lunes, 8 de junio de 2020

el rey...

... de los océanos.




En una isla desierta descansa un rey con un corazón partido en distintos pedazos de sí, cada parte sumaba siete almas. Todas juntas eran un haz de luz renovada que, cada día al amanecer, se abrazaban. Pero qué quería este ser lleno de desiertos: fundirse en el mar... Volverse uno consigo mismo y amar.

Alguna vez fue niño. En aquellos años veía el mar a lo lejos, como si algo le llamase. Pero, al mismo tiempo, como si algo le impidiese acercarse más. Durante su juventud se convirtió en príncipe. Para ello, se le pidió mostrar sus artes de guerrero, las cuales lo llevaron, al fin: al océano franco. Libró batallas que siempre lo remitían a la isla aquella que lo habitó. Tuvo que ser pirata. Tuvo que ser ángel. En el camino, conquistó cada uno de los mares. A su paso descubrió caracolas y siempre su música siguió. Sin embargo, había una voz más profunda que cantaba cerca de su piel, a la cual no podía encontrar. Hasta que llegó el momento de retornar a sus dominios y, lleno de trofeos, fue coronado como el rey de los océanos.

Recorría las aguas, lleno de nostalgia. Y llegó un día afortunado en el cual encontró a una reina... hecha a su medida, de arena y barro, fuerte como las olas del mar y bella como la luna en todo su esplendor. Así, en familia habitó sus lamentos sin dolerse por ello. Durante siglos fue el más feliz de todos los hombres. Su imperio creció. Y las criaturas a su alrededor no sentían otra cosa que respeto y admiración. Por su sentido de la justicia. Por su fe en la humanidad. Por la forma en que se hermanaba con todo aquello que tuviese vida. Por su solidaridad y generosidad. Y así... bailaban las olas del mar dichosas al poder siempre retornar a su seno. Tras quebrarse a la orilla y regalarse al sol.

Colmado de sal... su desierto logró llenar de alegrías. Pero su piel lo llamaba al susurro de ese canto que no sabía descifrar. Entretejido de todas las pieles. Sumando almas. No lograba juntar esos pedacitos de su corazón que insistían en buscar en el fondo del mar la voz que lo hacía despertar. Esperando el nuevo amanecer, se descubrió una mañana frente a una tortuga de mar. Un ser inexplorado y con cierta magia de cielo en sus ojos. Durante largo tiempo, entablaron largas conversaciones. Juntos lograban encontrar sentido ahí en donde había sólo interrogantes inconclusas. Se daban consejo mutuo y cuidaban de sí. Al llegar el atardecer, la tortuga volvía a su caparazón en el fondo del mar. Y él se preguntaba, qué la lleva lejos, porqué no se queda a la orilla. Quién la rapta. A quién va a visitar. Qué es eso que la tortuga no me cuenta. Hacia dónde se dirige su nado. De dónde renace cada mañana. 


Era tal su curiosidad que trataba de atraparla, de saber todo de ella para alumbrar sus caminos y siempre dejaba un faro prendido por las noches... en caso de que ella perdiese el rumbo de regreso. Ella no entendía la sombra que siempre la acompañaba... no lograba ver el faro... pero sí sabía que aquel destello era su propio sendero hacia el sol. Siguieron pasando los años. Sus encuentros se fueron volviendo menos frecuentes. Y la tortuga, siempre acurrucada en su caparazón, recordaba a este rey... tratando de mandarle mensajes con cada oleaje que recibía y la guiaba. Hubo un día en que sus caminos se cruzaron bajo la luna. Lejos de la costa. Y en el silencio de la noche, el rey reconoció aquel canto que siempre lo despertó. Y ella vio en él: el asombro.

¿Cuál es tu secreto tortuga?... "guardo el sueño de una sirena que espera su amor desde el inicio de los tiempos y que no puede despertar hasta que no escuche la voz que le corresponde a su melodía"... Cada noche la visito para saber que se encuentre bien. Sólo la acompañamos un caracol y yo. La música la arrulla y juntas nos acurrucamos al ritmo del mar. Existe un hechizo entre las dos. Cuando ella despierte yo podré volar camino al sol... y ambas: seremos felices. Ni ella ni yo sabemos quién es este ser que podrá devolverle sus aretes de perla y convertirla en princesa. Está prometida a un rey para llevar a cabo las más bellas obras en el planeta azul. Hemos abatido fantasmas y monstruos que han querido robarla de su destino. Ella ha tenido que visitar desiertos e islas. Pero no ha sido hallada y ella no encuentra la forma de despertar de sueños y pesadillas que le impiden volverse mujer. Y yo temo hacerme tan vieja que termine hecha arena de coral y mis alas de ángel -hechas de polvo estelar- no pueda recuperar... para encontrarme con la otra mitad de mi corazón: del otro lado de las estrellas. Pero hablar contigo me llena de juventud y me recuerda que mi destino encontraré. Temía contarte de la sirena... porque pudieses pedirle que busque un refugio nuevo y, entonces, ella no tendría lugar para con dulzura dormir. Lo que pasa es que ella es de otro planeta. Pero lo cierto es que han sido tus océanos lo que la han mantenido viva... de la mano de su estrella de mar y bailando con delfines que gustan de visitarla... cantando con caballitos de mar hechos de miel y pan. Mientras duerme profundamente. Y es ella quien habla a través de mí. Ese es mi secreto. Yo sólo soy una estrella fugaz que fue raptada para proteger a la sirena y ayudarla a reconocer la voz de su propio corazón.

Y ¿cuál es tu secreto rey de los océanos?... Pero él calló. Descubrió al fin el origen de esa voz, la melodía y el canto... Desconfiado... silenció la música. Su curiosidad cesó. Y a la sirena jamás conoció. Temía que si la visitase no pudiese ocultarse más de sí mismo. A su llamado no acudió. Prefirió conservar sus pedacitos... sumar almas y vidas... por los siglos por venir. Él ya era feliz. "No temas por la sirena, amiga tortuga. Los océanos la llevarán a su destino." La abrazó y se despidió. Sabiendo que la princesa no volvería a despertar. Y que la tortuga no podría marcharse. Así, podrían seguir compartiendo sus días de preguntas y respuestas comunes para regalar felicidad al mundo. Renunció a fundirse con el mar. Él ya no quería amar. Todo lo que soñó había sido cumplido y el amor siempre lo acompañó. Amó tanto que no podía imaginar que hubiese algo más grande en su corazón. Y aunque ya nadie acompañaba sus caminos. Tampoco lo quiso averiguar. Finalmente... era el rey de los océanos. Y ella era, con sencillez, una sirena que dormía en el fondo del mar. "Yo no tengo secretos... mágica tortuga" -le respondió.

Hay quienes dicen que... el planeta azul se desvaneció. Hay quienes dicen... que la sirena murió. Quizás... la tortuga, sola, la música conservó. No lo sé. Es difícil de comprender la magia del secreto que las une. En donde la esencia transmuta y el aliento de la melodía vive más allá del infinito. Y así... nuevas historias trazar con la esperanza de despertar. 

Lo cierto es que nadie supo si estos dos amigos volvieron a encontrarse. El faro siguió vivo para cuando la tortuga quisiera conversar. El rey se entregó a nuevos amaneceres, con la esperanza de sanar. El susurro durmió en sus oídos. Y no pocas veces lograron coincidir con la sola sincronía de su pensamiento. 

No todos los destinos se cumplen ni todos los caminos llegan a buen fin. La mayoría de las veces es sólo lo tangible, la tierra, lo que logra perseverar. Cuando una vida está hecha de sueños es probable que, en medio de una pesadilla, sucumbamos sin llegar a despertar. Y sólo estando despiertos es que logramos amar. 

Y a lo lejos... la paloma llena de oro el mar. Ahí es donde van los amores que no se cumplen... convertidos en polvo mágico de estrellas y sal.


Y tú... ¿confías en el susurro de tu piel?



Dulce lunes
colmado de mar.
Fuerte abrazo...
mágicas tortugas.







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