lunes, 26 de marzo de 2018

Aeropuerto sí...

... aeropuerto no.



Para empezar la semana, mágicas tortugas, me voy a detener con un poco de cautela a reflexionar sobre el debate abierto sobre la pertinencia de seguir adelante con el colosal proyecto de un nuevo aeropuerto. En las fotos vemos ya una primera estructura construida y alrededor del tema se debaten distintos aspectos polémicos. 

Tratemos de sacar la discusión de la coyuntura electoral. Porque eso ensombrece nuestra visión. La pregunta es: ¿es el mejor proyecto para solucionar la necesidad que tenemos de un aeropuerto más grande? ¿Qué otras soluciones se pueden poner en práctica? ¿Cuáles son nuestras necesidades prioritarias?

Se han escuchado pocas voces en contra de este nuevo aeropuerto, es un proyecto monumental, lo cual lo hace sumamente atractivo a nuestra vanidad, de una u otra manera, todos queremos ser parte de este recinto del futuro: próspero y tecnológico. Como pasa con todas las grandes obras. 

Creo que la solución es una cuestión técnica. Tanto su viabilidad en materia de ingeniería de construcción, como su rentabilidad sustentable a lo largo de todos los años que durará el proyecto de construcción. Es importante no minimizar la mano de obra involucrada y garantizar que sea bien pagada. Y definitivamente, es indispensable, revisar los contratos y que no existan irregularidades ni evidencia de algún tipo de corrupción. 

En lo personal, desde que se anunció este proyecto, me pareció un elefante blanco. Lo pueden constatar en alguna de mis misivas de entonces. Además la economía no creció como se esperaba y no estoy segura, si para cuando se lanzó tal iniciativa, ya enfrentábamos la brutal caída de los precios del petróleo. ¿Tenemos la capacidad de llegar a buen puerto con la consecución de esta obra?

Legalmente hay mecanismos que permiten tomar acciones al respecto. Tanto quienes quieran impedir la continuidad de la construcción, como quienes quieran seguir adelante con los trabajos ya pactados. Someterlo a una consulta pública es una opción para dirimir sobre el nivel de aceptación, entre la ciudadanía, sobre una obra puesta en cuestión y de tal magnitud. Pero, de ninguna manera, puede ser el único criterio para esta decisión. Es un factor más. Porque los ciudadanos no estamos obligados a ser expertos en todas las materias técnicas de decisión del Estado. Ese es el trabajo de los funcionarios públicos, por eso reciben una remuneración salarial. Nosotros sí podemos expresar nuestro contento o descontento en un debate abierto y nuestras razones son también consideraciones a tomarse en cuenta, en suma con todos los otros criterios puestos sobre la mesa. Somos parte de los interesados pero no somos los únicos actores en juego. Porque si todas las decisiones, en cuanto su resolución definitiva, se van a poner a deliberación de consulta pública, entonces ya no necesitamos un Gobierno, necesitamos un árbitro de plebiscitos. El gran plebiscito son las elecciones y en ellas legitimamos las decisiones que nuestros gobernantes consideren más pertinentes. 

A mí me gustaría que una obra de tales dimensiones, realmente se concilie con beneficios comunitarios de mayor alcance. Por ejemplo, ¿cuántas personas de nuestro país nunca se han subido a un avión? ¿por qué los locales comerciales de los aeropuertos hacen su agosto con precios discrecionales, realmente elevados, solo por estar vendiendo sus productos dentro de un aeropuerto? ¿por qué esto está bien? ¿por qué debe ser así? Insisto: ¿por qué no se garantizan sueldos significativamente altos para los trabajadores que levantarán pieza por pieza tal promesa de desarrollo y modernidad? En serio, necesitamos un verdadero compromiso social de las empresas y que estén dispuestas a compartir un poquito de las ganacias millonarias implicadas. ¿Son rentables los beneficios y costos durante la larga etapa de construcción? ¿Se logrará concluir en tiempo y forma, respetando el presupuesto programado al día de hoy? ¿Quién va a financiar el sobreprecio de la inversión? Finalmente, un factor determinante para la decisión es contar con una mejor opción para resolver las necesidades de un nuevo aeropuerto. Se construya o no, no puede haber duda alguna de que todo se ejecute conforme a derecho y, si hay corrupcion involucrada, ésta debe subsanarse. Sea quien sea el próximo presidente.

Ahora bien, volviendo a las consultas públicas... Reflexionemos sobre el caso de las reformas estructurales, independientemente de que podamos dar nuestra opinión y esto nos obligue a informarnos mejor en temas que nos competen a todos; y de que nuestra voz también sea escuchada; la discusión fuerte estará en manos del poder legislativo. Y no se trata de echar montón, como sí pasó cuando se promulgaron, se trata de debates a profundidad, de no dar pasos hacia atrás como cangrejos para que gane la consigna de una identidad partidaria. Porque, definitivamente, son perfectibles. Fueron una apuesta ciega. Hubo consenso, entre más de los que se atrevieron a reconocerlo, de que era ya el momento de entrar en una nueva etapa; más urgidos por los tiempos del mundo y la necesidad de competir a nivel internacional, pero también porque tampoco era ya viable lo que teníamos. Y no todo lo que quedó plasmado en el papel es incorrecto. Y ése fue el gran acierto del Pacto por México. Conciliar intereses particulares en un objetivo común. Las cámaras llevaban años de parálisis por las pugnas entre bancadas y la falta de un Presidente con competencias ejecutivas, es decir, competente. La desventaja representativa entre sus opositores impidió que pudieran influir más constructivamente y lograr un término medio: la conjugación justa de todos los intereses involucrados. Aunque basta revisar las versiones estenográficas de tales sesiones, y se los recomiendo, para encontrar testimonios históricos valiosísimos de cómo se apeló de todas las formas posibles a repensar algunas de las consecuencias de tales reformas. Fueron largas noches sin pegar una pestaña. A lo que voy: no estamos en un territorio de blanco y negro. Tampoco es un asunto de deslegitimar los resultados alcanzados con estas reformas solo por el prurito moral de no apoyar al adversario. Se trata de ver con lupa, de tener el valor de reconocer las deficiencias implicadas y juntos construir el modelo más eficaz para el desarrollo de todos los habitantes de México. Tampoco se trata de despertar el encono entre la población para empezar a desgarrarnos las vestiduras por estar a favor o en contra de tales reformas, que ya no son tales, ahora son las leyes que nos rigen. Y como tales, no son absolutas e inconmovibles, son un ejercicio de constante construcción en aras de hacerse reales. Por cauces pacíficos e institucionales. Con argumentos y respaldo de datos precisos.

En conclusión, las consultas sí son loables y virtuosas pero, de ningún modo, son suficientes para la deliberación última de las decisiones de Estado. Son un complemento en el juego de la política: de la administración del poder y de los recursos públicos. Son un ejercicio democrático que sí fortalece la participación ciudadana. De forma acotada. 

Y quisiera terminar con tres acotaciones dialógicas sobre tres columnas que vieron la luz en días recientes: con Jesús Silva-Herzog, Enrique Krauze y Eduardo Caccia; en el Periódico Reforma. 

En orden de aparición... De ley y pueblo... Me parece un poco injusto reducir la postura de López Obrador a un delincuente. Porque quien no respeta la ley y actúa al margen de ella, delinque. Además, la complejidad involucrada en las paradojas de la legalidad efectiva rebasa, por mucho, la figura de Andrés Manuel. Llama también la atención que "a-priori" se establezca una relación de descalificación entre la voluntad del pueblo y el equívoco de su voz. Precisamente, porque ni AMLO, ni ninguna otra persona, puede encarnar en sí la pluralidad de tales voluntades que conforman el abstracto conceptual de la palabra genérica "pueblo"; nadie puede tampoco asumir que, si se trata de lo que quiere el pueblo, se trata de un juicio de valía menor, de una voluntad disminuida, de la voz de la ignorancia. Lo cual queda implícito en la postura de este artículo de opinión. Tampoco es acertada la comparación distintiva entre pueblo y sociedad civil. Sí es cierto que el candidato de Morena expresó su desconfianza crítica a algunos movimientos de la sociedad civil organizada y a los intereses maniqueos que algunos representan. Lo cual sí tiene fundamentos. No hay que soslayar el hecho de que no son la única voz de la ciudadanía. En mayor o menor medida, son representativos de fragmentos de la sociedad, de ahí su legitimidad. Y ése es su valor de balance y contrapeso frente a estructuras formales de gobierno que no alcanzan a establecer una relación directa ni virtuosa con la mayoría de la población. Yo, francamente, no creo que las organizaciones civiles son una suerte de elíxir inmaculado que combate todos los excesos del Gobierno, sin equívocos propios. No creo que se tenga suficientes elementos para asumir que López Obrador considera que las personas que integran estos grupos de la sociedad civil organizada estén fuera del pueblo. En sentido estricto, fuera del pueblo no queda nadie. El pueblo existe gracias a cada uno de nosotros, por igual. Los ciudadanos sumamos, en conjunto, la realidad del pueblo. En una abstracción compartida que nos permite identificarnos unos con otros en el complejo entramado que constituye una Nación, como parte de una unidad en tensión constante con cada una de sus particularidades, para arribar a un equilibrio social. Pues los tiempos monárquicos en los que se podía trazar una distinción, incluso sanguínea, entre la élite del poder y el pueblo... no son nuestros tiempos. Y en este sentido, AMLO sí se equivoca cuando trata de polarizar a la población entre ricos y pobres como si fueran dos castas, vicio recurrente del que no tenemos mucha evidencia en esta tercera campaña. Su discurso de reconciliación nos ha mostrado, hasta ahora, que esta vez sí es consciente de que si llegase a ganar, será el Presidente de todos por igual. Y que todos contamos como parte del Pueblo. La sociedad civil organizada es una parte sustantiva de este pueblo... emblemático, si se quiere. Pero sociedad y pueblo deben entenderse como sinónimos. A lo que se contrapone la sociedad, como civil, es decir, ciudadana, es a los cuerpos de seguridad, a las fuerzas armadas, a la doble función cívica de los funcionarios públicos en su carácter de entes de gobierno, pero en ninguno de estos casos, estos pierden su carácter ciudadano. Estas personas adquieren una doble responsabilidad sobre la incidencia y el poder de su quehacer frente al resto de la ciudadanía. Lo que llamanos el pueblo y la sociedad civil, solo se distingue cuando se trata de organizaciones formalmente organizadas bajo un esquema legal específico. Lo cual les brinda un estatus intermedio entre los órganos del Estado y el resto de los ciudadanos, quienes no dejamos de ser ciudadanos por no estar organizados en gremio alguno. Y creo que lo que sí es claro y evidente es que Andrés Manuel le otorga un carácter vivificado al pueblo: a los que no tienen voz, a los que enfrentan realidades aberrantes, a quienes más necesitan intregarse a nuestro modelo productivo, con dignidad. Como sus interlocutores prioritarios. Mi pregunta a Silva-Herzog es porqué él piensa que esto es algo negativo, porqué cree que esto es formalmente un acto de ilegalidad. ¿Por qué afirmar que "El pueblo de México es mayor de edad, el pueblo es sabio y sabe muy bien qué representamos cada uno de nosotros, y la gente quiere un cambio verdadero" es algo tan grave? Peor aún, cuál es la evidencia que se tiene de que esto falso. Mi lectura es inversa, esto no da cuenta de que López Obrador piensa que su voluntad encarna la voluntad de todos (y porque lo dice él), por el contrario, él se coloca por debajo de esta voluntad y asume que no se trata de él, se trata de escuchar lo que todos tenemos que decir. El hecho es que, tanto durante su gestión en la Ciudad de México, como durante sus campañas, no ha hecho otra cosa que poner en la agenda pública debates de interés nacional y todas las voces han salido a la escena pública, nadie ha sido tan escrupulosamente cuestionado como él. Y nadie ha desperdiciado la ocasión para poner sobre la mesa su punto de vista. El abre los debates. Nos conmueve a todos a ser parte de la solución. Se puede pensar que es un acto demagógico. Pero si fuera demagogia, simplemente tomaría posturas de convencimiento por simpatía, nos diría lo que todos queremos oír, no se comprometería con siempre defender lo que él cree que es correcto, y dar razones, sin temor a ser impopular o a ser desacreditado. Por eso es tan polémico. Porque, de todos los actores políticos, es quien verdaderamente nos da la oportunidad de confrontarlo. Hay en él una transparencia, de sus vicios y virtudes, que lo vuelve acequible a nuestra voz. Estamos tan acostumbrados a los discursos con maquillaje, de manual de comercial de venta de productos en el supermercado, que no nos permitimos asombrarnos frente a alguien que se muestra a sí mismo del modo que quiere ser. Su convicción por convencernos por la vía de la legalidad está probada en su incanzable batalla por alcanzar la silla presidencial, con apego a los mandatos institucionales. El no quiere caernos bien, él quiere nuestro voto de confianza para poner en práctica los anhelos de su voluntad política. Y podemos estar o no de acuerdo con sus convicciones y alternativas de cómo quiere gobernar, lo que no podemos es solo descalificarlo porque nos cae mal. Ni hacer una inferencia falaz entre si es malo para mí: es malo para todos. 

Cada quien tomará su decisión, conforme a sus propios juicios de valoración. Habrá ganadores y perdedores, y lo debemos afrontar. Así funciona la democracia. Y sea cual sea la decisión que sume más, juntos tendremos que confiar en que serán seis años en los cuales habrá buenas obras para el buen curso de nuestras vidas. Y como pueblo, debemos encontrar la forma de contribuir a minimizar los defectos y daños involucrados en todo mandato presidencial. Como ha pasado en los sexenios anteriores. Con mayor o menor efectividad: eso depende de nosotros. En un marco de paz y con respeto. Seguimos juntos en este camino. A veces más satisfechos, a veces más identificados y a veces más frustrados porque nos habría gustado un desenlace distinto. Pero nada de esto tiene porqué ser trágico. Se trata de la continua evolución y crecimiento de nosotros mismos, de nuestras instituciones, a través de nuestras experiencias y decisiones. En igualdad de condiciones, a pesar de nuestras diferencias.

Un poco en esta misma tesitura, me da la impresión de que Krauze no descansa en su labor por proyectar en Andrés Manuel todos los horrores de la historia de los líderes excepcionales. Me intriga el despreció con que usa la palabra "caudillo". El es un experto en biografías históricas, mi pregunta es ¿se podría trazar la Historia sin estos grandes personajes de la política que encarnan en sí un fascinante haz de claroscuros? ¿Se podría nombrar un personaje, un líder que haya marcado significativamente la historia de la humanidad, a quien no pueda atribuírsele las debilidades egocéntricas que trata de satanizar en Andrés Manuel? Uno solo. Sus referencias mesiánicas cada día me convencen más de que quien tiene una fijación mesiánica es Enrique Krauze y que transfiere una cantidad de antivalores a López Obrador, en donde parece que lo único que logra es encumbrarlo como el temible "anticristo". El candidato de Morena es un ser humano igual a usted. O, muy estimado Enrique: ¿usted cree que no? ¿Qué es lo que los hace tan sustantivamente distintos? ¿Qué verdad superior posee usted que lo coloca tan por arriba de este hombre del pueblo "común"? Creo que podemos ser más objetivos y distinguir entre su valoración, muy personal y válida, que vincula consecuencias catastróficas para la población, efectivamente documentadas, en relación con la encarnación del poder en cacicazgos autoritarios, y poco legítimos en un escenario demócratico; y entre la posibilidad de una valoración más abierta y generosa que nos brinde la posibilidad de interrogarnos sobre si estamos frente a un evento histórico sin otro referente que el futuro. Sin reduccionismos. Aun cuando, podamos trazar análisis en paralelo con tiempos pasados, cada etapa de la historia tiene su escenario propio. Admito que soy una admiradora de la diálectica de hegeliana, así como, estoy convencida de que Hegel se quedó corto en las posibilidades del dinamismo diálectico de los procesos históricos. Si usted, "suspendiera el juicio" por un instante, y tejiera más fino, a través de la posibilidad de que Andrés Manuel fuera presidente, otros desenlances posibles, nos regalaría valiosos elementos para nuestra decisión. Porqué queremos encasillar el presente en un pasado perdido e irrecuperable. Que si es izquierda, que si es derecha, que si es populista, que si es conservador, que si es liberal, que si es anacrónico, que si es priista de nacimiento, que si es un dinosaurio, que si es el viejo PRI. (Y aquí hago eco a Roger Bartra y su reciente entrevista difundida en los medios; él sabe cómo lo aprecio; y por supuesto hago eco a Andrés Manuel, quien da pie a estas comparaciones, honestamente, no sé si es un buen camino a explorar; tampoco sé si sabe que lo trato con aprecio, pero bueno, ustedes ya habrán podido deliberar que yo, probablemente, sí vote por él. Nos falta un largo trecho aún.) Dejemos descansar en paz al PRI. Al menos, tratemos de dilucidar qué es el PRI hoy en día; esto es lo único vigente. Al menos yo, tengo muchas interrogantes al respecto. Los gobiernos estatistas y nacionalistas no podrán volver a repetirse. Serán otra cosa, si los hubiese. Y no es eso lo que está en cuestión. Lo que está en cuestión son las mejores soluciones para nuestros problemas urgentes. Ninguno de los cuales tiene símiles en la historia. ¡Qué no vemos que toda esta simbología está desfalleciendo! Miremos hacia adelante. Los tiempos nos exigen recategorizar nuestras concepciones ideológicas, su vigencia está en total deterioro. Esta es una de las características de los procesos históricos. Así es como el neoliberalismo se posicionó como una alternativa viable, dadas ciertas condiciones. Pero, actualmente, no hay un solo modelo que nos alcance para lograr mejores resultados. Las variables de análisis son para enriquecer las reflexiones, no para hacer calzar los eventos del presente en un escenario inexistente cuyo correlato histórico no nos alcanza para comprender el futuro. Un futuro en ciernes. Coincido en, con prudencia, no desdeñar las enseñanzas que nos han dejado los sucesos históricos, pero invito a Enrique Krauze a arriesgar un poco las valoraciones de su percepción y no desdeñar otros escenarios posibles. No porque usted tenga que cambiar de opinión, es claro que no votará por AMLO; ésa es su prerrogativa, así como, expresar libremente todas sus opiniones; sino para que descubra el respeto que merecen quienes sí apoyan a AMLO y evite la tentación de inculcar terror entre sus simpatizantes y no simpatizantes. Esta sí no es su prerrogativa. Todos tenemos igual derecho de elegir de acuerdo con la valoración de nuestra percepción.

Y ya para despedirme... no puedo dejar de comentar los excesos de Eduardo Caccio en su Pollice verso. ¡Hittler! ¡¿En serio?! ¿Tan lejos vamos a llegar?... Me permito hacer un exhorto a la moderación. Uno más... A revisar un poquito la historia de Alemania y establecer vínculos reales y precisos, si los hubiese, con México y con el presente. Porque si de verdad quisiéramos hacer un correlato con una buena comprensión y definición del fascismo, creo que sería inevitable reconocer que, entre nuestros candidatos, él único que satisfacería tal parangón es Anaya. En otra ocasión, ahondaré más esta percepción personal que tengo desde hace días guardada en el tintero. Pero me he resistido a compartir estas reflexiones, porque creo que es un poco irresponsable pisar tales territorios. En aras de la alegría y el diálogo al que tanto invito, a través de mis letras, para construir juntos este proceso electoral. Y sí, ya compartí con ustedes la experiencia que me suscitó la faceta inconciliable de Andrés Manuel, al sentir (y enfatizo sentir), el alcance de la diálectica de dominio y sumisión de algunas formas de la expresión de su personalidad. Aun después de esta experiencia, yo no me apego a acuñarle la descripción de un personaje autoritario. Tales debilidades de AMLO, que pude sentir en carne propia y por primera vez lograr empatizar (sentir-con) con quienes  lo desprecian "instintivamente", creo que son más bien folclóricas. Y mi exhorto es a que guarde el equilibrio entre la autoridad y la democracia; esfuerzo y responsabilidad constantes en todo gobernante. Que muestre su carácter sin necesidad de violentar a ninguno de sus interlocutores; por el bien de la comunidad (porque como les compartí: es una experiencia extenuante, levanta un muro frente a sí); por el éxito de la jornada electoral y para no empañar de sombras la luz de su imagen, tan vilmente puesta en entredicho por algunos de sus detractores. Para que se muestre con justicia y nos permita elegirlo o no elegirlo. Y que cada quien inculque con libertad sus propias fobias, si fuera el caso. No porque va arriba en las encuestas, y tiene quien le diga todo el día que es perfecto, puede conformarse con la más débil versión de sí mismo. Y esto va para todos los candidatos: no se pierdan en la soberbia; eso no es sano para nadie. 



Y tú... ¿sabes que también eres el Pueblo?


¡Feliz Semana Santa!
Bendiciones llenas de magia de tortuga.

Hasta mañana...

sábado, 24 de marzo de 2018

Semana...

... de sentir nacer la primavera.


El día de la poesía, junto con muchas otras fechas memorables de esta semana, y una hermosa tormenta de granizo... han conmovido este tiempo nuevo que nos anuncia el equinoccio. El Sol nos descubre su cara para ver crecer todo lo bello que el invierno cosechó en nuestros corazones. De la mano de una luna creciente, se alumbran las esperanzas de un 2018 colmado de lunas llenas.

Feliz sábado, queridas tortugas:


Démonos una pausa para recibir la semana santa y dar inicio a nuestra próxima jornada electoral. Nos esperan grandes batallas. La municiones se han estado afilando y a partir del 30 de marzo empezaremos a ver el despliegue de la artillería pesada. Veremos el desplace territorial de los ejércitos, de distintos colores, en su consigna por optener nuestro beneplácito. Probablemente, no estaremos excentos de uno que otro escándalo para captar nuestra atención. Los medios de comunicación no se darán abasto en su noble tarea de acercarnos la información y de tejer fino sobre todos los eventos que se susciten. Estén atentos. Esto sí que se va a poner muy divertido. Ante nuestros ojos: una puesta en escena llena de teatralidad, las encuestas que suben y bajan, los reflectores, las disputas, las ofensas, los debates, las mesas de discusión, las entrevistas, la propaganda, las canciones y videos, los memes, la indignación y la fascinación. Todos los candidatos, bajo el escrutinio público, dispuestos a decirnos todo lo que queremos oír y a convencernos de que ellos mismos creen algo de lo que nos cuentan. Hagámoslos sufrir. Que sepan que somos una audiencia difícil. Que no nos conformamos con flores y chocolates. Queremos justicia, queremos instituciones fuertes, queremos gobiernos competentes, queremos ver resultados, trabajo bien hecho, pulcritud en la administración de los recursos. Queremos ingresos a la altura de nuestras necesidades. Queremos inversiones que reditúen en nuestra economía diaria. Queremos vivir seguros, poder confiar en nuestros vecinos y no sentirnos amenazados al salir a la calle. Que ninguno crea que tiene el secreto para descifrar, con trampa alguna o con base en estudios de opinión, la certeza de nuestra voluntad. No queremos oír mentiras. Queremos saber quiénes son. Y sin importar por quién vote cada quien, todos estamos unidos en la lucha por hacer valer nuestros derechos y defender nuestra dignidad. Todos somos la Nación y todos somos el Pueblo. México es nuestro. Y estos tres meses son la breve ventana de oportunidad en que la pelota está en nuestra cancha. La decisión es nuestra.

¿No están emocionados? Yo sí. Y no crean, por mi última misiva, que ya están echadas todas las cartas. Sigamos observando a nuestros candidatos presidenciales. Porque "ya sabes quién" dice que no nos defraudará. Quizás, podamos darnos permiso de dejarnos sorprender y descubrir por debajo de algunas de sus fachadas, el lado más honesto de su proyecto de gobierno y la cara más feliz de su personalidad. No perdamos de vista los objetivos que anhelamos: un México en donde todos podamos disfrutar de la grandeza de nuestro país. Con orgullo. En donde todos podamos realizarnos como seres humanos y construir la vida que elijamos. Un México que no se dé más permiso de corromperse a sí mismo para sobrevivir. Un México de paz. Un estado de derecho vigente gracias a que está conformado por ciudadanos libres, en igualdad de condiciones. Esto es lo que merecemos. Por eso, es importante no dejar de dialogar con todas las propuestas y exigirles a todos los candidatos darnos lo mejor de sí, exhortarlos a crecer como ser humanos para estar a la altura de las circunstancias que nos aquejan. No nos conformemos. Y no recurramos al odio como estrategia para defender nuestras preferencias. Recuerden: vivir con humor y alegría esta campaña es una forma de ser parte de la transformación de nuestro país. Todos somos igualmente mexicanos. Somos hermanos. Que nadie siembre la desaveniencia y la desconfianza entre nosotros. Unamos nuestros corazones a través de nuestras diferencias y divirtámonos con la pugna entre nuestros valores, ideologías y prioridades. Con respeto. Renunciemos a nuestros prejuicios. Inventémonos a nosotros mismos. Abracémonos y tomémonos de las manos. Que nadie nos corrompa. Que nadie nos diga que el mundo es así y no tiene solución. El mundo es lo que cada quien quiera construir con sus propias manos. La historia empieza cada día. No nos perdamos esta gran fiesta. Cuantiosos recursos invertimos en ella. Así que, lo menos que podemos hacer: es empoderarnos como los invitados de honor. 

Tenemos en puerta la no menor tarea de informarnos sobre nuestros candidatos locales, quienes tienen una injerencia más directa y sustantiva sobre muchos de los aspectos de nuestra vida cotidiana. Así que, no nos quedemos dormidos. ¿Quiénes son los candidatos? ¿Los conoces? ¿Qué más vas a elegir, además de la investidura presidencial? ¿Cuáles son tus prioridades? ¿Cuáles las opciones? El voto diferenciado es muy valioso, podemos repartir nuestras preferencias entre los distintos partidos. No se trata de lo que les beneficie a ellos, se trata de lo que a nosotros nos convenga. De votar por quien nos despierte mayor confianza para hacer el trabajo que los ocupará. ¿Cuál es la agenda legislativa de los candidatos y candidatas a diputados y senadores? ¿Qué agenda política representan? ¿Cuáles son sus valores y objetivos? Nos brindará muchas certezas buscar espacios para poder dialogar con ellos de manera más cercana. Hacerles preguntas y conocerlos mejor. 

También es importante ir previendo cómo vamos a acompañar la jornada electoral, involucrarnos como ciudadanos, ser observadores voluntarios en nuestra casilla,  ser testigos de que todo se desenvuelva con alegría y justicia. Irnos acercarnos poco a poco a la logística prevista por el INE y ser solidarios con sus esfuerzos. Es cierto que tenemos muchas dudas sobre su desempeño y que el Dr. Lorenzo Córdova ha tenido serias dificultades para comprender la envergadura de su labor. Pero necesita nuestra anuencia y nuestra ayuda. Para recordarle que trabaja para nosotros. Y que no puede dejarse presionar por ninguna otra motivación que la de garantizar el ejercicio de nuestra voluntad el 1ero. de julio. Llegó el momento de que sude su afortunado salario. No puede escatimar, en forma alguna, el privilegiar nuestros intereses y necesidades. Estas elecciones no están en venta. Son nuestras. Seamos generosos con él para que comprenda el inmenso compromiso, y la invaluable responsabilidad, que tiene con nosotros. El debe entender que no nos puede fallar. No hay margen de error aceptable. No puede conformarse con el 90 (y tantos) por ciento de los votos, tiene que garantizar el  100 por ciento de los votos emitidos. Debe garantizar el número suficiente de casillas foráneas. La puntualidad en el arranque de todas las casillas. No puede haber un solo error en el padrón. Porque no se trata de números, probabilidades ni estadísticas, se trata de que cada uno de nosotros vale lo mismo. No somos un número, somos seres humanos. Tiene tres meses para garantizar la mejor elección de nuestra historia. Poner el ejemplo y marcar un precedente. Y no tiene ningún pretexto para conformarse con menos. ¿Que la tarea es grande y difícil? Pues sí. Ese es su trabajo. Tampoco puede escudarse, con lloriqueos, en que no hay certezas de seguridad pública en algunos territorios. Es su deber y responsabilidad trabajar en conjunto con las autoridades respectivas para que ese día no tengamos un solo incidente de violencia y que, por muy dramática que sea la situación de inseguridad en alguna localidad, la población contará con las medidas que se requieran para poder emitir sus votos. Que pida la ayuda que necesita. Que garantice observadores imparciales, nacionales e internacionales. Que no descanse ni un momento en la consecusión de este logro. No hay excusa para que nuestra democracia se lesione, en lo más mínimo, por incompetencia o negligencia de ningún tipo. Que si llueve, que si no llueve. Cualquier cosa. No estamos para improvisaciones. Así que: manos a la obra. 



Y tú... ¿ya estás listo para arrancar las campañas electorales?




Fuerte abrazo...




jueves, 22 de marzo de 2018

AMLO...

... no quiere ser presidente de México.



Antes de empezar la campaña ya podemos empezar a ver el deterioro de la imagen de Andrés Manuel López Obrador. Sigue subiendo en las encuestas, pero parece que eso no lo invita a "transitar por el camino del medio" (aludiendo al I Ching), ser más conciso en sus exposiciones, dar claridad al curso de acción de sus propuestas y exponer sus ideas sin caer en la tentación de radicalizarse por completo. Intuyo que su equipo de campaña decidió cambiar de rumbo con base en percepciones cuestionables, en aras de capitalizar votos, pero con un evidente desacierto. Una vez más, sus más grandes enemigos están dentro de sus filas y más de uno de sus colaboradores habrán sucumbido ya en la tentación de convencerlo de hacer aquello que más le perjudique. Todavía no ganan y ya están entretejiéndose al interior de Morena, y de sus aliados, las pugnas y los protagonismos para demostrar quién manda más. El desagradable gesto de Taibo, al querer poner en jaque a su candidadto presidencial, nos da cuenta de los altos costos que sufrirá Andrés Manuel por él mismo incitar con tanto ahínco la desaveniencia y la descalificación total de todo lo que no es él.  

Paradójicamente, se repite el patrón que observamos cuando este candidato pertenecía a las filas del PRD. Sus colegas usan su popularidad en la preferencia electoral para sacar prevendas personales, garantizar escaños, lograr llegar al poder, marcar su propia agenda y, en el camino, llegan a la conclusión de que el triunfo de AMLO es sacrificable. Trabajan para sí mismos y no ya para un partido sólido. Porque Morena (y la coalición "Juntos haremos historia") quedará muy bien posicionada en la competencia electoral en muchos otros puestos, así como, Andrés Manuel dejó muy bien posicionado al PRD como fuerza política real a nivel nacional. Y en ambos casos, parece que no terminan de alinearse los esfuerzos para alcanzar el objetivo común: asumir el Gobierno Federal. Los vicios de la izquierda, su resistencia a ganar y renunciar al combate de la oposición, es una carta que siempre les juega en contra. 

Andrés Manuel también parece haberse hecho adicto a la campaña y él mismo no vislumbra que no es lo mismo gobernar que ganar votos. Porque someternos cada dos años a una consulta pública para refrendar, no su mandato, su popularidad, es una estrategia de desgaste comunitario en aras de polarizar a la población. Por no mencionar los recursos inútiles desperdiciados en tal ejercicio. Un mandato no puede girar en torno de cuán conformes estamos con el desempeño de la figura presidencial. No es un concurso de afinidades. Quien gane las elecciones el 1ero. de julio será presidente por 6 años, así lo mandata la ley. Y lo que esperamos los votantes, al entregar nuestra confianza, es que quien gane haga su trabajo como presidente y sepa estar a la altura de las circunstancias que nos atañen. Es la historia quien se encarga de evaluar virtudes y defectos, para nuestra Nación, de cada protagonista de la vida política. 

Les decía que me intrigaban las fobias que este personaje, persistente en su convicción de ser, no un hombre de Estado, en sus propias palabras: un hombre de la Nación, despertaba con tanta furia entre muchos ciudadanos y ciudadanas. El temor, que ya se está empezando a difundir entre los actores de la sociedad que se asumen a sí mismos como los detractores de sus peligros y abusos, toma forma ante mis ojos tras la entrevista de ayer en Milenio TV. Mi intuición es que no es un riesgo, no es un peligro... pero lo que sí es: es una aplanadora de dominación. Su discurso apela a la sumisión total de quienes lo escuchan. Evoca al más básico instinto primario de la sobrevivencia mamífera. En lo personal, quedé muda y amanecí como si hubiese sido violentamente atropellada. Me da la impresión de que este sentimiento, que ahora me invade, es el que muchas veces despierta el gran rechazo a su sola presencia. Es un sentimiento agotador. 

El abuso consistente en el uso de la palabra no es lo que más llamó mi atención. Tuvo la escucha, el respeto y la paciencia de toda la mesa. Sin dejar de lado, lo desagradable que fue el modo en que trató a la única mujer de la mesa. Lo que sí llamó mi atención es que desperdició gran parte de ese abuso de la palabra en divagar y regocijarse a sí mismo. Cumplió su cometido, transmitió los mensajes que son su agenda de campaña, logró, incluso con humor, distensar la conversación y vimos, en los momentos en que se permitía relajarse más, una faceta más amable y empática de su personalidad. Convenció con datos duros y con su gran maestría en materia histórica. Dio certezas. Pero faltó sustancia, precisión y decisión. Y dejó muchas dudas abiertas. De un Andrés Manuel que había dicho que en tres años no habría reformas legislativas, que se podían llevar a cabo sus proyectos con el marco legal actual y que a partir de ahí se analizaría la necesidad de replantear ajustes a las tan polémicas reformas constitucionales de este sexenio, a un Andrés Manuel que afirma que "todo se va a echar pa tras", se acaba de zanjar un abismo. Por no mencionar que durante toda la campaña quedará en entredicho qué de lo que dice va en serio. Hacer del plan de gobierno una cruzada contra estructuras jurídicas ya plasmadas en la ley, parece ser una tarea infructuosa y un desgaste institucional que, a mi parecer, no podemos darnos el lujo de transitar. Los debates sobre el rumbo de la vida nacional no pueden darse en función de ideologías en abstracto, debemos atender a la evaluación técnica de los resultados. Es un tiempo para cosechar obras en aras de una verdadera transformación.

A pesar de todo esto, sigue siendo el candidato que conoce la realidad cruda del país y el único realmente comprometido con llevar a cabos acciones contundentes para atender las necesidades de las personas más desprotegidas de nuestro país. Estamos ante una casi inconciliable contradicción. Pero solo AMLO puede tomar la decisión de comprender nuestra ciudadanía como una sociedad de libertades o insistir en ser el fetiche de un pueblo sumiso. Entre vivificarnos o agotarnos. México está atento a cada uno de sus movimientos. Y esta vez, con justicia, se está abriendo la reflexión sobre la verdadera opción que representa. ¿Qué camino escogerá? 


Y tú... ¿qué valoras más en un presidente de la república?



Feliz noche!!





miércoles, 21 de marzo de 2018

reflexiones...

... pre... electorales.



A escasos 9 días para que den comienzo formal las campañas electorales, trataré de recuperar algunas de las reflexiones que me han suscitado los acontecimientos de las recientes semanas. Parece que hemos podido tomar un poco de aire y llegar a estar preparados, los distintos actores de la sociedad, para lo que será una jornada histórica en la cual elegiremos el rumbo que tomará nuestro país durante los próximos 6 años. Dilemas no menores nos esperan.

Mi primera intuición tiene que ver con los temores que puedan llegar a alberganos. Mi consejo, con magia de tortuga, es no dejarnos apabullar por situación alguna. El futuro está en nuestras manos. Y si votamos con convicción seremos un factor determinante para el crecimiento de nuestra democracia. Cualquiera sea nuestra preferencia electoral, siempre habrá riesgos involucrados. No más de los que ya hemos experimentado a través de los sexenios anteriores. No permitamos que ninguna idea o percepción, que no sea nuestra, nos intimide o nos aterrorice. La decisión de cada uno de nosotros es igualmente importante. Démonos la libertad de elegir por nosotros mismos y dejarnos convencer por la persona que consideremos: la más capaz de hacer aquello que cada uno de nosotros considera que debe hacerse, en cada uno de los puestos a elección. Pero sobretodo, y lo más importante, divirtámonos en el proceso electoral. 

Que nuestros ánimos no se exasperen, no nos desgastemos en discusiones ríspidas o áridas. No agredamos a quienes piensen diferente a nosotros. Escuchemos y respetemos lo que cada quien quiera aportar. Demos el ejemplo a nuestros candidatos y no permitamos que ellos se conformen con pelear entre sí para convencernos. Festejemos nuestra democracia efectiva.

Seamos generosos. Y reconozcamos que en cada uno de los actores políticos hay algo valioso. Reconozcamos las fortalezas del trabajo bien hecho desde las distintas trincheras del poder y de las filias partidistas. Seamos críticos y optemos por lo que, de acuerdo con nuestra conciencia, consideremos mejor. Dialoguemos con humor y defendamos nuestras preferencias con honor. 

Las alternativas que se presentarán ante nuestros ojos, así como, las teorías que las respaldan, no están escritas en piedra. Adquieren su verdadero valor en la posibilidad de llevarlas a la práctica y hay más de un modo, o dos, de encontrar las mejores soluciones a los problemas que nos atañen. Sumemos consenso para ser parte de las soluciones. No nos dejemos vencer por la apatía, la desesperanza, por las acciones mal intencionadas, por los errores de nuestros gobernantes, por las debilidades de nuestras instituciones. Porque todos y cada uno de nosotros somos parte de todo lo que sí tenemos, de todo lo que sí funciona bien. Reconozcamos el valor que tiene el esfuerzo que día a día hace cada uno de nosotros. Y hagamos valer el derecho que tenemos de elegir los caminos que queremos recorrer como Nación.


Y tú... ¿qué sueñas para nuestro México?




¡¡Feliz primavera!!
Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.





martes, 6 de marzo de 2018

nuestro voto...

...cuenta.



Independientemente de la forma en que cada uno de nosotros valore la oferta política puesta en escena en la antesala de las campañas electorales, las y los ciudadanos podemos invertir nuestras energías, durante la veda electoral, en reflexiones sobre cuáles son las prioridades que, para cada persona, prevalecen como criterios para el logro de una elección libre. Interrogarnos a nosotros mismos sobre en qué país nos gustaría vivir. Qué problemas nos parecen los más graves. Qué soluciones las más urgentes. Aventurarnos a ir más allá de la agenda preestablecida por los medios de comunicación, los estudios de opinión e incluso por los actores políticos. Cuál es nuestro diagnóstico ciudadano, con base en nuestras propias experiencias, ideas, preferencias, modo de ser, sueños, necesidades, motivaciones, aspiraciones, valores, creencias y esperanzas. Incluso con base en nuestra ingenuidad. Para saber si alguien es la persona capaz de cumplir con nuestras expectativas como cabeza de la gestión pública y como nuestro representante, lo primero es conocernos a nosotros mismos. 

El secreto del diálogo está en darnos permiso de interrogarnos, cuando escuchamos una opinión con la que no estamos de acuerdo, y también de adoptar la autoexigencia de cuestionarnos, cuando escuchamos una idea que nos gusta. Es decir, si alguien dice algo que a mí me parece totalmente equivocado, incluso me molesta escucharlo, tengo la oportunidad de asombrarme y decir pero ¿por qué esta persona dice esto? ¿por qué yo creo que es tan malo lo que dice? Ver en el otro su rostro, la diferencia y reconocerlo como ser humano, con base en entender sus razones y motivaciones, aun cuando, nunca lleguemos a estar de acuerdo sobre algunas cosas. Pensar diferente no nos hace enemigos. Nos hace diferentes. Ampliar nuestras perspectivas, y volvernos más exigentes con nuestros propios juicios, es una gran tarea que la democracia deposita en nuestras manos. Y nunca debemos avergonzarnos por lo que a nuestro juicio es nuestra mejor opción.

Y también podemos aspirar a no ser autocomplacientes con lo que nos parece bien o correcto. De dónde vienen nuestras creencias. Porqué es importante valorar tal o cual cosa. Cuál es el impacto de nuestro modo de pensar si lo aplicamos a otras situaciones similares o parecidas. ¿Soy yo quien decidió pensar de este modo? ¿Realmente me gusta este modo de pensar? ¿Cuáles son mis prejuicios? ¿Los considero válidos?  ¿Por qué? Identificar nuestra escala de valores, con honestidad y sin temor, es fundamental para reconciliarnos con el límite de nuestras preferencias y de nuestras opciones. Así, hacernos dueños de nuestra voluntad. Y votar con orgullo y convicción. Independientemente de nuestras propias valoraciones en contra de nuestra opción, de los riesgos de nuestra preferencia, del alcance de nuestra participación. 

No se trata de elegir a un candidato que gane, se trata de elegir a un candidato con quien nos sintamos satisfechos y satisfechas. Dadas las condiciones reales de las circunstancias de coyuntura que determinan nuestro ámbito de decisión. Es nuestra decisión y nuestro voto cuenta. Y por pobre que nos parezca la oferta electoral, esas son las opciones reales que tenemos. A veces confundimos la idealidad de nuestro deseo y comparamos las opciones con alternativas que, lamentablemente, ninguno de los candidatos representa. Y desdeñamos el valor de nuestro voto solo porque no nos sentimos plenamente representados o nuestra opción no es lo suficientemente representativa. Nuestro voto necesita tener un correlato de realidad. Por eso es tan importante involucrarnos más en los procesos políticos y en el desempeño de nuestros gobernantes y representantes, fuera de los espacios electorales, y no esperarnos hasta el final, para que otros tomen la decisión por nosotros. Pero a la hora de votar: lo que hay es lo que ves. Y no se trata de elegir el menos malo. Sino al mejor dentro de lo que hay. El tope de la comparación está delimitado por las opciones reales. Y esto aplica para quienes están más arriba en las prefencias, definitivamente son opciones más reales. Y si alguien prefiere una opción que tiene menos probabilidades de llegar al final de la contienda, debe ser consciente de que su voto es un voto de confianza para ese proyecto, y para que en el futuro pueda crecer esa alternativa, con convicción. Y que sepa que renuncia, con base en su voluntad, a tener un efecto más determinante para el resultado de la elección y se debe asumir la responsabilidad de lo que eso implica, con los riesgos que eso pueda tener para el resultado final. Pero es válido. Es parte de las reglas del juego. La decisión es de cada quien, eso es lo que cuenta.

Los canditados no son dioses. Todos tienen virtudes y tienen defectos. Todos tienen que acotarse a un discurso y gozan de un margen también acotado de acción. Está contienda no está escrita aún. Ellos tienen la responsabilidad de mostrarse ante nosotros tal cual son. De dejarnos elegir si nos gusta su opción. Convencernos no significa decirnos lo que queremos oír. Significa esforzarse por ofrecernos alternativas con base en argumentos sobre porqué cada uno de ellos considera que sus propuestas de solución son más viables que las de los otros, ante un problema común. Y cómo podrán implementarlas. Saber porqué privilegian una agenda de prioridades frente a otra. Explicarnos cuál es el problema que quieren resolver y porqué consideran que tal o cual situación es un problema. El poder de la democracia es de la ciudadanía y nuestro voto no tiene precio. 

Una vez que inicien las campañas debemos darnos permiso de ser ciudadanos exigentes. Construir nuestra opinión con base en un escrutinio público informado. Dialogar y debatir con respeto y apertura. No nos conformemos con los lugares comunes, los escándalos o los incentivos mediáticos. Y por más que tengamos firme nuestra decisión sobre votar por tal o cual persona, no renunciemos a ser exigentes con el o la candidata de nuestra elección. Que votemos por alguien no significa que no puede mejorar su desempeño con nuestro apoyo. Y que una persona tenga defectos no significa que deja de ser nuestra mejor opción. Emitir nuestro voto es un acto de confianza. Nadie tiene certeza sobre si fue lo correcto hasta que vemos los resultados en la práctica. Y nadie puede asegurarnos que será un gobernante perfecto. Lo que sí no se vale es que nos mientan. Que nos ofrezcan unas cosas y luego gobiernen haciendo otras cosas sobre las cuales no nos anticiparon nada. Esta es la más profunda congruencia que nos deben quienes aspiran a ocupar los puestos públicos. Que nos hablen, o no, con verdad es algo que no podemos soslayar.

Es tiempo de cuestionar la forma en que se hace la política. Y solo nosotros podemos decidir el rumbo de nuestras instituciones. Para eso es importante conocerlas, informarnos, ir más allá de los golpeteos mediáticos y de los análisis de opinión de los expertos, los cuales siempre son sumamente enriquecedores porque abren un haz de luz para interpretar los complejos fenómenos sociales que experimentamos. Pero no nos conformemos con lo que dicen otros. Tengamos nuestra propia opinión. Devolvámosle el prestigio a la política. Aprendamos a identificar el valor social de la vida pública. Y respetemos nuestros diferentes puntos de vista. Crezcamos juntos. 

Ahora bien, también es importante saber perder. En democracia creo que éste es el reto mayor. Pues ganar nos gusta a todos. Y lamentablemente, en una elección siempre alguien pierde y alguien gana. Y entonces el horizonte cambia. Nuestra función ciudadana, en tiempos de gobierno, es observar los acontecimientos y sumar esfuerzos para el bienestar de todos. Cada uno desde la trinchera que haya elegido. Sin violencia. Dotarnos de nuevas herramientas de reflexión y con paciencia, y objetividad, preparanos para las siguientes elecciones. Este es el modelo que tenemos. Por eso es importante valorar nuestro rol durante los próximos meses, en los cuales se abre una ventana de oportunidad para ejercer nuestra libertad y expresar nuestra voluntad en una coyuntura crucial para el rumbo de los años por venir. No deleguemos a nadie más ésta nuestra responsabilidad. 


Y tú... ¿qué características valoras en un candidato?




Feliz martes!!
Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.




lunes, 5 de marzo de 2018

Y hablando de México...

... elecciones 2018.


Apenas se empiezan a aceitar los motores de lo que será una contienda a todo terreno. Tenemos ya perfilados seis horizontes: Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Margarita Zavala, Jaime Rodríguez, Armando Ríos Piter y Andrés Manuel López Obrador. Si bien este año estarán en juego más escaños, junto con el relevo presidencial, la gran decisión para ciudadanas y ciudadanos será esbozar con su voto la elección de un sueño de país compartido. Algo difícil de delinear ante las opciones que se nos presentan, porque, en aras de capitalizar la simpatía de todos los sectores de la sociedad, los candidatos no siempre logran dejar en claro cómo se diferencian unos de otros. En el discurso tratan de hacer algo incompatible: distinguirse entre sí, ofreciendo casi lo mismo. Y ninguno nos da una idea clara de los cómos para la ejecución de sus promesas. Quizá porque no existen soluciones mágicas para la dimensión de los problemas que nos caracterizan como Nación.

La rivalidad, el odio y las malas prácticas son siempre una gran tentación para derrocar a los contrincantes, sin el esfuerzo de la razón y de la buena política. Se cosechan fobias sin observar que, después de las elecciones, tendremos que volver a identificarnos como parte de una misma República. Para lo cual el diálogo y la solidaridad, el respeto y el trabajo compartido, serán nuestra única posibilidad de construir el país que merecemos. Por este motivo, es fundamental que, como sociedad, aprendamos a distinguir el espacio de la contienda, en donde cada uno elegirá su mejor opción, del terreno de la gobernanza, en donde todos seremos tripulantes del mismo barco. Dicho esto, me aventuraré a compartir algunas reflexiones que me ha suscitado la postulación de los candidatos presidenciales.

No cesa mi asombro ante esta bizarra alianza entre el PAN y el PRD (y asociados). Técnicamente, son claras las consideraciones de costo y beneficio electoral. Pone en evidencia que tratan de compensar la falta de votos, lo cual es producto de su mal trabajo, con la decisión arbitraria de hacer conjugar la voluntad de dos electorados cuya identidad se forjó en franca oposición. Pero cuáles son los beneficios, para la población, de dejar de optar por ideologías y tener que conformarse con la simpatía, las "emociones" y el voto útil. En medio de un camino hacia la resignación por elegir el menos malo y a quien sí tenga posibilidades de ganar. Es una perversión total de lo que fueran los ideales primeros de la política. El tiempo en que se ponían en juego alternativas sociales reales, visiones del mundo que sí ofrecían opciones distintas, a veces irreconciliables. Esta nueva forma “light” de la práctica política atenta contra nuestras libertades. Nos dejan sin opciones reales. Nos niegan la posibilidad de elegir lo que realmente queremos, a falta de información veraz, y de cumplir nuestro mandato ciudadano sin más justificación que la de nuestra voluntad. Ejercer nuestro pleno derecho al voto. El voto es libre y secreto. Y tenemos derecho a elegir sin manipulación ni coerción de ningún tipo. De otro modo, es una cúpula de “iniciados” la que se reparte el electorado sin escuchar la voluntad democrática de la mayoría. El único objetivo es ganar. Ganar la prerrogativa del goce de los recursos del Estado.

Y hablando de repartición… No puedo dejar de intuir que tal engendro como “por México al frente” tiene todas las huellas de un fascismo novedoso. Para mi gusto deberían llamarse “frente fascista contra México” (#). Porque apuestan solamente a la propaganda y sus raíces se remiten solo a la ambición del poder por el poder mismo. La voluntad de dominio al servicio de la aniquilación del otro. Giran en torno al delirio de un candidato totalmente infantil que da cuentas claras de no creer en nada más que en él mismo y que tiene buenas dotes para conseguir lo que busca, a cualquier costo. Un pequeño tirano que disimula sus ambiciones para conseguir "alianzas", quien ha sabido manipular todo el sistema y siempre saca provecho para su beneficio personal. Siendo uno de los más importantes protagonistas de las reformas legislativas del PRI, ahora ataca las mismas reformas que él procuró, con tanto encanto, tocando la campanita en el Congreso de la Unión y manteniendo el orden para que la votación se llevara a cabo con éxito. Es un guardián del status quo. Un emblema de la autoridad sin razones ni legitimidad. Un producto de la cultura del cabildeo mercantil de la mala política. Un cínico autoritario. Quien, ante la primera exhortación de rendición de cuentas, lo primero que hace es mostrar el poco respeto que tiene por las instituciones que aspira gobernar. Su falta de apego al Estado de Derecho. Procurar justicia implica investigar la denuncia de presuntos delitos. Y él debería ser el más interesado en garantizar una investigación exhaustiva para deslindarse con verdad de una acusación por lavado de dinero. Delito nada menor. Así como, tratar de compararse con AMLO y, ahora, acusar a Peña Nieto de tener una agenda personal en su contra, solo deja ver su desesperación, su falta de altura, su oportunismo mediático en tiempo de veda electoral; sus declaraciones no hacen más que despertar sospechas sobre si no es él mismo quien ha orquestado todo este escándalo para ocupar una escena que, de otro modo, no logra alcanzar. Anaya es una muestra del alto grado de improvisación con el que se teje la vida democrática de nuestro país.

Y hablando de improvisar… ¿cuándo habríamos imaginado que el PRI iba algún día a refugiarse en un candidato ciudadano para contender una elección presidencial? Ese gran monstruo del que todos susurran un poco de odio y hacia quien se guarda una pequeña culposa gratitud, por ser el gran forjador de nuestra historia institucional. Ese ente poderoso lleno de contradicciones. Los amos y maestros de nuestra vida política durante el siglo pasado. Ahora, refugiados en un acto de absoluta desesperación. Respaldando a un candidato que con orgullo dice “yo no soy priista”. Pero bien que sí se enriquece a costillas del manto partidista. Tanto políticamente como financieramente. Un buen funcionario de gabinete. Un tecnócrata bien hecho. Un estudioso y preparado en libros y teorías que no necesariamente dan cuenta de las realidades que vivimos. Un modelo del “buen hombre”. Sabe sumar y restar. Multiplicar y dividir. E inspira hasta un poco de ternura su ingenuidad. Pero para gobernar México, definitivamente, se necesita mucho más que modelos matemáticos. Cómo puede alguien sin conciencia ni experiencia de nuestras situaciones más dramáticas, que no tiene empatía humana por los más necesitados, devoto de la caridad y las buenas costumbres, ser el camino de las grandes soluciones que urgen a nuestro resquebrajado país. Alguien de mirada omisa, y ahora en entredicho, frente al posible desvío de recursos públicos. Meade encarna una simulación trágica.

Y hablando de simulaciones… ¿quién es Margarita Zavala? La buena esposa de un presidente mediocre y atroz. ¿Cuál es su proyecto de país? Huérfana de partido, pero estandarte de los valores puros de la sociedad (panista). Es simpática. Inteligente. Con experiencia propia en la vida política nacional. Se esfuerza con buena voluntad para hablar en público y decir solo aquello que la ayudará a seguir subiendo en las encuestas. Se autoproclama como la triunfadora siguiendo el manual de algún libro de autoestima. Se decreta como la alternativa verdadera. Llena de aspiraciones. Colmada de buenas intenciones y adepta a una moral de preceptos. En sus sueños, ella volverá a los Pinos y será la ama y señora de este país. No importa qué logre o no hacer. Solo importa que sepa convencer a todos de que sabe lo que hace. Siempre tiene una buena explicación. No corre ningún riesgo que pueda ponerla bajo el escrutinio público. El aire superficial que la arropa linda con el insulto hacia quienes viven el día a día de una cotidianidad colmada de circunstancias crudas y complejas. Carece de un plan de acción con resultados efectivos. El buen decir no será suficiente para recuperar el bienestar de nuestra Nación. 

Y hablando de resultados efectivos… ¿cuál es el futuro de las candidaturas independientes? Jaime Rodríguez y Ríos Piter coquetearon con la idea de sumar incentivos para unirse en una contienda que creen merecer por derecho propio. Valientes en su postulación, contra viento y marea, lograron hacer eco de su invitación a la ciudadanía a apostar por lo que cada uno representa. Finalmente, se soltaron de las manos y en soliloquio apostarán por su propia suerte. Sus caminos nos brindarán elementos para analizar y valorar el sentido de esta nueva voz que clama, para la sociedad civil, un espacio de participación y representación más efectiva en el juego del ajedrez de nuestra democracia. Estas candidaturas ¿son un aliento para una vida política más incluyente? ¿Son un incentivo perverso que introduce un margen de error a la tendencia de las preferencias que van a la cabeza de la carrera?  Probablemente, son un ejercicio de acierto y error que enriquecerá nuestra capacidad de discernimiento. Siempre y cuando sepan delinearse como claras alternativas.

Y hablando de alternativas… ¿la tercera es la vencida? Qué difícil es hablar de Andrés Manuel López Obrador. No deja de intrigarme la aversión que suscita con su sola presencia. No importa qué diga o haga, cuando se trata de él, la escucha pierde toda la objetividad. Del mismo modo, despierta gran fervor entre quienes confían en él como depositario, no solo de su lealtad, sino de su esperanza. Se sigue alentando el miedo entre quienes hicieron suya, desde el 2006, la idea de que él es un peligro para México. Idea maniquea de la que yo desconfío. Para mí, podemos dar clara cuenta de todas sus virtudes, y defectos, si analizamos con cuidado su gestión como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. ¿Por qué tememos tanto del trabajo bien hecho? Esta vez camina con una estrategia más certera: los senderos de la paz, la reconciliación y el diálogo. El logro político de Morena es innegable, acompañado de la duda, y la desconfianza, sobre si se adhiere de las mejores personas. Sin embargo, porqué desconfiamos del compromiso de sus equipos de trabajo, cuando es lógico que en cualquier equipo se puede observar un mejor o un peor desempeño de cada uno de sus integrantes. ¿Por qué a AMLO le exigimos perfección y nos negamos a reconocer que sí se pueden hacer las cosas de un modo mejor?  Con gran arte, logra recuperarse a sí mismo y ofrecernos su madurez y su experiencia, de la mano de su convicción por alcanzar la silla presidencial. Empieza a lograr lo imposible, sumar la diferencia en el seno de un objetivo común: un México entero. Un México feliz. Pero su paradigma parece haberse detenido en el tiempo, como detenida en el tiempo se encuentra la satisfacción de muchas de nuestras necesidades básicas. Ante su rostro colmado de contrastes, la incertidumbre acerca de los riesgos que respresenta y el temor que para algunos él encarna, surgen no menores interrogantes. ¿Le alcanzará la mirada para sumar a su quehacer también la virtud de estrategias ajenas a su formación conceptual? ¿Encontrará el equilibrio entre la osadía y la estabilidad? ¿entre el desarrollo social y la rentabilidad económica? ¿entre la autoridad y la democracia? ¿entre las necesidades de todas y todos los mexicanos por igual, sin discriminación y sin importar su condición social? Porque todos valemos igual, sin importar nuestra clase social. Y en este contexto, cabe resaltar que, en esta ocasión, el candidato de Morena ha ampliado su base electoral y ha logrado sumar dentro de su proyecto agendas más amplias que atañen a todos los sectores de la sociedad.  Nos ofrece la posibilidad de construir un bienestar que no podemos ni imaginar, a cambio, nos pide nuestro voto. Nos ofrece soñar que una vida más plena es posible para todos y que él está convencido de ser capaz de hacerla real. Y de que es un hombre capaz, nadie puede tener duda. Quizá es la certeza de su poder de acción lo que más temor despierta. En un escenario político en el cual todo ocurre sin que nada pase en realidad. Discursos van y vienen y pocas veces vemos políticas públicas efectivas que logren dar solución a nuestras necesidades. Nos hemos acostumbrado a la ineptitud y a la negligencia. Él, en cambio, paso a paso ha recorrido todos los rincones del país. Tiene una idea para cada problema y un claro diagnóstico de cuáles son los problemas que quiere resolver. Suma estrategias para atajar en una sola acción más de una necesidad. Es brillante e intuitivo. Tiene una visión de conjunto. Es un hombre de Estado y un estratega nato. Cree en las instituciones y está comprometido con el Estado de Derecho. Dice lo que piensa y desnuda su carácter a flor de piel, con honestidad. Podemos no coincidir en algunos de sus diagnósticos o en la viabilidad, y riesgos, de algunas de sus soluciones. Pero éste es el sentido de la vida democrática. Distinguir nuestro juicio de alternativas claras puestas ante nosotros y aprender a ser objetivos sobre las condiciones reales de nuestra oferta política. Sus formas y arrebatos, e incluso su color de piel, incomodan nuestra percepción cuando concebimos a México como nuestro pequeño cotidiano de satisfacciones inmediatas y personales. Y olvidamos, inmersos en el día a día, la miseria que habita en la mayor parte de nuestro territorio. La inseguridad y la corrupción que corroe nuestras prácticas éticas. La descomposición que vivimos. Es por esto que tiene tan alta preferencia entre los sectores más desfavorecidos del país. Él no lucra con sus necesidades para tener votos, la definición de un populista. El quiere que los más desfavorecidos reciban, al fin, una parte del beneficio de nuestros tan loables indicadores micro, macroeconómicos y finacieros, de nuestra riqueza y patrimonio. Que sean tangibles en la vida de cada persona los logros de nuestros indicadores en desarrollo social. Elevar más y con mejor dirección estos indicadores. Él propone repartir mejor lo que es nuestro. No atenta contra la propiedad privada en modo alguno. 

Una elección presidencial no se juega en el terreno local de nuestra acción inmediata, para esto tenemos otras autoridades con las que debemos aprender a dialogar de manera más cotidiana para elegir a quien se ocupe mejor de lo que a cada quien más le importe.  Si se trata de los legisladores, ahí sí debemos buscar una empatía profunda de ideas pues serán quienes tengan nuestra voz para elegir el modo de regular nuestra vida. En este contexto, Meade habría sido un extraordinario Gobernador del Banco de México y Margarita Zavala una excepcional Senadora, ambos podrían apostar por una Jefatura Delegacional para arribar más adelante a una Gobernatura. Construir con más cuidado su base electoral. Porque la elección presidencial nos remite a ese otro horizonte que va más allá de nosotros. Del bien mayor y del bien común, casi en abstracto. Por lo que nos debería importar más, en este contexto, la capacidad ejecutiva para implementar acciones concretas que de verdad corrijan nuestros problemas estructurales. En una democracia perfecta, todos los candidatos deberían tener tales cualidades y podríamos solo enfocarnos en los criterios de evaluación para distinguir tales alternativas, de acuerdo con una ideología compartida y un modelo de país al que quisieramos aspirar desde nuestra escala personal de valores. Lamentablemente, la realidad da cuenta de que estamos enfrascados en la incapacidad de llevar a cabo acciones federales con resultados tangibles y positivos. Más allá de los logros y de la buen voluntad empeñada. En este sentido, la gestión de Enrique Peña Nieto deja un terreno fértil para cosechar buenas obras. Y uno de los grandes retos que tendrá el próximo presidente o presidenta de México será no echar a saco roto lo bien andado en este sexenio, así como corregir el rumbo de lo que no alcanzó su cometido. En el margen, la urgencia de una praxis efectiva, para ver cambios más acequibles en nuestra vida diaria, es lo que favorece tanto a Andrés Manuel. Lo que lo posiciona a la cabeza y lo que le permite sumar cada vez más amplios sectores de nuestras comunidades. Él, más que un administrador, es un ejecutor. Y quizá debamos darnos permiso de descubrir, o al menos interrogarnos, qué tan malo puede ser que sus ideas logren ejecutarse. Necesitamos un cambio de visión de conjunto. Una nueva perspectiva. Lo que tenemos no nos está funcionando. El mundo entero da cuenta de las limitaciones del modelo tecnocrático para el desarrollo de nuestras sociedades. Necesitamos estrategias que se complementen. Indicadores van y vienen pero la comida no llega a todas las mesas. Necesitamos aspirar a más en la modelación de nuestros indicadores. Y tenemos un candidato, ya saben quién, que nos invita a la reconstrucción de nuestro futuro. A inventar y trazar nuestra propia historia. A hacer historia. Si lo piensan, somos afortunados. Será difícil resistirnos, con aversión o sin ella, a sus dones de operador político y de eficiente ejecutor, probados a lo largo de su trayectoria.  Y si esta vez, llegasen a cumplirse los augurios de las encuestas, tendremos que resignarnos a desear que logre llevarnos a puerto seguro. Y confiar. Confiar en que logrará encontrar el equilibrio y cosechar el futuro que hoy nos invita a soñar, sin perjudicarnos en forma alguna.


¡Qué difícil e importante decisión tenemos ante nosotros!


Y tú... ¿vas a votar?


Feliz marzo y feliz inicio de semana.
Que la magia de tortuga
vuelva a nuestras vidas.
20 años sin ti...
y todavía respiro contigo.