jueves, 22 de marzo de 2018

AMLO...

... no quiere ser presidente de México.



Antes de empezar la campaña ya podemos empezar a ver el deterioro de la imagen de Andrés Manuel López Obrador. Sigue subiendo en las encuestas, pero parece que eso no lo invita a "transitar por el camino del medio" (aludiendo al I Ching), ser más conciso en sus exposiciones, dar claridad al curso de acción de sus propuestas y exponer sus ideas sin caer en la tentación de radicalizarse por completo. Intuyo que su equipo de campaña decidió cambiar de rumbo con base en percepciones cuestionables, en aras de capitalizar votos, pero con un evidente desacierto. Una vez más, sus más grandes enemigos están dentro de sus filas y más de uno de sus colaboradores habrán sucumbido ya en la tentación de convencerlo de hacer aquello que más le perjudique. Todavía no ganan y ya están entretejiéndose al interior de Morena, y de sus aliados, las pugnas y los protagonismos para demostrar quién manda más. El desagradable gesto de Taibo, al querer poner en jaque a su candidadto presidencial, nos da cuenta de los altos costos que sufrirá Andrés Manuel por él mismo incitar con tanto ahínco la desaveniencia y la descalificación total de todo lo que no es él.  

Paradójicamente, se repite el patrón que observamos cuando este candidato pertenecía a las filas del PRD. Sus colegas usan su popularidad en la preferencia electoral para sacar prevendas personales, garantizar escaños, lograr llegar al poder, marcar su propia agenda y, en el camino, llegan a la conclusión de que el triunfo de AMLO es sacrificable. Trabajan para sí mismos y no ya para un partido sólido. Porque Morena (y la coalición "Juntos haremos historia") quedará muy bien posicionada en la competencia electoral en muchos otros puestos, así como, Andrés Manuel dejó muy bien posicionado al PRD como fuerza política real a nivel nacional. Y en ambos casos, parece que no terminan de alinearse los esfuerzos para alcanzar el objetivo común: asumir el Gobierno Federal. Los vicios de la izquierda, su resistencia a ganar y renunciar al combate de la oposición, es una carta que siempre les juega en contra. 

Andrés Manuel también parece haberse hecho adicto a la campaña y él mismo no vislumbra que no es lo mismo gobernar que ganar votos. Porque someternos cada dos años a una consulta pública para refrendar, no su mandato, su popularidad, es una estrategia de desgaste comunitario en aras de polarizar a la población. Por no mencionar los recursos inútiles desperdiciados en tal ejercicio. Un mandato no puede girar en torno de cuán conformes estamos con el desempeño de la figura presidencial. No es un concurso de afinidades. Quien gane las elecciones el 1ero. de julio será presidente por 6 años, así lo mandata la ley. Y lo que esperamos los votantes, al entregar nuestra confianza, es que quien gane haga su trabajo como presidente y sepa estar a la altura de las circunstancias que nos atañen. Es la historia quien se encarga de evaluar virtudes y defectos, para nuestra Nación, de cada protagonista de la vida política. 

Les decía que me intrigaban las fobias que este personaje, persistente en su convicción de ser, no un hombre de Estado, en sus propias palabras: un hombre de la Nación, despertaba con tanta furia entre muchos ciudadanos y ciudadanas. El temor, que ya se está empezando a difundir entre los actores de la sociedad que se asumen a sí mismos como los detractores de sus peligros y abusos, toma forma ante mis ojos tras la entrevista de ayer en Milenio TV. Mi intuición es que no es un riesgo, no es un peligro... pero lo que sí es: es una aplanadora de dominación. Su discurso apela a la sumisión total de quienes lo escuchan. Evoca al más básico instinto primario de la sobrevivencia mamífera. En lo personal, quedé muda y amanecí como si hubiese sido violentamente atropellada. Me da la impresión de que este sentimiento, que ahora me invade, es el que muchas veces despierta el gran rechazo a su sola presencia. Es un sentimiento agotador. 

El abuso consistente en el uso de la palabra no es lo que más llamó mi atención. Tuvo la escucha, el respeto y la paciencia de toda la mesa. Sin dejar de lado, lo desagradable que fue el modo en que trató a la única mujer de la mesa. Lo que sí llamó mi atención es que desperdició gran parte de ese abuso de la palabra en divagar y regocijarse a sí mismo. Cumplió su cometido, transmitió los mensajes que son su agenda de campaña, logró, incluso con humor, distensar la conversación y vimos, en los momentos en que se permitía relajarse más, una faceta más amable y empática de su personalidad. Convenció con datos duros y con su gran maestría en materia histórica. Dio certezas. Pero faltó sustancia, precisión y decisión. Y dejó muchas dudas abiertas. De un Andrés Manuel que había dicho que en tres años no habría reformas legislativas, que se podían llevar a cabo sus proyectos con el marco legal actual y que a partir de ahí se analizaría la necesidad de replantear ajustes a las tan polémicas reformas constitucionales de este sexenio, a un Andrés Manuel que afirma que "todo se va a echar pa tras", se acaba de zanjar un abismo. Por no mencionar que durante toda la campaña quedará en entredicho qué de lo que dice va en serio. Hacer del plan de gobierno una cruzada contra estructuras jurídicas ya plasmadas en la ley, parece ser una tarea infructuosa y un desgaste institucional que, a mi parecer, no podemos darnos el lujo de transitar. Los debates sobre el rumbo de la vida nacional no pueden darse en función de ideologías en abstracto, debemos atender a la evaluación técnica de los resultados. Es un tiempo para cosechar obras en aras de una verdadera transformación.

A pesar de todo esto, sigue siendo el candidato que conoce la realidad cruda del país y el único realmente comprometido con llevar a cabos acciones contundentes para atender las necesidades de las personas más desprotegidas de nuestro país. Estamos ante una casi inconciliable contradicción. Pero solo AMLO puede tomar la decisión de comprender nuestra ciudadanía como una sociedad de libertades o insistir en ser el fetiche de un pueblo sumiso. Entre vivificarnos o agotarnos. México está atento a cada uno de sus movimientos. Y esta vez, con justicia, se está abriendo la reflexión sobre la verdadera opción que representa. ¿Qué camino escogerá? 


Y tú... ¿qué valoras más en un presidente de la república?



Feliz noche!!





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