miércoles, 28 de abril de 2021

calor...

...para sonreír.



Se antoja una lluvia liberadora que se lleve consigo la sequía de estos días de intenso y brillante sol. Una brisa refrescante en esta primavera que parece un verano en medio del desierto. La luz deslumbra tras las ventanas. Y el calor consume nuestra energía a la vez que nos nutre de razones renovadas para estar en continua actividad. Si bien es por momentos sofocante, en realidad el furor de tales temperaturas es una caricia mientras se desenvuelven las labores del día, una a una con placer y sin cesar. Lo cotidiano también se llena de luminosidad... limpiar nuestro hogar, alimentarnos, hacernos de nuestros víveres, cuidar de sí y de quienes están a nuestro cargo, cocinar, escribir, leer, trabajar, hacer ejercicio, meditar, escuchar opiniones sobre nuestros temas de interés, compartir a la distancia o con quienes están cerca, seguir el ritmo latente de la infinita diversidad de narrativas a nuestro alcance, entre películas, series, libros, noticias que dan seguimiento al acontecer social, nacional, internacional, político y ahora, con tanto énfasis, sanitario. Todo conjugado bajo el ritmo preciso de un reloj totalmente armónico. A veces con interrupciones pero sin perder su secuencia en unidad. Son todas las metas que cumplimos cada noche y que nos prometemos cada día al despertar. Sentir, pensar y amar al unísono, cada quien desde nuestro silencio y nuestro corazón. En total reconciliación, tranquilidad y felicidad. Siempre a la par de la música que nos hace sentir acompañados por la vida misma. Y claro... no puede faltar una buena telenovela (brasileña, por supuesto) para invitar a nuestra vida un desdoblamiento mágico de emociones que seríamos incapaces de experimentar por nosotros mismos. Como una forma de relato sincrónico que le da pausa y pauta a nuestras vidas. Todo esto mientras vemos pasar el tiempo ante nosotros... 

...Un tiempo casi perdido pero recuperado de formas más gratificantes de lo que habríamos llegado a imaginar. Sí, hace ya más de un año que el curso de los acontecimientos, como lo conocíamos: se interrumpió. Pero la vida no se interrumpió y ahora van llegando los frutos de tal cosecha universal por cuidarnos unos a otros y sobrevivir. Todavía queda camino por andar... pero ya tenemos todo lo que necesitamos para las nuevas travesías por llegar. Es un tiempo para comenzar a terminar todo aquello que parecía haber quedado inconcluso. ¡Qué gran prueba de paciencia hemos atravesado queridas tortugas! ¡Cuánto dolor y pérdidas hemos sufrido o acompañado! ¡Cuánto precaución y precariedad tuvimos que enfrentar! Y sí, hay lugares en donde la pesadilla no concluye. La vacuna llega lentamente pero empieza a ser una realidad más consistente. Yo doy gracias a Dios y a la vida porque mis seres queridos han sobrevivido sin secuelas el haber enfermado y por quienes no nos hemos enfermado aún. Y me sumo cada día a la tristeza de quienes han tenido menos fortuna. Sin bajar la guardia, todavía. Se quedaron tantas cosas en el camino, planes, encuentros y viajes. ¡Se interrumpieron tantos abrazos! Tantas letras en el tintero que como pequeñas migajas recojo cada día. Con el afán de dar forma a un texto que relate el espíritu más profundo de lo que han sido los últimos años de mi vida. Y darle sentido a lo que a veces parece incomprensible. Llena de mí. Libre al fin. 

Es entre las sombras que nace la más bella luz. Y el sol, en estas épocas, nos recuerda cada día que el tiempo de la recompensa ha llegado. En medio del agotamiento. Pues no ha sido un viaje fácil el que hemos recorrido hasta aquí. Pero de esos cansancios satisfactorios... los que anuncian tareas cumplidas. Es tan grato no dejarnos vencer. Conservar la ecuanimidad. Abrazarnos a nosotros mismos a través de lo que somos capaces de brindarnos y brindar a otros. Con gratitud. Nunca tuvo tanto sentido hablar de optimismo. Más allá del exhorto banal a cierta disposición del ánimo positivo. Ser optimista en estas épocas es más que un desafío o una forma de alentarnos unos a otros... es una forma profunda y radical de fortalecer nuestra alma y acompañarnos desde nuestros corazones. La fe también se trastocó. Trascendió el refugio de lo incomprensible e inalcanzable para convertirse en verdadero bálsamo de certeza vital. A creyentes y no creyentes es, a final de cuentas, la fuerza de la fe lo que logra sostenernos cuando todo se vuelve impredecible. Porque creer en uno mismo y sostenerse a uno mismo en medio de la vulnerabilidad es siempre un acto de fe. Y falta tiempo todavía para dimensionar las secuelas de esta experiencia en cada una de nuestras vidas y como comunidad. Yo sólo espero y confío en que todo sea para bien. Que cada uno en este camino recorrido haya descubierto cuál es ese grano de arena, que rebosa en su mano, capaz de regalar bien y felicidad al mundo, desde nuestras humildes guaridas. Creo que tomó un gran valor para todos trascendernos de alguna forma. La empatía. La comprensión y el respeto. Vivimos en un mundo en el cual hay mucho fuera de nuestro alcancen, para quienes no estamos en posición de tomar decisiones que ayuden a encaminar las soluciones vitales que tanto apremian en nuestros imaginarios sociales, pero creo que hemos descubierto que teníamos a nuestro alcance mucho más de lo que sabíamos. Ahora que tuvimos que descifrar dentro nuestro la riqueza de nuestra alma y libertad, aun en el encierro. Voltear hacia dentro y mirarnos de otro modo nos ha hecho valorar tantas cosas que tal vez dábamos por sentadas. Apostar por la cooperación al imaginarnos igualmente indefensos o, precisamente, por asumirnos unos más indefensos que otros. Y admirar cómo el ser humano al salir del shock y trauma que despierta una situación en nuestras vidas, se vuelve cada día más fuerte. A mí me inspiran mis cariños, amigos, familias. Ver cómo no han cejado en su esfuerzo por construir su vida, tomar control sobre su entorno, salir adelante en sus tareas. Animarse en su situación, llenarse de valor, seguir avanzando, enteros y firmes en sí mismos. Cómo no han transigido en su optimismo. Optimismo que contagia esperanza. El tiempo se detuvo pero el mundo siguió girando. Y esto es algo de lo que todos deberíamos sentirnos orgullosos. Falta todavía un gran trecho. Pero, insisto, creo que los pasos más difíciles han sido concluidos. ¡Bravo por todas y todos nosotros!

Se avecinan otro tipo de batallas... y con esto me refiero al caso específico de México... a casi un mes de las elecciones, mucho está por verse. Grandes decisiones están ahora en nuestras manos para elegir el rumbo de nuestra vida política, por muy acotada que sea ésta en el marco de lo que logra realmente incidir en los problemas que nos aquejan, por más acotada incluso que sea nuestra voluntad a través de nuestro voto. Aun así, creo que no debemos inhibirnos ante tales acotamientos. Nuestro voto cuenta. Y más para quienes nos sentimos decepcionados e insatisfechos con la forma en que se han desenvuelto los acontecimientos tras el 2018. Pero sobre esto platicaremos mañana con más calma. Hoy sólo quise compartir mi buen ánimo porque aunque a veces las reflexiones de esta tortuga son menos "alegres" o más "críticas" del carácter humano... yo sigo siendo una enamorada de la posibilidad de despertar en cada uno de nosotros la luz que nos hace crecer, amar y sonreír.


Y tú... ¿cómo festejas y compartes tus logros de pandemia?



Fuerte abrazo...
lleno de magia de tortuga.
Gracias queridas tortugas...
por acompañar estas letras y
llenar con su ejemplo mi corazón.
Amén.





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