martes, 6 de marzo de 2018

nuestro voto...

...cuenta.



Independientemente de la forma en que cada uno de nosotros valore la oferta política puesta en escena en la antesala de las campañas electorales, las y los ciudadanos podemos invertir nuestras energías, durante la veda electoral, en reflexiones sobre cuáles son las prioridades que, para cada persona, prevalecen como criterios para el logro de una elección libre. Interrogarnos a nosotros mismos sobre en qué país nos gustaría vivir. Qué problemas nos parecen los más graves. Qué soluciones las más urgentes. Aventurarnos a ir más allá de la agenda preestablecida por los medios de comunicación, los estudios de opinión e incluso por los actores políticos. Cuál es nuestro diagnóstico ciudadano, con base en nuestras propias experiencias, ideas, preferencias, modo de ser, sueños, necesidades, motivaciones, aspiraciones, valores, creencias y esperanzas. Incluso con base en nuestra ingenuidad. Para saber si alguien es la persona capaz de cumplir con nuestras expectativas como cabeza de la gestión pública y como nuestro representante, lo primero es conocernos a nosotros mismos. 

El secreto del diálogo está en darnos permiso de interrogarnos, cuando escuchamos una opinión con la que no estamos de acuerdo, y también de adoptar la autoexigencia de cuestionarnos, cuando escuchamos una idea que nos gusta. Es decir, si alguien dice algo que a mí me parece totalmente equivocado, incluso me molesta escucharlo, tengo la oportunidad de asombrarme y decir pero ¿por qué esta persona dice esto? ¿por qué yo creo que es tan malo lo que dice? Ver en el otro su rostro, la diferencia y reconocerlo como ser humano, con base en entender sus razones y motivaciones, aun cuando, nunca lleguemos a estar de acuerdo sobre algunas cosas. Pensar diferente no nos hace enemigos. Nos hace diferentes. Ampliar nuestras perspectivas, y volvernos más exigentes con nuestros propios juicios, es una gran tarea que la democracia deposita en nuestras manos. Y nunca debemos avergonzarnos por lo que a nuestro juicio es nuestra mejor opción.

Y también podemos aspirar a no ser autocomplacientes con lo que nos parece bien o correcto. De dónde vienen nuestras creencias. Porqué es importante valorar tal o cual cosa. Cuál es el impacto de nuestro modo de pensar si lo aplicamos a otras situaciones similares o parecidas. ¿Soy yo quien decidió pensar de este modo? ¿Realmente me gusta este modo de pensar? ¿Cuáles son mis prejuicios? ¿Los considero válidos?  ¿Por qué? Identificar nuestra escala de valores, con honestidad y sin temor, es fundamental para reconciliarnos con el límite de nuestras preferencias y de nuestras opciones. Así, hacernos dueños de nuestra voluntad. Y votar con orgullo y convicción. Independientemente de nuestras propias valoraciones en contra de nuestra opción, de los riesgos de nuestra preferencia, del alcance de nuestra participación. 

No se trata de elegir a un candidato que gane, se trata de elegir a un candidato con quien nos sintamos satisfechos y satisfechas. Dadas las condiciones reales de las circunstancias de coyuntura que determinan nuestro ámbito de decisión. Es nuestra decisión y nuestro voto cuenta. Y por pobre que nos parezca la oferta electoral, esas son las opciones reales que tenemos. A veces confundimos la idealidad de nuestro deseo y comparamos las opciones con alternativas que, lamentablemente, ninguno de los candidatos representa. Y desdeñamos el valor de nuestro voto solo porque no nos sentimos plenamente representados o nuestra opción no es lo suficientemente representativa. Nuestro voto necesita tener un correlato de realidad. Por eso es tan importante involucrarnos más en los procesos políticos y en el desempeño de nuestros gobernantes y representantes, fuera de los espacios electorales, y no esperarnos hasta el final, para que otros tomen la decisión por nosotros. Pero a la hora de votar: lo que hay es lo que ves. Y no se trata de elegir el menos malo. Sino al mejor dentro de lo que hay. El tope de la comparación está delimitado por las opciones reales. Y esto aplica para quienes están más arriba en las prefencias, definitivamente son opciones más reales. Y si alguien prefiere una opción que tiene menos probabilidades de llegar al final de la contienda, debe ser consciente de que su voto es un voto de confianza para ese proyecto, y para que en el futuro pueda crecer esa alternativa, con convicción. Y que sepa que renuncia, con base en su voluntad, a tener un efecto más determinante para el resultado de la elección y se debe asumir la responsabilidad de lo que eso implica, con los riesgos que eso pueda tener para el resultado final. Pero es válido. Es parte de las reglas del juego. La decisión es de cada quien, eso es lo que cuenta.

Los canditados no son dioses. Todos tienen virtudes y tienen defectos. Todos tienen que acotarse a un discurso y gozan de un margen también acotado de acción. Está contienda no está escrita aún. Ellos tienen la responsabilidad de mostrarse ante nosotros tal cual son. De dejarnos elegir si nos gusta su opción. Convencernos no significa decirnos lo que queremos oír. Significa esforzarse por ofrecernos alternativas con base en argumentos sobre porqué cada uno de ellos considera que sus propuestas de solución son más viables que las de los otros, ante un problema común. Y cómo podrán implementarlas. Saber porqué privilegian una agenda de prioridades frente a otra. Explicarnos cuál es el problema que quieren resolver y porqué consideran que tal o cual situación es un problema. El poder de la democracia es de la ciudadanía y nuestro voto no tiene precio. 

Una vez que inicien las campañas debemos darnos permiso de ser ciudadanos exigentes. Construir nuestra opinión con base en un escrutinio público informado. Dialogar y debatir con respeto y apertura. No nos conformemos con los lugares comunes, los escándalos o los incentivos mediáticos. Y por más que tengamos firme nuestra decisión sobre votar por tal o cual persona, no renunciemos a ser exigentes con el o la candidata de nuestra elección. Que votemos por alguien no significa que no puede mejorar su desempeño con nuestro apoyo. Y que una persona tenga defectos no significa que deja de ser nuestra mejor opción. Emitir nuestro voto es un acto de confianza. Nadie tiene certeza sobre si fue lo correcto hasta que vemos los resultados en la práctica. Y nadie puede asegurarnos que será un gobernante perfecto. Lo que sí no se vale es que nos mientan. Que nos ofrezcan unas cosas y luego gobiernen haciendo otras cosas sobre las cuales no nos anticiparon nada. Esta es la más profunda congruencia que nos deben quienes aspiran a ocupar los puestos públicos. Que nos hablen, o no, con verdad es algo que no podemos soslayar.

Es tiempo de cuestionar la forma en que se hace la política. Y solo nosotros podemos decidir el rumbo de nuestras instituciones. Para eso es importante conocerlas, informarnos, ir más allá de los golpeteos mediáticos y de los análisis de opinión de los expertos, los cuales siempre son sumamente enriquecedores porque abren un haz de luz para interpretar los complejos fenómenos sociales que experimentamos. Pero no nos conformemos con lo que dicen otros. Tengamos nuestra propia opinión. Devolvámosle el prestigio a la política. Aprendamos a identificar el valor social de la vida pública. Y respetemos nuestros diferentes puntos de vista. Crezcamos juntos. 

Ahora bien, también es importante saber perder. En democracia creo que éste es el reto mayor. Pues ganar nos gusta a todos. Y lamentablemente, en una elección siempre alguien pierde y alguien gana. Y entonces el horizonte cambia. Nuestra función ciudadana, en tiempos de gobierno, es observar los acontecimientos y sumar esfuerzos para el bienestar de todos. Cada uno desde la trinchera que haya elegido. Sin violencia. Dotarnos de nuevas herramientas de reflexión y con paciencia, y objetividad, preparanos para las siguientes elecciones. Este es el modelo que tenemos. Por eso es importante valorar nuestro rol durante los próximos meses, en los cuales se abre una ventana de oportunidad para ejercer nuestra libertad y expresar nuestra voluntad en una coyuntura crucial para el rumbo de los años por venir. No deleguemos a nadie más ésta nuestra responsabilidad. 


Y tú... ¿qué características valoras en un candidato?




Feliz martes!!
Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.




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