domingo, 16 de diciembre de 2012

de soledades e incomprensiones

¿acaso existe la maldad? ¿Ustedes qué opinan? queridas tortugas...


Me resisto a enunciar de este modo nuestras desaveniencias humanas. Finalmente, todos cometemos errores y en algún punto nuestros errores pueden dañar o afectar de un modo no grato a otro ser humano. En este sentido me gusta más la idea de que tanto los errores, como la "maldad" que de ellos emana, son producto de nuestra ignorancia; como ya lo anticipara Sócrates en letra de Platón, o si se quiere: Platón en boca de Sócrates.


Es curioso, con el paso de los años me obsesiona cada vez más el mal, si es que lo hubiera. La renuncia a nuestra posibilidad libre nos pone siempre en riesgo de vivir en función de la forma en que agredimos a otros seres humanos. Porque cuando tomamos en nuestras manos el crecimiento de la libertad, en realidad, no nos queda mucho tiempo para ocuparnos de otras miserias humanas que no sean las nuestras propias. Aún así, cómo podemos comprender el origen de nuestras obsesiones. 


Quizá la carencia sea lo más próximo a una explicación para las conductas que no son saludables para nuestro estado de bienestar. Ahí donde nace una carencia nace algún tipo de odio y su subsecuente manifestación (consciente o inconsciente) a la cual debemos poder acallar, sin temor a reconocer tanto la carencia como el odio que la acompaña, escudriñándonos a nosotros mismos... conociéndonos un poquito más. Ya que es a través de nuestras carencias, nuestros odios, nuestros errores y fracasos... que nacen las mejores oportunidades para poder saber quiénes somos, en concordancia con nuestro íntimo sentir. 

Quizá esta mezcla entre una carencia y el odio que anida, es el motivo (y motor) de todas nuestras obsesiones y/o neurosis, en particular aquellas que son perversas. Las "obsesiones" virtuosas podrían ser una forma exquisita de sublimar tal odio (es decir: tal frustración). 

No lo sé, por de pronto... los días transcurren libres de algunas de estas obsesiones y acompañados de lindos días de amor.


Y tú... ¿reconoces la neurosis de tus obsesiones?



Buen fin de semana tortugas.

lunes, 3 de diciembre de 2012

día de cumpleaños II


A Silvia… combatiente e hija de una revolución que comulgó con la humanidad.

Con valor renunció su hogar.

Quienes la conocimos fuera de su vida de montaña, poco… muy poco sabemos de ella. La acompaña el misterio del disimulo así como el entusiasmo por la vida. Sueña al ritmo del danzón y es una caminante infatigable que gusta de recorrer calles y barrios, deleitándose de la sorpresa de los nuevos sabores y alimentando sus nostalgias con los antojos de siempre.

En medio del paso de los años, el trajín familiar y los retos domésticos del regreso a su tierra, junto con una nueva promesa de paz, se deja entrever la convicción de su vida. Vida que se entrega en aras de librar una batalla aún no ganada pero que sigue marcando la dirección de sus motivos. Abuela feliz y madre orgullosa. Siempre entera, triunfante y cierta de la fortaleza de su ánimo. No cesa en su lucha, cual perseverante sigue siendo la injusticia social.

Con paciencia he aprendido a conocerla. Admiro su cruzada por reunir y reencontrar lazos familiares, algunos recónditos, otros ya ausentes, sumando los retazos de sus raíces familiares para heredar a sus hijos pertenencia e historia. Para recordarse a sí misma el hogar en donde creció.

Al igual que en Julio y en Laura, en ella el tiempo no envejece. Y siempre encuentra una buena oportunidad para empezar una nueva tarea, nuevos estudios y toda la versatilidad que le obliga el volver al mundo que había quedado atrás, pero con la misión de transformarlo en el mundo aún por llegar.

De sus tristezas, ausencias, pérdidas y duelos sólo podemos ver el brillo en su mirada. En donde guarda a sus padres y hermanos, y en donde guarda también a sus otros hermanos y hermanas.
En nuestra memoria será siempre un ejemplo de voluntad.
                                                                                  

Gracias.


miércoles, 28 de noviembre de 2012

feliz luna llena

y hermosa plenitud que sabe amar...


hermanas tortugas, en los días de verdad: como lo son los instantes en que, a plenitud, el sol se refleja entero, al arropar todas las curvaturas de la luna y nos regala el destello de su amor... son días en que debemos recordar sanar.

... y qué es sanar... qué es ser un alma sana... es una voluntad capaz de dar de sí sin dolor. Dar de sí para su propia realización, dar de sí para compartir dichas, dar de sí para sanar. Cuando somos capaces de estar en bienestar con nosotros mismos y con los demás sin necesidad de sufrir algún daño o sentir algún dolor... estamos sanos.  Sin necesidad de dañar o lastimar... con libertad de separarnos de aquello que nos dañe o nos lastime. Sin necesidad de atarnos al dolor. Sin vocación alguna de someternos a la mediación o el sacrificio en aras de lograr trascender o sublimar dicho dolor. Sin necesidad de acumular frustración ante la imposibilidad de hacer cesar la causa de nuestro sufrimiento. Sin reprimir nuestro conocimiento de sí

El alma sana es valiente, está entera, sabe lo que quiere y disfruta el logro de ser aquello que eligió hacer.

Cuando esta posibilidad de ser, sin dolor, se nos es negada... se arranca del cielo una estrella y se obliga al mundo entero a soportar el peso de una oscura injusticia. Cada injusticia roba un destello de luz a cada uno de nosotros y nos disminuye de a poco.

Parece sencillo... sin embargo: ¿qué es el dolor? ... ¿tenemos control sobre nuestras dolencias? Quizá, de esto, podamos conversar mañana.


Y tú ... ¿qué quieres sanar?



un abrazo de luna feliz





domingo, 25 de noviembre de 2012

un poco de romanticismo

para variar...


Haré una breve interrupción en mi devenir argumentativo en aras de una conciencia con voluntad o, si se quiere, una voluntad con conciencia... en ambos casos se trata de la posibilidad que tenemos los seres humanos de elegir nuestro modo de ser.



Hace unos días, como parte de las actividades laborales, nos encomendaron hacer un ejercicio para identificar nuestras fortalezas, nuestras debilidades, nuestras oportunidades y nuestras amenazas (mejor conocido como FODA) y una parte del ejercicio consistía en analizar los aspectos personales y otra lo que tiene que ver con los aspectos profesionales, a nivel de equipo o área de trabajo. Me enfocaré aquí a lo que correspondía al análisis  personal, porque fue revelador aplicar un poco de lógica y consistencia (en dicho autoexamen) y asumir el ejercicio como una forma de "conocimiento de sí". 

El conocimiento de sí es, quizá, la única manera que tenemos de crecer hacia el ejercicio de nuestra voluntad... o dicho de otro modo: para expandir nuestros ámbitos de libertad.

Quise arriesgarme un poco... hice una secuencia entre fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas del modo que sigue:


fortalezas                                         debilidades           oportunidades                          amenazas
inteligencia                                            terquedad            sensibilidad: empatía                arbitrariedad
comprensión de la complejidad                emotividad           negociación: conciliación         temperamento
autoestima                                              inseguridad            liderazgo                                 arrogancia         
dialéctica                                             miedo                   asertividad ecuánime             autocomplacencia 


Y bueno, más allá de la certeza de estos atributos, la pregunta obligada (al menos que guardé para mí) fue: qué es la autoestima...

Para mí, la autoestima es la toma de conciencia de nosotros mismos, la aceptación de la persona que somos, la libertad de elegir quién queremos ser, la posibilidad de conocernos a nosotros mismos... o dicho de otro modo: es conocimiento de sí. 

Decir de alguien que tiene autoestima... es decir que es una persona que se conoce a sí misma. Lo cual no se equipara a la soberbia, al ego o egoísmo, a la arrogancia, a la falsa sobre estima... Ni a las recetas de amor propio que nos bombardean junto al discurso de una individualidad renovada que sólo piensa en sí misma. 

Esta individualidad renovada de nuestros tiempos, es un culto a la personalidad que se enajena en una falsa adoración sobre sí y sobre cada una de sus emociones subjetivas... como si el latir del mundo se detuviera ante la existencia de dicha individualidad... como si en su afirmación de pertenencia tuviera razones para pretender ser la única persona que de verdad existe; en tanto para ella misma todo gira sobre sí, sin eje ni centro, en inercia centrífuga que se evapora. O dicho en una palabra: el narcisismo de una modernidad que añora la posmodernidad.

Durante años me ha intrigado una cosa, precisamente la tan de moda "autoestima recetada" que genera la falsa creencia de una seguridad de sí (mismo) que no se basa en el autoconocimiento sino en el "decreto" y en la convicción de "yo valgo porque valgo y debo amarme"... son dos experiencias totalmente distintas. 

La primera implica una experiencia de sí mismo, correr el riesgo de examinar nuestras virtudes y nuestros defectos, confrontar dolores profundos, reconocer nuestras debilidades, tanto como descubrir nuestras fortalezas y reconocernos a nosotros mismos a través de lo que comprendemos de nuestra vida y de nuestro modo de ser. Es el resultado de un verdadero escrutinio sobre nosotros mismos y sobre lo que queremos de verdad, si prestamos atención a la profundidad de nuestra alma, como el primer referente de honesta verdad. Creo que es una diferencia fundamental. La segunda experiencia es casi un credo que linda con una individualidad delirante que, además de que venera el egoísmo y se siente orgullosa de serlo (en tanto "pone límites a los defectos de los demás"), es arbitraria y competitivamente prepotente. 

En palabras podemos decir de ambas experiencias lo mismo: son enormemente liberadoras, de ahí que ha tenido tanto éxito la era de la (falsa) autoestima. Pero en la práctica redunda en todo lo contrario... ya que una cosa es el carácter edificante de la autocomplacencia y otra muy distinta, y mucho más valiosa, es el carácter edificado del autoconocimiento.

Y es que... en tanto seres humanos todos "valemos" ... lo que ocurre es que no todos nos conocemos a nosotros mismos del mismo modo... (por lo que no todos nos vivimos igualmente libres) pero esto no nos resta nuestra igual dignidad, la cual se basa en que cada uno de nosotros es único e irrepetible... De ahí la aventura ética que nos obliga a conocernos para elegir aquello que es correcto y ser capaces de asumir responsabilidades sobre nosotros mismos, sobre nuestros actos y sobre el bienestar que podamos compartir. 

De ahí que no se trate de autoestima... sino de conocimiento de sí. En donde descubrimos la capacidad de amor que duerme en cada uno de nosotros, la generosidad comprensiva que somos, la empatía natural que nos identifica, el respeto mutuo que nos sublima, la estima de todo aquello que nos hace libre y de todos quienes nos enseñan con verdad.


Inevitablemente vuelvo al devenir de mis últimas reflexiones sobre la conciencia... y qué es el amor...  qué es ser una voluntad para amar: es ser una voluntad que se conoce a sí misma.



De ahí que la felicidad sea la dicha compartida, aún cuando podamos ser felices en soledad. Ciertamente... una cosa es ser feliz y otra, mucho más extraordinaria: la felicidad.


Y tú... ¿qué amas de ti?




linda semana y felices sueños con magia de tortuga


Y del romanticismo... no fue poco lo que he dicho aquí: sólo quien renuncia a su punto de vista, a su vanidad, a su sí mismo (en tanto todos somos un narciso) ...  puede dejarse llevar por las delicias de un erotismo de piel... palabra... sueños... futuro... presente...  sentimientos... pasión...  diálogo... comprensión... empatía... complicidad... placer... entusiasmo... entrega. De otro modo... el control, que se acompaña del temor a sentir la vida fluir en su inmediatez, nos inhibe y nos extravía de nuestro conocimiento de sí. Del conocernos entre sí.






miércoles, 14 de noviembre de 2012

día de cumpleaños


A una vida de ejemplo y perseverancia.

[Regalo para Julio Solórzano Foppa]

Debo confesar que no sé cuántos años tiene Julio. Quizá es difícil imaginarlo pues nunca ha sido un hombre que se conforma con su edad.

Pero sí sé que ha marcado mi vida de múltiples maneras, así como me sigue interrogando su lucha, la razón de su ánimo, la disposición de su espíritu que siempre ha brillado y que radiante abre caminos, aún en medio de adversidades y más allá de los caprichos del protagonismo.

Hace unas semanas, Julio me invitó a participar en un homenaje que se organizó para mi abuela, y ante su generosidad, en medio de intempestivas noticias, se dio en mí el momento de abrir con mis letras algunos espacios de mi corazón, en aras de la reconciliación y en reclamo de una justicia con paz. La cual sólo nace en el corazón de cada uno de nosotros. Ya que la justicia es la expresión de los actos de las personas justas. Y sólo cuando en el alma anida el equilibrio de una objetiva verdad, como vientre para la subjetividad de nuestros sentimientos, es cuando estamos posibilitados, no solo para vivir con justicia y paz, sino para amar.

Es por esto, que cada uno de los tres miembros de la familia Solórzano Foppa, que sobreviven a la orfandad que la guerra ha dejado para muchos de nosotros, merecen su propio homenaje y su propio reconocimiento. Y al acercarse el cumpleaños de Julio, me brota la iniciativa de expresar las emociones que me provocó nuestro último encuentro en el Zócalo.

Me pregunté… ¿por qué para mi tío es tan importante no transigir en la causa por su madre? La causa que la arrebató de sí mismo, la dedicación que ha puesto desde el primer día que supimos de su ausencia sin rastro y cómo, con los años, ha ido cosechando el espíritu revolucionario que marcó la vida de sus hermanos fallecidos y de su familia toda.

Realmente, no soy yo quien tiene la respuesta a esta pregunta. Como tampoco es a mí a quien corresponde hablar de ello, ni hablar del sino de su origen que desvela su vida: al nacer en medio de una generosa mentira que no pudo conciliar frente a frente con su madre, que no pudo interrogar al interior de los ojos de quien fuera el padre de su infancia y juventud. Cuya explicación valiente ha construido a la luz de los testigos que la guardaron y en la despedida del corto encuentro con su padre biológico a quien sólo alcanzó a descifrar por pequeños instantes; así como gracias a la enseñanza con que la vida, con su inmensa belleza y generosidad, le heredó otra familia, más propia y llena de amor para crecer y compartir.

En Julio la fortuna siempre ha mostrado su mejor cara y aún en la tenacidad de sus adversidades; la mayor quizá: la batalla consigo mismo al afrontar su alcoholismo y elegir ser abstemio un día a la vez. Su libre entrega al amor, el fresco aliento de siempre recomenzar y reinventarse cierto del éxito de todos sus propósitos. La mirada de su horizonte, siempre de altas miras, cuyo umbral sigue sin caber en el marco de las puertas con que fincó su hogar en Tepoztlán. Hogar que ha dado luz a nueva vida renacida y al abrazo de una familia hermosa que se compone de cada uno de los pedacitos de su historia y se renueva al ritmo en que hace su camino al andar.

Creo que en mí dejó la música y su canto. Hasta ahora escucho cintas de su productora. Yo le debo mi gusto por Nacha y mi canción favorita “Yo te nombro”, con más bellos recuerdos: mi cariño por Caíto y mi encanto por “De alguna manera”, al abrazo fuerte e incondicional de Delfor, el privilegio de sentarme a la mesa con una voz que de seguido me acompaña: Luis Eduardo Aute. El asado de tira y el bello Tepoztlán como un lugar que alberga raíces. Amaury y mi otra también favorita canción “Hacerte venir”. En fin, mi romanticismo de trova que es uno de los rincones de mi alma que más atesoro y que hasta el día de hoy, mientras respiro mi bosque y disfruto mi hogar, resuena con su eco de cantar.

También heredo sus charlas y proyectos como ejemplo de su arte emprendedor. Comparto afinidades aún por descubrir y creo que el cine, en otra vida, nos habría llegado a unir.

Yo admiro a Julio por ser la voz que se reinventa clamando justicia y espero que a lo largo de su camino de lucha encuentre la reconciliación de la paz que tanto anhela.

Gracias.

Feliz cumpleaños Julio, Alaíde está siempre orgullosa de ti. Pues es así de generosa que su alma nos acompaña.


pd. 67 años.


pd2. Feliz cumpleaños también para Gonzalo Rocha ...con un fuerte abrazo de tortuga.



Buen día de otoño queridas tortugas.

martes, 13 de noviembre de 2012

amores y voluntades II

y un poco de las aventuras de la tortuga mágica...


Ser libres es ser dueños de nuestra voluntad.



Decía... ser dueños de nuestra voluntad es ser libres pero de tal manera que comprendemos los límites que está libertad nos implica, así como los límites que la hacen posible. Así como ya he afirmado, en tono más metafórico: que ser dueños de una voluntad, en último término es ["siempre" y sin lugar a dudas]: violentarla.


¿Por qué?


De origen, reflexionemos un poco sobre la violencia.



De a pedacitos... de esa violencia que nos encierra en nuestro propio silencio. De todo lo que no podemos nombrar, expresar, reclamar, negociar, dialogar, recibir, expresar. Violencia en donde perdimos el eje de nuestra fe... cuando se nos arrebató la ingenuidad de nuestro deseo, la pureza de nuestra palabra, la incondicionalidad de nuestra esperanza. 

Violencia de todo lo no dicho y de todo lo que no hemos podido responder. De aquello que nos alejó de todo lo que soñamos, de todo lo que quisimos y de todo lo que fuimos. 

Renuncia ante el abandono de tus sueños. Renuncia al amor que se te había sido entregado. Incomprensión ante la intemperie de las emociones ajenas. Tristeza de resignación. Silencio indiferente. Injusticia. Resentimiento. Falta de comunicación. Competencia de apreciación. Percepción delirante. Lucha de identidad. Batalla de fuerza que se libra cuerpo a cuerpo entre la voluntad y el poder de dominio de unos sobre otros. Desamparo e  incomprensión. Orgullo. Dureza de espíritu. Olvido. Engaño. Soledad. Imposición. Terquedad. Incomprensión... profunda incomprensión. 

Ausencia de empatía. Sorda escucha y limitada voz. Egoísta percepción. Necesidad de ser escuchados... en soliloquio... en letanía... en el monólogo de la atención que nos faltó. Necesidad de ser reconocidos con respeto y sin miedo.

Violencia... de verdad y violencia de realidad...

Hay quienes dicen que podemos distinguir la violencia cuando una persona entra al espacio de otra persona sin ser invitado. Si aceptáramos tal definición tendríamos que poder distinguir porqué entrar al espacio de otra persona con invitación trastoca una intromisión en un acercamiento de comprensión y en qué radica la diferencia. Del mismo modo, necesitamos descifrar porqué nos alteramos unos a otros y de qué manera esta relación se vuelve pacífica erradicando la agresión o la defensiva desconfianza que nace de todo violencia o, mejor dicho, que da lugar a toda violencia.


Y tú... ¿invitas con violencia?



Continuamos en estos días queridas tortugas... 
...poco a poco: de palabra y palabra... 
veremos una idea brillar.   







lunes, 12 de noviembre de 2012

amores y voluntades

La comprensión es un misterio. Hace unos días me interrogaba sobre cómo hacernos dueños de nuestra voluntad. Quizá sea importante hablar un poco sobre lo previo.

Decía que el carácter, el alma, la psique, el intelecto, la libertad, el libre albedrío ... con vanos intentos ... tratan de dotar nuestra voluntad de razón. 

Existe la anquilosada creencia de que domar la voluntad, así como suprimir los deseos, es una muestra de carácter... de fuerza. Da cuenta de la espiritualidad del alma, lo cual se asume como virtuoso. Implica un estado sano de la psique, lo que significa normalidad adaptativa. El dominio sobre la voluntad, también, se ha considerado como un don de la sabiduría, en donde se premia la serena prudencia que nunca se incomoda. Sin dejar de lado que este empeño conlleva un ejercicio libre de cuan humanos "demasiado humanos" somos, en contraposición a quienes defendieron que no existía el libre albedrío en aras de la voluntad divina.

Y quizá debemos empezar por tratar de entender qué es la voluntad. En esta primera aproximación, me remitiré a unas simples definiciones del diccionario que pongo a su consideración:

- "Facultad de decidir y ordenar la propia conducta"
- "Acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola"
- "Libre albedrío o libre determinación"
- "Elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue"
- "Intuición, ánimo o resolución de hacer algo"
- "Amor, cariño, afición, benevolencia o afecto"
- "Gana o deseo de hacer algo"
- "Disposición, precepto o mandato de alguien"
- "Elección hecha por el propio dictamen o gusto, sin atención a otro respecto o reparo"

Ahora bien, podemos acercarnos a otras definiciones breves de la libertad como son:

- "Facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su inteligencia y antojo"
- "Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos"
- "Estado o condición de quien no es esclavo"
- "Estado de quien no está preso"

Y bueno, conservemos la "facultad de decidir y ordenar la propia conducta" y esta última "facultad natural que tiene 'el hombre'  de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos", para los fines que aquí me propongo.

[con enfoque de derechos humanos, y género, tendríamos que decir 'la condición humana']

Si nos apegamos a las definiciones, tanto la voluntad como la libertad implican una posibilidad de elegir. La voluntad nos remite a aquello que deseamos elegir y la libertad a la posibilidad misma de poder elegir entre dos o más opciones, es decir: la libertad nos refiere al acto mismo de la preferencia, independientemente del deseo o la gana que nos orille a 'ordenar la propia conducta' de un modo o de otro.

Con lo cual aparece un problema de salud mental, cordura o simplemente una imposibilidad de principio para alcanzar la serenidad espiritualidad. A saber... ¿elegimos lo que "queremos" o elegimos lo que "podemos"? -sin abordar, por ahora, el planteamiento ético de elegir lo que "debemos". Ya que si separamos la facultad de "decidir y ordenar la propia conducta" (conforme la gana o el deseo propio: lo cual es implícito a todo acto de la voluntad) de la "facultad natural [...] de obrar de una manera o de otra" (conforme la responsabilidad que esto acarrea: lo cual es implícito a todo acto de libertad), quizá no es tan claro delimitar cuándo un acto de la voluntad no es un acto libre y cuándo un acto libre no puede ser considerado un acto de la voluntad.

En realidad, tenemos que llegar a la conclusión de que la voluntad y la libertad son lo mismo, por lo que el dominio de la voluntad es al mismo tiempo el dominio sobre nuestra libertad.  Lo cual tiene implicaciones en las que me gustaría detenerme:     

1. Toda afectación a nuestra libertad es una afectación a nuestra voluntad.
2. Todo esfuerzo por acotar nuestra voluntad es una confrontación con nuestra propia libertad.
3. El dominio de la voluntad es el límite de nuestra libertad. 

Por lo tanto (y a tono con Spinoza): Ser libres es ser dueños de nuestra voluntad.

Es así que el carácter, el alma, la psique, el intelecto o si que quiere: la razón... actúan, se determinan, se cifran, se desarrollan, se construyen, se expresan... "deciden" en tanto tenemos voluntad, en tanto somos libres.  


Dije luego: "que la conciencia, en cambio, sólo es posible si nos volvemos dueños de nuestra voluntad. Y esto mis amigas tortugas es la libertad." Lo cual, a la luz de lo dicho aquí, es ya casi redundante. Sin embargo, hagamos un pequeño acercamiento hacia la conciencia.

Entender la conciencia va más allá de comprender el estar alerta, el pensamiento autoreflexivo y la autoconciencia; y es inseparable del pensamiento y del lenguaje. Tanto como innegable es su ser orgánico.

La toma de conciencia es la posibilidad de comprender que comprendemos, de identificarnos como sujetos y de actuar en el mundo a partir de una identidad. Sin esta posibilidad de comprendernos como una voluntad libre no podríamos ser conscientes de prácticamente nada de lo que percibimos (o viceversa: sin la posibilidad de aislar nuestras percepciones a través del acto analítico del lenguaje, no podríamos ser conscientes del modo que lo somos). Siendo así, me obligo a interrogarme (para mi próxima entrega) sobre: qué es la conciencia si tratamos de entenderla como una experiencia que se posibilita gracias a la expresión de nuestra voluntad libre.  (y detenerme un poco más en estas últimas ideas)

De acuerdo con esto y en el marco de los contenidos de mi tesis de doctorado, en ciernes, me atrevería a decir (y sin afán de discurrir con Kant, más bien a la sombra de su luz): 


La autonomía es la posibilidad que tenemos de hacer coincidir nuestros actos de voluntad con nuestros actos de libertad. En donde el acto de conciencia es nuestra única posibilidad de elegir. En donde, sólo entonces, podemos asumir la responsabilidad sobre nuestros actos, en tanto actos de conciencia.



Y tú ... ¿eres consciente de tus decisiones libres?





Gracias por su paciencia generosas tortugas. 






miércoles, 31 de octubre de 2012

la voluntad

se enferma
entristece
se enamora
se entrega
se embriaga
cela
conquista
convence
duerme
se agota
necesita
regala
se escapa
se impone
se quiebra
se cansa
crece
se fortalece
interroga
se interroga
busca
encuentra
construye 
desecha
elige
vive
lucha
ríe
se rinde
sonríe
ama
puede
teme
fracasa
cambia ... hasta que muere.   Dichosos los muertos... cuyos pasos se han ya desprendido del cuerpo y vuelan cual felices mariposas anunciando almas por partir y almas por venir.



El carácter, el alma, la psique, el intelecto, la libertad, el libre albedrío ... con vanos intentos... tratan de dotar nuestra voluntad de razón. La conciencia, en cambio, sólo es posible si nos volvemos dueños de nuestra voluntad.


Pero... ¿qué es ser dueño de "una" voluntad? ¿Dominarla? ¿Reprimirla? ¿Disciplinarla? ¿Torturarla? ¿Educarla? ¿Iniciarla? ¿Dogmatizarla? ¿Fundamentarla? ¿Agredirla? ¿Justificarla? ¿Liberarla? ¿Poseerla? ¿Limitarla? ¿Engancharla? ¿Obligarla? ¿Condicionarla? ¿Aleccionarla? ¿Controlarla? ¿Tolerarla? ¿Discriminarla? ¿Ocultarla? ¿Atarla? ¿Comprarla? ¿Compararla? ¿Exigirla? ¿Normarla? ¿Sublimarla? ¿Someterla? ¿Convencerla? ¿Coptarla? ¿Raptarla? ¿Secuestrarla? ¿Chantajearla? ¿Combatirla? ¿Asfixiarla? ¿Maltratarla? ¿Ignorarla? ¿Deprimirla? ¿Hartarla? ¿Adularla? ¿Seducirla? ¿Estereotiparla? ¿Estigmatizarla? ¿Engañarla? ¿Venderla? ¿Controlarla? ¿Vigilarla? ¿Vejarla? ¿Golpearla? ¿Forzarla? ¿Traicionarla? ¿Abusarla? ¿Perseguirla? ¿Acosarla? ¿Hostigarla? ¿Dominarla? ¿Enfermarla? ¿Saturarla? ¿Agotarla? ¿Abandonarla? ¿Contagiarla? ¿Esforzarla? ¿Explotarla? ¿Habituarla? ¿Acostumbrarla? ¿Contratarla? ¿Arrendarla? ¿Abonarla? ¿Abstenerla? ¿Compartimentarla? ¿Escindirla? ¿Enfermarla? ¿Disociarla? ¿Premiarla? ¿Recompensarla? ¿Castigarla? ¿Interrogarla? ¿Amenazarla? ¿Manipularla? ¿Usarla? ¿Entrenarla? ¿Sanarla? ¿Purificarla? ¿Depurarla? ¿Clasificarla? ¿Enterrarla? .... o simplemente: Violentarla.


Esta noche quiero enterrar todos mis malos hábitos... para reencarnarme a mí misma y ver nacer mi verdadera alma.

Y tú... ¿cómo festejas el adiós de tus muertos?




Feliz largo descanso... mucha conciencia y una tesis por disfrutar.

jueves, 25 de octubre de 2012

para Alaíde y su hija Laura... de una de sus nietas


México DF, 19 de octubre de 2012
Zócalo capitalino

Alaíde… mexicana, guatemalteca, española, argentina, italiana… madre, hija, amante, abuela, esposa, compañera, mujer… crítica de arte, poeta, feminista, comunicadora… viva o muerta: su ausencia fue el desgarro con el cual se trazó una errática cronología familiar. Su nombre, que esconde secretos, me remite al presente en donde sus parientes y amigos nos seguimos convocando en aras de un adiós que no llegó.

Con el paso de los años, me convenzo de que fueron las huellas de su vientre lo que la orillaron a partir y hacerse otra, con la esperanza de rescatar del polvo y las cenizas las voces de sus hijos, la ausencia de mi abuelo, la inquietud de su soledad que, a veces con extravío, se trasluce en las letras de su poesía.

Pero ¿quién es Alaíde? ¿La mística y espiritual que con renuncia se entrega al destino del mundo o la activista combatiente que intentamos salvar?

Yo la recuerdo… quizá sólo un poco. A veces siento sus manos o descubro el agudo de su voz entre mis más profundos y meditativos sueños. La veo en mi madre, la busco en mí, la descubro en mis letras y la pierdo en la deuda insalvable que con ella se llevó. 

La deuda de un hogar que quedó a la deriva de disputas y arbitrarios recuerdos, una mesa que quedó vacía de saberes, ocupada por copas sin fondo que se niegan comprensión, solidaridad y perdón, rodeada de sillas en donde ya sólo se alberga la terca vanidad.  Una mesa que se cubre con el desamparo de la letra muerta; aquella que sólo nombra lo que no existe, como quien se aferra al pasado y se salva de la verdad de su presente. Habitada por fantasmas que temen encontrar a una Alaíde verdadera, de carne y hueso, tan imperfecta como virtuosa: Inaprehensible ante nuestro recuerdo y rebelde ante el designio de nuestro relato.

Sólo ella supo de su ser mujer, sólo ella se pertenece a esta historia que a cachitos recomponemos y, quizá, si viva la conserváramos, tendríamos que amarnos con honesta vocación y podríamos recordar que algún día fuimos una familia. O, tal vez, no.

Hoy somos lo que quedó, los sobrevivientes de una verdad que se nos ha sido negada y se nos sigue ocultando. Yo quiero saber dónde está, qué le pasó y quién hizo esto. Quién arrancó de nuestro corazón la certeza de la certidumbre de la vida, quién nos condenó a esta orfandad innombrable cuya única certeza es el presente siempre roto ante la imposibilidad del futuro. Y quiero saber también, con qué derecho nos arrojaron a esta vida de pérdidas y ausencias en donde todo se vuelve irreal cada vez que tratamos llegar a ser. En donde sólo el pasado nos convoca y el egoísmo que nos habita se nutre de la soledad que nace de la violencia de toda desaparición forzada.

Para quienes sobrevivimos a la renuncia del amor que nos correspondía, es un enigma incesante aprender a amar, descubrir el vínculo del apego primario, comprender la fraternidad de la sangre, engendrar una nueva generación sin historia y sin memoria, ser quien estábamos destinados a ser por el sólo hecho de disfrutar aquello que somos. Lograr el oficio y el hábito. Comprometernos. Volver a casa sabiendo que todo estará en su sitio. Pensar el mañana confiando en que nos preservaremos del modo que se constituyó nuestro primario inconsciente, sin percatarnos siquiera. Somos aquellos que no sabemos si lograremos tejer de nuevo el íntimo sentido de la pertenencia que nos hace humanos.

La ausencia de mi abuela es también la ausencia de mi madre. Su partida intempestiva nos negó trazar una historia propia y sólo nuestra. En nuestros diálogos de madre e hija los papeles se confunden y a veces es imperceptible descifrar quién habla con quién, a quien le decimos aquello que nos decimos entre nosotras y porqué tememos todo lo que callamos como si no pudiéramos reconocernos más allá de la tragedia.

Recuerdo a mi madre, llevando a cuestas la vida entera de una familia pulverizada, la recuerdo esos primeros años caminando sola con un dolor que nunca pudo compartir con nadie. La miro llorando frente a la chimenea tratando de ocultarnos su tristeza, tratando de sobrevivir y haciéndose fuerte más allá de sus fuerzas. Renunciando a su danza... La recuerdo ausente de sus hijos, tratando de recobrar en su memoria la vida que perdió. Volcándose compulsivamente hacia sus hermanos como si se hubiera negado a ella misma volver a ser una hermana más y se forzara, incluso con angustia, a hacerse cargo de ellos, como si así les rogara que ellos también la sostuvieran, sin saber cómo vivirlos de otro modo. Aferrada a reproducir el escenario de lo que fuera su hogar para preservar su lugar en el mundo. Abrazando a sus hijos con la esperanza de llegar a reinventarnos a mil kilómetros de aquí. Sin palabras para pedir ayuda, sin fuerzas para dejar ir el rencor por la injusticia del presente, sin cordura para sentir la herida aún abierta que marca sus designios, como si no supiera cómo arrancarse de estas pérdidas y volver a sentirse entera. Como si no pudiera descifrar cómo narrase a sí misma desde otro horizonte. Desamparada de sus hijos y triste por todo lo que tuvimos que dejar de compartir. Añorando nuestra ausencia y extrañando nuestra voz. Viviendo en su guarida, protegida por kilómetros de distancia y de soledad que a nadie deja traspasar, para tratar que nada la roce: la más mínima caricia la quiebra en lágrimas y finge su dureza con la esperanza de que cese su llanto.

Hoy ella, Laura, tras el trámite de un pasaporte vencido, cual si tuviera que encarnar su historia una y otra vez, atrapada en aquello que fue todo lo que desapareció hace más de treinta años, recibe un golpe más.

Y es a ella, a su hija, a quien quiero honrar en este homenaje para Alaíde. A quien le dijo adiós, mientras yo jugaba en el piso con impaciencia, en aquél aeropuerto al cual tuvo que acudir corriendo hace quince días porque su compañero murió en su otra tierra y hoy con temor y angustia siente todo removerse dentro de sí, para volver a sostenerse, huérfana de todo lo que quiso preservar y dialogando con el vacío de una historia familiar que a todos nos pertenece por igual, aún cuando ella renuncie a ocupar el duelo que le corresponde. Afortunados quienes pudieron estar lejos y tener la distancia de los años para sanar, porque quienes estuvimos ahí esas primeras horas, días y años, sosteniendo lo único que quedó, sin derecho a descubrir qué habríamos querido para nosotros si nada de esto hubiera pasado, somos extraños, e incluso incómodos, en el presente de las nuevas familias Solórzano y Foppa que se construyen y conservan al margen del ayer.

Sobrevivir a la desaparición forzada de Alaíde no es tarea sencilla para quienes la conocimos y fuimos parte de lo que era su vida el día que tomó aquel avión. [Nada de lo que aquí narro es algo que no se pueda documentar en los casos y la teoría sobre la desaparición forzada, sus secuelas, la afectación psicosocial y el daño implicado. Comprenderlo no lo hace más sencillo de vivir pero sí te reconcilia con los espacios incomprensibles de tu historia en donde algunos de tus afectos están atrapados y te impiden mirar para adelante.]

Yo sé que mi abuela partió tras una buena causa y que eso hace de ella un ícono de valentía, espero que nuestro dolor y su ausencia nos brinden los frutos de justicia que ella persiguió. Y espero que su memoria logre descansar con alegría en el corazón de mi madre para que podamos engendrar futuro sin temor y para que dejemos de reproducir una y otra vez el imaginario trágico y doloroso de una encrucijada que ha dejado de existir, para que aprendamos a cuidarnos y vivir con serenidad y dicha. Para que reinventemos el horizonte de significado de esta historia y logremos también forjar una familia al margen del ayer. Así, abrir el espacio para una nueva generación por llegar, un nuevo ser que nazca libre de esta condena y que pueda descubrir la felicidad que a nosotros nos ha sido postergada. Por eso quiero justicia. No nos gusta ser víctimas, sabemos que la vida es algo que cada quien debe construir con sus propias manos y que a lo largo del camino lo que cuenta son las sonrisas del presente y no las lágrimas del ayer. Por eso, quiero que mi madre se dé la oportunidad de reinventarse más allá de Alaíde, para yo poder vivirme más allá del dolor que tan violentamente la marcó.

Creo que éste es el mayor homenaje que le puedo brindar a mi abuela.



Alaíde…
Junto al viento del mar te marchaste
y en tu olvido te llevaste el sol…
Con fe,
la luna consuela tu ausencia
y el día repite tu adiós.

Tiempo es
de recuperar nuestro mar,   
bajo el sol…
de un viento de luna;
abrasado de paz.

Sin adiós ni partida
sin temor del futuro         
sin rencor ni memoria
con amor y perdón.



Muchas gracias.            


jueves, 18 de octubre de 2012

vida amiga

Llega un momento en la vida en que los años se vuelven segundos. Es entonces cuando descubres que la amistad traspasa todas las barreras y que, una vez que el amor brotó en una mirada, su alma siempre te acompañará. 

Con el tiempo... el eco de tu voz resuena en el alma de quienes te conocen desde siempre. Hay quienes llegan y se van... los que nunca terminan de llegar, los ausentes, el silencio de quien no te habla con el corazón, el engaño de las almas sin paz. Pero nada opaca las vidas amigas que sin importar el tiempo y la distancia... siempre nos saben abrazar.

Esta tortuga se siente agradecida por recuperar y reencontrar el cariño y la amistad de sus amores de siempre. De pronto, todo en perspectiva recupera su verdadero lugar. El presente atrapado entre la cobardía y el desamor se libera al descubrir que a medida que unos se van el amor queda.

Finalmente, entre lo poco que podemos tener al alcance de nuestra libertad, compartir y disfrutar de nuestros seres entrañables es algo que siempre nos pertenece. El comprenderte con una mirada, el mirar atrás y distinguir exactamente de qué estás hablando con una sola palabra, el tomar una mano y en silencio recibir toda la comprensión que necesitas. Son milagros de la verdadera amistad. 

Añoro mi futuro pero siento que todo lo que soy está en el presente. Como si de pronto, el pasado dejara de estar desgajado en el ayer y el futuro estuviera tan cerca de mis ojos que dejó de ser inalcanzable.


Y tú... ¿vives con amistad?



Buen día mágicas tortugas.





jueves, 11 de octubre de 2012

la labor de la guerra

La muerte llega, a veces serena, no por ello sin dolor. Nos enseña el límite de nuestras libertades, nos recuerda la fuerza de nuestra voluntad. Anunciada nos sorprende y nos arrebata. El cuerpo queda estrujado: sus células mueren por un segundo. El llanto explota y nace una nueva incertidumbre. La paz te abraza como si un nuevo manto de luz llegara hasta ti para decirte que un alma te acompaña queda. Descubrimos mágicas sincronías y todos los tiempos se ajustan a un nuevo reloj casi de forma predestinada.

Cuando un alma se marcha deja, tras de sí, todo lo que fue, lo que quiso ser, lo que soñó o anheló. El eco de su voz se torna más claro y, si prestas un poco de atención, escuchas sus últimos latidos como enseñanzas de vida que debes conservar. Incluso escuchas la música que en despedida te regala para recordarte que tú también fuiste parte de su vida.

La vida es un misterio, su única certeza es la muerte y, sin embargo, nos ocupa en su preservación llena de retos y dificultades. El día a día nos atrapa incesante y en cada uno de sus instantes tenemos un motivo para sonreír y para conmovernos hasta el llanto, para expresar la furia de nuestras frustraciones, para entregar la pasión de nuestro amor, para sentir la calma de la espera, para descubrir la serenidad de la dicha. 

Vivir debe ocupar más parte de nuestra vida... 

En medio de esta transición de muerte, me sigue intrigando cómo se concilian los ajustes a la ley del trabajo con la necesidad de un empleo competitivo que incentive preservar oficios que no involucren prácticas al margen de la ley. Sabemos que el negocio del "narcotráfico", la proliferación de los sicarios y el monstruo (ya no tan silencioso) de la trata se alimentan de la ausencia de un proyecto productivo viable con estricto apego a la legalidad. 

Cómo se concilia una lógica del empleo que no se ocupa de vivir, sino de con vanos esfuerzos alcanzar a "seudosobrevivir", con la vocación de paz que necesita un país en agonía, en donde, la ley legitima la incertidumbre laboral, la paga discrecional y el capricho financiero de quienes no están dispuestos a dar nada a cambio de la riqueza que reciben del trabajo de los otros.


Y tú... ¿te ocupas de vivir o trabajas para morir?


un abrazo fuerte tortugas... desde la serenidad de los andes


jueves, 27 de septiembre de 2012

¿seremos felices?

... finalmente, es sencillo apelar a la felicidad de otro ser... reflexionar sobre la propia y asumirla a pesar de las limitaciones que nombran nuestras alegrías. En realidad, la pregunta obligada ante tal declaración es ¿qué es ser una persona feliz?

Responder es una encrucijada o al menos un hermoso laberinto. ¿Realmente hay una sola forma de ser feliz? ¿es posible definir este anhelo compartido? ¿tiene sentido hablar de la felicidad o es simplemente una idea preconcebida que nos enseñan a añorar? 

Cada persona conserva sus propias vivencias y puede identificar estos estados de bienestar, preferir unos a otros y cultivar su propia dicha de vivir. No existen recetas ni consejos. Parte de la vida es descubrir nuestros modos de ser para elegir cómo nos gusta vivir. Quizá parte de ser feliz sea lograr vivir como soñamos... 

Si yo tuviera que expresarlo, insistiría en un estado de absoluta calma, un desenfado total ante aquello que nos oprime, el corazón abierto a dar y recibir, el ánimo dispuesto a estar en el presente sin otra pretensión que la vida misma. En el rostro... la breve sonrisa que se dibuja sólo para consentir con el hechizo de paz.


Y tú ... ¿cómo describes tu felicidad?

martes, 25 de septiembre de 2012

traiciones

¿Qué hacer cuando descubrimos que las personas en quienes confiamos nos han traicionado? 


Pero ¿qué es una traición? ... ¿Es justo que esperemos que las personas en que confiamos se comporten como esperamos que lo hagan? No lo sé. Sólo sé que duele saber cuando una amistad toma ventaja de tu confianza para separarte de alguien que quieres... ¿Por qué alguien haría algo así? ¿por soberbia, por inseguridad... envidia o por simple maldad? Duele aun más si la persona que quieres se conforma con simples pretextos y falsas versiones para separarse de ti, si no logra acallar con la voz de su corazón otras voces, chismes, rumores y nuevas pasiones, si no encuentra valor para acercarse a ti y confiar en tu corazón. Me intriga descubrir cómo el miedo es capaz de matar toda verdad al confundir nuestra alma y amordazarla de vanidad. 


Con el desamor tarde o temprano llega el perdón, cuando hay amor verdadero siempre hay generosa amistad de vida. Pero con el desengaño de la amistad solo se salva el olvido del desprecio; no hay perdón para excusar a una persona que deliberadamente ha violentado los espacios sagrados de tu corazón, tomando ventaja de tus confidencias. 

Quizá lo único bueno de las traiciones es que nos permiten ver el verdadero rostro de las personas y nos libran de nuestra falsa ingenuidad. Tanto como nos enseñan en qué nos hemos fallado a nosotros mismos al vernos presos de las astucias de mediocres voluntades.



En realidad, no vale la pena detenernos mucho en los aspectos cobardes de la vida, todos hemos sido cobardes en algún punto de nuestras vidas y todos hemos traicionado a algún ser querido de algún modo. Me detendré más bien en un incidente sumamente desagradable que viví este domingo. 



Ahogada en mi soltería infinita... debo confesar que llevo más de cinco años soltera. Alguna de mis rutinas es salir al cine, de preferencia por la mañana o el medio día, más durante estos últimos meses que no tengo automóvil y los traslados se complican y encarecen conforme llega la noche. Tengo el mal hábito de conversar con los taxistas y hacerlos confidentes de todo lo que no tengo a quien más expresarle en mi andar cotidiano. Lo cual se presta a malos entendidos, más en una sociedad machista como la nuestra que inconscientemente asume que las mujeres están siempre a disposición de la voluntad y el deseo de los hombres.

Con los años las conversaciones se agotan y las personas "adultas" estamos sumergidas en nuestras vidas, cada minuto cuenta y casi nadie tiene tiempo para compartir un poco más allá de las formalidades obligadas. En todo caso, la gran herencia de esta seudo postmodernidad en que nos encontramos es el culto a la eficiencia de una soledad que sólo vive para sí misma. Incluso si se logra construir una vida de soledades compartidas en donde se añora el logro de algún proyecto en común, más allá de los formalismos de la pareja que se acompañan del culto social del llegar a ser.Y en el esfuerzo por sobrevivir a estos tiempos de locura en donde las rutinas de vida se desgajan en horarios imposibles de cumplir sin aprender a enfermarse de alguna manera.

Les decía, conversando con un taxista, desahogaba este hartazgo de la soltería, las malas experiencias con los caballeros y las enseñanzas de la psique masculina. Me quejaba de cómo los hombres censuran mi modo de hablar, mi voz en alto, la intensidad de mi emotividad, la franqueza de mi anhelo, mi convicción de fidelidad y mi apego al amor cuando brota honesto del corazón. Y cómo esta censura me llena de descontento y  frustración. Que no entiendo porqué una mujer debe fingir no comprender las cosas hasta que su pareja las llega a comprender, como si siempre les tuviéramos que ocultar algo para poder convivir con ellos. Porqué debemos permanecer calladas hasta que ellos estén listos para escuchar lo que tenemos que decir. Porqué debemos siempre esperar. Porqué debemos festejar sólo lo que ellos ofrecen y nunca pensar en aquello que nosotras necesitamos. En fin, trataba de entender en voz alta porqué es tan difícil amar sin violentar. Cómo veía mis sueños esfumarse. Cómo descubro que no tendré un compañero, que no sé si seré madre y qué difícil es ser deseada y nunca amada. (Recapitulando un poco, editando y editorializando...)

El señor, entre reflexión y reflexión, planteó algunas interrogantes (quizá eso lo hizo sentirse en confianza). Dijo: "¿No será que es usted muy posesiva?" Y yo pensé [mmmmm la verdad no, es decir, hubo un tiempo en que sí... sentía muchas dificultades para separarme de la persona amada, para darnos nuestros espacios sin sentirme abandonada, para vivirlo en la distancia sin perder la certeza de su amor, así como, para recuperar su presencia sin el peso de la tristeza de las horas de ausencia una vez que volvíamos  a encontrarnos... sí era un reto poder navegar este tiempo de incertidumbre en donde, sin importar cuánto ames ni cuánto te amen, tu vida sigue en paralelo y cada uno sigue siendo uno mismo en otras dimensiones de la subjetividad que no sólo se sujetan a la vida amorosa, sí era un reto, también, comunicar la amistad de esta distancia y convivir sin la presión del futuro para disfrutar el presente sin limitar el fluir de las sonrisas, sin enojos, sin reproches, sí fue una gran dificultad aprender a amar... lo confieso (y en definitiva es un aprendizaje que no cesa). En gran medida, mi historia de vida no me había permitido confiar en el amor, conservar la certeza del corazón, conocer a alguien que no tenga que marcharse y que al volver siempre se extravíe en el camino. Sin embargo, la vida me regaló el más bello amor, con el cual pude aprender todo esto e ir mucho más allá de mí misma. Ahora sé que él me ama.] y sólo le contesté: "Ese no es más mi problema... hoy la verdad es que quiero amar a un hombre feliz." 

Siempre he pensado en todo lo que no quiero para mi vida amorosa, no por ello he logrado evadirlo, y he dejado como una página en blanco la lista de peticiones de lo que sí quiero que sea mi compañero de mi vida, esto, con el convencimiento de que uno no ama a una persona por sus cualidades ni por sus atributos, uno ama a una persona simplemente sin razón. Sin embargo, descubro que sí hay algo que había perdido de vista todos estos años. Y es que estas personas que llegamos a amar no siempre nos gustan en todos los sentidos. Y es aquí que podemos hacer una verdadera valoración de lo que buscamos en alguien que amamos, cosas como comprensión, solidaridad, cariño, empatía, seguridad, en fin... y señas de la personalidad que nos sean más atractivas, desde el modo de vestir, hasta su gusto por la comida, pasando por su ideología y valores éticos. Yo sigo suspendiendo el juicio ante estos preliminares, aún cuando definitivamente soy una mujer de gustos definidos y de una u otra manera me siento cómoda con personas a las que soy afín en alguna de estas dimensiones, pero en lo que no volvería a transigir es en esta condición de vida: el ser feliz. Definitivamente yo quiero, necesito y merezco un hombre feliz, en paz consigo mismo, capaz de disfrutar todos los regalos de la vida así como capaz de sonreír con ternura aún en medio de las más feroces tormentas. Y creo que lo acabo de descubrir.

El contestó "Y usted ¿es feliz?" A lo que repliqué sin dudarlo "Sí ... vaya, no siempre estoy feliz, pero sí soy feliz... realmente sí lo soy. Y a lo que me refiero es a hacer pareja con alguien que pueda disfrutar cualquier circunstancia de la vida, incluso las mayores adversidades, sin perder la alegría por la vida, aun estando triste" [entre mí pensaba: un hombre feliz no puede ser un hombre malo]. 

"Ah! entonces usted quiere alguien que sea feliz de estar con usted" ... a lo que insistí "No, alguien que sea feliz de estar consigo mismo y sí... que quiera compartir su alegría conmigo, que me invite a ser feliz juntos, pero con convicción; más bien me refiero a que sea una persona feliz".

El ya no tan amable caballero taxista, replicó "eso dicen todas las mujeres pero cuando las tratan bien tampoco están contentas" Y yo traté de explicarle que en realidad no se trata de cómo nos traten (y perdón por esta horrenda cacofonía). Es decir, si amamos a alguien, si alguien nos gusta, claro que queremos sentirnos complacidas y valoramos que se comporten con nosotras de una u otra manera, aún cuando no lo expresemos; sobretodo, disfrutamos cada uno de estos detalles como si se tratase de territorios de ensueño. Pero no bastan estos comportamientos para enamorarnos o para sentirnos atraídas hacia un hombre. Es decir, el amor no se inventa, si bien se debe construir poco a poco. Yo no puedo obligarme a amar a alguien sólo porque es una buena persona, pero si amo a alguien sí es preciso esforzarme para que este amor florezca. Y mencioné que hay un falso aprendizaje en esta idea de que las mujeres podemos ser compradas, debemos ser compradas, debemos saber vendernos. Nos enseñan a hombres y mujeres a pensar que esta relación de vida es una especie de trueque. Y yo no estoy de acuerdo con esto. (Insisto: recapitulando un poco, editando y editorializando...)


Toda esta idea de la conquista a través de dádivas y de criterios de selección a través de satisfactores nos aleja mucho de la posibilidad de comprender quiénes somos y a quién amamos. Nos priva de vivir amores que nos trasciendan, nos limita a un contrato en donde cada quien cumple ciertos requisitos para satisfacer necesidades y sueños que no necesariamente se comparten cómplices. Esta vida de adecuación en donde no exploramos nuestros verdaderos sentimientos ni desciframos nuestro ser interior, es una vida de objetos. Una vida de formas que no siempre contienen aquello que nombran aún cuando se pueda retratar perfecta hacia el exterior.


[Volviendo al relato] Aparentemente, al cabo de la conversación, encontramos algunas coincidencias en aquello de que es un valor per se amar a una persona por lo que es y no por lo que tiene.


Una vez concluido el trayecto, el ávido y atento interlocutor puso a cuestión una última pregunta "¿Quieres salir conmigo? es decir, disculpa que te lo proponga, pero quisiera invitarte a salir y que me dieras la oportunidad de conocernos mejor." Y sin pensarlo dos veces, en pausa y algo perturbada, respondí "No, muchas gracias, no estoy interesada." .... Y entonces... el ideal machista alzo la voz "Ya ves, no es cierto que quieres estar con alguien ¿por qué no aceptas?" Yo, dándole vueltas al hecho de tener que decirle 'porque no quiero, porque usted no me gusta en lo absoluto' insistí nuevamente "De verdad no, yo en este momento no tengo ningún interés en buscar pareja, estoy realmente enfocada a superar todas estas experiencias, muchas gracias, no estoy interesada" -para estas alturas ya estaba incómoda y muy molesta. Sin embargo (aún hay más) él insistió, un poco altisonante: "pues claro que necesitará mucho que superar y le tomará mucho tiempo". Fingí no escuchar, sonreí con labios apretados que es mi manera de decir "francamente, no puedo permanecer un minuto más en esta conversación y espero no tener que volverlo a ver en mi vida"... Salí veloz del automóvil y sólo me dije: una razón más para partir a nuevas tierras.


¿Qué me molestó? ¿que me invitara a salir? ... No... Me molestó que viera la oportunidad ante una conversación que, claramente no iba hacia ese rumbo, aunque sí visitó ámbitos íntimos de mi psique emocional. Y que sintiera que estaba entre frágil y urgida... o con alguna necesidad de ser rescatada... O que yo debía responder a su necesidad de sentirse  atraído o interesado sin contexto alguno. No sé. Más bien, me tomó por sorpresa, me pareció de mal gusto, me puso en una situación incómoda porque no me atrevía a decirle tajantemente no; y sí me indigna esa confrontación de clase en donde hay un chantaje de por medio... "usted dice que no le importan las cosas materiales, salga conmigo" siempre hay cierta coacción en estos incómodos terrenos de las diferencias socioculturales y socioeconómicas. 

Pero más allá de este vaivén de impresiones, pues fue sólo una invitación y más nada, está la confrontación, el reproche y el desdén ante mi negativa. Eso sí me hiere, es agotador que los hombres se nieguen a escuchar un no por respuesta. Y que te interpelen como si tuvieras la obligación de acceder a su invitación sin importar que no te sientes atraída ni interesada. Y que luego te sentencien por no haber correspondido su interés. Me indigna tener que defenderme. Valga la redundancia: tener que "indignarme". Tener que aprender a decir no casi disculpándome para no violentar al "cortejante". No es justo. Aprendamos a ser mujeres y hombres de otra manera, dialoguemos con nuestro deseo más realistamente.

Moraleja: el taxi no es una extensión del diván psicoanalítico ni una versión hablada de mi diario personal. 


Me hago cargo de mi imprudencia y también de mi mal gusto al involucrar en este tipo de conversaciones a personas desconocidas. Lo cual es un mal hábito que cultiva la soledad, pero que debo canalizar de otra manera. Y creo que ésta es la doble moraleja del día de hoy: si no quieres que tus amistades te traicionen, no hables con ellas de cosas que no pueden comprender ni les brindes información de la cual no sabrán hacerse responsables, información y confidencias que sólo te corresponden y pertenecen a ti. Vivencias que son tu responsabilidad y que sólo corresponden a quien las comparte contigo. 


En este caso yo debo aprender a hablar con la persona que quiero sin intermediarios y aprender a elegir las palabras precisas para conservar lo que me importa decir sin socavar nuestra confianza en vacua palabrería, tanto como saber escuchar. Esto no garantiza que esta persona tenga los mismos criterios que yo para comprender lo que le expreso, pero sí me garantiza que no fue la interferencia de nadie más lo que hizo que nos perdiéramos el respeto y dejáramos de escucharnos desde el corazón.

Finalmente, la vida es un proceso entre la realidad y los sueños, todos tenemos derecho a expresar nuestros sueños siempre y cuando estemos dispuestos a escuchar la realidad. Por eso, aprender a escuchar es también conocernos a nosotros mismos y ser capaces de reinventarnos cada día, conforme nos volvemos reales.


Y tú ... ¿eres una tortuga feliz?   





... linda tarde amigas y amigos