lunes, 26 de abril de 2021

respeto...

 ...cotidiano.



El día a día es un espacio tan pero tan propio que ninguna persona puede aspirar a dominar el curso de nuestros minutos. Convirtiéndose en espías indeseables de nuestra intimidad. Bajo ningún pretexto. Sin excusas. Pero lo que ocurre con la vocación que las almas débiles tienen hacia el control sobre los otros seres humanos es que devoran la confianza y fingen para atrapar a su presa. Con mieles y con dulces que se transforman en profundas amarguras. El instinto del dominio es de lo más salvaje que nos habita. No resistirse a humanizarlo y negarse a renunciar a él es una forma de barbarie. Quizás sutil. Pero barbarie al fin.

La persecución es una forma precaria y vil de relacionarnos entre seres humanos. La mentira de la mano del engaño que sojuzga, y nos manipula con fines ajenos a nuestra propia voluntad, es una gran falta de respeto a nuestra mínima inteligencia, es violencia y agresión. Agresión pasiva. Lo que ocurre es que hay personas que no han llegado a comprender que fuera de sí mismos existe un universo entero. Que el mundo existe más allá de las fronteras de su mente. Personas que viven con la ensoñación de que siempre tienen la razón y nunca se equivocan. Que necesitan la ilusión de la autoperfección para amarse a sí mismas. Personas incapaces de pedir perdón. De aceptar sus propios errores. Carentes de humildad y escucha. Personas incapaces de renunciar a sus propios caprichos y necesidades neuróticas para existir. Quienes siempre están mirando hacia fuera para no escudriñar dentro de sí aquello que señalan con superioridad desde su pedestal. Y a quienes no les importa cuánto daño dejan a su paso. Cuánto lastiman la verdad, la justicia y el modo correcto de respetar a otro ser humano.

Los seres humanos no nacemos para hacer felices con caprichos a otros seres humanos. Para ser apéndices ni costillas. Ni objetos de decoración colgados en la pared. Las personas tenemos voluntad. Libertad. Derechos y dignidad. Y parece obvio. Pero quizás éste es uno de los retos más grandes en toda relación humana. Del tipo que sea. Muy probablemente es en este reto inconcluso en el cual se finca la violencia. La frustración y la impotencia ante lo inevitable cuando alguien toma por la fuerza un pedazo de nosotros, sin nuestro consentimiento. Cuando alguien toma decisiones sobre nuestra vida sin informarnos ni consultarnos. Cuando alguien cree saber mejor que nosotros mismos quiénes somos, cómo estamos y qué necesitamos. De la mano de algún tipo de juicio aniquilante sobre nuestra personalidad para así... invalidarnos. Quienes usan nuestras propias palabras para debilitarnos, eligiendo interpretar y poner en relevancia sin contexto lo que les conviene para sentirse fuertes y poderosos.

Estos son espacios muy carentes para el diálogo sincero y profundo. Son monólogos infinitos los que interpretan tales personajes con el único fin de satisfacerse a sí mismos. Dejando tras de sí devastación y agotamiento. Son quienes mueven los hilos para decidir quién se amiga o enemista con quién, con base en su propio beneficio. Con base en su propia necesidad de tener el control sobre todo lo que posee. Creyendo que las personas también se poseen. Son tiranos e incluso velados torturadores emocionales. Son quienes renuncian a amar. Porque es más fácil poseer.

Todos tenemos un poco de cada una de estas semillas dentro nuestro. La diferencia es que sólo algunos elegimos renunciar a la capacidad que podemos tener de dañar a otro ser humano. Hay quienes preferimos el respeto. El silencio pacífico. La reconciliación. El perdón. El olvido. La regeneración diaria de nuestro carácter. La comprensión. La justicia. El dominio de sí y el reconocimiento del libre desenvolvimiento de los seres humanos que nos acompañan. Sin abusos. Sin condescendencias. De frente. Con talante. Con verdad y honestidad. Con mesura. Con respeto. Sin cinismo y sin burla alguna.


Y tú... ¿sabes que no tienes derecho de controlar a otro ser humano?




Feliz luna llena...
mágicas tortugas.
Fuerte abrazo!!





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