martes, 13 de noviembre de 2012

amores y voluntades II

y un poco de las aventuras de la tortuga mágica...


Ser libres es ser dueños de nuestra voluntad.



Decía... ser dueños de nuestra voluntad es ser libres pero de tal manera que comprendemos los límites que está libertad nos implica, así como los límites que la hacen posible. Así como ya he afirmado, en tono más metafórico: que ser dueños de una voluntad, en último término es ["siempre" y sin lugar a dudas]: violentarla.


¿Por qué?


De origen, reflexionemos un poco sobre la violencia.



De a pedacitos... de esa violencia que nos encierra en nuestro propio silencio. De todo lo que no podemos nombrar, expresar, reclamar, negociar, dialogar, recibir, expresar. Violencia en donde perdimos el eje de nuestra fe... cuando se nos arrebató la ingenuidad de nuestro deseo, la pureza de nuestra palabra, la incondicionalidad de nuestra esperanza. 

Violencia de todo lo no dicho y de todo lo que no hemos podido responder. De aquello que nos alejó de todo lo que soñamos, de todo lo que quisimos y de todo lo que fuimos. 

Renuncia ante el abandono de tus sueños. Renuncia al amor que se te había sido entregado. Incomprensión ante la intemperie de las emociones ajenas. Tristeza de resignación. Silencio indiferente. Injusticia. Resentimiento. Falta de comunicación. Competencia de apreciación. Percepción delirante. Lucha de identidad. Batalla de fuerza que se libra cuerpo a cuerpo entre la voluntad y el poder de dominio de unos sobre otros. Desamparo e  incomprensión. Orgullo. Dureza de espíritu. Olvido. Engaño. Soledad. Imposición. Terquedad. Incomprensión... profunda incomprensión. 

Ausencia de empatía. Sorda escucha y limitada voz. Egoísta percepción. Necesidad de ser escuchados... en soliloquio... en letanía... en el monólogo de la atención que nos faltó. Necesidad de ser reconocidos con respeto y sin miedo.

Violencia... de verdad y violencia de realidad...

Hay quienes dicen que podemos distinguir la violencia cuando una persona entra al espacio de otra persona sin ser invitado. Si aceptáramos tal definición tendríamos que poder distinguir porqué entrar al espacio de otra persona con invitación trastoca una intromisión en un acercamiento de comprensión y en qué radica la diferencia. Del mismo modo, necesitamos descifrar porqué nos alteramos unos a otros y de qué manera esta relación se vuelve pacífica erradicando la agresión o la defensiva desconfianza que nace de todo violencia o, mejor dicho, que da lugar a toda violencia.


Y tú... ¿invitas con violencia?



Continuamos en estos días queridas tortugas... 
...poco a poco: de palabra y palabra... 
veremos una idea brillar.   







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