilidad de la plenitud y la felicidad.  

Los caminos para encontrar el punto exacto entre la realidad y la verdad son los caminos en los cuales el alma se apropia de sí, entera. El corazón resplandece sin mácula. El carácter se acrecienta, fuerte. La ilusión brilla con el sol. La fe se desnuda a la luz de la luna. La psique se vuelve una. El temperamento se abraza a sí mismo. La paz nos cobija. Nos sentimos ciertos de todo en lo que creemos y nos aceptamos a plenitud. Éstos... son... los caminos de la reconciliación.

Podemos no siempre perdonar. Hay cosas que jamás logremos olvidar. Pero siempre podemos libremente amar.

Que los acontecimientos no resulten como lo deseamos... no significa que no llegaremos a sorprendernos de cuán mejor pueden resultar las cosas para nosotros. Muchas veces descuidamos percibir el verdadero sentido de aquello que deseamos. Olvidamos disfrutar lo que de verdad estamos experimentando y sintiendo... Descuidamos vivir... simplemente vivir. 

Aquello que soñamos está siempre mucho más cerca nuestro de lo que imaginamos... mientras más cerca: más el temblor de desmoronarnos por completo ante el milagro de una promesa cumplida. Porque todo anhelo celosamente cultivado se vuelve la promesa, hecha por y para nosotros mismos, de aquello que esperamos que sea nuestra vida.

Ojalá seamos lo suficientemente valientes para encontrar los caminos de reconciliación que no sólo sanen nuestra sonrisa... nos enseñen, además, a amar sin mezquindades ni cobardías. Nos enseñen... a reír a carcajadas.


Y tú... ¿tiemblas al amar?


Feliz mes del amor y la amistad.
Dichosa luna de nieve.
Virtuosos días de sol radiante.
Amorosas noche de piel.

Fuerte abrazo queridas tortugas...
no olviden amar, reír y sonreír.








domingo, 17 de febrero de 2019

Luna...

... de luz y a contraluz. La falacia de la militarización o la hermeneútica del fascismo... #NoSeréBreve

¿Por qué sí la guardia nacional?



Enero se nos regaló con un espectáculo inolvidable en el cielo, al mismo tiempo: con noticias que nos conmueven y necesidades que nos recuerdan el desamparo de nuestro país... la fragilidad de nuestra condición humana... los retos de nuestros proyectos de vida. De la mano de la incertidumbre de todo aquello que forma parte de nuestro destino y no sabemos cómo, al fin, se concretará. O no.

A veces, entrampados entre el cuándo y el dónde, tratando de descifrar el cómo... transitamos hacia el futuro sin mucha comprensión acerca de nuestro presente. En este contexto, una única certeza nos queda: el saber que somos leales a nosotros mismos y que estamos dispuestos a dar los mejor de nosotros... de sentir y entregar nuestro corazón al ritmo de todo aquello a lo que la vida nos invita. Decididos a dar un paso al frente, sin percatarnos de que quizá no encontremos nada del otro lado del camino. Y aunque esto le incumbe más a nuestro ser existencial... nuestra vida política no está exenta de tales retos. Esos que nos obligan a ir más allá de lo que nos hace sentir cómodos y aprender a caminar de acuerdo con nuevas coordenadas. Puntos de referencia que empezamos a construir de la mano: y a pesar de quienes pretenden interrumpir nuestro paso.

Se me dificulta abordar los distintos análisis, obligados, de las últimas semanas -que suman ya un mes y medio. Llegó febrero, el mes del amor por excelencia, la luna nueva y el año chino que promete deleitarnos con la prosperidad del cerdo... La luna sigue creciendo y todavía es prematuro tratar de comprender algunos de los sucesos de nuestro acontecer nacional. Que va marcado con la intensidad de cada mañana al despertar. Hemos despegado con fuerza hacia el destino que nos trazamos y es tiempo de empezar a acostumbrarnos a que nuestro México va a cambiar.  

Parecería que los hechos se tropiezan sobre sí y cuando amanecemos ya tenemos mucho más de qué ocuparnos. El ritmo del nuevo Gobierno de México es tan acelerado que parece que ni la memoria nos alcanza para asimilar, procesar, analizar y tomar postura sobre todo aquello que se nos ofrece a la mesa del debate, la discusión y el anhelo de la construcción conjunta. Aparece ante nosotros una nueva forma de ser de la vida pública y la pregunta inconclusa y poco tomada en cuenta es: cuál es hoy el papel de la sociedad civil. Una voz que se alimenta de las faltas y carencias de todo lo que nos es común. Un conjunto de intereses que se conjugan en aras de mirar ahí en donde los órganos del Estado no logran mirar con el mismo ahínco e interés con que compete a cada una de las causas que le dan sentido a su quehacer (y razón de ser). 

Una voz acostumbrada a ser un mismo eco con diminutas variaciones a contratiempo dentro de una partitura preestablecida con la que todos los análisis coincidían, ante el vacío de autoridad que ellos mismos habían creado. El falso rumor de la falta de gobierno efectivo durante el sexenio pasado, anidado en la incompetencia de los sexenios "panistas" que le antecedieron: la noche oscura de nuestra historia, alimentó análisis y comentarios en los cuales muchas veces se confundía si eran la expresión de la sociedad civil organizada o la encarnación misma de los tomadores de decisiones legítimas. Encumbrados por ellos mismos y entre sí. A la sombra de todos los poderes legítimos y beneficiándose, de formas no siempre loables, de nuestras propias tragedias. E impunes sin más ante la responsabilidad sobre las consecuencias de sus cortas miras y contundentes, pero vacíos,  juicios de valor.

Puedo imaginar el desamparo que estas voces hoy atraviesan. El mismo desamparo que sufrimos todos quienes no fuimos tan bien tomados en cuenta a lo largo de los últimos años. Y me sorprende cada día no terminar de descubrir en todos estos rostros, los de la pura y sabia sociedad civil organizada, un poco de humildad ante la derrota. Un poco de autocrítica ante el discurso que enardecían y que ha sido totalmente pulverizado. No descubro en ninguno de estos rostros un leve paso atrás en donde se permitan interrogarse a ellos mismos: ¿qué hicimos mal? ¿en qué nos equivocamos? Se aferran con tal fuerza a defender su única verdad que duele verlos naufragar cada día con más desconsuelo. Con franca desesperación se tambalean entre la amenaza, el mal augurio, el chantaje y el berrinche. A manotazos y dando patadas de ahogado pretenden poner en la agenda pública todo lo que para ellos vale, al margen del bien del común. Su miopía los lleva a construir argumentos cada día más falaces. Cada día más vulgares. ¿Cuánto tiempo tardará para que se resignen a sumar su voz y encontrar la verdadera distinción que los podrá colocar en el papel de una oposición honrosa y constructiva? Sin escatimar más el hecho de que son los perdedores de nuestro tiempo. Al menos de nuestro presente.

Es momento de reflexionar sobre el futuro desde las nuevas perspectivas que se nos ofrecen. No hay ocasión para seguir escarbando, en el cajón de las categorías añejas, mediocres atisbos de posturas críticas ya rebasadas por el curso de los acontecimientos. Dejen de atar el avance de la historia al pasado. Suelten las amarras y permitan que la intuición los lleve hacia terrenos inexplorados. Sean capaces de crear nuevos y mejores modelos de análisis. Dejen de entorpecer el camino de quienes sí estamos dispuestos a trabajar por México. Aprendan de los errores de su mal juicio y dialoguen con honestidad. Porque el ridículo no puede seguir siendo su lugar en la vida pública. A menos que quieran perder, además, el poco decoro que todavía los engalana. A menos que quieran ser la expresión del más temible de todos los fascismos... 

Pocas veces se comprende la estrecha relación que existe entre el origen del fascismo y el origen de la sociedad civil organizada. Una afirmación de esta naturaleza puede tomarse desde dos puntos de vista. O a favor del fascismo o en contra de la sociedad civil. Es decir, ver al fascismo como un espacio de poder libertario ganado por quienes no tienen voz y están desamparados ante la lógica de los poderes constituidos. O ver a la sociedad civil organizada como la encarnación de todo lo que desprecia la institucionalidad (e identidad) nacional. Todo lo que no es ella misma.

Podemos desentrañar en Hegel, Lecciones sobre la filosofía del derecho, dicho estrato social que surge en el seno del nacimiento de la era industrial, en el sustrato comunitario del plusvalor de la vida moderna y en la gesta de una época que ya no reconoce su subsistencia directamente en la fuente primaria que satisface las necesidades primarias, sino que se desdobla en la mediación de una satisfacción que se cumple a través del comercio monetario, aislado incluso de la razón de ser de la subsistencia misma. Estrato al cual se le conoce comúnmente como burguesía, en contraposición con los aristócratas (los herederos de los valores de la monarquía, de los terratenientes y del gremio culto que se identifica por el vínculo de sangre). 

Una clase social que se reconoce en su posibilidad de acceder a todo aquello que sólo poseían unos cuantos y cuyo resentimiento los hace desdeñar al pueblo, los campesinos y las clases trabajadoras. Son quienes se enorgullecen de tener dinero y fomentan la cultura de que el dinero todo lo puede comprar. Albergan el complejo de no ser poseedores de lo fino, la elegancia, la alcurnia ni la nobleza por herencia natural. Son quienes enarbolan el sentido más positivo (sin efectividad) y vacío de la libertad. Quienes defienden la democracia, siempre y cuando sólo los represente a ellos mismos, como instrumento para derrocar al Estado constituido como un ente social de jerarquías en equilibrio para la subsistencia comunitaria (jerarquías que no guardan un lugar sustantivo para las burguesías, dada la naturaleza vacía de la subsistencia que las compone). Una libertad que garantice su consumo: la identidad de que son mejores personas. Una democracia que sea el reflejo de su voluntad de clase concebida como el eslabón por excelencia entre lo que el pueblo necesita pero no lo sabe y lo que el Estado debe hacer aunque no sirva como institución comunitaria. Todos los que no son libres, como ellos los son, son despreciables y prescindibles. Merecen ser destruidos, aniquilados, olvidados, subsumidos, vejados y humillados.

El vacío de raíces, de valores trascendentes, de altruismo ético, de consecuencia moral, el vacío de vida real y de sentido de vida, de nobleza culta, de estudios profundos y complejos que logren comprender las paradojas que se desdibujan a la luz de todos los matices. A saber, la simplicidad de su lógica vital... les impide comprender que la única forma de fortalecer las instituciones es con autoridad y con disciplina, ambas, basadas en la posibilidad trascendente y creativa de la humanidad. Aunado a la responsabilidad de velar por el desarrollo comunitario más allá de cualquier técnica acerca del valor de uso de la vida. Es cierto que los "Estados Nación" han fracasado cuando se dejan dominar por el fascismo de los intereses particulares (cuando éstos se desprenden de su razón de ser como ente común) y usan el poder de la fuerza pública para hacer sobrevivir sus propios caprichos de clase. Es cierto que los autoritarismos militares al servicio de la política (mal entendida) han acrecentado la violencia contra las libertades humanas en una lógica de aniquilación de la vida. Pero también es cierto que son estos cuerpos de seguridad quienes constituyen una de las herramientas del Estado para gobernar en paz y con justicia. Su sentido primero es proteger las libertades de las personas y ser la garantía de una vida libre de violencia. Sí estamos inmersos en una ecuación paradójica que todavía no logramos resolver como seres humanos, esencialmente sociales. La humanidad entera se encuentra aún en esta disyuntiva. 

Y mientras dilucidamos las nuevas respuestas y mejores soluciones, debemos actuar con prontitud para romper el círculo vicioso del entramado de la violencia en nuestro país. Si las fuerzas armadas logran ocupar en la ley el lugar y la responsabilidad que se les quiere asignar, con la conformación de una Guardia Nacional, tendrán que rendir cuentas de que son mucho más que una expresión de la sociedad civil organizada (mucho más que una casta fruto del resentimiento social), que son mucho más que el monopolio del uso de la fuerza pública, que son mucho más que el poderío castrense vacío de todo propósito... Tendrán que demostrarnos que son leales a los principios nobles de sus raíces, garantes de los derechos humanos y que tienen claro cuál es su compromiso con la subsistencia del estado democrático de derechos. Ellos mismos renunciar a la esclavitud y a la servidumbre de cualquier instinto de odio o desprecio a otro ser humano. Porque si bien, no es menor la responsabilidad que queremos depositar en sus manos, quienes sí apoyamos la Guardia Nacional, mucho menor es el riesgo que representaría para México que nuestra gobernabilidad democrática sucumbiera secuestrada por el lado oscuro de los excesos castrenses, como bien lo sugieren quienes se oponen a este nuevo cuerpo de seguridad.

Conservo 5 puntos (del 2 al 6, el 1 no lo comparto) de la propuesta de Jan Jarab para la resolución de este tema, como un mapa clave para garantizar ambos fines, en el contexto del mejor marco jurídico que podamos consensuar y a la luz de nuestra realidad: 

1. [Eliminar los componentes castrenses del diseño de la Guardia Nacional. Su definición civil no debe ser desvirtuado, mucho menos desmentido, por los componentes del orden militar que existen en la minuta.]
2. Sujetar a la institución a estrictos controles democráticos del orden civil.
3. De contemplarse un papel para las fuerzas armadas, el mismo debe preverse en el régimen transitorio de la reforma, sujetarse un plazo perentorio de vigencia y ser acorde con los estándares internacionales en materia de derechos humanos (entre ellos los dictados por la Corte Interamericana en el Caso Alvarado).
4. Generar un programa real de fortalecimiento de todas las corporaciones civiles.
5. Cerrar la puerta a la licencia constitucional para privar de la libertad a civiles en instalaciones militares.
6. No ensanchar los alcances de la jurisdicción militar, misma que debe circunscribirse a un ámbito excepcional, restringido y extraordinario.

El Senado de la República tiene en sus manos una gran labor en materia de técnica jurídica, ojalá la luz alcance para que, en medio de la lucha del equilibrio de poderes, no se sacrifique la posibilidad de actuar con prontitud y dar pasos firmes en el proceso de pacificación de nuestro país.

Estoy convencida de que la expresión libre de las voces que se suman dentro del tampoco menos complejo entramado de la sociedad civil organizada ha superado por mucho sus orígenes históricos. Y por ello, hoy más que nunca debe mirar hacia dentro de sí, sus logros y fracasos, sin conformarse con el radicalismo de la fuerza, la resistencia ni ninguna forma de violencia ni de resentimiento. Hermanarse e identificarse con el Estado, como parte de éste, no como un eslabón perdido (y mucho menos redentor). Renunciemos todos a la cultura de castas que sólo merma nuestra capacidad de amarnos los unos a los otros en igualdad de circunstancias. Abracemos el sino de nuestra humanidad: la libertad ética. Lo cierto es que en nuestra época todos somos sociedad civil (más o menos organizada)... todos somos pueblo (con más o menos raíces de subsistencia)... y, lo más importante: el Estado somos todos (con más o menos representatividad, con más o menos poder político... con o sin autoridad institucional... dentro y fuera de la vida pública).

Los estados democráticos siguen siendo una promesa por cumplir, el mundo entero avanza en esa dirección: siempre inconforme con sus resultados. ¿Los estamos implementando mal? ¿Comprendemos realmente lo que éstos significan? Estamos en ese camino de deliberación y descubrimiento, juntos. De ahí la importancia de ser generosos entre nosotros mismos. Y abrir interrogantes antes de emitir juicios de horror y temblor. Estamos juntos en estas encrucijadas, todos heredamos una mezcla exquisita y única de "clases",  sustrato de "subsistencia", filiación "consanguínea", "nobleza", "valores", "creencias", "ideales", "culturas" y "purezas".... Categorías todas a las que ya debemos renunciar para nombrar nuestra identidad. Todos somos México. Y un paso importante es avanzar de la mano de nuestras instituciones confiando en ellas tanto como queremos que ellas confíen en nosotros: las y los ciudadanos.

El camino de "abrazos no balazos" apenas empieza, para quienes quieran tirar la toalla antes de entrar al ring. Soy una convencida de que, desde el enfoque de políticas públicas, la decisión de la Guardia Nacional tiene mucho más virtudes que defectos. Es una decisión tomada con base en la realidad que vivimos y la realidad que somos. Con base en lo que tenemos y en lo que podemos hacer. Hacer más con menos de la forma más eficaz y efectiva posible. Normalizar las funciones no constitucionales que las fuerzas armadas ya ejercen de suyo, es el primer paso para la desmilitarización del país. 

Optar por el rango policial de las fuerzas armadas es disminuirlos en jerarquía y demarcar con mayor precisión el límite de su alcance castrense. El mando mixto (que para mí no era tan relevante, pero reconozco que fue una batalla bien ganada desde la primacía civil y en el marco de nuestras obligaciones en materia de derechos humanos) puede ampliarse y sumar al titular en turno de la Secretaría de Gobernación y dejar claro que, si bien los titulares de la Defensa y de la Marina son parte de las fuerzas armadas, ellos no están en este consejo de mando en calidad de cuerpo armado, están en calidad de titulares de un órgano de gobierno civil y democrático. 

La condición de temporalidad con el compromiso de fortalecer los cuerpos "civiles" de seguridad pública y llegar a constituirse, con el paso de los años, en un órgano íntegramente civil son aspectos indispensables. Enfatizo "civiles" porque se hace omisión sobre el hecho de que las policías poseen un monopolio en el uso de la fuerza pública que los civiles, en sentido estricto, no poseemos. Así que me parece un poco falaz insistir en que son cuerpos inócuos y libres del riesgo del abuso en el uso de la fuerza pública y que están exentos de ser violadores de derechos humanos en potencia, como sí se quiere estigmatizar a los integrantes de las fuerzas armadas. 

De hecho, estoy convencida de que dado el deterioro en que se encuentran nuestros cuerpos policiacos, por el mal uso de la inversión que se ha hecho en su fortalecimiento y capacitación, sin dejar de lado sus vínculos (en algunos casos) con el crimen organizado (sí documentados), y dado que ellos mismos no están comprometidos como se espera con la tarea que se les ha encomendado (con todo tipo de pleitesías) durante los últimos años, así como, tampoco han sabido estar a la altura de las circunstancias cuando se trata de estar al servicio de la ciudadanía en sus labores de proximidad... me parece que el integrarse a un cuerpo mejor diseñado, con un mando claro, una estrategia conjunta e integral (que ya da posibilidad de tomar control del territorio nacional, dada la experiencia previa), en el contexto de la autoridad y la disciplina que les compete (por definición), les puede brindar la motivación que tanto les ha faltado. 

Sí necesitamos un cuerpo policial de seguridad interior eficaz (dedicado a la seguridad pública con un enfoque de prevención del delito) que brinde identidad de Estado y pertenencia a quienes estén a cargo de enmendar el rumbo en espiral de violencia en el que nos encontramos. Tantas quejas hay en las comisiones de derechos humanos contra elementos castrenses como contra elementos de las distintas policías disponibles y en activo. Seamos honestos. 

El monopolio "legítimo" del uso de la fuerza pública, por definición, es un concepto contradictorio, y contrario en todas sus aristas, a los estándares en materia de derechos humanos. Pero es una contradicción codependiente entre sí, dado que de otro modo no necesitaríamos tales estándares. No podemos seguir negando que parte de ser humanos es también ser voraces, ser violentos, ser perversos... y para contrarrestrar tales abusos que componen nuestra humanidad es que hemos inventado y desarrollado entramados jurídicos, ámbitos de legalidad, mecanismos de control y vigilancia, todos imperfectos en eficacia y en constante revisión y actualización. 

Sí... llegará el día en que todos (sin excepción) seamos hombres y mujeres plena y éticamente libres... pero ese día no es hoy... Hoy nuestra libertad sigue siendo el anhelo de un mundo posible (y mucho hemos ya avanzado y transitado en este camino). Lo cierto es que hoy la barbarie corroe los fundamentos más profundos de nuestra sociedad y no podemos mirar más para otro lado, no podemos más cobijarnos en la técnica mal entendida y mal interpretada, no podemos resignarnos con nuestros prejuicios, no podemos rendirnos más. Es hora de poner de pie al Estado. Dejar de mirar hacia abajo y abrir nuestros ojos al sol. Todos y cada uno tenemos un trabajo indispensable que hacer desde cada una de nuestras trincheras, en vez de perder el tiempo cuestionando con falacias, chantajes y berrinches las tareas plenas (y legítimas) de nuestras autoridades. 

El sistema de justicia debe ponerse a trabajar en tiempo y forma, empezar a dar los resultados para los cuales ya posee todo el entramado de ingeniería que necesita; en el marco del primero constitucional. Las y los defensores de derechos humanos no pueden bajar la guardia ni por un segundo (y darse a la tarea de fortalecer la agenda de pacificación como contrapeso ante los riesgos en esta materia por la constitucionalización de la Guardia Nacional, agenda que no puede quedarse en una simple promesa; y con base en toda la evidencia que ya se tiene sobre la gravedad de los problemas que existen). Desde el sector educativo, con medidas económicas orientadas al desarrollo, etc. Ya no podemos insistir en querer mirar a Irlanda ni a Finlandia... creo que con mirarnos a nosotros nos basta para tomar la decisión correcta. 

Ya basta de remontar lo que hoy estamos viviendo al momento en que Felipe Calderón y su camarilla de inútiles inoperantes decidieron depositar, sin más, en las fuerzas armadas una labor que ellos no podían ni descifrar ni comandar. Fue una necedad. Además de lo aberrante que es la idea de un país que le declara la guerra a su propia población. Fue una decisión totalmente ilegítima. Fueron las fuerzas armadas, con suma responsabilidad de Estado, quienes frenaron el instinto de exterminio con que el ejecutivo les exigía y reclamaba actuar. Y quienes se dejaron convencer, en aquel entonces, fueron sumamente irresponsables porque a Calderón no le pidieron garantía alguna, no le exigieron ningún marco legal,  no se hicieron cargo de que hubiese una estrategia debidamente planeada, que fuera una acción efectiva y eficiente, no le pisaron los talones para que no se violaran los derechos humanos, le dieron un cheque en blanco, sumaron voces para -desde el terreno del discurso y la opinión pública- hacer ver tal acción desafortunada como una buena elección de ruta; fueron omisos e ingenuos con indignante alevosía. Durante casi dos años, nadie alzó la voz... hasta que se sumaron los primeros 13,000 muertos. Éstos son también sus muertos. Dónde estaban entonces quienes hoy se dan baños de excelencia bajo el emblema de la sociedad civil organizada. Dijimos ya basta y lo dijimos en serio. Hacer hoy lo que no hicieron entonces no los va a escusar de la responsabilidad (y la sangre) que corre también por sus manos. Parece que tratan de redimirse de sus actos. Y ya es muy tarde para eso. Así que pongamos punto final, vivamos el presente y miremos hacia el futuro. Todos por igual. 

"Abrazos no balazos" es un anhelo que va de ida y de vuelta. Y la única manera para que lleguemos a los abrazos y prescindamos de los balazos es dar paso a la Guardia Nacional, conformada por los tres cuerpos policiacos que se sugiere en su diseño propuesto. Esto no está a discusión. Porque ése mundo feliz en el que algunos viven, en medio de indicadores, recomendaciones y buenos propósitos, es un mundo que todavía no existe. Ya basta de tanto fascismo enmascarado de civilidad y de tanto desprecio por reconocer lo que es nuestro país. Seamos honestos y consecuentes y pongámonos a trabajar.

¡Viva México!


Y tú... ¿eres burgués? ... 😉 



Fuerte abrazo lleno de magia de tortuga... hagamos el amor y no la guerra.
No olviden mirar la luna...
que llenándose de sí se nos regala
radiante y a luces.
Hasta mañana.